El libro talonario: 19


Escena XIX

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CARLOS Y MARÍA, quien observa desde la puerta de su cuarto hasta el momento en que, según indica el diálogo, debe presentarse.


CARLOS. (Disponiéndose a partir y luchando con la emoción que le domina.)

<poem>
Vapores del nuevo día, 
recoged en vuestro manto 
este amarguísimo llanto 
y llevádselo a María. 
¡Por ella lloro y por él! 
¡Por el pobre pequeñuelo 
con ojos color de cielo 
de quien me aparta cruel! 
¡Adiós, porvenir tranquilo; 
adiós, domestico hogar; 
te voy por siempre a dejar 
y acongojado vacilo! 
¿Qué misteriosa atracción 
me llama invencible a ti? 
¡Es, ay, que me dejo aquí 
la mitad del corazón! 

(Dirigiéndose a la puerta de la izquierda.)

¡Adiós por última vez 
del alma divinos lazos: 
os tiendo al partir los brazos! 

MARÍA. (Aparte.)

Es mortal su palidez! 

CARLOS. El tiempo pasa veloz. (Da algunos pasos.)

MARÍA. (Llamándole débilmente.)

¡Carlos! 

CARLOS. (Se detiene.)

             ¡No puedo, no puedo! 
¡Hasta pensé que muy quedo 
me llamaba! 

MARÍA. ¡Ven!

CARLOS. ¡Su voz! (Se vuelve y tiende los brazos a MARÍA, pero sin acercarse a ella.)

MARÍA. ¡Te llama el niño!

CARLOS. (Sin acercarse.)

       ¡María! 

MARÍA. ¡Y yo te llamo también!

(Tendiéndole los brazos en una explosión de cariño. Se precipitan uno en otro y se abrazan llorando.)

CARLOS. ¡La sangre choca en mi sien!

¡Yo deliro... de alegría! 
¡Eres ángel del cielo! 

MARÍA. ¡Silencio!

CARLOS. ¡Mi pecho estalla!

¡Y tú me perdonas! 

MARÍA. ¡Calla,

que despierta el pequeñuelo! 

(Pausa.)

¡Qué horribles ensueños, Carlos, 
tuve esta noche! ¡Ay de mí! 
¡Pero al despertar te vi... 
y no puedo recordarlos! 

CARLOS. ¡No los recuerdes jamás,

te lo pido de rodillas! 

(Intenta arrodillarse.)

MARÍA. (Conteniéndole.)

¡No, Carlos, no, que te humillas! 

CARLOS. ¡Mi crimen me humilla más!

¡Rompí los infames lazos! 

MARÍA. (Casi al oído y en voz baja.)

¡Silencio!... ¡Yo nada sé!... 
¡Yo te amo... como te amé! 

CARLOS. ¡A tus plantas!

MARÍA. ¡En mis brazos! (Se abrazan. Telón.)