El primer centenario del Templete: El Templete y la Colonia
ERA el capitán general Dionisio Vives un espíritu sagaz. No obstante la casi total sumisión de la colonia a su metrópoli, comprendía que los ejemplos que llegaban de fuera podían ser perjudiciales a su gobierno. Aprovechó las fiestas del Templete con habilidad política. Cinco años antes había hecho abortar la conspiración que se llamó de los Soles de Bolívar, encaminada a la instauración, entonces utópica, de la República de Cubanacán. En 1827 José Aniceto Iznaga se entrevistaba con el Libertador para hacerle saber los anhelos de un grupo de cubanos soñadores, de los que se había pretendido tratar, el año antes, en el Congreso de Panamá. En 1826 había corrido sangre de mártires. El 16 de marzo Vives dispuso la ejecución, en Puerto Príncipe, de Frasquito Agüero y de Andrés Manuel Sánchez. Los síntomas exteriores aconsejaban también la prudencia. En México funcionaba, o había funcionado, la "Junta Promotora de la Libertad Cubana". El Virrey creyó hacer obra grata y provechosa a la Metrópoli, fomentando el entusiasmo por los reyes Fernando y Josefa Amalia con ocasión de los festejos de la plaza de Armas.
El propio Vives lo declara en un documento de indiscutible autenticidad, en el informe que hubo de dirigir al Gobierno de Madrid sobre aquellos actos:
"En las circunstancias del día, es muy conveniente en política aprovechar las ocasiones para que sensiblemente puedan comparar los habitantes de esta isla feliz, su suerte con la de las provincias rebeldes: mientras que el continente arde en partidos, facciones y persecusiones, derramándose la sangre inocente y la de los autores de tantas desgracias, sumidos en la guerra civil y en la devastación y miseria, los fieles cubanos bajo el imperio de las leyes y del suave y paternal gobierno de S. M., ven seguras sus fortunas, prosperar su agricultura y comercio, tranquilos en el interior y temidos en los mares, entregados a sus pacíficas labores y productivas negociaciones, educando a su familia en la honradez y religión para asegurarles su felicidad: semejante paralelo debe necesariamente producir los mejores frutos y consolidar más y más la unión a la Madre Patria para preservarse de los trastornos y desgracias de los países que no supieron preservarse de las asechanzas de los revolucionarios, y son víctima de la loca ambición de sus corifeos: en el día con la persecusión suscitada en Méjico a los europeos, hay infinitos refugiados en esta ciudad, mansión de la paz, y no dejarán de hacer tan justas reflexiones."
Cierto que el general Vives hizo algo más que entretener con fiestas a la Colonia. Pezuela afirma (tomo IV de su "Historia de la Isla de Cuba", ya citada) "que era opuesto a medidas extremas y violentas, sin despreciarlas enteramente". Pero desde 1824 se había hecho todo lo posible porque la isla viviese bajo el mayor rigor. Se había conseguido que la prensa enmudeciera. No existía la milicia ciudadana y ya no eran los ayuntamientos cuerpos populares. Por decreto de 1825 se declaró al país en estado de sitio y se constituyó la Comisión Militar Permanente. Con todo esto se imaginaba en 1832, al abandonar la isla, donde quedaban dormidas para siempre en el sueño del sepulcro su esposa y una de sus hijas, que había trabajado con acierto por la unión estrecha de Cuba y España, alejando por el mayor tiempo posible toda perturbación seria, capaz de poner en peligro los restos del imperio colonial de su patria, en aquellos instantes abrumada por grandes y crueles dolores.
Cuando la Habana festejaba la inauguración del Templete estaba bien ajena a que servía los planes de su primera autoridad, cuyo pensamiento político era ver al pueblo entregado a fiestas y devaneos y en el olvido más completo de que el alborear del siglo XIX era también el alborear de las grandes, imperecederas libertades de la América Española.