El lago (Lamartine)
XIV
EL LAGO
¿Y en afán incesante, el rumbo incierto,
Hacia otra, y otra, más lejana grilla,
Rodando iremos sobre el mar desierto,
Sin que un instante en apacible puerto
Repose nuestra quilla?
¡Oh lago, un año se ha cumplido apenas;
Y héme aquí solitario! ¡Sus pisadas
No volverá á estampar en tus arenas
La que desde esta roca, ayer, serenas
Fijó en ti sus miradas!
Y así cual ora, entonces resonabas;
Mugiendo estás como en aquellos días,
Contra estas peñas tu furor desbravas,
Y con la blanca espuma el musgo lavas
Donde sus pies lamías.
Era una tarde. En éxtasis supremo
Ibamos ella y yo bogando á solas,
Y bajo el cielo azul, de extremo á extremo,
Más no se oía que el batir del remo
Sobre las blandas olas.
Y al piélago dormido, al mudo viento
Cautivó de repente voz divina;
Jamás hombre soñó tan dulce acento
Como el que oyó arrobada en tal momento
La esfera cristalina:
Suspénde el ala rápida,
No turbes nuestros éxtasis,
¡Oh tiempo volador!
Gozar por siempre déjanos
Estos instantes mágicos
Que aquí nos brinda amor.
¿Cuántos no piden míseros
De la esperanza el bálsamo
A tu correr fugaz?
Vé, y sus dolores íntimos
Alivia tú benéfico;
¡Déja al dichoso en paz!
Mas ¡ay! con vana súplica
Ruego á esta noche plácida
Que lento mueva el pie.
Rueda muda la bóveda,
Y en el oriente pálido
Odioso albor se ve.
Todo, todo es efímero;
Veloces precipítanse
Las lloras, ¡ay de mí!
¡Mas entre tanto, amémonos,
En el oasis místico
Que amor nos brinda aquí!
¡Ay! en tanto que el mal acerbo dura,
El tiempo, que á su vista se adormece,
A robarnos la dicha se apresura;
Y el momento que encierra más dulzura,
Huye y desaparece.
¿Y nunca ha de volver lo que ha pasado?
¿Aquello que se fué quedó perdido,
Y para siempre lo sepulta el hado
En mudo seno, en insondable vado,
En sempiterno olvido?
¿Y ni aun habremos de guardar sus huellas?
¿A dó van las delicias que devoras,
Qué haces, profunda Eternidad, de aquellas
Que descendieron á tu abismo, bellas
Y fugitivas horas?
¡Oh lago! ¡grutas! ¡rocas! ¡selva umbría!
Pues os perdona el tiempo, ó la primera
Beldad os restituye, la hermosura
De esa noche guardad. ¡Salva, oh Natura,
Su recuerdo siquiera!
¡Perenne viva aquel recuerdo, oh lago,
En tu recinto; en las suaves frondas
Que te circundan con rïente halago;
En estas rocas que con torvo amago
Penden sobre tus ondas!
¡Viva en los ecos que de orilla á orilla
Responden; en el céfiro que vuela
Y hojosa copa susurrante humilla;
En la alba luna que en el éter brilla
Y en tu cristal riela!
¡Y el fresco aroma que tu ambiente espira,
Tu oleaje, adormido ó resonante,
Cuanto aquí se oye, cuanto aquí se admira,
Todo á la vez, cual misteriosa lira,
Mi amor recuerde y cante!