El principe perfecto II/Acto I

El principe perfecto II
de Félix Lope de Vega y Carpio
Acto I

Acto I

Sale el PRÍNCIPE DON ALFONSO , vistiéndose; LOPE DE SOSA , con la capa y la espada, y un PAJE , con el espejo, y los músicos y el CONDE DON FERNANDO .
DON ALFONSO:

  Estrecho viene este cuello:
muestra el espejo, Tristán.

TRISTÁN:

Antes está muy galán:
rízate un poco el cabello.

DON ALFONSO:

  ¡Qué cosa para mi padre!

DON FERNANDO:

Puesto que el Rey, mi señor,
procede con el rigor
que es bien que a un príncipe cuadre,
  no todo se ha de poner
en aquella ejecución
que pide su perfección

DON ALFONSO:

¿Y no es justo obedecer?

DON FERNANDO:

  Lo mismo corre en los reyes
que en las leyes.

DON ALFONSO:

Bien le imitas.

DON FERNANDO:

Es común cosa que escritas
están con sangre las leyes,
  pero el discreto juez
ablanda con su piedad
aquella riguridad.

DON ALFONSO:

¡Ensanchen más otra vez
  estos puños, que la mano
toma sangre si se aprieta!

LOPE DE SOSA:

Dijo una cosa discreta
Julia al gran César romano,
  porque un día la riñó
del vestirse poco honesto
y otro día más compuesto
vestido y rostro sacó:
  «Ayer a gusto venía
de mi marido, señor,
y hoy vengo al vuestro.»

DON ALFONSO:

En rigor
mejor un hombre se cría
  con estos justos preceptos.
Dadme la capa y la espada.

LOPE DE SOSA:

¿Cuál destas joyas te agrada?
¡Y déjate de conceptos!

(Una salva.)
DON ALFONSO:

  Dadme esas dos cadenillas.
¡Hola, vosotros cantad!

(Póngaselas.)
TRISTÁN:

Si hoy sales por la ciudad
perdonen las almohadillas.

DON ALFONSO:

  ¿No se hará mucha labor?

TRISTÁN:

Los ojos te llevarás.

DON ALFONSO:

¿Ahora tiemplas?

MÚSICOS:

No es más
de la prima.

DON ALFONSO:

Di a Leonor...

MÚSICOS:

  En la fuente está Leonor,
lava el cántaro llorando
sus amigas preguntando:
«¿Vistes por allá mi amor?».
«No lo hemos visto, Leonor.»

LOPE DE SOSA:

  ¿Has oído cierta glosa
a esta canción?

DON ALFONSO:

Dila a ver.

TRISTÁN:

Poeta debe de ser
el galán Lope de Sosa.

LOPE DE SOSA:

  Leonor a su amor buscando,
y de amor la mayor prueba,
agua a la fuente sacando,
más que en el cántaro lleva
la restituye llorando.
  El curso murmurador
aumenta con sus enojos
pues que buscando su amor
con dos fuentes de sus ojos
en la fuente está Leonor.
  Sus amigas que la veen
están de verla admiradas
y ella se guarda tan bien,
que hay lágrimas envidiadas
cuando son por querer bien.

LOPE DE SOSA:

  La fuente se está alegrando
de las perlas que atesora
y ella, en fin, disimulando,
porque no piensen que llora
lava el cántaro llorando.
  Mas viéndose retratar
del agua como de espejo,
por él quiere preguntar:
quiere mudar de consejo,
que no es remedio el llorar.
  Como se aumenta callando
lo que el corazón inflama,
quiere descansar hablando,
porque descansa, quien ama,
sus amigas preguntando.
  Fuera de que es natural
al amoroso accidente,
descansa en remedio igual,
que decir lo que se siente
mucho disminuye el mal.
  Comunicando el dolor,
el alma en descanso está,
y así les dice Leonor:
«Si el mío veis por acá,
¿vistes por allá mi amor?»
  «Tu amor, le responden ellas,
habemos visto, serrana,
en esas lágrimas bellas
con que toda la mañana
llora el sol por dos estrellas.
  Puede ser que a tu pastor
olvido, Leonor, detenga:
porque fuera de tu amor,
amor que este nombre tenga
no le hemos visto, Leonor.»

DON ALFONSO:

  ¿Quién la hizo?

LOPE DE SOSA:

Un criado tuyo.

DON ALFONSO:

¿Eres tú?

LOPE DE SOSA:

Pienso que sí,
de mi padre lo aprendí:
todo aqueste estilo es suyo.

DON FERNANDO:

  Fue, señor, don Juan de Sosa,
un valiente trovador.

DON ALFONSO:

Quísole el Rey, mi señor,
por su espada y por su prosa.

LOPE DE SOSA:

  Embajador fue a Castilla
para aqueste casamiento.

DON ALFONSO:

Heredas su entendimiento.

LOPE DE SOSA:

Mi amor a tus pies se humilla.

DON ALFONSO:

  Ponte, Lope, este diamante
y vosotros proseguid
la canción, pero advertid
que esta mañana se cante.

(Sale el REY , en comenzando a tañer, y suspéndanse todos.)
REY DE PORTUGAL:

  ¿Está Alfonso levantado?

LOPE DE SOSA:

Sí, señor.

REY DE PORTUGAL:

En el ruido
lo pude haber conocido
aun antes que hubiera entrado.

DON ALFONSO:

  Deme Vuestra Majestad
la mano.

REY DE PORTUGAL:

Y la bendición.
¿Quién son estos?

DON ALFONSO:

Todos son
criados.

REY DE PORTUGAL:

¡Cantad, cantad!

DON ALFONSO:

  No, señor, que ya vestido
no es razón que canten más.

REY DE PORTUGAL:

Bueno presumo que está.
Alfonso, ¿cómo has dormido?

DON ALFONSO:

  A tu servicio muy bien.

REY DE PORTUGAL:

Campo, Príncipe, pareces
que con música amaneces,
mas bien es que te la den.
  ¿Has tomado espadas ya?

DON ALFONSO:

No, señor.

REY DE PORTUGAL:

¿Ni la lición
de letras?

DON ALFONSO:

Las ocho son:
presumo que tiempo habrán.

REY DE PORTUGAL:

  ¿Lope de Sosa está aquí?

LOPE DE SOSA:

Sí, señor.

REY DE PORTUGAL:

¿Qué le enseñáis?

LOPE DE SOSA:

Cuando vós presente estáis,
más os oye a vós que a mí.

REY DE PORTUGAL:

¿Qué leéis?

LOPE DE SOSA:

  De cielo y mundo.

REY DE PORTUGAL:

¿A quién tenéis por autor?

LOPE DE SOSA:

A Aristóteles, señor.

REY DE PORTUGAL:

¿Qué parte?

LOPE DE SOSA:

El libro segundo.
  Que era noble calidad,
la luz, ayer enseñaba
y si los celestes cuerpos
entre sus esferas andan
naturalmente o se mueven
en círculo pues se engañan
los que con tal opinión
afirman que tienen alma.
Dijimos también, señor,
qué diferencia se halla
entre la naturaleza
angélica soberana
y nuestra alma.

REY DE PORTUGAL:

¿Pues cuál es?

LOPE DE SOSA:

Ser unible al cuerpo el alma
y componer una cosa
los dos, aunque si se apartan
pueda tener subsistencia
donde Dios quiere que vaya,
y la del ángel no puede
unirse a materia humana
ni en efeto corporal.

REY DE PORTUGAL:

Pues decidme: ¿por qué causa
esta distinción hicistes?

LOPE DE SOSA:

Para mostrar que tocaba
no más de por su virtud
a inteligencia las altas
ruedas del primero móvil,
como la nave animada
de la ciencia del piloto,
no porque en la nave hay alma

REY DE PORTUGAL:

Bien parece a un caballero
la ciencia.

LOPE DE SOSA:

Señor, las armas
nunca embotaron la pluma:
César por ejemplo basta.

REY DE PORTUGAL:

Con razón a vuestro padre,
don Juan de Sosa, estimaba:
con la misma Alfonso estima
vuestra pluma y vuestra espada.

LOPE DE SOSA:

A los dos beso los pies.

REY DE PORTUGAL:

Proseguid.

LOPE DE SOSA:

Ahora trata
nuestra lección que del modo
que se divide y separa
esta elemental región,
la experiencia nos declara,
la antigua filosofía
y la teología santa,
que también la celestial
se divide en partes varias:
siete planetarios orbes
antiguamente formaban
algunos, el primer móvil
haciendo la esfera otava.
Pero después, convencidos
que el movimiento que anda
del Oriente al Occidente,
de Occidente a Oriente pasa,
añadieron otra esfera
con más arte y vigilancia
que Alfragano y Tolomeo,
y este movimiento llaman
de trepidación, que encierra
los dos.

REY DE PORTUGAL:

¿Y de ese quién habla?

LOPE DE SOSA:

Jorge Purbaquio y Lignerio,
con Alfonso, rey de España.
Sobre estas el cielo impíreo,
os enseña la fe santa,
quieto y lleno de gloria
y de luz divina y clara.
Llámase «impíreo» que quiere
decir 'del fuego'. Que es tanta
la claridad que su lumbre
a este término trasladan.
Aquí reposan, señor,
las almas que a verle alcanzan
en presencia del cordero
con ropas rojas o blancas.

REY DE PORTUGAL:

¿Tiene alguna acción?

LOPE DE SOSA:

Ninguna,
porque a las segundas causas
influyen los que se mueven.
Él, sin moverse, descansa.

REY DE PORTUGAL:

¿Once son, en fin, los cielos?

LOPE DE SOSA:

Sí, señor; y este orden guardan,
el impíreo y primer móvil,
el cristalino, en que hay agua,
el firmamento, y tras él
siete esferas planetarias,
Saturno, Júpiter, Marte,
el Sol, que ocupa la cuarta,
Venus, Mercurio y la Luna.

(Sale el PRIOR .)
PRIOR:

El obispo de la Guarda,
revestido en el altar,
aguarda que a misa vaya
Vuestra Majestad.

REY DE PORTUGAL:

Alfonso:
aquí las lecciones paran.
Nunca aunque grandes negocios
os ocupen antes salga
que vós quien ha de decirla.
Y si la salud no os falta,
no oigáis en la cama misa,
que no es cortesía cristiana
que baje del cielo Dios
y le esperéis en la cama:
venid.

DON ALFONSO:

Vuestra hechura soy.

REY DE PORTUGAL:

Si viniera a vuestra casa
un rey: ¿saliérades della?

DON ALFONSO:

Sí, señor.

REY DE PORTUGAL:

¿Pues qué ventaja
hará Dios a un rey?

DON ALFONSO:

Señor,
en infinita distancia
no se admite proporción.

REY DE PORTUGAL:

Pues hijo, aquesta mañana
aprended esta lección:
que también las hay del alma.

(Vanse.)
(Sale DOÑA LEONOR , dama.)
DOÑA LEONOR:

  Dulces pasiones de amor,
centro de mi pensamiento,
no en balde a vuestro tormento
llaman «alegre dolor»:
con razón tuve temor
de embarcarme en vuestro mar.
Suspensa estuve al entrar
pero, ya que dentro estoy,
o veré el puerto a que voy
o me tengo de anegar.
  En el amor, que es injusto,
es esclava la razón
y, con injusta pasión,
sirve el alma y reina el gusto.
Mas, donde es amor tan justo,
la razón su imperio tiene:
amar lo que me conviene
es discreta ley de estado,
y más cuando concertado
desde las estrellas viene.

DOÑA LEONOR:

  Pintó con discreto celo
la Antigüedad dos amores:
uno con varios colores,
hijo del terrestre suelo,
y el otro del puro cielo
para dar con su belleza
aumento a naturaleza.
Luego hay amor cuya unión
es rayo del corazón
sin abrasar la corteza.
  Tampoco se conservara
el mundo sin vós, amor,
porque sois el mar mayor
donde cuanto vive para.
¿Pero quién, amor, no amara
con tantas partes un hombre
y de tanta fama y nombre?
Pues no hay cosa más perfeta
que amar una alma discreta
en un cuerpo gentilhombre.

(Sale TRISTÁN .)
TRISTÁN:

  Ya, como tengo licencia
del señor embajador,
sin ella me entro, Leonor,
a vuestra hermosa presencia.
  Temprano estáis levantada,
presto tomastes consejo
con el cristal del espejo...
Ya estaréis enamorada
  de vós misma, que también
dan los espejos aviso
de la fuente de Narciso...
Y aquí entra la copla bien:
  «Si no habéis de dar favores
sino a quien se iguale a vós,
a solas podréis con vós
andar, señora, de amores.»
  ¡Bravo mayo os habéis puesto
en esa cabeza hermosa!

DOÑA LEONOR:

Pensé que entraba la glosa.

TRISTÁN:

Sois vós muy difícil testo...
  Pero yo sé quién decía
hoy una glosa a Su Alteza
que, si no a vuestra tristeza,
a vuestro nombre sería.

DOÑA LEONOR:

  ¿Era letra portuguesa?

TRISTÁN:

En la fuente está Leonor,
mas glosola un cierto autor
que vuestra lengua profesa.
  Y no le falta razón,
porque es medio castellano.

DOÑA LEONOR:

No lo entiendo.

TRISTÁN:

Pues bien llano
llevo en esta danza el son...
  Su padre a Castilla fue
como el vuestro vino acá,
y trujo mujer de allá
bella de la frente al pie:
  ¿pues no será maravilla
que a su hijo en caso igual
le suceda en Portugal
lo que a su padre en Castilla?

DOÑA LEONOR:

  Mi padre es embajador
aquí del rey castellano:
si allá vive el lusitano,
¿de qué presumes su amor?

TRISTÁN:

  A quien no quiere entender,
¿quién le podrá persuadir?
La glosa me dio a sentir
que él os debe de querer.

DOÑA LEONOR:

¿Quién es él?

TRISTÁN:

  Lope de Sosa.
¿Habeislo entendido ya?

DOÑA LEONOR:

Ya lo entiendo, bien está.
Dime en portugués la glosa.

TRISTÁN:

  En a fonte está Leonor,
lava o cántaro chorando,
suas amigas preguntando:
«¿Vistes la o meu amor?»
«Naon le hemos visto, Leonor.»

DOÑA LEONOR:

  ¡Y eso ha glosado por mí!
¡Luego yo lloro por él!

TRISTÁN:

No hizo esta copla él:
fue fuerza glosarla ansí.
  Pero el nombre de Leonor
le dio el gusto y fue la musa.

DOÑA LEONOR:

Del testimonio te acusa
que yo a nadie tengo amor.

TRISTÁN:

  No lo dicen los ojuelos
ni la boca con la risa,
que el uno y otro me avisa,
ya por perlas ya por velos.
  Fía de mí y te diré
un secreto...

DOÑA LEONOR:

De tu humor
temerosa estoy...

TRISTÁN:

Leonor:
fidalgo soy, no hay de qué.

DOÑA LEONOR:

  ¿Qué secreto me dirás?

TRISTÁN:

Que me hace Lope de Sosa
alcahuete de una hermosa:
no puedo decirte más.

DOÑA LEONOR:

  ¡Harto has dicho! ¿Es en palacio
o en la ciudad?

TRISTÁN:

Fuera es:
lo demás sabrás después,
cuando estemos más de espacio.

DOÑA LEONOR:

  ¡Cómo espacio! ¡No te irás
sin que me lo digas todo!

TRISTÁN:

Pues si quieres de ese modo,
¿para qué negando estás?

DOÑA LEONOR:

  No quiero, que no es amor
el deseo de saber
cosa tan propia en mujer.

TRISTÁN:

Aquí lo vieras mejor,
  en un papel que me ha dado,
si se pudiera quitar
la oblea.

DOÑA LEONOR:

Si al despegar
te pusiese algún cuidado,
  podrá volverse a poner.

TRISTÁN:

Con el aliento la ablanda.
 ( [Aparte.]
Lo que amor cubriendo anda,
celos lo dan a entender.
  Mas ¡qué propio de los celos
abrir papeles, mirar
por resquicios, preguntar
mil cosas con mil desvelos!
  ¡Ea! ¿Quitose la nema?

DOÑA LEONOR:

Quitose, aunque me ha costado,
Tristán, notable cuidado.

TRISTÁN:

¿Y esto no es amor?

DOÑA LEONOR:

Es tema.
(Lea.)
  «El principio del nombre de mi dama
le dio un 'león', no puede ser más fiero.
El fin le dio mi 'amor', que al fin espero
lo que merece quien padece y ama.
Entre un león y amor vive mi llama
donde mi muerte y vida considero:
cuanto al león, de vida desespero;
cuanto al amor, a su piedad me llama.
Mas, ¡ay!, que si el león tiene más parte,
pues cuatro letras son, no espero vida,
que amor le dio las dos por no cansarte.
Mas justas en Leonor, aunque ofendida,
dejando la crueldad del león aparte,
serás por el amor agradecida.»

TRISTÁN:

Y para ti me le ha dado...

DOÑA LEONOR:

¿Pues para qué me has cansado?

TRISTÁN:

Para conocer tu amor.

DOÑA LEONOR:

  En fin: ¿don Lope me quiere?

TRISTÁN:

Él lo dice y yo lo creo:
haga Leonor un deseo,
que por tu hermosura muere.

DOÑA LEONOR:

  Ya que siendo tan discreto
de ti se fio, Tristán,
y los amores no están
sin un tercero secreto:
  sabe que le tengo amor,
y como decís acá,
saudades su amor me da.

TRISTÁN:

En la fuente está Leonor...

DOÑA LEONOR:

  ¡Y cómo si estoy mirando
mis tristezas cuidadosa!

TRISTÁN:

... hace que bebe y celosa
lava el cántaro llorando...

DOÑA LEONOR:

  Dile, Tristán, que me vea
esta noche en mi ventana.

TRISTÁN:

Él vendrá a verla mañana
y el sol que en ella desea.

DOÑA LEONOR:

  ¿Quiéreme bien? Que dudando
lo estoy...

TRISTÁN:

Amor hay aquí
cuando va Leonor ansí
sus amigas preguntando.

DOÑA LEONOR:

  No te espante mi temor
ni que descanse contigo,
pues hasta las piedras digo:
¿vistes por allá mi amor?

TRISTÁN:

  Que no respondo en rigor
y de tu temor lo arguyo,
porque otro amor como el tuyo
no le hemos visto, Leonor.

(Sale LOPE DE SOSA , el PRIOR , DON GUTIERRE y el CONDE DON FERNANDO y el REY y el PRÍNCIPE .)
REY DE PORTUGAL:

  Con esta devoción y este cuidado,
para que deis a todos buen ejemplo,
habéis de estar en el lugar sagrado:
  es el lugar de más respeto el templo.
Venid conmigo: advertiréis el modo
con que gobierno el reino en que os contemplo.

DON ALFONSO:

  Vós sois claro, señor, mi espejo en todo.

REY DE PORTUGAL:

Adiós, Prior. Adiós, Lope de Sosa.
(Vanse el REY y el PRÍNCIPE .)
¡Qué bien a tales hombres me acomodo!

PRIOR:

  Tu condición y sangre generosa
levanta tres hechuras a tres brazos
cual húmedo vapor la llama hermosa.

DON FERNANDO:

  [Aparte.]
Don Gutierre: al Prior y a Lope abrazos,
y a nosotros los rayos de sus ojos.

DON GUTIERRE:

[Aparte.]
Pueden iras de un rey hacer pedazos
  solamente mirando con enojos
las torres de su reino más sublimes.

DON FERNANDO:

[Aparte.]
¿De quién procederán estos antojos?

DON GUTIERRE:

  [Aparte.]
Si con ellos la cólera reprimes,
diré que de los dos que hablan secreto.

DON FERNANDO:

[Aparte.]
Mas es razón que mi valor estimes...
  Señor prior, quien tiene mal concepto
del pecho de los hombres de mi estado,
que en lo que es calidades no me meto,
  y con siniestra información turbado
tiene el rostro de un rey con sus parientes,
o es envidioso o mal intencionado.
  El vulgo de los hombres maldicientes
no vive en estas salas.

PRIOR:

Paso, Conde,
que no se juzga bien por accidentes.
  Si el Rey a mí y a Sosa corresponde
con esta voluntad que ahora vistes,
y su cara parece que os esconde,
  debe de ser porque ocasión le distes,
que lo es muy grande estar del Rey quejoso,
pues sabe que con quejas le ofendistes.

DON GUTIERRE:

  El Rey, prior, aunque hombre valeroso
y de divino y claro entendimiento,
¿no puede en algo ser defectüoso?

LOPE DE SOSA:

  No, don Gutierre, pues al bien atento
de sus vasallos vela eternamente
y lleva a Dios por luz y fundamento.

DON FERNANDO:

  Pues ¿es justo que envíe tanta gente
en forma de jüeces al estado
del título, del grande y del pariente,
  y que miren allí con qué cuidado
se administra justicia y otras cosas
que tocan al señor o le han tocado?

PRIOR:

  Nunca sin informarle cuán forzosas
eran en Portugal las residencias,
que son en esta edad tan provechosas,
  mandara el Rey hacer las diligencias
que ha hecho de su reino en los estados,
sobre que son tan grandes diferencias.
  Si sabe que los pobres son tratados
con tan grande aspereza y tiranía,
y los que no lo son mal gobernados...
  Si sus pobres haciendas cada día
les quitan sin razón, ¿de qué se espanta
que lo remedie el Rey, vuseñoría?
  El más vil hombre, la más tierna planta,
vive a sombra del Rey y él le asegura,
con su favor se acuesta y se levanta,
  lo que el procurador de Cortes jura
a todos igualmente comprehende,
que con la voz común su bien procura.
  Imita el Rey a Dios, a todo estiende
la gran juridición de su corona
porque, como castiga, así defiende.

DON GUTIERRE:

  Eso la ley y la razón lo abona,
que es alma de la ley. Mas yo quisiera
que el Rey sin interpósita persona
  al dueño del estado remitiera
lo que hacen los jüeces, y que alguno,
pues que no es del Consejo, no le diera.

PRIOR:

  Aquí no pienso yo que habrá ninguno
que le aconseje mal y al que lo piensa...

DON FERNANDO:

Ni el tiempo ni el lugar es oportuno.

LOPE DE SOSA:

Donde quiera hay lugar para la ofensa.

(Salga el REY , en empuñándose dos a dos.)
REY DE PORTUGAL:

  ¡Que «donde quiera hay lugar
para la ofensa»! ¿Qué es esto?
Prior, ¿pues vós descompuesto?

PRIOR:

Quisiera y no puedo hablar.

REY DE PORTUGAL:

  ¡Salid allá, don Gutierre!
Vós, Conde, ¿qué hacéis aquí?

DON FERNANDO:

¿Señor en qué os ofendí?

REY DE PORTUGAL:

Lope esa puerta se cierre.

LOPE DE SOSA:

Ya, señor, lo está.

REY DE PORTUGAL:

  ¿Qué es esto?

PRIOR:

Si yo os pudiera engañar
procurara disculpar
al Conde.

REY DE PORTUGAL:

Decildo presto.

PRIOR:

  Señor, la locuacidad
del vulgo y sus torpes leyes
suele decir que a los reyes
nunca se dice verdad...
  Y esto es tan grande mentira
como las demás vulgares
en que, con voces dispares,
como está loco, delira.
  Pues pienso, y son justas leyes,
que nadie de los mortales
oye, y más cuando son tales,
más verdades que los reyes.
  Porque ¿quién se ha de atrever
a mentir al rey, imagen
de Dios?

REY DE PORTUGAL:

Prólogos se atajen,
que aquí no son menester.

PRIOR:

  Señor, don Fernando siente,
y de su parcialidad
muchos, que esa majestad...

REY DE PORTUGAL:

No más, ya lo sé, pariente.
  Y pues ya sé lo que ha dicho,
no quiero que lo digáis
para que decir podáis
que vós no me lo habéis dicho.
  Encomendole el silencio
a un pintor el maestresala,
a quien esta historia iguala
o poco la diferencio.
  Quejose el rey de que allí
le hubiesen dejado entrar,
queriéndolo averiguar.
Y él, por parecerse a mí,
  pintó en los blancos manteles
su rostro con un carbón
con tan viva perfección
como retrato de Apeles.
  Así yo lo que ha pasado,
y que tanto a mi honor toca,
no lo sé de vuestra boca
mas basta verlo pintado.
  ¡Mirad, hola, si está ahí
uno de aquestos jueces!

PRIOR:

Inteligencia pareces.

(Sale un LETRADO .)
LETRADO:

Yo, señor, estoy aquí.

REY DE PORTUGAL:

  ¿Qué hay del estado del Conde?

LETRADO:

Señor, su gobernador
es persona de valor:
a su oficio corresponde.
  Imputáronle que había
tomado, pero engañados,
mil y quinientos cruzados.

REY DE PORTUGAL:

¡Qué buenas manos tenía!
  Centena, millar de cuentos
son los de aquese jüez...
pues caben en dedos diez,
cruzados mil y quinientos.
  En fin, eso le imputaron...
¿No hicistes información?

LETRADO:

Contra su buena opinión
veinte y dos pobres juraron,
  pero luego recebí
cuatro ricos principales
que le abonaron iguales
y contestaron allí.
  Conque, vista la malicia
de los pobres y enemigos
y el valor de los testigos
para gastos de justicia,
  le condené que pagase
cuarenta cruzados.

REY DE PORTUGAL:

Bien;
vós lo juzgastes muy bien
y así es bien que por bien pase.
  En fin que en una balanza
veintidós pobres pesáis
con cuatro ricos y dais
más peso al que más alcanza.
¿Dónde estudiastes?

LETRADO:

  Señor,
en Coimbra.

REY DE PORTUGAL:

En mis galeras
fuera mejor.

PRIOR:

¿Ya qué esperas?

LETRADO:

Hablalde, señor prior.

REY DE PORTUGAL:

  Que pese un pobre tan poco
no me espanto, está desnudo:
siempre, en fin, quien poco pudo
sufre mucho y vale poco.
  Un rico, Lope de Sosa,
con el peso del vestido,
calza y jubón guarnecido,
con la cadena lustrosa,
  con las joyas y diamantes,
claro está que ha de pesar,
y más si se ha de estimar
en contrastes semejantes.
  ¡Ay de aquellos peces chicos!
¡Ay, pobres, qué compasión!
Pues ya solamente son
los jumentos de los ricos.
  Ellos les traen el pan,
el vestido y el calzado,
si es pobre y noble, es Criado:
este descanso le dan.
  Ahora bien, señor juez:
vós os sentenciad a vós.

PRIOR:

Señor, perdonad, por Dios,
este ignorante esta vez.

REY DE PORTUGAL:

  Ya le perdono, prior,
pero esto en siendo pagados
mil y quinientos cruzados
que tomó el gobernador.
  Estos se han de repartir
entre pobres del estado.

(Vase el REY .)
LOPE DE SOSA:

Id con Dios, señor letrado,
que no fue poco vivir.

LETRADO:

  ¡A los dos beso los pies!
Voy a pagar el dinero.

(Sale ALFONSO, príncipe.)
DON ALFONSO:

Más ha de un hora que espero,
prior. Vereisme después,
  que tengo que hablar a Sosa.

PRIOR:

Mozos con mozos, señor.

DON ALFONSO:

Hablemos cosas de amor,
¡pesia vida tan ociosa!
  Yo sé que mi padre fue,
antes de sus perfecciones,
a más de cuatro estaciones
de quien hoy fruto se ve
  como es don Jorge, mi hermano.

LOPE DE SOSA:

Ya, señor, vendrá tu esposa,
que no nació más hermosa
en el reino castellano.

DON ALFONSO:

  Yo lo confieso, don Lope;
pero quien quiere reñir
suele enseñarse a esgrimir
antes que al contrario tope:
  ¿cómo he de saber hablar
con una dama tan bella
si lo que más dicen della
es su ingenio singular?
  Claro está que no estaréis
sin amor... ¿A quién amáis?

LOPE DE SOSA:

Si vós palabra me dais
que a ninguno lo diréis,
  yo os diré cierto sujeto
que me tiene el alma allá.

DON ALFONSO:

Juro.

LOPE DE SOSA:

Basta, bien está,
como jurado lo aceto.
  Vuestra Alteza no se empeñe,
que un rey en causa cualquiera
basta que diga «¡Primera!»
sin que las cartas enseñe.
  Quiero, y por mujer conquisto,
la bella doña Leonor,
hija del embajador
de Castilla.

DON ALFONSO:

No la he visto.

LOPE DE SOSA:

  Esta noche la veréis...
Digo veréis en su reja,
y si visitarse deja
también la visitaréis.
  Porque tengo concertado
irla a ver...

DON ALFONSO:

Pues vamos, Sosa,
que en otra causa amorosa
fue mi padre disfrazado
  a guardar la puerta al vuestro
y lo mismo sabré hacer.

LOPE DE SOSA:

No nos ha de suceder,
señor, caso tan siniestro,
  porque anduvo el Rey después
con un alma en mil trabajos.

DON ALFONSO:

No entiendo tanto de tajos,
que agora voy de revés:
  disfrazado, a divertirme,
saldré con hábito suelto.

LOPE DE SOSA:

Algo está el cielo revuelto.

DON ALFONSO:

Sabrá mejor encubrirme.

LOPE DE SOSA:

  La noche de varios modos
ayuda a la libertad.

DON ALFONSO:

Es como universidad
que da liciones a todos.

(Salen el REY y el PRIOR .)
REY DE PORTUGAL:

  No me quiero recoger
hasta saber si hay alguno
que quiera hablarme.

PRIOR:

Ninguno,
gran señor, debe de haber.

REY DE PORTUGAL:

  Haceldo mirar, que Dios
nos puso en este lugar
para oír gobernar.

PRIOR:

Todos, señor, como vós.

REY DE PORTUGAL:

  Tuvo Dios un rey abuelo
que mil veces le pedía
que oyese al pobre y decía
que juzgase su buen celo.
  Por los montes entendió
los ricos, y por los valles
los pobres, para mostralles
que paz y amistad pidió
  para los ricos, y luego
para los pobres justicia.
Quien la administra, codicia
para su reino sosiego,
  y esta en los reyes es ley
aunque trabajo se tome.
Dad voces.

PRIOR:

¿Hay algún home
que queira falar a o Rey?

(Sale OCTAVIO, caballero.)
OCTAVIO:

  Otras veces, gran señor,
hablé a Vuestra Majestad
sobre mi comodidad.

REY DE PORTUGAL:

Mucho estimo vuestro amor.

OCTAVIO:

  Sabe Dios que no me mueve
otro interés.

REY DE PORTUGAL:

Yo lo creo,
porque tan claro deseo
no es menester que se pruebe.

OCTAVIO:

  Muchos príncipes pudiera
servir en Italia y Flandes,
y con partidos tan grandes
que honrado y rico viviera.
  Pero viendo que os llamaban
a vós «Príncipe perfeto»,
y que en el mejor sujeto
mis servicios se empleaban,
  me determiné a servir
al más perfecto señor
con gusto, lealtad, amor
y asistencia hasta morir.
  Justo consejo me mueve
que en discreto me emplease,
porque si no me pagase
conociese que me debe.

REY DE PORTUGAL:

  Octavio, vuestra persona
estimo, agradezco y quiero,
aunque admitir estranjero
no suele nuestra corona.
  Pero pues deseo y amor
os hacen propio y propicio,
yo os recibo en mi servicio.

OCTAVIO:

Beso vuestros pies, señor.

(Sale MADANELA , villana, con una cesta.)
MADANELA:

  A la fe que he de gozar
de la puerta y de esos pies.

REY DE PORTUGAL:

Prior, aún habrá después
mil que quieran negociar.

MADANELA:

  Señor, yo soy de una aldea,
por decillo en dos palabras,
donde apaciento unas cabras.
El cielo conmigo sea,
  que toda me voy turbando...
No me mire, por su vida,
que no hablaré de perdida
si acaso me está mirando.
  Sucediole a mi Carillo,
que nunca le sucediera,
cierto enojo en la ribera,
no estaré para decillo.
  Ahora bien, yo truje acá
estos blancos naterones,
que dicen sus infanzones
que bravo enojo le da
  el dar nada a los jüeces,
y pues él es el jüez
mayor, tómelos, ¡pardiez!,
y esta quillotra de nueces.

REY DE PORTUGAL:

  Vós habéis hecho muy bien
y como mujer discreta,
y así este soborno aceta
el Rey y jüez también.
  ¡Hola! A la Reina llevad
este presente y decid
que se guarde, y advertid
que tiene en él la mitad
  como mujer del jüez.
Vós, cuando coma mañana,
venid, discreta aldeana:
negociaréis de una vez.

MADANELA:

  Pues no se olvide de mí.

REY DE PORTUGAL:

¿Cómo os llamáis?

MADANELA:

Madanela.

REY DE PORTUGAL:

Lo que desto se recela,
Prior, ya lo veis aquí.
  Si no abriéramos la puerta
perdiéramos los jüeces
estas natas y estas nueces:
¿veis cómo está bien abierta?

PRIOR:

  Señor, porque descansases
la cerraba a toda ley,
que es lástima, aunque eres rey,
que tantos trabajos pases.

(Sale ÁLVARO .)
ÁLVARO:

  Nunca, señor, para ningún efeto
desconfiaron de piedad las canas,
cuanto más en un príncipe perfeto
con acciones que son tan soberanas.
Con esto la justicia me prometo
que desde las riberas lusitanas
al más opuesto polo alaba el mundo,
pues os llama perfeto y sin segundo.
  No es bien que os desagrade la alabanza
pues todos ya vuestras virtudes saben,
de quien ni engaño ni lisonja alcanza
pues vemos que Dios quiere que le alaben.
Hablando, pues, con esta confianza,
pues en vuestro valor mayores caben,
sabed, señor, que un bofetón me han dado
de que estoy doloroso y afrentado.
  Por vida de la reina, mi señora,
y así veáis de Alfonso claros nietos,
que castiguéis con mano vengadora
la causa de tan bárbaros efetos,
y aunque parezcan, rey supremo, agora
de mi sangre rigores imperfetos,
sabed que yo engendré quien, atrevido,
sangriento autor del bofetón ha sido.

REY DE PORTUGAL:

¿Hijo vuestro os hirió?

ÁLVARO:

  Verdad os digo.

REY DE PORTUGAL:

No sé por dónde en ley cupiese humana,
para tan gran maldad, justo castigo:
traedme aquí vuestra mujer mañana.

ÁLVARO:

Sí haré, señor, y esa piedad bendigo,
gloria de vuestra sangre lusitana.

REY DE PORTUGAL:

Por vida de Leonor que no se alabe.

PRIOR:

Mal habéis hecho, aunque el delito es grave.

(Vanse, y sale el PRÍNCIPE de noche, LOPE DE SOSA y TRISTÁN .)
LOPE DE SOSA:

  Voy con notable temor
que el Rey, mi señor, lo sepa.

DON ALFONSO:

Si acompañaba a tu padre
no será justo que temas.
Como un Rodamonte voy:
ojalá que me salieran
mil cuerpos, aunque sus almas
después me hablaran en pena.

TRISTÁN:

Si habéis de desenfadar
las vuestras, ya estamos cerca
de dos mozas como un oro,
porque del mucho que pescan
están en él convertidas.

LOPE DE SOSA:

¿Luego el oro al oro truecan?

DON ALFONSO:

Esas habrá menester
la casa de la moneda:
di que las hagan escudos.

TRISTÁN:

Aquí hay dos como dos perlas,
pero doncellas entrambas
y en estremo bachilleras.

DON ALFONSO:

Pues si son perlas, Tristán,
y solo de hablar se precian,
cosa que me enfada tanto:
póntelas en las orejas.

LOPE DE SOSA:

Aquí, señor, me parece
que entretenerte pudieras
un rato.

DON ALFONSO:

¿Conoces algo?

LOPE DE SOSA:

Una señora muy fea
y tan preciada de linda
que no hay hombre que la vea
que no diga que la adora
y todos se burlan della.

DON ALFONSO:

Pues burlémonos nosotros,
don Lope, y hagamos cuenta,
sin verla, que ya la vimos.

TRISTÁN:

En esta dorada reja
asoma una casadilla
ciertas pestañas y cejas
que a los ojos ponen luto
si se ponen luto estrellas.

DON ALFONSO:

¿Por quién?

TRISTÁN:

Por su gusto.

DON ALFONSO:

¿Cómo?

TRISTÁN:

Anda un poco descontenta
por celos de su marido.

DON ALFONSO:

¿Celos? Vísperas de afrenta.

TRISTÁN:

Aquí viven sesenta años
vestidos de oro y seda,
como cubre a un olmo antiguo
la juventud de una yedra:
fue hermosa y pésale mucho
de que ahora no lo sea.

DON ALFONSO:

Dios le reciba, Tristán,
su arrepentimiento.

LOPE DE SOSA:

Aquesta
es de nuestro embajador
la casa.

DON ALFONSO:

Pues, Sosa, espera:
hagamos a tus amores
la debida reverencia.

TRISTÁN:

Cuidadoso está el balcón,
yo aseguro que te espera.

DON ALFONSO:

Pues llega y habla, don Lope,
que yo te guardo la puerta.

LOPE DE SOSA:

¿Sois vós, estrella del alba?

TRISTÁN:

Cuido que fala a jinela.

DON ALFONSO:

[Aparte, a TRISTÁN .]
Por noso Siñor, Tristaõ,
que estou morrendo de enveja.

DOÑA LEONOR:

¿Es Lope de Sosa?

LOPE DE SOSA:

Soy
un esclavo que desea
que conozcáis lo que os ama.

DOÑA LEONOR:

Cobrada tenéis la deuda,
que vuestros merecimientos
ya me dan nombre de vuestra.

DON ALFONSO:

[Aparte, a TRISTÁN .]
¿Sabes, Tristán, cómo estoy?
Como el caballo en la guerra
que relincha por la silla
en oyendo la trompeta:
¡Pesia tal! ¿Para esto vine?

TRISTÁN:

[Aparte, a DON ALFONSO .]
¿Sabes tú qué casa es esta?

DON ALFONSO:

[Aparte, a TRISTÁN .]
En oyendo hablar de amor
se me acaba la paciencia.

DOÑA LEONOR:

Lugar había de verme:
mi madre licencia diera
si el hábito os ayudara.

LOPE DE SOSA:

Mi desdicha desconcierta
de otra suerte ese favor,
que no puedo, aunque quisiera,
desamparar a un amigo.

DOÑA LEONOR:

Si no importa que me vea,
entre, y entren los criados,
que mientras más gente venga
menos ocasión tendrán
de alguna sospecha necia.

LOPE DE SOSA:

Yo se lo voy a decir.

DOÑA LEONOR:

Y yo con vuestra licencia
a prevenir las criadas.

LOPE DE SOSA:

¡Señor!

DON ALFONSO:

¿Quién es?

LOPE DE SOSA:

Vuestra Alteza
disimule el ser quien es
porque Leonor para verla
os da licencia en su casa.

DON ALFONSO:

Pues... ¡Tristán!

TRISTÁN:

¡Señor!

DON ALFONSO:

Ten cuenta
que soy merced esta noche.

TRISTÁN:

Siempre ese nombre tuvieras,
que el de merced en los reyes
es el de mayor grandeza.