El monasterio de Santa María de Nájera y los Franciscanos

El monasterio de Santa María de Nájera y los Franciscanos
de Pedro de Madrazo


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Excmo. Sr.: De Real orden fecha 11º de Septiembre último, comunicada por el digno antecesor de V. E., se manifestó á esta Academia, que habiendo solicitado el M. R. P. Provincial de los Religiosos franciscanos de Cantabria, por medio de la Comisión de monumentos de Logroño, la concesión de la célebre abadía de Santa María la Real de Nájera, se había servido disponer S. M. que antes de dictar resolución en el asunto, se oyese el parecer de este cuerpo literario.

La Academia no tiene que demostrar en la ocasión presente la conveniencia de salvar de la ruina que le amenaza un edilicio tan insigne; lo hizo ya oportunamente en el informe á virtud del cual se expidió la Real orden de 17 de Octubre de 1889 que lo declaró monumento nacional artístico é histórico. Trátase hoy tan sólo de si para asegurar la conservación de una insigne fundación monástica y del célebre panteón real de la Rioja, debe aceptarse ó no la proposición formulada por los Religiosos franciscanos de Cantabria, y promovida por la Comisión provincial de monumentos que la patrocina.

Puede desde luego asegurarse, que atendidas la penuria del Tesoro público y la imposibilidad consiguiente en que el Gobierno se encuentra de invertir considerables sumas en la reparación de los monumentos declarados nacionales, dentro de muy breve plazo la mayor parte de ellos llegarán á tal estado de ruina, que su conservación sea de todo punto imposible. Perdiendo paulatinamente una tras otra las preseas artísticas que hoy constituyen su principal atractivo para el arqueólogo; desfigurados á los ojos del que busca en ellos el venerando escenario de grandes sucesos históricos; convertidos en insignificantes y mudos paredones, enojoso estorbo al ansia reformadora de las municipalidades modernas, en cuyos planes de urbanización no cabe el respeto á los mutilados centinelas de una civilización que reputan vencida, esos monumentos, tan preciosos para nosotros, acabarán por desaparecer; y cuando llegue el día del desengaño, cuando una cultura superior á la presente nos haga ver que fuimos insensatos en dejar perecer tan peregrinos ejemplares de una arquitectura que otros pueblos, más adelantados que nosotros, estudian y reconstruyen con esmero, será ya tarde para emprender la campaña restauradora, y veremos con desesperación y envidia que Francia, por ejemplo, ha reparado las injurias causadas á su riqueza monumental por una furibunda barbarie que pasó como repentina catarata, mientras que España queda convertida en campo de desolación al lento y crónico impulso de una insania reformadora que se apodera de todas las clases sociales.

El Gobierno, las asociaciones artísticas é históricas, todos los que se precien de tener alguna cultura, deben hacer esfuerzos para que este tristísimo porvenir no llegue á realizarse; de consiguiente, siempre que, por un medio inesperado cualquiera, pueda lograrse que un monumento declarado nacional por su mérito artístico y por los gloriosos recuerdos que á él van adheridos, se salve de la ruina que tan inminente es para todos ellos, sin que el Estado invierta en su conservación cantidad alguna de su exhausto Tesoro, la Academia no podrá menos de aplaudir al agente, sea quien fuere, de tan meritoria empresa.

Hoy la celosa Comisión de monumentos de Logroño es la que consigue tan laudable resultado para el insigne ex-monasterio de Santa María la Real de Nájera, veneranda mole arquitectónica en que la historia y la leyenda, su eco popular, han amontonado tan interesantes hechos, aventuras tan prodigiosas, casos tan extraños, dramas tan terribles, que puede decirse estar aquel espacioso recinto poblado de fantasmas pavorosos, sangrientos unos como el de D. García, el conquistador de Calahorra, á quien las leyendas hacen calumniador de su madre y la historia un gran rey; apacibles otros, aunque con aureola de mártires, como el de D. Sancho el de Peñalén; gloriosos no pocos, como el de D. Diego López de Haro, alférez mayor del rey y señor de Vizcaya, apellidado el bueno por sus relevantes prendas morales, y calificado por su coetáneo el arzobispo D. Rodrigo como el principal entre todos los grandes señores de España. La famosa abadía riojana aumentará afortunadamente el catálogo, harto escaso, de los monumentos artísticos que van á deber su salvación á estas bienhadadas aplicaciones modernas. Débela el Escorial á los PP. Agustinos; la Universidad de Alcalá á los PP. Escolapios; San Esteban de Salamanca, á los Dominicos; Santo Domingo de Silos, á los Benedictinos; San Zoil de Carrión y Santa María de Veruela, á los Jesuitas, y á otros religiosos otras construcciones. Y no puede darse á tales edificios aplicación más acertada, porque sólo á corporaciones numerosas y de vida regular y tranquila puede confiarse el cuidado de las bellezas artísticas diseminadas en vastos recintos. Para ellos fueron construidos y á ellos los devuelve la ineludible ley de la necesidad.

El R. P. Fr. Martín Dañobeitia, Provincial de los Franciscanos de Cantabria, en su solicitud de 8 de Agosto último, concertada con la Comisión de monumentos de Logroño, pide que si se le otorga, y se ve la necesidad de establecer algunas condiciones que se opongan de alguna manera á la cesión de todo el edificio del ex-monasterio con su iglesia, se consignen con toda claridad para que la comunidad diga si las puede aceptar ó no. Esta Academia no ve inconveniente, sino por el contrario, ventaja nianifiesta, en que la cesión se haga del edificio todo; si bien entiende que la condición primordial que debe estipularse en orden al objeto mismo con que la nación puede desprenderse de la posesión del edificio, es que al acomodar este aquel instituto religioso á sus necesidades, respete todo lo que en él tiene carácter artístico, de tal manera que no puedan hacerse en él reformas ó innovaciones de ningún género sin la previa aprobación de la Comisión provincial de monumentos y de la Real Academia de San Fernando.

Esto es cuanto á la Academia incumbe manifestar dentro de la órbita de su interés histórico, que es el propio de su institución. Respecto de la manera de hacer la cesión sin que la autoridad eclesiástica ponga inconveniente para que la iglesia de Santa Maria la Real de Nájera pase á la plena y libre jurisdicción regular de los PP. Franciscanos de Cantabria, como el R. P. Provincial desea, es extremo sobre el cual debe la Academia abstenerse de informar.

V. E., no obstante, resolverá lo más conveniente.


Madrid, 10 de Enero de 1895.