El pastor enamorado


​El pastor enamorado​ de Félix María Samaniego


 El joven Melibeo
 guiaba su rebaño
 por la frondosa orilla
 de cierto río tortuoso y claro.
 Al pie de una alta haya, 5
 en el sombrío campo,
 se sienta, y le rodea
 paciendo mansamente su ganado.
 En el cantar, maestro,
 y en la zampoña, sabio, 10
 sus versos pastoriles
 entona diestramente acompañado.
 Mirlos y ruiseñores
 dulcemente, entretanto,
 aumentan la armonía 15
 que repiten los valles y collados.
 Del agua hermosa y pura
 la cabeza sacando,
 una ninfa le escucha
 y vuelve a sumergirse de contado. 20
 A las hondas cavernas
 del cristalino caos
 baja y a sus hermanas
 llevó las nuevas del vecino prado.
 Con un fuego lascivo, 25
 diestramente nadando,
 se acercan a la orilla
 y muestran sus gargantas de alabastro.
 La dulce melodía,
 la hermosura del campo, 30
 los árboles frondosos
 con la hierba y las vides enlazados.
 De fresca sombra lleno
 el suelo, en flores vario,
 la suave fragancia 35
 que esparce en la ribera el viento manso.
 Todo esto que las ninfas
 en silencio admiraron
 las convida a que dejen
 las claras ondas por el verde prado. 40
 Y con un pie ligero,
 más que la nieve blanco,
 entre frondosas vides
 a la agradable sombra se ocultaron.
 Atentas escuchaban; 45
 mas entonces, mudando
 sus versos Melibeo,
 de esta suerte prosigue con el canto:
    - Ninfas que a la salida
 del cristalino baño 50
 mostráis la gentileza
 de esos cuerpos desnudos y lozanos,
 ¿por qué entre verdes hojas
 os ocultáis? ¿Acaso
 teméis la competencia 55
 de Nise, la hermosura de estos campos?
 ¡Ah, quién la viese ahora
 libremente en el prado
 marchar como una ninfa
 sin saber que la viesen los humanos! 60
 Veríais ya, ¡oh, qué rostro!,
 ¡qué talle tan gallardo!,
 ¡qué blancura de cuerpo!,
 no a vosotros, a Venus la comparo.
 Entonces sus cabellos 65
 flotantes y poblados,
 por el cuerpo esparcidos
 los pondría por velo su recato.
 Entonces escondido
 yo estaría aguardando 70
 que el viento mansamente
 corriese el velo de su pecho blanco.
 Y entonces... ¿y si entonces
 se arrojase al ganado
 algún astuto lobo 75
 a Nise acudiría o al rebaño?
 Responda Melibeo
 al poeta, y en tanto
 nadie entregue sus cabras
 al pastor que estuviese enamorado. 80