El libro de los cuentos: 1
Vamos á reirnos á carcajadas. Vamos á escribir una obra, mas alegre, mas festiva, mas chistosa, mas provocativa, mas picante que cuantas se han escrito con pluma de metal y de ganso. No es broma, es necesario tomarlo á risa ó echarse al canal. ¡Virgen de la Almudena! Tanta filosofía, tanta política, tanto estudio grave nos van á hacer dar un estallido.
¡Viva la risa! Porque sino, ¿á dónde iria á parar el mundo si continuase así? ¿Quién no se desespera de tratar todo el dia con esos escépticos de diez y ocho marzos y con esas lindas filósofas de miriñaque?
¡Dios mio! Haced un milagro, y aligeradnos del peso de tanta ciencia y de tanta precocidad.
¡Y aquellos calabazas de nuestros abuelos, que pasaban toda su vida estudiando sin atreverse á escribir para el público hasta cumplir los sesenta! ¡Habrá gaznápiros! ¿Quién osaria llamarse hoy sabio sin haber escrito á los catorce una novela filosófica? ¿Pero de dónde pudo sacar aquella buena gente la chavacana idea de que era necesario estudiar para saber? ¡Vaya un pensamiento para el siglo de la electricidad! No señor; la teoría de los sabios al uso es mucho mas sencilla. Para ser sabio hecho y derecho, con leer un par de novelas basta y sobra.
Esto es delicioso; esto es tan grave, tan filosófico, tan serio, que es imposible no tomarlo á risa. ¿Y quién puede conservar la seriedad en medio de tanto dislate?
Es necesario retroceder; en literatura nos declaramos cangrejos; nos place mas que el mundo se ria, que no que se reforme; somos mas partidarios de los picantes epígramas, que de las teorías filosóficas.
¡Guerra á las novelas tontas! ¡Guerra al absurdo con traje de filósofo! ¡Viva la risa!
Riamos á carcajadas; esta es nuestra bandera.
Pecho, pues, al agua. Pensadores profundos sin pelo en la barba, permitidnos por piedad un momento de descanso. Nos ahoga la ciencia, dejadnos respirar. Os concederemos que sois sabios, todo lo que querais os concederemos, pero dejadnos reir.
Marchad lejos de aquí con vuestras elucubraciones filosóficas, con vuestras necedades políticas y con vuestros absurdos económicos.
Queremos un momento de espansion, porque estamos dominados por la alegría y el buen humor. Queremos reirnos, porque tenemos hambre de risa. Queremos apoderarnos del ridículo donde quiera que lo encontremos y formar con él la delicia de nuestros lectores y la nuestra. Necesitamos espansion, placer, alegría. Vosotros, ¡oh sabios! reformad el mundo —buen provecho os haga— suprimid cuanto querais; pero ¡guay de vosotros! si tratais de suprimir la risa. Nuestro terreno es este y lo queremos esplotar.
Queremos reunir vuestros disparates y los disparates de todos, desde el hombre verdaderamente sabio hasta el estúpido jayan. De los hombres eminentes recogeremos aquellas deliciosas simplicidades que brotan á las veces de su genio, como brotan las espinas al lado de las rosas, pero que no pueden menos de despertar en los labios la mas halagadora sonrisa.
De los sabios al uso recogeremos aquellas asombrosas incoherencias, aquellos absurdos magistrales que nos hacen llorar de placer.
De los profundos pensadores, aquellas distracciones sorprendentes, que son siempre madre de las estrepitosas carcajadas.
Y recogeremos, por fin, de todos, aquellas inconcebibles estupideces que provocan la risa convulsiva.
Tal vez pintaremos alelados y estúpidos á los hombres de genio sorprendidos con las réplicas ingeniosas de los hombres del pueblo. ¿Y por qué no?
Todo lo que conduzca á la risa, todo lo que la provoque, queda sujeto á nuestra jurisdiccion. Lo que haga llorar os lo cedemos generosamente. Son nuestros los hombres y las cosas en cuanto podamos apoderarnos de ellos por el lado risible.
Por un favor especial de la Divina Providencia nosotros no somos sabios, y respetaremos por consiguiente todo lo que sea grande, todo lo que sea sublime, todo lo que sea santo. La religión, la sociedad, la familia.
En lo demás el mundo es nuestro, y queremos reirnos del mundo porque hace el loco.
Y hé aquí que la fama, vestida de prospectos, ha tomado un asiento en la silla-correo para visitar los pueblos de España, y han principiado á llover sobre nosotros pedidos de Risa con tan exagerado apetito de idem, que no parece sino que los españoles carecen de este género desde los tiempos de Felipe V. ¡Válgame Dios, y qué hambre de risa tenemos todos!
Por fortuna, las existencias en fábrica son de bastante consideracion, y podemos por ahora darla barata, sin otro peligro que el de quedarse sin ella los que tarden en pedirla.
Animo, pues, niñas preciosas que me estais leyendo; fuera pereza, y si no os habeis suscrito, suscribíos; y si habeis tomado un ejemplar, pedid dos.
La Risa es la verdadera panacea de todos los males, que huyen de ella como las tinieblas del sol.
La Risa es la vida y la salud.
¿Teneis quince años y quereis ser siempre jóvenes? Comprad esta obra, leedla, reid mucho, y os parareis en los quince, firmes que firmes, sin ir adelante ni atrás, per sœcula sœculorum.
¿No sois niñas? No os dé cuidado, cada página de La Risa os quitará una cana, y á la vuelta de los cuatro tomos, tendreis el cabello como el azabache, y podreis pasar por de quince años, como así me las quiero.
Ya veis que semejante resultado, ni cosa que se le parezca, no lo ha dado hasta ahora ninguna publicacion. ¡Qué ha de dar! si parece que todos, los hombres y las cosas se han empeñado en hacernos llorar y en llenarnos de arrugas y de canas. Yo os aseguro que en adelante se van á llevar un chasco como para ellos solos, hermosas suscritoras de La Risa.
¡Ah qué fortuna! Estar en correspondencia con tres mil suscritoras de quince años!
¡Vaya! Hemos hecho un negocio que va á ser la envidia de los pollos y de los gallos.