El poema de la risa

EL POEMA DE LA RISA


Y fué una tarde cálida saturada de aromas;
Tras el breve montículo de las lejanas lomas
El sol desparramaba sus brochazos rojizos
Que te fingian llamas en los revueltos rizos.


Yo hundía mis dos manos entre tu cabellera,
Celosa de la hora, bañada en Primavera.
Cosquilleante la risa me mordía la boca,
Una risa de oro, ligeramente loca.


¿Nunca le has preguntado nada a tu corazón?
¿Y si le preguntaras, te daría razón
De donde puede hallarse la risa cristalina
Perdida en una tarde demasiado divina?


No extrañes que en mis labios esta pregunta enhebre,
Porque como bebías con un poco de fiebre
Y en saberme callada te afanabas de prisa
Puede ser que en tu pecho se halle atada mi risa.


Y es humano que sea. Tú ríes demasiado....
Además, la tristeza que visto me ha contado
Que andas coleccionando risas, porque tu mal
Adora las cascadas sonoras del cristal.


Prefieren las gargantas que sólo una vez rien,
Cuyas perlas al fuego de un beso se deslien,
Que hay risas que conviene no verlas duplicadas
Porque no alcanzarían a las notas pasadas.


Eres artista y hombre, mi buen amigo mio,
Tu fuego es, en resumen, una fuente de frío.
Cortas, cortas y cortas. Más bien creo que talas.
A tus plantas se advierten cadáveres de alas.


Pero tienes la boca divinamente buena,
Y tu voz es muy suave. Gusta una nazarena
Manera de fingirse curadora de males
Y tus besos son como la miel de los panales.


Yo lo sé todo y callo. Me contagio de olvido
Y perdono la fiebre con que hubiste bebido
Mi pobre risa triste, mi pobre risa huera
En la pasada tarde de rubia primavera.


Porque pienso que un día nos soplará los labios
La Muerte y serán nada los besos tuyos sabios
Y será nada aquella larga tristeza mia
Que me mordió las frescas uvas de la alegría.


Oh pobre amigo mío, de sueño sempiterno,
Quién me diera alejarte de las nieves de Invierno,
Cruzar tus manos antes que Primavera huya,
Cerrar tus ojos antes que el vino se concluya.


Toma mi vida, hazla, si lo quieres, tu esclava,
Mátala, mas no sepas nunca cómo se acaba
El buen vino de oro, por haber dado entera
La risa en una tarde fatal de Primavera.