El primer argentino que navegó en Vapor: 3

Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original.

III

Por entonces en cafés y salones, los doctores García y Belgrano, Erézcano, Irigoyen, Riglos, criollos que acompañaron á Brown, eran saludados con entusiasmo hasta en los bancos de la Alameda, corrillos del muelle, y vejetes que envueltos en sus amplias capas españolas tomaban el sol y rapé, contertuliando por las tardes en los poyitos que rodeaban los fosos del Fuerte.

— ¡Ahí viene uno de los audaces argonautas! — se aclamaba. La valiente argentina que acaba de subir al cielo en aeroplano, no es más aplaudida hoy de lo que admiraban nuestros abuelos de aquellos días á los pasajeros del «Druid». Bien que los más jóvenes, llenos de vanidad, erguían la cabeza en los estrados, principalmente en el de Madama Mendeville, primera entusiasta que más tarde navegó en vapor hasta el Janeiro.

No dejó de amenguarse la agigantada nombradía de los porteños, cuando á poco andar llegó noticia que meses antes, el 9 de Julio de 1825, un otro argentino, de las provincias de arriba, habíales tomado la delantera. «¡Sic transit gloria!»


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Semejante á la única casa colonial, hoy en pie, del doctor Medrano, conocida por de la «Virreina Vieja», y contemporánea á las de Costanzó y Basavilbaso en la misma calle Belgrano, ostentábase desde las postrimerías del siglo XVIII la casa del Virrey, más digna de recordarse por haber sido primitivo areópago de intelectuales, que por el efímero gobierno de Olaguer Feliú, virreynato de carambola, según pliego de mortaja, muerto el primer reemplazante del virrey Melo.

Hasta entonces ese camposanto tras la iglesia, ó campo de ánimas, reputábase tan peligroso desde oraciones que todavía el primer periódico recuerda el letrero de la esquina: «No pasen por aquí que andan las ánimas». Y es por el núcleo de sabidores que allí se reunían como primitivo centro de luces que espantó ánimas, fortaleciendo é ilustrando ánimos, que mejor se recuerda la casa solariega frente al Banco Nacional.

En periódicos de épocas respectivas se recuerdan los nombres del fundador del Telégrafo Mercantil, coronel Cabello y Araujo, Cerviño, Muñoz, Vieytes, Belgrano, Real de Azúa, en esa antigua casa de Azcuénaga el que congregaba allí á su alrededor el primer centro de amigos de letras, al señor Lozano, doctor in utroque de la Universidad de Córdoba.

Veinticinco años después, los canónigos Gómez, Funes, Segurola, al salir del coro de la Catedral contigua, subían los dos altos escalones de su gran puerta, sobre cuyos umbrales tres y más generaciones han presenciado, en cien años el desfile de festividades patrias, á reunirse en tertulia literaria con de Luca, Real de Azúa, el periodista, y don Pedro Feliciano Cavia. Otros veinticinco años más tarde, en ese mismo estudio del doctor Miguel Olaguer, corto de vista pero de muy larga vista intelectual, concurría ya en su interesante biblioteca ó en la sala de los Virreyes, cuyos retratos ostentaba, alcanzamos á oir instructivas conferencias á los doctores Juan M. Gutiérrez, Quesada, Navarro, Carranza, Zinny, Cuyar, Lozano, etc.

En la segunda generación de contertulianos (1825) cierto día que se hallaban presentes Riglos, Sarratea y Belgrano (el doctor), entró el Deán misiva en mano, llegada de luengas tierras, exclamando regocijadamente:

— Señores argonautas: mucho siento que se les vaya el gozo al pozo. Habéis sido segundones no primitivos que navegaron en vapor.

Y con cartas el señor Mosquera leyó copia de la de un su sobrino con la fausta nueva que enorgullecía á éste, comprobando que el 9 de Julio del año anterior, es decir, con cuatro meses de anterioridad, otro compatriota había navegado en vapor desde uno de los puertos de Colombia. Extractamos el texto: «El lunes tenemos un paseo en barco á vapor, para que vea Elvira lo que es, y vaya acostumbrándose á vivir á la inglesa. Su consignatario, antiguo amigo mío, lo tendrá á mi disposición».

Aclarado el enigma de cómo sin haber llegado al Plata el primer Vapor, pues se agregó máquina á un barco en la Boca del Riachuelo, se divisó de estas barrancas haciendo los primeros pininos, virando y maniobrando dentro del puerto, proseguiremos en la aclaración de la firma borrajeada en cartita encocoradora tan intempestivamente llovida.