El no
¡Ay, cuántas veces a tus pies postrado, en lágrimas el rostro sumergido, a tus divinos labios he pedido un sí, cruel, que siempre me han negado! Y pensando ya ver tu pecho helado de mi tormento a compasión movido, en vez de sí, ¡ay dolor! he recibido un no, que mi esperanza ha devorado. Mas si mi llanto no es de algún provecho, si contra mí su indignación descarga, y si una ley de aniquilarme has hecho, quítame de una vez pena tan larga, escóndeme un puñal en este pecho, y no me des un no que tanto amarga.