El lío integrista

El lío integrista.
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A falta de asuntos más interesantes, sirve de entretenimiento el negocio integrista, como diría el Sr. Rivas.

Niega Nocedal que él piense transigir y ceder más de lo que ya ha cedido hasta hoy; pero lo dice en términos tan vagos y nebulosos, que las gentes sospechan que es cierto lo que D. Ramón no se atreve á negar de una manera terminante y concreta. ¿Está dispuesto á reconocer á doña Cristina y la Monarquía de D. Alfonso? Esta es la cuestión, y Rivas declara en El Tradicionalista, de Pamplona, con palabras que dejan lugar á la duda, que se puede aceptar esa Monarquía, y que es hasta un desacato á León XIII el atreverse á negarlo, pues trata de identificar la situación de Francia con la de España, y de que aquí reconozcamos las instituciones vigentes, aunque protestando mucho, por supuesto, contra el liberalismo.

Ahora bien: ¿qué afirma Nocedal acerca de este punto? Nada. Que está en la roca de los principios, que no se casa con nadie, que no transige; pero sin atreverse á desautorizar al íntegro de Navarra ni contradecir su tesis. Y así anda el hombre suspenso, como el alma de Garibay, entre el cielo y el infierno, es decir, entre el carlismo y el alfonsismo, ó en condición parecida á la que la frase popular atribuye á Quevedo diciendo que ni sube, ni baja, ni está quedo.

Los Sres. Gil Robles y Sánchez Asensio, más consecuentes y lógicos, y sobre todo más conocedores, singularmente el primero, de las doctrinas del derecho cristiano y el liberal, no transigen ni se acomodan con la Monarquía parlamentaria que, como nosotros, aborrecen, ni olvidan el principio de la legitimidad y su verdadero valor y trascendencia en la vida política. De aquí que el integrismo, á pesar de que por su tamaño pudiera creerse indivisible, se descomponga con todas esas opuestas tendencias.

Por un lado el ilustre profesor salmantino, que es carlista, aunque él en momentos de apasionamiento haya llegado á creer lo contrario, dice terminantemente que no á todo lo que huela á alfonsismo y transacción; por otro lado, Rivas el ex febroniano pide con mucha necesidad que se reconozca á doña Cristina y hasta se acepte el sistema parlamentario, prescindiendo del liberalismo que le informa, como si ambas cosas pudieran separarse por completo, y en medio de estos dos opuestos bandos aparece D. Ramón Nocedal llevándose las manos al sitio donde los demás hombres tenemos la cabeza, y confesando con laudable sinceridad que él ha perdido la suya, que está descabezado, y que no encuentra una que le sirva en ninguna parte.

Pronunciar media docena de discursos llenos de lugares comunes en el invierno y la primavera, y un par de arengas-brindis durante el verano, ¿es acaso solución política que pueda satisfacer á nadie, ni es de fundamento ni seguridad alguna para lo porvenir? Desde luego que no ha de haber nadie, por íntegro que sea, que no comprenda que por semejante camino, sin afirmar nada acerca de formas de Gobierno ni concretar en alguna institución las soluciones que se proponen, no se va á ninguna parte.

De ahí la desanimación, el abatimiento é indiferencia, por no decir hastío, que se apodera de la mesnada integrista, que parece llamada á acabar por fastidio de los propios interesados, la más descabellada, ridícula y estéril de todas las rebeldías.

Aquellas transacciones de D. Carlos con la revolución, aquel parlamentarismo carlista, aquellas componendas con los conservadores y todas las demás invenciones que sirvieron, mezcladas con injurias y calumnias, para aturdir á pobres gentes, han resultado estupendas mentiras. Ni una sola de las falsas profecías se ha cumplido, y en cambio los augurios que nosotros habíamos hecho sobre el porvenir de la disidencia nocedalina se están realizando al pie de la letra.

Pidal, en la reciente entrevista con un redactor de El Imparcial, trata despreciativamente á Nocedal, y con ironía sangrienta viene á decir en buenas palabras que él no se une con un hombre que se ha cerrado todas las salidas. Porque á D. Ramón le pasa lo que á cierto personaje de una leyenda oriental, que á fuerza de tapiar y cerrar todos los puntos por donde sus enemigos pudieran introducirse, se encontró sin salida y murió emparedado por exceso de precauciones.

En vano serán todos los expedientes y subterfugios para evitar situación tan angustiosa. La muerte, la muerte por asfixia y hastío y desesperación: ese es el término del jansenismo político.

¿Y cuáles son las últimas noticias de ese entretenido sainete?

El Heraldo nos las comunica en este telegrama:

«Los integristas.

Zaragoza 12 (8,15 m.).—Han regresado ya los comisionados por los integristas zaragozanos para representarlos en el meeting de Azpeitia.

Aunque, como era de esperar, guardan gran reserva respecto de lo ocurrido en la junta secreta que allí tuvieron, no ocultan, sin embargo, el tono exageradamente intransigente que empleó en la discusión el representante de Cataluña, el cual inició los brindis, manifestando tendencias contrarias á Nocedal.

Esto obligó al Sr. Nocedal á ser parco en sus declaraciones, las cuales significan, sin embargo, que las hará más explícitas con referencia á sus principios allá en Octubre con motivo de otras reuniones proyectadas.

Los comisionados de Zaragoza se muestran satisfechos de que Nocedal haya declarado que mantenía el tercer lema de la bandera Dios, Patria y Rey, y de que añadiese que desean un Monarca afecto al Sagrado Corazón de Jesús. La importancia de esa declaración está en que antes de empezar el meeting había manifestado privadamente que había visto con el mayor agrado el viernes anterior á S. M. la reina doña Cristina en la fiesta primera que se celebraba en la iglesia de San Vicente, de San Sebastián, ostentando sobre el pecho el escapulario del Sagrado Corazón.

Dícese que en una reunión secreta que después del meeting celebraron los jefes integristas quedó acordado enviar á Roma dos delegados con objeto de recabar del Santo Padre manifestaciones respecto de España idénticas á las hechas con referencia á Francia.

Esperan estas manifestaciones para antes de Octubre, y se cree que ellas les servirán de pretexto para su reconciliación con el Sr. Pidal y para su reconocimiento de las vigentes instituciones.»

Podrán no ser ciertos algunos pormenores de este relato, pero que el fondo de los recientes despachos y noticias acerca del integrismo son ciertos, eso no cabe dudarlo, porque las mismas explicaciones de los periódicos de la secta lo revelan. Cuando el río suena, agua lleva.

Resumiendo: que asistimos á la agonía (que no es por cierto la de los justos) de la secta integrista y á la desesperación suicida de su jefe, que ya, según su propia declaración, ha perdido la cabeza.

Que es lo único que le quedaba por perder.

M.

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