El principe perfecto II/Acto III

El principe perfecto II
de Félix Lope de Vega y Carpio
Acto III

Acto III

Ruido de cazadores.
(Dentro.)
[CAZADOR 1.º]:

  Por aquí dicen que va.

[CAZADOR 2.º]:

Aquella senda siguió.

[CAZADOR 3.º]:

Y en el valle le vi yo.

(Sale el REY con un venablo.)
REY DE PORTUGAL:

No lejos Octavio está,
  que es para lo que he fingido
esta caza en este monte.
Ya Febo por su horizonte
baja en púrpura teñido
  y para dar su tesoro
corre el polo diligente
a la cama de Occidente
cortinas de azul y oro.
  ¡Casa es esta y aun parece
aldea!

 

(Sale BRITO , villano.)
BRITO:

Tened allá
ese ganado, que ya
la gente que vi se ofrece.
  Y si acaso son soldados
que andan por estos caminos,
a los gansos y cochinos
echad cuarenta candados.

(Sale MADANELA .)
MADANELA:

  ¿Soldados andan aquí?

BRITO:

Estos que a las Indias van
aloja algún capitán.

MADANELA:

¿Si es este?

BRITO:

Pienso que sí.

REY DE PORTUGAL:

  ¡Buena gente! ¿Habrá posada
para esta noche?

BRITO:

Sí hubiera,
como su merced no fuera
soldado.

REY DE PORTUGAL:

¿No es gente honrada?

 

BRITO:

  Los que son de profesión
soldados es noble gente,
pero estos que van a Oriente
y no salen del mesón,
  de mujercillas cargados,
robando los labradores...
Si viven de salteadores,
¿por qué los llaman soldados?
  Esos que a las Indias van
y los negros han traído
hónrelos el Rey.

REY DE PORTUGAL:

Yo he sido
de una nave capitán
  y sé que tenéis razón,
aunque el Rey no sé qué intenta
si ya no es que envidia sienta
de las Indias de Colón.

MADANELA:

  Envidia el Rey malos años.

REY DE PORTUGAL:

De Castilla bien podrá,
pues que la enriquecen ya
mares y reinos estraños.

MADANELA:

  ¡Cómo el Rey don Juan había
de envidiar los castellanos
si sus fuertes lusitanos
llegan donde nace el día!
  ¡Pardiez! Vós debéis de ser
algún parvo o mal nacido.

 

REY DE PORTUGAL:

(Estos no me han conocido:
oírlos me da placer.)
  Pues decidme: si es el Rey
tan perfecto y celebrado,
¿cómo esta empresa ha intentado
entre una gente sin ley?
  Bárbaros negros conquista,
mares no vistos penetra,
bulas romanas impetra,
aves hace, gente alista:
  a la fe debe de ser
perfeto por solo el nombre.

BRITO:

¡Por Dios! Vós seréis buen hombre
pero no se echa de ver.
  Y a no haberme el Rey mandado
que no riñera otra vez,
porque no siempre el juez
se puede hallar sobornado,
  que os había de pegar.

MADANELA:

Dale, Brito, seis pancadas,
que unas natas presentadas
os puede el hombre costar,
  y como el otro unas nueces.

 

BRITO:

No, que me dijo al partir
que me guarde de reñir
y que tema los jueces.
  Y con palabras más llanas,
que las natas del lugar
se podían acedar
y las nueces salir vanas.
  Lo que haré será cerralle
la puerta.

REY DE PORTUGAL:

Amigos, oíd.

MADANELA:

¿Qué es oír?

REY DE PORTUGAL:

Paso, advertid.

BRITO:

Duerma en el fresco del valle:
  tírala, villano ruin.

REY DE PORTUGAL:

Advertid que soy el Rey.

MADANELA:

¿El Rey?

REY DE PORTUGAL:

¿Pues es buena ley
cerrarme la puerta? En fin,
  ¿estáis falto de nobleza?

 

BRITO:

¡Misericordia, señor!
(De rodillas.)
¿Quién pensó que ese valor
honrara tanta aspereza?

REY DE PORTUGAL:

¿No me vistes?

BRITO:

  Cosa es clara,
pero en la ciudad, señor,
el Rey tiene resplandor
y nadie le ve la cara.
  El sol en el medio día
de nadie se deja ver:
ahora al anochecer
puse en vós la vista mía.
¿Cómo estáis solo?

REY DE PORTUGAL:

  He venido
a hablar con un hombre aquí.

MADANELA:

Pues ¿en este monte?

REY DE PORTUGAL:

Sí,
y que me dejéis os pido.

MADANELA:

  ¡Pardiez, que habéis de cenar!

 

BRITO:

A dos pollos mi mujer
puso unas calzas ayer
porque os lo quiere llevar.
  Para vós son: todo es uno
comerlos acá o allá.

REY DE PORTUGAL:

El hombre se ofrece ya
y no me ha de ver ninguno...
  Entraos, que he de hablar con él
cosas de gran confidencia.

BRITO:

¡Dios guarde a su reverencia!

MADANELA:

Y el arcángel San Miguel.

(Vanse.)
(Sale OCTAVIO .)
OCTAVIO:

  A dicha he tenido hallaros,
gran señor, en tal lugar.

REY DE PORTUGAL:

Por aquí podéis bajar.

OCTAVIO:

Si acaso queréis sentaros,
  no suena mal esta fuente.

REY DE PORTUGAL:

¿Estamos bien apartados
de lugares y criados
y el concurso de la gente?

 

OCTAVIO:

Sí, señor.

REY DE PORTUGAL:

  En fin, ¿aquí
no hay persona que nos vea?

OCTAVIO:

No, señor.

REY DE PORTUGAL:

Pues porque crea
tu maldad lo que hay en mí,
  lee esta carta en voz alta.

OCTAVIO:

¿Maldad, señor?

REY DE PORTUGAL:

Sin turbarte
la lee parte por parte:
luego verás lo que falta.

(Lea.)
OCTAVIO:

La envidia de vuestro nombre, clarísimo rey don Juan, la gloria de vuestras conquistas y el casamiento de vuestro -fol. r- hijo con la Infanta de Castilla, ha movido el mal inclinado ánimo de ciertas personas graves destas provincias, que no es bien nombrároslas, a quitaros la vida, y para esto envían desde Italia a Octavio Castellón, que está en vuestro servicio: guardaos dél, que os ha de hacer una traición.
  No me mandéis que prosiga,
que todo aquesto es maldad.

 

REY DE PORTUGAL:

Yo sé, Octavio, que es verdad
y que su interés te obliga.
  En mi servicio has entrado
solo a buscar ocasión
para matarme a traición:
por valiente te han pagado.
  Bien pudiera, en recibiendo
la carta, hacerte colgar
de un palo: pero el pensar
que a mi real nombre ofendo,
  aunque cuando esto se sepa
digan que fue imperfeción,
no me sufre el corazón
que en él tal bajeza quepa.
(Mete mano el REY .)
  Por eso, saca la espada
y procúrame matar,
pues el monte da lugar
y aquí no te estorba nada.
  ¡Ea, valiente! ¿Qué esperas
para matarme? ¿No vienes?
Pues dime, ¿en qué te detienes?
¿Qué aguardas? ¿Qué consideras?
  Un hombre soy, ¿qué te espanta?

 

OCTAVIO:

¿Pues no quieres que me espante
de ver acto semejante
y de fortaleza tanta?
  Confieso a tus pies, señor,
que de Italia vine aquí
para matarte, y que fui
a tus mercedes traidor,
  pero también te confieso
que viendo tu gran valor
te he cobrado tanto amor
que no solo tanto exceso
  tan vilmente acometiera,
pero que antes me matara
que matarte imaginara
ni un cabello te ofendiera.
  En fe de lo cual te ruego,
para verme el corazón,
rompas mi pecho.

REY DE PORTUGAL:

Afición
te tuve, no te lo niego.
  Eso te pudo obligar,
que no virtud que haya en mí.

OCTAVIO:

Señor, sírvete de mí,
pues no me quieres matar,
  y verás que por ti pierdo
mil vidas.

 

REY DE PORTUGAL:

No era razón
de quien quiso hacer traición
confiarse un hombre cuerdo.
  Esto hice porque veas
que soy hombre cuya espada
ni teme ni estima nada
que diestro y valiente seas.
  Pesadumbres he tenido
con hombres vivos y muertos,
y en los peligros más ciertos
más valor me han conocido.
  Tú no me has de servir más,
ni estar un punto en Lisboa.

OCTAVIO:

No en balde el mundo te loa:
fuerte sentencia me das.

REY DE PORTUGAL:

  Desde aquí te has de partir.

OCTAVIO:

No tengo, señor, con qué.
Allá, aunque poco, dejé
con lo que me puedo ir.

REY DE PORTUGAL:

  Pues toma aquesta cadena
y estas tres sortijas tales
que pocas has visto iguales.

 

OCTAVIO:

¡Tú bravo! Crece mi pena.

REY DE PORTUGAL:

  Todos tres diamantes son
y del Oriente traídos:
a esos príncipes fingidos
que me envidian sin razón
  las muestra y di que conquisto
unas tierras que a tributo
me dan diamantes por fruto,
pero que ninguno has visto
  como yo ni le verás.

OCTAVIO:

En ti se engendran mayores.

REY DE PORTUGAL:

Ve delante, que traidores
nunca fueron bien detrás.

(Éntranse, y sale LOPE DE SOSA .)
LOPE DE SOSA:

  Fálaris, el tirano de Agrigento,
tuvo en tormentos tan estraño estilo
como bramando lo mostró Perilo,
autor del toro y de su fin violento.
Puso Dionisio (¡estraño pensamiento!)
sobre la frente de la espada el filo
al que dio de comer, y el rey del Nilo
el áspid de Cleopatra vio sangriento.
Mas ni Perilo, que en el toro grave
por alma de su cuerpo gime y brama,
ni el áspid de Cleopatra, fin suave,
merecen del mayor tormento fama:
porque el mayor tormento que se sabe
es resistirse del amor quien ama.

 

(Sale el PRÍNCIPE .)
DON ALFONSO:

  Topáronse el amor desnudo y ciego
y el que de la virtud se engendra y cría
en una selva deleitosa un día,
y comenzaron su contienda luego.
Venció el divino y al humilde ruego
no se dejó vencer de su porfía,
que atado a un sauce que en el valle había
le puso con sus mismas flechas fuego.
Tal yo, que de nobleza al fin presumo.
Y atando amor mi noble pensamiento,
puesto que como fénix me consumo,
para que no renazca mi tormento
púsele fuego y, convertido en humo,
di al mar la llama y la ceniza al viento.

(Sale LEONOR .)
DOÑA LEONOR:

  Yo muero y vivo, yo me hielo y ardo,
y de lo que me alegro me entristezco.
A un mismo tiempo adoro y aborrezco,
y despreciando el bien del mal me guardo.
Temo el remedio y el remedio aguardo,
con dicha pierdo y con temor merezco,
huyo el peligro y al mayor me ofrezco
y donde más me animo me acobardo.
Ya mi amor se levanta, ya se humilla,
ya se mira los pies y ya la rueda,
ya tiene el gusto y ya el desdén la silla.
Pero viendo que ya resuelto queda,
al mismo amor espanta y maravilla
que entre tantos contrarios vivir pueda.

 

LOPE DE SOSA:

  Apenas alzo los ojos
del centro de mis tristezas
cuando ven mis asperezas
la causa de mis enojos.
  Sin duda mira Leonor
la gentileza de un rey,
que si en el gusto no hay ley,
el gusto es hijo de amor.

DOÑA LEONOR:

  (Del amor oí contar
que fue un tiempo pescador,
viendo que le iba mejor
al interés con pescar.
  Y que en los dulces anzuelos
celos por cebo ponía,
porque las almas prendía
más que con amor con celos.
  Aquí está Lope y aquí
Alfonso también está:
demos celos pues que ya
no tiene amor fuerza en mí.)
  ¿Está firme todavía
en su desdén Vuestra Alteza?

DON ALFONSO:

Quien tiene tanta nobleza,
tan justamente porfía.
  Ya os dije mi pensamiento
y el consejo que me dio
mi padre con que templó
mi amoroso atrevimiento:
  no habrá cosa que por vós,
fuera de amores, no haga.

 

DOÑA LEONOR:

Amor con amor se paga.

DON ALFONSO:

Bien puede haberle en los dos.
  Lope me enseñaba a mí
cierta opinión de Platón...

DOÑA LEONOR:

¿Y qué es, señor, la opinión?

DON ALFONSO:

¿Que no lo sabéis?

DOÑA LEONOR:

No y sí.
  Bien sé que se puede amar
el alma pero no sé
que el cuerpo en sosiego esté...

DON ALFONSO:

Pues hacelle sosegar.

DOÑA LEONOR:

  No sé qué tiene, señor,
Vuestra Alteza en el cabello.

DON ALFONSO:

No sé, no he mirado en ello.

LOPE DE SOSA:

¿Qué aguardas, infame amor?

DON ALFONSO:

¿A qué lado?

DOÑA LEONOR:

  En el izquierdo.

 

DON ALFONSO:

Quitádmelo.

DOÑA LEONOR:

Un mondadientes
era.

LOPE DE SOSA:

Amor, ¿esto consientes?
¡De celos el seso pierdo!

DOÑA LEONOR:

  Vuestra Alteza me le dé
ya que me costó el sacalle.

DON ALFONSO:

Pedir después de tomalle
escusado, Leonor, fue.

DOÑA LEONOR:

  Por prenda vuestra le guardo,
que ya su punta en rigor
será una flecha de amor.

(Póngasele en el jubón por los botones.)
LOPE DE SOSA:

¡Ya qué desengaño aguardo!

DOÑA LEONOR:

  El corazón me ha pasado.

DON ALFONSO:

Si heriros Leonor podía,
no en balde yo le tenía
de los cabellos atado.

 

DOÑA LEONOR:

  Antes como dardo fue
que en la cuerda atado admira
que se vuelva al que la tira.

DON ALFONSO:

¿Pues vuelve a mí?

DOÑA LEONOR:

No lo sé.

DON ALFONSO:

  Leonor, quien quiere vencer
al amor, intente huir.

DOÑA LEONOR:

¿Que tan presto os queréis ir?

DON ALFONSO:

Para hoy concerté ayer
  un partido de pelota.
Adiós.

(Vase ALFONSO .)
DOÑA LEONOR:

Desde el corredor
os quiero ver.

LOPE DE SOSA:

¡Ah! ¿Leonor?

DOÑA LEONOR:

¿Quién llama y quién me alborota?

LOPE DE SOSA:

  ¡Yo soy! ¿No me conocéis?

DOÑA LEONOR:

¡Ansí! ¿Qué hay, Lope de Sosa?

 

LOPE DE SOSA:

¿Hay mudanza más graciosa?

DOÑA LEONOR:

Pues bien, señor, ¿qué queréis?

LOPE DE SOSA:

  Oí decir que os había
pasado el pecho una flecha
que del cabello, derecha,
de Alfonso al vuestro venía,
  y quise saber si es cosa
de algún peligro la herida.

DOÑA LEONOR:

De esa estoy agradecida
pero no estoy peligrosa,
  que flechas de los cabellos
por forzadas ocasiones
no pasan de los botones
y así se quedan en ellos.

LOPE DE SOSA:

  ¿Y queréis dármela a mí?

DOÑA LEONOR:

No me la podré sacar
y témome desangrar,
que no está el remedio aquí.

LOPE DE SOSA:

Id en buen hora.
  Yo muero.

 

DOÑA LEONOR:

¡Ah, celos! ¡Cuántos podéis!
Bien haya, pues me le hacéis,
el que os inventó primero.

(Vase LEONOR .)
LOPE DE SOSA:

  ¿Qué aguarda mi pensamiento,
que de aborrecer no acaba?
¿Qué aguarda mi loco amor?
Mis esperanzas, ¿qué aguardan?
¡Un mondadientes que acaso
sobre la oreja guardaba
Alfonso es flecha de amor
que a Leonor el pecho pasa!
¡En los botones le lleva
y dice que no la saca
porque desangrarse teme!
¡Melindre en celos! ¡Qué rabia!
Ya con botones de fuego
diré que mi pecho abrasa:
la flecha que lleva en ellos
a mí me penetra el alma.
El favor del mondadientes
atrevidamente habla,
porque de estar en la boca
aprendió lengua tan clara.
Paciencia, amor, o acaba:
si tú no puedes, sinrazones bastan.

 

(Disparen dos arcabuces y salga TRISTÁN .)
TRISTÁN:

Cuando de tiros y fuego
de Belén arde la playa
y el castillo de San Juan
hace a las naves la salva
que ha traído de la India
el fuerte Vasco de Gama,
¿estás tú con esa flema?

LOPE DE SOSA:

Pues bien que venga o que vaya,
¿qué me importa a mí, Tristán?

 

TRISTÁN:

¿Pues no es gloria lusitana
que un portugués valeroso
con tres navichuelos salga,
y ciento y cincuenta hidalgos,
de Belén una mañana
a buscar un mundo nuevo
y desde Buena Esperanza,
que antiguamente «el león
del océano» llamaban,
llegue con tantas tormentas
sin ver más que cielo y agua
al golfo de Monicongo
y al reino con que se espantan
los gatos, llamado Zape,
de donde por señas traiga
hombres y mujeres negros,
república gobernada
sin sastres, porque, en efeto,
en los vivos cueros andan
pero como sobre negro
dicen que no se ve nada,
¡pardiez que es gente discreta!
pues no se pierden por galas.
¡Ah, Dios! Si por estas tierras
andar como ellos se usara
qué ricos fuéramos todos,
que se escusaran de infamias.
Las galas han destrüido,
el mundo: todo se gasta
en disparates de telas
y en necedades bordadas.
El diamante que más luce
a una bujía no iguala.
¿Qué es bujía? ¡Ni aun candil!

 

LOPE DE SOSA:

Calla, bestia; bestia, calla,
que en tiempos de tal desdicha
y de tan loca mudanza
mal bufonizan los libres
a los que tristezas pasan:
paciencia, amor, o acaba:
si tú no puedes, sinrazones bastan.

TRISTÁN:

¿Ahora tenemos eso?
¿Qué amor y qué calabaza?
Ven, señor, a entretenerte:
oirás mentiras más largas
que en la Uliseade Homero
aunque Polifemos haya.
Verás, Lope, lo que cuentan
de los reinos de Zofala,
de Quiloa y Mozambique,
Melinde y Ormuz.

LOPE DE SOSA:

Si hablas
otra palabra en Oriente
no hablarás otra palabra.

TRISTÁN:

Yo, señor, en Portugal
hablo y en la más nombrada
ciudad, que estoy en Lisboa.
Pero digo que allá tratan
del reino de Calicut
y que Vasco...

 

LOPE DE SOSA:

Malas bascas
te den en el corazón.

TRISTÁN:

¿Pues no fue notable hazaña
atravesar esos mundos?

LOPE DE SOSA:

¡Atraviésete una jara
por medio! ¡Déjame aquí,
déjame!

TRISTÁN:

¿No es cosa brava
que de ciento y cincuenta hombres
que sacó de aquesta playa
no vuelve más de cincuenta?

LOPE DE SOSA:

¿No ves, Tristán, que me matas?
Pues para que también sepas
qué viaje, qué jornada,
han hecho mis pensamientos:
escucha.

TRISTÁN:

Adelante pasa.

 

LOPE DE SOSA:

Con la nave del deseo
salí por la hermosa playa
de los ojos a buscar
las Indias en una dama.
Embarqué cien mil soldados
con plumas de confianzas,
con armas de mis servicios.
Prometiendo mil hazañas
navegué el mar de Castilla,
también entre cielo y agua:
agua de mi llanto humilde,
cielo de su hermosa cara.
Llegué al cabo en el principio,
pues fue de Buena Esperanza.
Pero estando en ella alegre
revolviose el mar, que estaba,
como era mar de mujer,
sujeto a mayor mudanza.
Mis tres pobres navichuelos,
aunque potencias del alma,
perdieron en la tormenta
árboles, velas y gavias.
Allá fue la racamenta
de trinquetes y mesanas,
aflechates, trizas, trozas,
estayes, escotas, armas...,
favores quiero decir,
papeles, manos, palabras,
con que solo cual me ves
llegué al puerto en una tabla.
Esta quiero que en el templo
del desengaño colgada
a todos diga mi historia.

 

TRISTÁN:

Sí, pero Vasco de Gama...

LOPE DE SOSA:

Si el Príncipe no viniera
te diera una cuchillada.

(El PRÍNCIPE , con una pala de pelota, DON NUÑO , SILVA y ATAIDE así mismo.)
DON ALFONSO:

No juego más.

DON NUÑO:

  Vuestra Alteza
saca valerosamente
pero mucho el perder siente.

DON ALFONSO:

¿A quién no causa tristeza?
  ¡Este es partido robado!
Pero ayúdeme, Ataide.

DON NUÑO:

Para serlo, lo que pide
Vuestra Alteza.

DON ALFONSO:

Estoy cansado.

DON NUÑO:

  Ayúdeme Silva a mí.

DON ALFONSO:

Tomad esa pala allá.

(Salen el REY y un PAJE .)
PAJE:

Aquí con don Nuño está.

 

REY DE PORTUGAL:

Alfonso, ¿qué hacéis aquí?

DON ALFONSO:

  Señor, un poco he jugado.

REY DE PORTUGAL:

¿Es buen entretenimiento?
¿Cómo va del pensamiento
de aquel caballero honrado
  que os escribió de Castilla?

DON ALFONSO:

Señor, jugar y cazar
le han divertido de amar.

REY DE PORTUGAL:

No es, Alfonso, maravilla,
  y más si añadir pudiera
un pleito.

DON ALFONSO:

Un pleito, señor,
no solamente el amor,
la vida le suspendiera.

REY DE PORTUGAL:

  ¿No os ha dado gran contento
el ver a Vasco de Gama?

DON ALFONSO:

Cierto que es menos su fama
que su gran merecimiento.

REY DE PORTUGAL:

  Mañana veré sus naves.

 

DON ALFONSO:

Y yo os acompañaré.

SILVA:

¿Aquí está el Prior?

REY DE PORTUGAL:

No sé
que haya nuevas más suaves.

(Sale el PRIOR .)
PRIOR:

  Si Vuestra Majestad me diera albricias,
aunque a sus pies las hallo con besarlos,
direle que ya viene la Princesa,
quiero decir que aprestan la jornada
con la mayor grandeza de Castilla.

REY DE PORTUGAL:

De Castilla, Prior, no es maravilla:
porque ella sola es la mayor grandeza,
la mayor gala y la mayor riqueza.
Dale albricias, Alfonso, pues las nuevas
más te tocan a ti.

DON ALFONSO:

Yo lo confieso,
mas Vuestra Majestad me dé qué darle,
que no lo tengo yo sino los brazos.

PRIOR:

Esos estimo tanto que por vida
de mi señor el Rey que no tomase
reinos ni imperios.

 

DON ALFONSO:

No, Prior, no es justo:
yo os doy.

PRIOR:

No me deis nada.

DON ALFONSO:

Desto gusto.

PRIOR:

No se dirá cuando me dais los brazos
que yo estuve tan necio.

REY DE PORTUGAL:

Alfonso, Alfonso,
deja al Prior, que es grande cortesano:
pero pues tanto tu favor estima,
yo no le di los brazos y yo puedo
hacerle destos mares almirante
que ahora corre el valeroso Gama.

PRIOR:

Serán para que llanos los ofrezca
a vuestras quinas, príncipe perfeto.

REY DE PORTUGAL:

La cárcel voy a visitar.

PRIOR:

Aparte
tengo que daros un retrato hermoso
del ángel castellano y un recado.

DON ALFONSO:

Soy portugués: ya finco enamorado.

 

(Sale un ALCALDE .)
[ALCALDE:

  Poned ese estrado bien,
que vendrá Su Majestad:
ya veis su puntualidad.

CRIADO:

¿Pondré el alfombra también?

ALCALDE:

  Limpia esa silla, ¿qué aguardas?

CRIADO:

¿Y quién es hoy relator?

ALCALDE:

Lope de Sosa.

CRIADO:

Señor...

ALCALDE:

Abre, que suenan las guardas.

(Salen chirimías, acompañamiento. LOPE DE SOSA , el PRIOR ; el REY siéntese debajo del dosel.)
REY DE PORTUGAL:

  Siempre que en este lugar
fidalgos a verme llego,
del persa me acuerdo luego.

LOPE DE SOSA:

Tú le excedes en juzgar.

REY DE PORTUGAL:

  Desollar hizo un jüez
Cambises, y con el cuero
aforró la silla.

 

PRIOR:

Es fiero
ejemplo y bastó una vez
  para los demás jüeces.

REY DE PORTUGAL:

Su hijo en ella asentó,
que del padre se acordó,
por la silla tantas veces.
  Cierto que los buenos pueden
con pocas leyes juzgar.

LOPE DE SOSA:

Esa gente haced llamar.

PRIOR:

Los vicio, señor, exceden.

REY DE PORTUGAL:

  De la multitud de leyes
Agesilao decía
que los vicios conocía.

PRIOR:

Gran cuidado el de los reyes,
  atlantes de un peso eterno.

REY DE PORTUGAL:

Por eso Crisipo un día,
preguntando por qué huía
los oficios del gobierno,
  respondió: «Si lo hago mal
a Dios desagradaré,
si bien, a los hombres».

 

PRIOR:

Fue
respuesta a su nombre igual.

(Sale FERNANDO , preso.)
LOPE DE SOSA:

  Este señor está preso
porque mató con violencia
un gobernador.

REY DE PORTUGAL:

¿La causa?

LOPE DE SOSA:

La causa, señor, es esta:
que el Gobernador mató
a su padre.

REY DE PORTUGAL:

Un poco espera.
Di, hombre, ¿no era mejor
pedir la muerte y que fuera
castigado por justicia?

FERNANDO:

Ya la pedí y la sentencia
del juez fue la ocasión
para que muerte le diera.

REY DE PORTUGAL:

¿Pues en qué le sentenció?

FERNANDO:

En que dos años por pena
no pudiese ejercitar
su oficio.

 

REY DE PORTUGAL:

Estraña sentencia.

FERNANDO:

Yo viéndole libre ya,
puesto que sin vara vuestra,
con el agravio y la sangre
le maté y aún no me pesa.

REY DE PORTUGAL:

¿Dos años le suspendió
del oficio?

LOPE DE SOSA:

Así se prueba.

REY DE PORTUGAL:

¿Qué oficio tienes?

FERNANDO:

Señor,
zapatero de obra gruesa.

REY DE PORTUGAL:

Pues yo mando que en dos años
coser zapatos no puedas
y te suspendo de oficio,

FERNANDO:

¡Viva mil años Tu Alteza!

(RODRIGO preso.)
LOPE DE SOSA:

Este que ves deste talle
es ladrón.

REY DE PORTUGAL:

En mis galeras
le dad posada de balde.

 

LOPE DE SOSA:

¿Qué tiempo?

REY DE PORTUGAL:

Diez años sean.

(JULIÁN preso.)
LOPE DE SOSA:

Este, señor, es pintor.

REY DE PORTUGAL:

Honralde por la excelencia
de la pintura.

LOPE DE SOSA:

No es este
de los que el arte profesan
sino destos que en las calles
pinturas infames cuelgan.

REY DE PORTUGAL:

¿Qué ha hecho?

LOPE DE SOSA:

Retratos tuyos,
mas con pintura tan fea,
como es él tan mal pintor,
que es en tu notable ofensa.

REY DE PORTUGAL:

¿Cómpranlos?

LOPE DE SOSA:

Los ignorantes
de aquesta divina ciencia
de tan pocos conocida.

 

REY DE PORTUGAL:

Abrilde luego la puerta,
que ya que pinta mi rostro
con mano torpe y grosera,
no a lo menos mis costumbres.

PRIOR:

¡Piedad cristiana y discreta!

LOPE DE SOSA:

Vengan más.

DON ALFONSO:

Julia está aquí.

(JULIA, presa.)
LOPE DE SOSA:

Esta mujer está presa
porque dicen que dio a un hombre
los sesos de cierta bestia.

REY DE PORTUGAL:

¿Qué tiempo tuviste amores
con él?

JULIA:

¡Señor!

REY DE PORTUGAL:

¡No me mientas!

JULIA:

Diez años.

 

REY DE PORTUGAL:

¿Y no queréis,
que en diez años se convierta
en bestia un hombre? Dejalda
para la primera audiencia:
porque en pasando, Prior,
de un año, quien desto enferma,
los sesos de bestia son
los que él tiene en la cabeza.

(Un LETRADO preso.)
LOPE DE SOSA:

Este es, señor, un filósofo:
claramente se le prueba
haber muerto a su mujer.

REY DE PORTUGAL:

¿Pues por qué?

LOPE DE SOSA:

Por no tenella.

REY DE PORTUGAL:

¿Cómo la mató?

LOPE DE SOSA:

Señor,
tres días tuvo a cautela
una mula sin beber,
puso a su mujer en ella
y llevola a cierto río
concertando una merienda.
La mula en mirando el agua
entró furiosa por ella,
cayó la mujer, ahogose:
sentenciáronle a que muera.

 

REY DE PORTUGAL:

¡Justamente!

LETRADO:

Señor...

REY DE PORTUGAL:

Dime:
¿no eres letrado? Sentencia
tú mismo esta causa.

LETRADO:

Advierte
una cosa estraña y nueva,
es bien que mi habilidad
tan peregrina se pierda.

REY DE PORTUGAL:

¿En qué la tienes?

LETRADO:

Escucha,
en que fuera de mis letras
haré tan notables cosas
que será la menor dellas
el hacer que un elefante
hable nuestra propia lengua.

REY DE PORTUGAL:

¿Un elefante?

LETRADO:

¿Eso dudas?
Intenta, señor, la prueba
con los que Gama ha traído
o a mil muertes me condena.

 

REY DE PORTUGAL:

¿En qué término le harás
hablar?

LETRADO:

Diez años.

REY DE PORTUGAL:

Pues sea:
él y el elefante estén
presos mientras que le enseña.

[ALCALDE:

Hombre, ¿qué es lo que habéis dicho?
¿Cómo intentáis tal quimera?

LETRADO:

Callad, alcaide, ¿no veis
que en diez años que me quedan
de término es imposible
claramente que no muera
yo o el Rey o el elefante?

[ALCALDE:

¡Qué peregrina advertencia!

LOPE DE SOSA:

Pues vós, ¡perdonáis este hombre!

REY DE PORTUGAL:

Es por estimar las letras
y porque el mayor castigo
que puede darse en la tierra
es condenar a un discreto
que trate con una bestia.

 

(PORCELO , preso.)
LOPE DE SOSA:

Este preso es vidriero,
de seis cruzados de pena
apela a vós.

REY DE PORTUGAL:

¿De qué culpa?

LOPE DE SOSA:

Tienen por ofensa nuestra
hacer copas, que por vós
las ha llamado perfectas.

REY DE PORTUGAL:

¿Por qué perfectas las llamas?

PORCELO:

Porque de una de Venecia
en que vós soléis beber
al vivo saqué la muestra
y, como os llaman «perfecto»,
perfectas las puse a ellas.
Pero decidme, señor,
¿el que gobierna la Iglesia
no es más que vós?

REY DE PORTUGAL:

Claro está.

PORCELO:

Pues Roma en públicas tiendas
vende copas papalinas
porque el Papa bebe en ellas.

 

REY DE PORTUGAL:

Bien decís, y desde hoy más
llamad perfectas las vuestras.

PORCELO:

Pues por Dios que como a naipes
he de poner con licencia.

(ALBERTO, preso.)
LOPE DE SOSA:

Este viene bien ahora:
porque contra él se prueba
decir que no sois perfecto.

REY DE PORTUGAL:

Pues ¿qué cosa hay en la tierra
que en razón de perfección
de todo punto lo sea?
Mas ¿dime en lo que he faltado
para que yo tome enmienda?

 

ALBERTO:

El mismo nombre perfecto
dentro en sus letras encierra
lo que ha de tener un rey
para que perfecto sea.
Vós tenéis las siete partes
que piden las siete letras,
pero ha sido imperfección
el faltaros la postrera.
Por la 'P' sois propio en fin,
sois portugués, sangre nuestra.
Por la 'E' sois entendido,
y mucho, en todas materias.
Por la 'R' sois resuelto
y por la 'F' a la Iglesia
fiel en las obras y fe,
y fuerte en el defenderla.
Vos sois por la 'E' segunda,
estudioso, honráis las letras.
Por la 'C' compuesto y grave,
como es bien que un rey lo sea.
Por la 'T' temido sois...
La 'O', que es letra postrera,
y olvidado decir quiere:
os falta y queda imperfecta.

 

REY DE PORTUGAL:

¿Pues olvidado ha de ser
un rey?

ALBERTO:

Sí, de las ofensas
y de cosas ordinarias
que el ejemplo manifiesta.
Un oficio entré a pediros,
cargo honroso de la guerra:
dijístesme que era viejo,
volví a mi casa con pena.
Y como supe mejor
aderecé mi cabeza
y mi barba, y de allí a un mes
volví a ver vuestra presencia.
El mismo oficio os pedí.
Respondistes: «Bueno fuera
que ahora os le diera a vós,
si ahora un mes se me acuerda,
que le negué a vuestro padre».
Pues quien de cosas como estas
se acuerda, ya veis que falta
en esta letra postrera.

REY DE PORTUGAL:

Ya es tarde, venid conmigo,
que porque imperfecto sea,
no me olvidaré de vós
y si sois pobre me pesa.
Porque como no hay halcón
que sin un pájaro duerma
por la frialdad de los pies,
no hay noche que yo no tenga
un hombre pobre en las manos.

 

LOPE DE SOSA:

¡Qué piedad!

PRIOR:

¡Abrid las puertas!

(Sale el PRÍNCIPE y LEONOR , y chirimías con acompañamiento.)
DOÑA LEONOR:

  Pues se casa Vuestra Alteza,
de que el parabién le doy
y sabe también que estoy
por su causa en tal tristeza,
  muestre su grandeza en mí.

DON ALFONSO:

Si yo la culpa he tenido
bien lo he pagado.

DOÑA LEONOR:

Yo pido
justicia en esto.

DON ALFONSO:

Es ansí.

DOÑA LEONOR:

  Y pues Vuestra Alteza es
hijo de rey tan perfeto,
y no menos que él discreto:
mire que estoy a sus pies.

DON ALFONSO:

  Basta, Leonor, levantad,
que no es imposible cosa
hacer que Lope de Sosa
os pague tal voluntad.
  Hoy será vuestro marido.

 

DOÑA LEONOR:

Los pies os vuelvo a besar.

DON ALFONSO:

Ahora yo os quiero enseñar
un retrato que he tenido
  de un serafín en belleza.

DOÑA LEONOR:

La Princesa, mi señora,
es un sol que a España dora.

(Sale el PRIOR .)
PRIOR:

¿Agora está Vuestra Alteza
  con este descuido aquí?

DON ALFONSO:

¿Pues qué tenemos, Prior?

PRIOR:

Que quiere el Rey mi señor,
y será forzoso ansí,
  partir a Yelbes ahora
donde dicen que ya llega
con el guzmán que la entrega
la Princesa, mi señora.

DON ALFONSO:

¡Leonor, adiós!

DOÑA LEONOR:

  Vuestra Alteza
cumpla lo que prometió.

DON ALFONSO:

La vuestra imagino yo
por mi pasada tristeza.

 

(Sale LOPE .)
LOPE DE SOSA:

¿Sabes cómo has de partir
con la Reina?

DOÑA LEONOR:

Tú me adviertes.

(Vanse el PRÍNCIPE y el PRIOR .)
LOPE DE SOSA:

Como tanto te diviertes
bien te puedo yo advertir.
  ¿Qué retrato te enseñaba
el Príncipe?

DOÑA LEONOR:

Es de su esposa.

LOPE DE SOSA:

¿El suyo no?

DOÑA LEONOR:

¡Linda cosa!
Deja de ser necio, acaba.

LOPE DE SOSA:

  Como no puedo dejar
de ser celoso, no puedo
dejar de ser necio.

DOÑA LEONOR:

El miedo
con que ya te vengo a hablar
  me aparta, Lope, de ti.

LOPE DE SOSA:

¿Pues de qué tienes temor?

 

DOÑA LEONOR:

De que ofendes el amor
honesto que puse en ti.
  Vine a tus manos ingratas
donde ya la muerte espero
por lo bien que yo te quiero
y lo mal que tú me tratas.

(Vase.)
LOPE DE SOSA:

  ¡Señora, señora, advierte!
Porque si yo te ofendí...
Fuese y dijo que por mí
espera, Leonor, la muerte.
  Haced amistad mis ojos
conmigo, que no hay mayor
gusto que paces de amor
después de celos y enojos.

(Salen chirimías y el acompañamiento posible, la PRINCESA por palenque y el GUZMÁN DE SIDONIA .)
PRINCESA:

  De la fiesta estoy contenta.

GUZMÁN DE SIDONIA:

Muy bien nos han recibido.

PRINCESA:

Por la carta que he tenido
el Rey, mi señor, intenta
  venir con Su Alteza aquí.

 

GUZMÁN DE SIDONIA:

La reina vendrá también.

PRINCESA:

Vendrá todo junto el bien,
que no hay más bien para mí.

(Sale la música, acompañamiento, el REY , la REINA , el PRÍNCIPE , LEONOR , LOPE y PRIOR .)
REY DE PORTUGAL:

  Bien nos podéis dar los brazos
como a padres vuestros ya.

PRIOR:

Quien a vuestros pies está
y sube a tales abrazos
  podrá decir que ha medido
lo que hay de la tierra al cielo.

REY DE PORTUGAL:

Hoy tengo todo el consuelo
con veros que al cielo pido.

DON ALFONSO:

  Dadme, señora, las manos.

PRIOR:

Turbada estoy con razón.

REY DE PORTUGAL:

Esta generosa unión
es vuestra paz, lusitanos.
  Dad vuestra mano a Leonor.

PRIOR:

Seas, Leonor, bien hallada.

 

DOÑA LEONOR:

Y vós para bien casada
con prenda de tal valor.

PRIOR:

  Yo te traigo un casamiento.

DON ALFONSO:

Eso no, señora esposa,
que es para Lope de Sosa.

PRIOR:

Basta si es a tu contento.

DON ALFONSO:

  Mi Camarero mayor
y marqués de Marialva
le hago.

LOPE DE SOSA:

Con esa salva
daré la mano a Leonor.

DOÑA LEONOR:

  Este fue el premio de amarte.

LOPE DE SOSA:

Y aquí, senado discreto,
cesa El Príncipe perfeto
hasta la tercera parte.