El labrador y la rana
En lo más recio de la tormenta,
cuando a torrentes caía el agua
y los pinares tronchaba el viento,
de puro gozo graznó la rana.
-«Pícaro anfibio, -clamó el labriego:-
»si esa borrasca me roba airada
»los caros frutos de mi cosecha
»mis pobres bienes, mis esperanzas;
»si trae penas a mi familia,
»y horribles duelos a la comarca;
»si en triste luto gemimos todos,
»¿por qué en mis barbas alegre cantas?»-
-«Porque esa lluvia, con ricas ondas,
»hoy mis dominios benigna ensancha.
»¿He de afligirme por desventuras
»que hinchan de bienes mi propia casa?»-
En todos tiempos, el egoísmo
hará lo mismo que hizo la rana.