El milano y las palomas (Samaniego)
A las tristes Palomas un Milano, Sin poderlas pillar, seguía en vano; Mas él a todas horas Servía de lacayo a estas señoras. Un día, en fin, hambriento e ingenioso, Así las dice: «¿Amáis vuestro reposo, Vuestra seguridad y conveniencia? Pues creedme en mi conciencia: En lugar de ser yo vuestro enemigo, Desde ahora me obligo, Si la banda por rey me aclama luego, A tenerla con sosiego, Sin que de garra o pico tema agravio; Pues tocante a la paz seré un Octavio.» Las sencillas palomas consintieron; Aclamándole por rey, «Viva, dijeron, Nuestro rey el Milano.» Sin esperar a más, este tirano Sobre un vasallo mísero se planta; Déjalo con el viva en la garganta; Y continuando así sus tiranías, Acabó con el reino en cuatro días. Quien al poder se acoja de un malvado Será, en vez de feliz, un desdichado.