El parentesco decente
Filipo, rey de Macedonia, por los años 538 antes de Jesucristo, asistía á la venta de los prisioneros de guerra cierto día llevando las ropas deshonestamente levantadas á la vista de todo el pueblo. Uno de los prisioneros, que iban á ser vendidos, reparó en la posición indecorosa del monarca, y queriendo avisarle, le dijo en voz alta:
— Sabe, Filipo, que soy un amigo antiguo de tu padre.
Admirado Filipo de esta interpelación, volvió la vista y le dijo:
— ¿Quién eres tú? ¿cuándo y dónde has contraído semejante amistad?
— Yo te lo probaré, respondió el prisionero, si permites que me acerque á tí.
Dada la licencia , el prisionero se acercó al rey, y le dijo en secreto:
— Baja tus ropas, Filipo.
El rey se miró, arregló su vestido, y dijo :
— Prisionero, estás libre, porque efectivamente eres mi amigo, sino mi pariente.