El poeta y la mujer
CON visiones risueñas en la mente
Y con robusta voz en la garganta,
Alta y serena la espaciosa frente,
Lo que el poeta siente,
Lleno de fé con entusiasmo canta.
Acaso dura ley irresistible
Con su lira no más y sus dolores
Lanzole enmedio de borrasca horrible,
Y el corazón sensible
Espinas encontró buscando flores.
Enmedio de sus sueños infantiles
Un edén le mostró su mente loca;
Pero pasaron presto los abriles
Marchitos los pensiles,
En vano instantes de placer evoca.
Y si en una mujer, arrebatado
Por delirio de amor, puso su alma,
Después ¡ay Dios! su corazón cansado,
Herido, maltratado,
Perdió su fé, su placentera calma.
Y solo y triste por fatal camino
Busca una luz y siente de improviso
Que á impulso de su pérfido destino,
Cansado peregrino
Atrás dejó su dulce paraíso.
Y jamás volverá; porque las horas
Hundiéronse en el polvo de la nada,
Sus locas esperanzas seductoras
Son yertas moradoras
De la tumba terrífica y helada.
Nada le queda ya; sus ilusiones
Como pardas alondras revolaron
Para alentar sus férvidas pasiones,
Y á incógnitas regiones
En confusión alegres retornaron.
Sin fé, su corazón medroso late;
Sin creencias, su espíritu vacila;
Sin esperanzas, lánguido se abate...
¡Ay desdichado vate,
A quién la suerte pérfida aniquila!
¿Pero no hay una mano protectora
Para el que sufre en el mentido mundo?
¿No suena de placer alguna hora
Para el que triste llora
Desesperado su dolor profundo?
El moro en los desiertos espantosos
Oásis florido enagenado toca:
El náufrago en los mares procelosos
Los brazos tiende ansiosos,
É invocando á su Dios halla una roca.
El infeliz que gime entre cadenas
Al fin de libertad escucha el grito
Y la deseada luz que viera apénas
La contempla sin penas
Extenderse en el cóncavo infinito.
Pues bien, el poeta en su desierto mudo
Oásis de flores encontró dichoso,
Contra la adversidad del tiempo rudo
Hallar consuelo pudo:
Un corazón que le ame bondadoso.
Y entónces concentrando en su ventura
De maga fiel con los amantes brazos,
A apurar los deleites se apresura,
Uniendo con ternura
De ardiente amor los esmaltados lazos.
Entonces deposita sus cantares
Como dulce holocausto en puro seno:
Rompe el ídolo vil de otros altares,
Y olvida sus pesares
Y aparta de los lábios el veneno.
Y cruzando en el valle de la vida
En paz ansiada y en quietud dichosa,
El destino cruel no le intimida
Y en la final partida
Tranquilo mira la entreabierta fosa.