El novillo
Un invernador, ayudado por sus peones, estaba llenando de pasto seco unos grandes pesebres para que de noche los novillos pudiesen comer a su gusto, cuando de repente vino corriendo contra él un novillo con las astas agachadas, enfurecido.
El hacendado apenas tuvo tiempo de esconderse detrás del carro, los peones dispararon hacia los caballos, y el novillo hizo un revoltijo bárbaro con las horquillas, el pasto, las carretillas y un recado que estaba en el suelo.
Y como al patrón que desde el carro lo estaba mirando, le oyera decir: «¡Pues, es como para darte pasto, animal!» se paró, irguió la cabeza, escarbó el suelo y haciendo volar tierra, mugió: «¡Claro! agradecimiento quisieras todavía por el pasto que nos das... con tanto desprendimiento».