El olivo
«Vense mis hojas tristes, y apagado
su brillante matiz, desde que yerto
y angustiado Jesús dejó en el huerto
mi tronco en sangre y en sudor bañado.
Mas del santo rocío penetrado
a eterna vida en nuevo ser despierto
y cuando el campo palidece muerto
soy de verdor perenne coronado.
Fecundizada en el temprano brote
por lágrimas de un Dios la savia mía
unge al monarca y unge al sacerdote,
y dejóme del huerto la agonía
paz en mis ramos que la guerra acote,
luz en mis frutos que dilate el día.»