El pan de cada día
Nota: se ha conservado la ortografía original, excepto en el caso de la preposición á.
Que ande en trapícheos Blasa
con el hijo de don Lino,
y haga caso del sobrino
de su tía Nicolasa,
y al esposo de María
se la vea aproximarse...
¡bah! señores, no asustarse,
es el pan de cada día.
Que un político en calzas prietas
fume, beba, trinche y ame,
y a todas las niñas llame
cursis, tontas y coquetas,
dando con su tontería
ganas de al Ebro arrojarse...
señores, no hay que asustarse,
es el pan de cada día.
Que un gastrónomo antropófago
coma, a costa de un amigo,
sin que un bocado enemigo
se le pare en el exófago,
y con bárbara alegría
le vean de aquel burlarse...
no es cosa para asustarse,
que es el pan de cada día.
A un ciudadano que presta
al setenta y dos por ciento,
con tachable fingimiento
y conducta muy honesta
se le ve a Santa Lucía
rezar, y en el pecho darse,
pero... ¡nada! ¡no arredrarse!
es el pan de cada día.
Que a un militar aguerrido
y valiente como el Cid,
que nunca tembló en la lid
ni se declara vencido,
ante una paisana mía
le veamos doblegarse...
caballeros, no asustarse,
es el pan de cada día.
Que un portero de intendencia,
dándose lustre y jabón,
un día de vacación
diga: «No damos audiencia»
y lo mismo que un usía
importancia quiera darse...
no hay por eso que asustarse,
que es el pan de cada día.
Que un señorito de aldea,
que dice menistro y botica.
con una facha estrambótica,
un non plus ultra se crea,
dando en la triste manía
de lucir y acicalarse.. .
¿de qué sirviera asustarse
si es el pan de cada día?
Que un diputado novel
dé palabra a su partido
de mostrarse decidido
y de trabajar por él,
mostrando gran apatía
así que llega a alejarse...
no merece eso asustarse,
que es el pan de cada día.
Y que yo haga una letrilla
cuando tantas se han escrito
con pie mucho más bonito,
¿no es cosa que maravilla?
No critiquéis, pues, mi afán,
poetastros y copleros;
lo que yo hago, caballeros,
es de cada día el pan.