El jardín de Falerina/Acto II

Acto I
El jardín de Falerina
de Pedro Calderón de la Barca
Acto II

Acto II

Salen por una puerta mirando a lo lejos algunos moros, y detrás MARSILIO, MARFISA y ARGALÍA. Y por la otra CARLOS EL DELFÍN y FLOR DE LIS, BRADAMANTE, LISIDANTE, RUGERO y los cuatro paladines.
ARGALÍA:

Ya que la primera luz
del sol sus rayos esparce...

CARLOS:

Ya que el alba rompe el velo
de sus primeros cendales.

ARGALÍA:

Y en buena ordenanza, Carlos
manda que su campo marche
al nuestro, porque sin duda
que le gobierno no sabe,
pues no le he puesto en temor...

CARLOS:

Y el africano arrogante,
en fe quizá de Argalía,
al opósito nos sale...

ARGALÍA:

No hay que esperar: las primeras
tropas de vanguardia avancen.

CARLOS:

No hay que perder la ocasión.

UNOS:

Brame el bronce.

OTROS:

Gima el parche.

TODOS:

¡Arma, arma! ¡Guerra, guerra!

(Trábase la batalla, y éntranse peleando.)
MARFISA:

¡Oh, quiera el cielo que halle
en la batalla a Rugero!
Y para que no recate
entrar en duelo conmigo,
destos tapidos cendales
tengo de cubrir el rostro.
(Cúbrese y vase.)

LISIDANTE:

¡Oh, si la ocasión hallase
de dar a Rugero muerte!

(Vase.)
RUGERO:

De tu vida, Bradamante,
mi pecho será el escudo.

(Vase.)
BRADAMANTE:

Del tuyo, pavés mi imagen.

(Vase.)
TODOS:

(Dentro.)
¡Arma, arma! ¡Guerra, guerra!

(Salen por dos partes ARGALÍA y FLOR DE LIS.)
FLOR DE LIS:

Ya que en lid los campos arden,
¡ah, si fuese tan dichosa
mi suerte, que me encontrase
con ella. ¡Argalía! ¡Argalía!

ARGALÍA:

El nombre acudir me hace
donde me llaman. ¿Quién eres,
que de tu riesgo ignorante,
a mí me buscas?

FLOR DE LIS:

Porque
solo con la voz te espante,
y antes que con el acero
con el sonido te mate,
Flor de Lis soy yo.

ARGALÍA:

¡Ay de ti
infelice! Que no sabes
que la espada de Argalía
templada está en yerbas tales,
que a sus golpes derribó
cuanto se puso delante.
Muere a mis manos.

(Riñen y cae FLOR DE LIS.)
FLOR DE LIS:

¡Ay triste!

ARGALÍA:

¡Soldados!

(Salen MARSILIO y otros.)
MARSILIO:

¿Qué hay que nos mandes?

ARGALÍA:

Que a Flor de Lis retiréis,
y hoy para triunfo nos baste,
pues con ella la vitoria
segura está de mi parte.
Y así, a retirar.

FLOR DE LIS:

¡Piadosos
cielos, valedme, amparadme!

(Llévanla.)


CARLOS:

(Dentro.)
A la voz de Flor de Lis
allí todo el grueso carguen.

BRADAMANTE:

(Dentro.)
Sígueme, Rugero.

TODOS:

(Dentro.)
Moriremos en su alcance.
¡Arma, arma! ¡Guerra, guerra!

(Tocan cajas, y salen riñendo RUGERO y MARFISA.)
MARFISA:

Ya que de uno en otro trance
barajada la batalla,
a la voz de Bradamante
te reconocí, y llamado
de mí a singular combate
has tenido a esta, del monte
la más retirada parte,
vuelve a la lid.

RUGERO:

Bien creerás
no excusarla de cobarde,
sino de atento, al mirar
en mujer valor tan grande.

MARFISA:

¿Por qué?

RUGERO:

Porque si te venzo
dirán que es vitoria fácil
los que tu valor ignoran;
y si me vences, desaire
mi rendimiento; y así,
pues no es posible que gane,
ni vencedor ni vencido,
te suplico que dilates
conmigo el duelo, y me digas
¿qué te ha obligado a buscarme
a mí más que a otro?

MARFISA:

Ser tú
el más vil, el más infame
de los hombres, más traidor
(Sale BRADAMANTE.)
a ti, tu patria y tu sangre.

BRADAMANTE:

Yendo presa Flor de Lis,
y viendo que en semejante
empeño falta Rugero,
con temor vuelvo a buscarle;
pues no es posible que vivo,
a mí y a su opinión falte.
Hacia esta parte fue adonde
de vista le perdí: dame,
montes, dél noticia. Pero
con una africana aparte
retirado está.

RUGERO:

Por más
que me injuries y me ultrajes,
no has de obligarme a la lid,
porque solo has de obligarme
a saber quién eres.

MARFISA:

¿Cómo?

RUGERO:

Desta suerte.

(Descúbrela.)
MARFISA:

¿Que dudases,
¡ah cruel!, que era yo a quien
le tocaban más que a nadie
tus sinrazones?

RUGERO:

Marfisa,
mi bien, mi cielo...

MARFISA:

No trates
desenojar con lisonjas
a quien matas con pesares.

BRADAMANTE:

¡Qué escucho!

MARFISA:

¿Tú eres aquel
paladín abencerraje,
que en real alimento tuvo
una leona por madre?
Pues ¿cómo desde prodigio
tan presto has pasado a ultraje,
que de tu patria y tu ley
y mi amor olvido haces,
tan del todo, que...?

RUGERO:

Marfisa,
no me culpes de inconstante;
que aunque mudé religión
por más superior dictamen,
de amor no mudé; que el tuyo
es en el alma carácter.
Como te quise, te quiero,
y que no te quise, sabes,
para esposa.

BRADAMANTE:

Dama era
suya sin duda.

MARFISA:

No baste
aquesa satisfación;
que celos son unos males
tan fáciles de nacer,
que de cualquier amor nacen.
Cuando no me ofenda el gusto
¿puede el olvido dejarme
de ofender, con que abandonas
tu fama, pues que la abates
al ciego amor de...?

BRADAMANTE:

Detente,
no a decir su nombre pases,
africana; que no es
sujeto tan relevante
para los labios de quien
se da a partido tan fácil,
que en que la aman se consuela,
sin que para esposa la amen.

MARFISA:

Quizá es más decoro que
ni aun para eso me mirase
su esperanza, por no haber
tenido primero amante
en quien me perdiese el miedo,
como alguna en Lisidante.

RUGERO:

¿Qué escuché, cielos?

BRADAMANTE:

A ser
servida una dama, no hace
consecuencia a los favores,
cuando constan las crueldades.
Y así, aunque no me desluzga
tu voz, que me enoje baste,
para que ya que no vengue,
castigue...
(Va a embestirla.)

RUGERO:

Ten, Bradamante,
la espada.

BRADOMÍN:

¿Tú la defiendes?

MARFISA:

Quita, y deja que la mate.

RUGERO:

Ten el acero, Marfisa.

MARFISA:

¿Tú la amparas?

RUGERO:

¿Habrá alguien
tenido entre dos afectos
poderosamente iguales,
el corazón dividido
en tan enteras mitades,
que aunque Marfisa me injuria
con sus despechos, la ampare,
y aunque me dé con sus celos
pena, valga a Bradamante,
siendo mi vida un acero
tirado de dos imanes,
tan a un tiempo?

FALERINA:

(Dentro.)
Ya lo es,
de que él no se desengañe,
ni ninguna fe asegure.

(Estando riñendo las dos, y él en medio, salen JAQUES y ZULEMA de leones y cargan con él, y suena un terremoto.)
BRADAMANTE:

Quita.

MARFISA:

Aparta.

RUGERO:

¡Bradamante,
Marfisa...! ¡Valedme, cielos!

ZULEMILLA:

Ya obedecer tus mandates.
(Llévanle.)

JAQUES:

Ya tus preceptos cumplimos.

BRADAMANTE:

¡Qué desdichas!

(El terremoto.)
MARFISA:

¡Qué pesares!

UNOS:

 (Dentro.)
¡Qué asombros!

OTROS:

¡Qué confusiones!

BRADAMANTE:

Dos leones de delante
le han robado de nosotras.

MARFISA:

Porque muera como nace
quien no como nace vive,
a cuyo pasmo en mortales
parasismos muerto el sol
fallece a la media tarde.

BRADAMANTE:

Anticipada la noche,
no hay nube que no se rasgue
a relámpagos y truenos,
(El terremoto.)
mas nada, mas nada baste
a que a mis manos no mueras.

MARFISA:

Ni tú a las mías no acabes.

(Terremoto grande.)
UNOS:

(Dentro.)
¡Qué prodigio!

OTROS:

¡Qué portento!

ROLDÁN:

(Sale.)
De Flor de Lis el alcance
no es posible que prosiga;
que en negras obscuridades
voy tropezando en mis sombras.

(El terremoto.)
OLIVEROS:

 (Sale.)
Envidioso de ver tales
iras, aun el viento quiere
entrar en duro combate
con los montes.

LISIDANTE:

(Sale.)
Y no solo
de los estruendos se vale,
 (El terremoto.)
pero de la artillería
de los rayos.

DELFÍN:

(Sale.)
Sí, pues de aves,
de globos de fuego pueblan
de crinado vulgo el aire.

DURANDARTE:

(Sale.)
En embrïones de luz
sus senos los riscos abren.

(El terremoto.)
REINALDOS:

(Sale.)
Y auxiliares de los riscos
contra ellos braman los mares.

(Terremoto.)


CARLOS:

 (Sale.)
Sin duda, contra nosotros
hoy Argalía se vale
de Merlín, a quien le dieron
torpe espíritu por padre
(Terremoto.)
tantas diabólicas ciencias,
siendo siempre favorables
al África sus encantos;
y así, porque no embarace
el que cobre a Flor de Lis
y con toda África acabe
de una vez, nuestra conquista
será la cueva en que yace
hasta que abrasado vuele
en cenizas su cadáver.
(Vase.)

TODOS:

Todos en tan alta empresa
te ayudaremos constantes,
luego que cobrar el sol,
diga, publicando paces:
«Cesen, cesen rigores, cesen crueldades.»

(Vanse todos.)
MÚSICA:

«Cesen, cesen rigores, cesen crueldades,
y cobrando fuentes, flores y aves,
sus matices, sus voces y sus cristales,
firmen blandas treguas, ya que no paces,
luna, sol, agua, fuego, tierra y aire.

(Con esta música se descubre el teatro de los jardines, y en un cenador o nicho se ve FALERINA vestida de ninfa en acción de estatua de una fuente, y sacan dos leones a RUGERO haciendo canciones lo que dicen los versos.)
RUGERO:

Pues que desde las primeras
luces que gocé, en mí son
verdad y contradición
veros piadosas y fieras,
oh crueldades lisonjeras,
(o por decir más verdades,
crueles lisonjas), piedades
o iras de una vez usad,
o vida o muerte me dad:
no para contrariedades...

ÉL y MÚSICA:

Cesen, cesen rigores...

ZULEMILLA:

¡Oh, quien hablalde pudiera,
ya que mi amo moro ser...!

JAQUES:

Ya que, cristiano, placer
tuvo en que yo le sirviera...

LOS DOS:

La hablaré desta manera.

(Vanse los dos con las señas.)
RUGERO:

A mis pies con ceños graves,
halagüeños y suaves
me enseñan, yéndose aquella
estatua divina y bella,
a quien dio el abril las llaves...

MÚSICA:

Pues cobrando fuentes, flores y aves...

RUGERO:

Su primero resplandor
en bello jardín me veo,
que no pudiera el deseo
imaginarle mejor...
Mil aromas cada flor,
cada fuente mil raudales,
cada ave mil celestiales
tonos... en prodigio tanto,
todo junto es un encanto,
pues que suspenden iguales...

MÚSICA:

Sus matices, sus voces,
[y sus cristales].

RUGERO:

¡Oh tú, que en confusa calma
tienes, de jazmín vestida,
para estatua mucha vida,
para deidad poca alma!
Si deste jardín la palma
eres, pues de cuanto aplaces
vitoriosamente haces
triunfos a tu pie rendidos,
haz que también mis sentidos
entre asombros y solaces...

MÚSICA:

Firmen blandas treguas, ya que no paces.

RUGERO:

Luna es, pues siente desmayos;
sol, pues brilla luces tales;
agua, pues toda es cristales;
fuego, pues que toda es rayos;
tierra, pues florece mayos,
y aire, pues a su donaire
no hay lustre que no desaire:
con que viene en mi consuelo
a ser de todo esto el cielo,
pues padecen su desaire...

MÚSICA:

Luna, sol, agua, fuego, tierra, aire.

RUGERO:

¿Cúya eres, oh peregrina,
bella imagen soberana?
¿De Venus u de Diana?
Que uno y otro te imagina
el que, dos veces divina,
en ti adoradas deidades.
Si a mi llanto te persuades,
sepa; pues ídolo eres,
y responderás si quieres,
¿Qué me dicen tus piedades?

MÚSICA:

Cesen, cesen rigores, cesen crueldades,
y cobrando fuentes, flores y aves
sus matices, sus voces y sus cristales
firmen blandas treguas, ya que no paces,
luna, sol, agua, fuego, tierra y aire.

(Sale del nicho al tablado.)
FALERINA:

Joven, cuyo valor
nació a más alto fin,
que a caudillo africano,
ni a francés paladín;
no solo mi voz creas,
viendo restitüir
a vida y alma un mármol,
pues hablarán por mí,
para mayor abono...

(Salen todas las músicas que puedan, vestidas de ninfas, con cendales en los rostros, y mientras ella representa y ellas cantan, él está suspenso.)
LA MÚSICA:

Deste hermoso jardín
en fuentes el cristal,
en flores el matiz...

FALERINA:

El grande origen tuyo
que te trajo hasta aquí
de la otomana luna
a la francesa Lis,
presagio fue que dijo
cuán bajo has de vivir
de una en otra ley, hasta
dar en la de gentil,
de cuyos dioses vienes.

LA MÚSICA:

Dígalo el ver vivir
fatigas de un cincel,
afanes de un buril.

FALERINA:

Estatua viva te habla
la diosa, que feliz
ídolo es deste templo,
deidad deste pensil.
No es Venus, ni Diana,
ninfa celeste sí,
en cuyas sacras bodas
estrella has de lucir
cuando goces por ella...

LA MÚSICA:

En ese azul viril,
dosel de rosicler,
tálamo de zafir.

FALERINA:

No, pues es consorte humana,
llegues a permitir
que las distancias mida
que hay del alta cerviz
del monte al valle; pues
aunque es noble, es así
que lo humano más noble,
con lo divino es vil,
y más cuando los hados...

LA MÚSICA:

Te saben prevenir
en rayos de otro sol,
luces de otro cenit.

FALERINA:

Hasta entonces conmigo
goza deste país,
donde dichoso vivas,
sin llegarte a afligir
de Bradamante ausencias
que ella no ha de sentir,
ni de Marfisa celos,
que sabrá echar de sí,
y cuando no los eche...

LA MÚSICA:

El que en mejor confín
tiene que merecer,
¿qué tiene que sentir?

FALERINA:

Vuelve a ver ese alcázar
que labró para ti
arquitecto el amor,
en cuyo camarín
son el bronce y el jaspe
material más civil;
pues de pórfido y oro
contienen entre sí
colunas y dinteles...

LA MÚSICA:

Cuestión sobre argüir
cual desangró más venas:
el Catay o el Ofir.

FALERINA:

Vuelve a ver el vergel,
cuya menor raíz
da en hojas de esmeralda
claveles de rubí.
Aroma es de coral
cada flor carmesí,
zafiro cada lirio,
también cada alhelí
topacio, en cuya aurora...

LA MÚSICA:

Perla es cada jazmín,
que se engendró al llorar,
y se cuajó al reír.

FALERINA:

Eterna primavera
el año será aquí,
sin que de doce meses
sepas más que el abril.
Tu mesa será el ampo,
sin que, por acudir
su blancura al mantel,
su frío deje de ir
al néctar y ambrosía...

LA MÚSICA:

En copas, que sutil
filigrana de oro
guarnezcan el perfil.

FALERINA:

Tu lecho será el mayo,
pues le verás mullir
rasos de primavera
en catres de marfil;
siendo regazo de uno
y de otro transportín;
las plumas de aquel ave,
que al nacer del morir
reservará la hoguera...

LA MÚSICA:

Cuyo hermoso terliz
del colchado algodón,
respirará ámbar gris.

FALERINA:

Tendrás a todas horas
en continuo festín
mis damas, en quien hay
aun más que ver, que oír;
y cuando echares menos
tu espíritu la lid,
también sabré batallas
en el aire fingir
que tu valor diviertan...

LA MÚSICA:

Viendo en embestir
escuadras ciento a ciento,
y tropas mil a mil.

FALERINA:

En fin, tendrás, Rugero,
bien que no tendrás fin,
pues semidiós conmigo
eterno has de vivir,
mientras de colocarte
no llegue el tiempo en mí,
un alma que te adore,
con quien siempre feliz
vivirás, cuando el iris...

LA MÚSICA:

Desplegará por ti
las hojas de esmeralda,
de gualda y de carmín.

RUGERO:

Hermoso enigma, en quien,
no sin asombro, vi
que pudo alcanzar más
el ver que el discurrir.
Si deidad eres, ¿cómo
puedes dudar de mí,
que al decirme que soy
más noble que creí,
en más obligación
me pones de acudir
a esa misma nobleza?
Y siendo aquesto así,
¿contradición no implica
que intentes conseguir
el hacerme más noble
para verme más ruin?

FALERINA:

¿Cómo?

RUGERO:

Pues ¿hay mayor
ruindad....

FALERINA:

¿Qué?

RUGERO:

...que mentir?
Y más a una mujer,
obligándome aquí
a que te ofrezca un alma,
que ya a otro dueño di.
Verdad es que a Marfisa
la quiero como a mí;
mas no como a mi esposa.

RUGERO:

Y si grosero fui,
dígalo la contienda
en que a los dos perdí
en querer allá dos;
¿qué será a tres aquí?
Y pues desengañar
más noble es que fingir,
permíteme que vuelva
donde estaba, al oír
que estoy en mi fortuna,
desde que merecí
para admitirme esposo
de Bradamante el sí,
tan feliz que no puedes
hacerme más feliz.
Por ser estrella yo,
¿cómo he de permitir
que ella mi sol no sea,
llegando a preferir
a todo un sol un astro?
Y así, humilde...

FALERINA:

¡Ay de ti!
Que no sabes que solo
no es el engaño vil
que se hace a declarada
mujer, pues siempre vi
sentir más el desprecio
que el engaño; que, en fin,
uno da que temer,
pero otro que sentir.

RUGERO:

Eso es juzgarla a ella,
mas no juzgarme a mí,
que soy el que no quiero
finezas deslucir
con engañarte; fuera
de que ¿eres, como oí,
deidad, o no? Si lo eres,
¿cómo he de presumir
engañarte? Y si no,
¿qué aventuro en huir
de quien me engaña?

FALERINA:

El ver...

RUGERO:

¿Qué?

FALERINA:

Que aun sin prevenir
tantas felicidades,
como te prometí,
por mí sola el desaire
tomar debo, y que...

RUGERO:

Di.

FALERINA:

...es poca la distancia
que se da entre rendir
un afecto o vengar
un desdén.

RUGERO:

Es así;
mas si es ruin (yo lo dije)
quien miente por mentir,
quien miente por temer
será dos veces ruin.

FALERINA:

¿Que aún no fingirás?

RUGERO:

No.

FALERINA:

¿Y quieres irte?

RUGERO:

Sí.

FALERINA:

Pues ¿que vendrán finezas
contigo a conseguir?

RUGERO:

Darme que agradecer,
pero no que admitir.

FALERINA:

¿En eso te resuelves?

RUGERO:

No está mi arbitrio en mí.

FALERINA:

Pues pasen a otro extremo
mis iras.

RUGERO:

¿Cómo?

FALERINA:

Así.
El tono que adormece
los sentidos decid.

LA MÚSICA:

¡Ay mísero de ti,
que lo feliz desdeñas,
y eliges lo infeliz!
¡Ay mísero de ti!

RUGERO:

¡Cielos! ¿Qué confusión
esta que ha entrado en mí,
que no me deja, ay triste,
ni hablar ni discurrir?

LA MÚSICA:

¡Ay mísero de ti!

RUGERO:

Un letargo, un delirio,
un pasmo, un frenesí
los sentidos embarga,
sin ver, ni hablar, ni oír.

LA MÚSICA:

¡Ay mísero de ti!

RUGERO:

Trabado el corazón,
late, tan sin latir,
que a no animar, anima,
y vive a no vivir.

LA MÚSICA:

¡Ay mísero de ti!

RUGERO:

Tan turbado el aliento,
el pecho echa de sí,
que empieza en pronunciar
y remata en gemir.

LA MÚSICA:

¡Ay mísero de ti!

RUGERO:

Todo es entorpecer
y temblar, tan sin mí,
que viene a ser mi pena
sentir de no sentir.

LA MÚSICA:

¡Ay mísero de ti!

RUGERO:

¿Qué es esto, cielos?

FALERINA:

Esto
es que, pues yo por ti
pasé de estatua a viva,
pases tú ahora por mí
de vivo a estatua, siendo
mármol deste jardín,
para que en mi venganza
mejor pueda decir...

RUGERO:

También lo diré yo,
por si descanso así:
¡ay mísero de mí...

LA MÚSICA TODA:

¡Ay mísero de ti!

RUGERO:

...que lo feliz desdeño,
y elijo lo infeliz!

LA MÚSICA:

¡Que lo feliz desdeñas,
y eliges lo infeliz!

FALERINA:

Ministros míos, a quien
las brutas formas di,
por haber penetrado
desta cueva el sibil!...

(Salen JAQUES y ZULEMILLA.)
JAQUES:

¿Qué mandas?

ZULEMILLA:

¿Qué querer?

JAQUES:

¿Puesto que, para ti,
somos los que antes fuimos?

FALERINA:

Que ya que me servís,
me guardéis esta estatua,
y a cualquiera que aquí
en busca suya entre,
le hagáis pedazos mil.

ZULEMILLA:

¿Y si él se contentar
con novecintos?

JAQUES:

Y si,
aunque a otros león parezca,
soy puerco, y aún respira,
¿cómo he de defenderle?

FALERINA:

No temáis, porque aquí
lo formidable basta;
y para resistir,
si alguien se atreve a entrar,
el que pueda salir
continuamente el eco
que aduerme, repetid
vosotros, mientras yo
siembro todo el confín
de venenosas yerbas,
que al pisarlas, herir
puedan la planta a cuantos
entrar osen aquí.

FALERINA:

Fuera de que, ¿qué temo,
si mientras de Merlín
dure el sepulcro y nadie
se atreve a descubrir
lo que en sí encierra el pacto
de sus ciencias, el fin
nadie ha de haber? En cuyo
asombro ha de vivir,
hecho mármol a todos,
quien lo fue para mí.
A cuyo encanto una
y mil veces decid...

MÚSICA TODA:

¡Ay mísero de ti,
que lo feliz desdeñas
y eliges lo infeliz!

(Vuélvese a cerrar la cortina, y sale por una parte ROLDÁN y DURANDARTE, deteniendo a MARFISA. Y por otra LISIDANTE, OLIVEROS y REINALDOS, deteniendo a BRADAMANTE.)
UNOS:

Tente, Bradamante.

OTROS:

Tente,
africana.

LAS DOS:

Es desvarío...

BRADAMANTE:

Que yo he de ser la primera
que examine ese prodigio,
de cuya boca las fieras
salieron, que el dueño mío
me robaron de los ojos;
que como a esposo le estimo...
(Aparte.)
Aunque me ofendan sus celos.

MARFISA:

Que solo ha de ser mi brío
el que examine el portento
de aquese insulto retiro,
de cuyo bostezo fueron
partos los monstruos esquivos
que a Rugero arrebataron...
 (Aparte.)
Aunque me ofenda su olvido
que como amante le adoro.

LISIDANTE:

Aunque pudiera, ofendido
de ti, darme por vengado,
fuera a mi valor indigno;
porque la mejor venganza
que para una dama ha habido
es, cuando ella ha un desprecio,
vengarle con un servicio.

ROLDÁN:

¡Bueno fuera que Roldán,
estuviera por testigo
de un peligro, y viera ir
una mujer al peligro
y él se quedara!

LISIDANTE:

Y así,
por ti y por mí, solicito
ser el primero que entre
en el pavoroso sitio
de aquesa gruta.

ROLDÁN:

Y así,
el primero determino
ser, que los senos penetre
de ese asombro.

DURANDARTE:

Ese desvío
no consentirá mi fama.

OLIVEROS:

Tampoco mi pecho invicto.

REINALDO:

Ni mi valor.

(Sale CARLOS.)
TODOS:

Yo...

CARLOS:

¿Qué es esto?

LISIDANTE:

Que habiendo tú anoche dicho
que para cobrar a Flor,
y acabar la lid, camino
no hay mientras militaren
los diabólicos hechizos
del cadáver de Merlín
por África, conferimos
que era bien reconocer
qué contiene el laberinto
de sus intrincadas quiebras,
para aplicar los disignios,
más a su ruina conformes:
a que Bradamante dijo...

BRADAMANTE:

Rugero, de dos leones,
que no sé si compasivos
o crueles le ausentaron,
vivo o muerto en su distrito
yace, y así a nadie toca
más que a mí entrar en su abismo.
Si es muerto, a morir con él,
o a vivir con él si es vivo.

LISIDANTE:

Prosiguió a esto esa africana...

MARFISA:

Habiendo anoche perdido,
con la oscura confusión
de aquel terremoto, el tino,
que impidió mi retirada;
y habiendo entre otros cautivos
quedado a ser prisionero.

MARFISA:

[Aparte.]
(Lo que me movió no digo:
quien lo ha de saber, lo sabe.)
Proseguí: siempre fue estilo
de averiguar de las simas
los secretos escondidos,
abandonar un esclavo;
y pues yo lo soy, me obligo
a la ley de serlo, entrando
la primera.

LISIDANTE:

Yo el peligro
de Bradamante excusaba.

ROLDÁN:

Yo el de esta mujer, movido
a que basta ser mujer;
pues no hay tan opuesto rito
que sus privilegios rompa.

LISIDANTE:

Cuando intentando lo mismo
todos...

LOS TRES:

Todos pretendemos
ser al riesgo preferidos.

CARLOS:

En cuanto a que es buen acuerdo
saber que haya contenido
aquesa gruta, convengo;
pero no me determino
a cuál haya de vosotros
de ser el que ha de inquerirlo.

ROLDÁN:

Escúchame a mí: quizá
a una razón convencido
que milita en mí y no en otro,
podré a todos reduciros.
Ya sabéis que por la bella
Angélica perdí el juicio,
y que le cobré sabéis
en virtud de aqueste anillo,
que el mágico Malgesí
me dio. Pues si yo conmigo
llevo tal contraveneno
que fue bastante aforismo
contra el hechizo de celos,
¿qué hará contra otros hechizos?
Seguro, pues con él voy,
de que haya tan noscivo
espíritu que me ofenda;
y así, a tus plantas te pido
me nombres, pues no es desdén
para los que no han tenido
igual antídoto.

CARLOS:

Dices
bien. Ve, pues, y trae aviso
de lo que vieres, porque
sepa, una vez advertido,
si han de ser acero o fuego
los que arruinen su obelisco.

ROLDÁN:

Fía de mí, que te traiga
buen informe.

(Vase, y suena el clarín.)
CARLOS:

Si no fío
de Roldán, ¿de quién podré?
Pero, ¿qué trompeta ha herido
el aire?

(Sale DELFÍN.)
DELFÍN:

Llamada es
de paz que hace el enemigo
para que a un embajador
oigas.

CARLOS:

¿Qué habrá sucedido?
¡Ay Flor de Lis de mi vida!
Llegue, que yo le permito,
de embajador el seguro.

(Sale ARGALÍA.)
ARGALÍA:

Con ese salvo te pido
mano y audiencia.

CARLOS:

¿Quién eres?

ARGALÍA:

Argalía, que no he querido
fiar de otro que de mi
prática en que solicito,
embajatriz de mí misma,
participarte motivos
que a esto me obligan.

CARLOS:

Di, pues.

ARGALÍA:

Anoche mi valor hizo
a Flor de Lis prisionera;
y aunque triunfo tan altivo
pudo anticiparme medios
de adelantar mis partidos
con tantas ventajas cuantas
me propusiera el arbitrio,
pues no hay canje que ser pueda
de tanto mérito digno;
con todo, en su estimación,
no tocando mi delirio
en la locura de hacer
la dicha a desprecio indigno,
vengo hacer liberal trueco
della a dos vidas, que han sido,
si no precio suyo, precio
de mi odio y de mi cariño.

ARGALÍA:

Marfisa, una dama mía,
que criándose conmigo
ha merecido tener
las llaves de mi albedrío,
predominante estrella,
en mí gozando el dominio;
si es que escapó viva anoche,
de tanto mortal conflito,
es la una; la otra es
Rugero, un advenedizo
hijo espúreo de los hados,
que infiel, desagradecido
y ingrato a tantos honores,
como mi padre le hizo
contra mí, contra su ley
y contra su patria ha sido
tan vil traidor, que ha tomado
las armas en tu servicio.

ARGALÍA:

Y así, volviendo a la salva
de que no cuerda remito,
por los dos a Flor de Lis,
disculpen el desvarío
lo que a Rugero aborrezco
y lo que Marfisa estimo.

CARLOS:

Sepa antes que responda,
quién esta esclava haya sido,
y si vive.

MARFISA:

Sí señor.
Y a tus plantas te suplico
me des licencia de que
la mano a mi dueño invicto
bese por tanta fineza.

CARLOS:

No solo eso te permito,
mas que con ella te vayas,
sin pasar a más partidos
en cuanto a la libertad
de Flor de Lis; que indeciso,
no me atreveré a tratarlos,
por no atreverme a cumplirlos.

ARGALÍA:

¿Por qué?

CARLOS:

Porque aun no tocando
en humanos ni en divinos
fueros de ser ya cristiano,
que importa más que mis hijos,
y estar en mi protección,
aun hay otro requisito.

ARGALÍA:

¿Qué es?

CARLOS:

Que no se sabe dél,
de que Marfisa es testigo;
pues sabe que en esa cueva
de Merlín, despojo ha sido
de dos leones: a cuya
causa abrasar solicito
su cadáver, y acabar
de una vez con sus prodigios.

(Sale ROLDÁN.)
ROLDÁN:

Aun en sabiendo, señor,
cuán raros, cuán exquisitos
son, mejor lo dirás.

CARLOS:

¿Cómo?

ROLDÁN:

Como dentro de ese risco
entrando, sin que llegase
ninguna guarda a impedirlo,
solo vi reales palacios
entre jardines tan ricos
y tan hermosos, que son
retratos de un paraíso;
de suerte que sin horror
ninguno, yendo conmigo,
pues conmigo vais seguros
de que sus encantos rindo,
podréis todos entrar dentro.

CARLOS:

Guía, pues, que ya te sigo,
que no es tan no visto asombro
para dejar de ser visto.

TODOS:

Si tú vas, ¿quién dejará
de seguirte?

(Entran todos por una puerta, y sale por otra FALERINA, descubriéndose otra vez los jardines con RUGERO, y los leones a sus pies.)
FALERINA:

Ea, ministros,
ya dentro de mis jardines
todos nuestros enemigos
están, pues con Bradamante
y Marfisa, que han tenido
la culpa de mis desprecios,
vienen cuantos destruirnos
tratan. Y pues a Roldán,
en virtud de aquel anillo
que entre Malgesí y Merlín
pacto contra pacto hizo,
no le alcancen mis rencores;
los demás, a ellos rendidos,
sientan las dos venenosas
fuerzas de los dos hechizos
de la yerba y de la voz,
mientras que yo me retiro
al sepulcro de Merlín;
porque no dando conmigo
Roldán, contra quien no tengo
poder, no tema el castigo
de la venganza de todos.

(Vase, y van saliendo por la otra parte todos.)
JAQUES:

León manso...

ZULEMILLA:

León pacífico...

JAQUES:

Pues no podemos hablarnos
como en aquel tiempecillo
en que hablaban los leones,
en tiempo del rey Perico,
dime por señas si anda
en el jardín algún ruido.

ZULEMILLA:

¡Y cómo que andar! Mas no
atreverme ni aun a oírlo;
que la reina bailarina
por qui travesar he visto,
hacendo no bon mandanca
y así, callar el hocico,
por no poderse decer
por los dos callar el pico.

CARLOS:

¿Quién vio jamás tan hermoso,
bello, deleitable sitio?

ARGALÍA:

Ni aun la imaginación pudo
atreverse a describirlo.

TODOS:

¿Debajo de tierra, ¡cielos!,
cupo tan grande edificio?

ROLDÁN:

Ved si con seguridad
que podéis entrar he dicho.

MARFISA:

Y no es lo más admirable
lo suntuoso y lo lindo,
sino lo que a mirar llego,
pues estatua de aquel nicho
Rugero está.

BRADAMANTE:

Y tan inútil,
que no sé si muerto o vivo.

MARFISA:

Pero a mirarlo me atrevo.

BRADAMANTE:

A verlo me determino.

MARFISA:

Mas ¡ay infeliz!

LAS DOS:

Los dos leones, que impíos
nos le robaron, le guardan.

JAQUES:

Por Dios que nos han temido,
con ser leones de paz.

ZULEMILLA:

Como esos mondo haber visto.

ROLDÁN:

No los temáis...

JAQUES:

Harán bien.

ROLDÁN:

Pues yo a mis golpes los rindo.

ZULEMILLA:

Y aun mucho menos bastar.

(Dentro instrumentos.)
TODOS:

¿Qué es esto, cielos divinos?

CARLOS:

Espera, que quizá quieren
sonoras voces decirlo.

LA MÚSICA:

En esta galería,
que Amor para sí hizo,
y que tirano dueño
se la entregó al olvido,
todos han de sentir tan sin sentido,
que a ser vengan, estatuas de sí mismos.

CARLOS:

¡Qué dulce voz! A sus ecos
quedé absorto y suspendido.

MARFISA:

Turbada yo.

BRADAMANTE:

Yo confusa.

ARGALÍA:

¿Qué veneno...

LISIDANTE:

¿Qué delirio...

DURANDARTE:

¿Qué frenesí...

OLIVEROS:

¿Qué letargo...

REINALDOS:

¿Qué pasmo...

DELFÍN:

¿Qué parasismo...

TODOS:

...es el que me yela el pecho?

ROLDÁN:

¿Qué es esto, cielos, que miro?

TODOS Y MÚSICA:

En esta galería,
que Amor para sí hizo,
y que tirano dueño
se la entregó al olvido,
todos han de sentir tan sin sentido,
que a ser vengan estatuas de sí mismos.

ROLDÁN:

Ajenos de sí, elevados,
atónitos y rendidos
a profundo embargo, yacen
cuantos la voz han oído,
sino yo solo, ¡ay de mí!,
a cuya cuenta ha corrido
su riesgo. Y pues a mi cuenta
habrá de correr su alivio,
sea desta suerte. Fieras,
ya que a vosotros me libro,
no a mí os libraréis vosotras.
De Durandana a los filos
moriréis, ya que sois
tan fantásticos vestiglos,
¿no me decís quién es dueño
deste encanto?

ZULEMILLA:

¿Quién decirlo
poder, si no tener voz,
que no sonar a rogido?

JAQUES:

Sea galán de mondonga
usted un rato, por Cristo,
y sabrá hablar por la mano.

ROLDÁN:

A aquella parte me han dicho
sus señas, donde lo inculto
del jardín abre un resquicio.
Veré qué hay en él, en tanto
que dicen voz y gemido...

(Entra por una puerta y sale por otra, y FALERINA huyendo, y ROLDÁN en su seguimiento.)
TODOS y MÚSICA:

En esta galería,
que Amor para sí hizo,
y que tirano dueño
se la entregó al olvido,
todos han de sentir tan sin sentido,
que a ser vengan estatua de sí mismo.

ROLDÁN:

¿Quién eres, ¡oh prodigiosa
mujer!, que en este retiro
te ocultas acompañando
un hierto cadáver frío,
de cuyas manos quité
en fe de no haber temido
su horror, esta de metal
lámina?

FALERINA:

¿Quién, de haber visto
que tú, Roldán, la has quitado
de donde hasta hoy no ha podido
quitarla nadie, ni aun yo,
con haberlo pretendido
muchas veces, a tus pies
postrada de sus prodigios,
rendirá la fuerza a precio
de la vida.

ROLDÁN:

Yo te admito
la condición.

FALERINA:

Pues las voces
vuelvan a su contrahechizo.

MÚSICA:

De aquesta galería,
que Amor para sí hizo,
aunque tirano dueño
se la entregó al olvido.
Cese, cese el encanto, y en su sentido
vuelva los que estatuas son de sí mismo.

CARLOS:

¿Qué es lo que pasa por mí?

MARFISA:

Con nuevo aliento respiro.

BRADAMANTE:

Como de un sueño despierto.

ARGALÍA:

¿Quién restaura mi sentido?

LISIDANTE:

¿Quién en mi acuerdo me cobra?

DURANDARTE:

¿Me restituye en mi juicio?

OLIVEROS:

¿A la nueva luz me vuelve?

REINALDOS:

¿Quién me rescata en mi arbitrio?

DELFÍN:

¿Y a mí en mí me restituye?

ZULEMILLA:

Hasta en mí faltar el chizo.

JAQUES:

Hasta en mí falta el encanto.

RUGERO:

¿Quién, cielos, dudar me hizo,
viendo aquí todos, que agora
es cuando estoy más rendido
a aquella divina fiera?

ROLDÁN:

La voz que a todos os dijo...

MÚSICA:

Cese, cese el encanto, y en su sentido
vuelvan cuantos estatuas son de sí mismos.

TODOS:

¿Qué es esto, Roldán?

ROLDÁN:

Haber
aqueste asombro vencido,
con solo haber arrancado
de un cadáver que allí he visto,
esta lámina.

CARLOS:

Sepamos
qué es lo que está en ella escrito.

ROLDÁN:

Está en arábigo.

ARGALÍA:

Muestra
pues, que yo podré decilo.
(Lee.)
«¡Ay, Falerina, de ti,
el día que los dos hijos
de Agramante se conozcan
por herederos de Egipto!
Que es el término en que está
el pacto comprometido
que hice, para haber obrado
tantos extraños prodigios.
A cuya causa, teniendo
en sus fortunas dominio,
y no en sus vidas, porque
nunca llegase, atrevido
hurté a los dos de sus cunas,
a los ásperos retiros
de Aglante huyendo con ellos;
y para más dividirlos,
al uno en un barco al mar
entregué, y entre unos riscos
el otro a las fieras. Esto
en el último suspiro
de mi vida te declaro;
porque vivas sobre aviso,
que en tu sueño y en la mira
con que siempre los asisto.
Marfisa y Rugero son
en quien está su peligro.»

FALERINA:

No más, no más; que al oír
que el fatal plazo cumplido
está a mis hados, al mar
me echaré desde este risco,
donde despeñada muera
en trágico precipicio.

(Con terremoto se vuelven a cubrir los jardines.)
RUGERO:

Los jardines y palacios,
todo ha desaparecido.

UNOS:

¡Qué asombro!

OTROS:

¡Qué confusión!

OTROS:

¡Qué portento!

OTROS:

¡Qué prodigio!

CARLOS:

Sin duda, escribiendo esto
murió, y el cielo previno
que esta lámina en sus manos
durase.

MARFISA:

Con que habrás visto
siendo Rugero mi hermano,
si fue justo el amor mío,
Bradamante.

BRADAMANTE:

Y tú, Marfisa,
si en mis celos causa ha habido
hasta aquí para tenerlos,
que no la hay para sentirlos.
Y así la mano le doy.

LISIDANTE:

Con que yo, destitüido
de su amor, pues sé, Marfisa,
cuánto tu amor era digno,
la mano te ofrezco.

MARFISA:

Yo,
Lisidante, la recibo.

CARLOS:

Para que cobréis el reino,
mis militares auxilios
ofrezco.

ARGALÍA:

Mis armas yo.

RUGERO:

Con que a una acción reducidos,
ambos ejércitos, paces
firmaron.

ARGALÍA:

Y habiendo sido
Flor de Lis el iris de ella,
verás que al punto la envío,
si no festejada, al menos
servida de mis cariños.
Con que podremos dar fin
todos, a los pies rendidos
de dos vidas, que del cielo
nos deje gozar mil siglos.