LELIO:
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No pasemos adelante;
que estas peñas, estas ramas
tan intrincadas que al mismo
sol le defienden la entrada,
sólo pueden ser testigos
de nuestro duelo.
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FLORO:
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La espada
sacad; que aquí son las obras,
si allá fueron las palabras.
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LELIO:
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Ya sé que en el campo muda
la lengua de acero habla
de esta suerte.
Riñen
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CIPRIANO:
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¿Qué es aquesto?
Lelio, tente; Floro, aparta;
que basta que esté yo en medio,
aunque esté en medio sin armas.
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LELIO:
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¿De dónde, di, Cipriano,
a embarazar mi venganza
has salido?
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FLORO:
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¿Eres aborto
de estos troncos y estas ramas?
Salen MOSCÓN y CLARÍN
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MOSCÓN:
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Corre, que con mi señor
han sido las cuchilladas.
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CLARÍN:
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Para acercarme a esas cosas
no suelo yo correr nada;
mas para apartarme, sí.
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LOS DOS:
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Señor...
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CIPRIANO:
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No habléis más palabra.
Pues ¿qué es esto? Dos amigos
que por su sangre y su fama
hoy son de toda Antioquía
los ojos y la esperanza,
uno del gobernador
hijo, y otro de la clara
familia de los Colaltos,
¿así aventuran y arrastran
dos vidas que pueden ser
de tanto honor a su patria?
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LELIO:
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Cipriano, aunque el respeto
que debo por muchas causas
a tu persona, este instante
tiene suspensa mi espada,
no la tienes reducida
a la quietud de la vaina.
Tú sabes de ciencias más
que de duelos, y no alcanzas
que a dos nobles en el campo
no hay respeto que les haga
amigos, pues sólo es medio
morir uno en la demanda.
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FLORO:
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Lo mismo te digo, y ruego
que con tu gente te vayas,
pues que riñendo nos dejas
sin traición y sin ventaja.
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CIPRIANO:
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Aunque os parece que ignoro
por mi profesión las varias
leyes del duelo que estudia
el valor y la arrogancia,
os engañáis; que nací
con obligaciones tantas
como los dos, a saber
qué es honor y qué es infamia;
y no el darme a los estudios
mis alientos acobarda;
que muchas veces se dieron
las manos letras y armas.
Si el haber salido al campo
es del reñir circunstancia,
con haber reñido ya
esa calumnia se salva;
y así, bien podéis decir
de esta pendencia la causa;
que yo, si, habiéndola oído,
reconociere al contarla
que alguno de los dos tiene
algo que se satisfaga,
de dejaros a los dos
solos, os doy la palabra.
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