El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha (1842)/Tomo I/XL

CAPÍTULO XL.

Donde se prosigue la historia del cautivo.


SONETO.

Almas dichosas, que del mortal velo
Libres y esentas por el bien que obrastes,
Desde la baja tierra os levantastes
A lo mas alto y lo mejor del cielo.
Y ardiendo en ira y en honroso zelo,
De los cuerpos la fuerza ejercitastes.
Que en propia y sangre agena colorastes
El mar vecino, y arenoso suelo.
Primero que el valor faltó la vida
En los cansados brazos, que muriendo,
Con ser vencidos, llevan la vitoria:
Y esta vuestra mortal, triste caída.
Entre el muro y el hierro os va adquiriendo
Fama, que el mundo os da, y el cielo gloria.

De esa mesma manera le sé yo, dijo el cautivo. Pues el del fuerte, si mal no me acuerdo, dijo el caballero, dice asi:

SONETO.

De entre esta tierra estéril derribada,
Destos torreones por el suelo echados,
Las almas santas de tres mil soldados
Subieron vivas á mejor morada.
Siendo primero en vano ejercitada
La fuerza de sus brazos esforzados,
Hasta que al fin, de pocos y cansados.
Dieron la vida al filo de la espada.
Y este es el suelo, que continuo ha sido
De mil memorias lamentables lleno
En los pasados siglos y presentes:

Mas no mas justas, de su duro seno,
Habrán al claro cielo almas subido,
Ni aun él sostuvo cuerpos tan valientes.

No parecieron mal los sonetos, y el cautivo se alegró con las nuevas que de su camarada le dieron, y prosiguiendo su cuento, dijo: Rendidos pues la goleta y el fuerte, los turcos dieron orden en desmantelar la goleta, porque el fuerte quedó tal, que no hubo que poner por tierra, y para hacerlo con mas brevedad y menos trabajo, la minaron por tres partes; pero con ninguna se pudo volar lo que parecia menos fuerte, que eran las murallas viejas, y todo aquello que habia quedado en pié de la fortificacion nueva que habia hecho el Fratin, con mucha facilidad vino á tierra. En resolucion, la armada volvió á Constantinopla triunfante y vencedora, y de alli á pocos meses murió mi amo el Uchalí, al cual llamaban Uchali Fartax, que quiere decir en lengua turquesca, el renegado tiñoso, porque lo era, y es costumbre entre los turcos, ponerse nombres de alguna falta que tengan, ó de alguna virtud que en ellos haya: y esto es, porque no hay entre ellos sino cuatro apellidos de linages, que descienden de la Casa Otomana, y los demas, como tengo dicho, toman nombre y apellido, ya de las tachas del cuerpo, y ya de las virtudes del ánimo: y este tiñoso bogó al remo siendo esclavo del gran señor, catorce años, y á mas de los treinta y cuatro de su edad, renegó de despecho de que un turco, estando al remo, le dió un bofeton, y por poderse vengar dejó su fe: y fué tanto su valor, que sin subir por los torpes medios y caminos que los mas privados del gran turco suben, vino á ser rey de Argel, y despues á ser general de la mar, que es el tercero cargo que hay en aquel señorío. Era calabres de nación, y moralmente fué hombre de bien, y trataba con mucha humanidad á sus cautivos, que llegó á tener tres mil, los cuales después de su muerte se repartieron como él lo dejó en su testamento entre el gran señor (que también es hijo heredero de cuantos mueren, y entra á la parte con los mas hijos que deja el difunto) y entre sus renegados: y yo ocupé á un renegado veneciano, que siendo grumete de una nave, le cautivó el Uchali[1], y le quiso tanto, que fué uno de los mas regalados garzones suyos, y él vino á ser el mas cruel renegado que jamas se ha visto. Llamábase Azanága, y llegó á ser muy rico, y á ser rey de Argel, con el cual yo vine de Constantinopla algo contento, por estar tan cerca de España; no porque pensase escribir á nadie él desdichado suceso mio, sino por ver si me era mas favorable la suerte en Argel que en Constantinopla, donde ya habia probado mil maneras de huirme, y ninguna tuvo sazon ni ventura: y pensaba en Argel buscar, otros medios de alcanzar lo que tanto deseaba, porque jamas me desamparó la esperanza de tener libertad, y cuando en lo que fabricaba, pensaba y ponia por obra, no correspondia el suceso á la intención, luego sin abandonarme, fingia y buscaba otra esperanza que me sustentase, aunque fuese débil y flaca. Con esto entretenia la vida, encerrado en una prisión, ó casa, que los turcos llaman baño[2], donde encierran los cautivos cristianos, así los que son del rey como de algunos particulares, y los que llaman del Almacen, que es como decir, cautivos del consejo, que sirven á la ciudad en las obras públicas que hace y en otros oficios, y estos tales cautivos tienen muy dificultosa su libertad, que como son del comun, y no tienen amo particular, no hay con quien tratar su rescate aunque le tengan. En estos baños, como tengo dicho, suelen llevar á sus cautivos algunos particulares del pueblo, principalmente cuando son de rescate, porque allí los tienen holgados y seguros, hasta que venga su rescate. Tambien los cautivos del rey, que son de rescate, no salen al trabajo con la demas chusma, sino es cuando se tarda su rescate, que entonces por hacerles que escriban por él con mas ahinco, les hacen trabajar, y ir por leña con los demas, que es un no pequeño trabajo. Yo, pues, era uno de los de rescate, que como se supo que era capitan, puesto que dije mi poca posibilidad y falta de hacienda, no aprovechó nada para que no me pusiesen en el número de los caballeros y gente de rescate. Pusiéronme una cadena, mas por señal de rescate, que por guardarme con ella, y así pasaba la vida en aquel baño, con otros muchos caballeros y gente principal, señalados y tenidos por de rescate: y aunque la hambre y desnudez pudiera fatigarnos á veces, y aun casi siempre, ninguna cosa nos fatigaba tanto, como oir y ver á cada paso las jamas vistas ni oidas crueldades que mi amo usaba con los cristianos. Cada dia ahorcaba al uno, empalaba á este, desorejaba á aquel, y esto por tan poca ocasion y tan sin ella, que los turcos conocian que lo hacia no mas de por hacerlo, y por ser natural condicion suya ser homicida de todo el género humano[3]. Solo libró bien con él un soldado español, llamado tal de Saavedra, el cual, con haber hecho cosas que quedarán en la memoria de aquellas gentes por muchos años, y todas por alcanzar libertad, jamas le dió palo, ni se lo mandó dar, ni le dijo mala palabra: y por la menor cosa de muchas que hizo, temiamos todos que habia de ser empalado, y así lo temió él mas áe una vez: y si no fuera porque el tiempo no da lugar, yo dijera ahora algo de lo que este soldado hizo, que fuera parte para entreteneros y admiraros harto mejor que con el cuento de mi historia.[4]. Digo pues, que encima del patio de nuestra prision caian las ventanas de la casa de un moro rico y principal, las cuales, como de ordinario son las de los moros, mas eran agujeros que ventanas, y aun estas se cubrian con celosías muy espesas y apretadas. Acaeció pues, que un día estando en un terrado de nuestra prision con otros tres compañeros, haciendo pruebas de saltar con las cadenas por entretener el tiempo, estando solos (porque todos los demas cristianos habian salido á trabajar) alcé acaso los ojos y ví, que por aquellas cerradas ventanillas que he dicho, parecia una caña, y al remate della puesto un lienzo atado, y la caña se estaba blandeando y moviéndose, casi como si hiciera señas que llegásemos á tomarla. Miramos en ello, y uno de los que conmigo estaban, fué á ponerse debajo de la caña, por ver si la soltaban, ó lo que hacian; pero así como llegó alzaron la caña y la movieron á los dos lados como si dijeran no con la cabeza. Volvióse el cristiano, y tornáronla á bajar y hacer los mesmos movimientos que primero. Fué otro de mis compañeros y sucedióle lo mesmo que al primero. Finalmente fué el tercero, y avínole lo que al primero y al segundo. Viendo yo esto, no quise dejar de probar la suerte, y así como llegué á ponerme debajo de la caña, la dejaron caer, y dió á mis piés dentro del baño. Acudí luego á desatar el lienzo, en el cual ví un nudo, y dentro dél venian diez cianiis, que son unas monedas de oro bajo que usan los moros, que cada una vale diez reales de los nuestros. Si me holgué con el hallazgo, no hay para que decirlo, pues fué tanto el contento como la admiracion de pensar, de donde podia venirnos aquel bien, especialmente á mí, pues las muestras de no haber querido soltar la caña sino á mí, claro decian que á mí se hacia la merced. Tomé mi buen dinero, quebré la caña, volvíme al terradillo, miré la ventana y ví, que por ella salia una muy blanca mano, que la abrian y cerraban muy apriesa. Con eso entendimos ó imaginamos, que alguna muger qué en aquella casa vivia, nos debia de haber hecho aquel beneficio, y en señal de que lo agradeciamos, hecimos zalemas á uso de moros, inclinando la cabeza, doblando el cuerpo y poniendo los brazos sobre el pecho. De allí á poco sacaron por la mesma ventana una pequeña cruz hecha de cañas, y luego la volvieron á entrar. Esta señal nos confirmó en que alguna cristiana debia de estar cautiva en aquella casa, y era la que el bien nos hacia; pero la blancura de la mano y las ajorcas que en ella vimos, nos deshizo este pensamiento, puesto que imaginamos que debia de ser cristiana renegada, á quien de ordinario suelen tomar por legítimas mugeres sus mesmos amos, y aun lo tienen á ventura, porque las estiman en mas que las de su nacion. En todos nuestros discursos dimos muy lejos de la verdad del caso, y así todo nuestro entretenimiento desde allí adelante, era mirar y tener por norte á la ventana donde nos habia parecido la estrella de la caña; pero bien se pasaron quince dias en que no la vimos ni la mano tampoco, ni otra señal alguna: y aunque en este tiempo procuramos con toda solicitud saber quien en aquella casa vivia, y si habia en ella alguna cristiana renegada, jamas hubo quien nos dijese otra cosa, sino que allí vivia un moro principal y rico, llamado Agimorato, alcaide que habia sido de la Pata, que es oficio entre ellos de mucha calidad; mas cuando mas descuidados estábamos, de que por allí habian de llover mas cianiis vimos á deshora parecer la caña y otro lienzo en ella con otro nudo mas crecido: y esto fué á tiempo que estaba el baño como la vez pasada solo y sin gente. Hecimos la acostumbrada prueba, yendo cada uno primero que yo, de los mismos tres que estábamos; pero á ninguno se rindió la caña sino á mí, porque en llegando yo, la dejaron caer. Desaté el nudo, y hallé cuarenta escudos de oro españoles, y un papel escrito en arábigo, y al cabo de lo escrito hecha una grande cruz. Besé la cruz, tomé los escudos, volvíme al terrado, hecimos todos nuestras zalemas, tornó á parecer la mano, hice señas que leeria el papel, cerraron la ventana. Quedamos todos confusos y alegres con lo sucedido, y como ninguno de nosotros no entendia el arábigo, era grande el deseo que teniamos de entender lo que el papel contenia, y mayor la dificultad de buscar quien lo leyese. En fin, yo me determiné de fiarme de un renegado natural de Murcia, que se habia dado por grande amigo mio, y puesto prendas entre los dos, que le obligaban á guardar el secreto que le encargase, porque suelen algunos renegados, cuando tienen intencion de volverse á tierra de cristianos, tener consigo algunas firmas de cautivos principales, en que dan fé, en la forma que pueden, como el tal renegado es hombre de bien, y que siempre ha hecho bien á cristianos, y que lleva deseo de huirse en la primera ocasion que se le ofrezca. Algunos hay que procuran estas fees con buena intencion, otros se sirven dellas acaso y de industria, que viniendo á robar á tierra de cristianos, si á dicha se pierden, ó los cautivan, sacan sus firmas y dicen, que por aquellos papeles se verá el propósito con que venian, el cual era de quedarse en tierra de cristianos, y que por eso venian en corso con los demas turcos. Con esto se escapan de aquel primer ímpetu, y se reconcilian con la Iglesia sin que se les haga daño, y cuando ven la suya, se vuelven á Berbería, á ser lo que antes eran. Otros hay que usan destos papeles, y los procuran con buen intento y se quedan en tierra de cristianos. Pues uno de los renegados que he dicho era este amigo, el cual tenia firmas de todos nuestros camaradas, donde le acreditábamos cuanto era posible: y si los moros le hallaran estos papeles, le quemaran vivo. Supe que sabia muy bien arábigo, y no solamente hablarlo, sino escribirlo; pero antes que del todo me declarase con él, le dije que me leyese aquel papel, que acaso me habia hallado en un agujero de mi rancho. Abrióle, y estuvo un buen espacio mirándole y construyéndole, murmurando entre los dientes. Pregúntele si lo entendia: díjome que muy bien, y que si queria que me lo declarase palabra por palabra, que le diese tinta y pluma, porque mejor lo hiciese. Dímosle luego lo que pedia, y él poco á poco lo fué traduciendo, y en acabando dijo: Todo lo que va aquí en romance, sin faltar letra, es lo que contiene este papel morisco, y hase de advertir, que adonde dice: Lela Márien, quiere decir: nuestra Señora la Virgen María. Leimos el

papel, y decia así:

“Cuando yo era niña, tenia mi padre una esclava[5], la cual en mi
“lengua me mostró la Zala cristianesca, y me dijo muchas cosas
“de Lela Márien. La cristiana murió, y yo sé que no fué al fuego,
“sino con Alá, porque después la ví dos veces, y me dijo que me
“fuese á tierra de cristianos á ver á Lela Márien, que me queria
“mucho. No sé yo como vaya: muchos cristianos he visto por esta
“ventana, y ninguno me ha parecido caballero sino tú. Yo soy
“muy hermosa y muchacha, y tengo muchos dineros que llevar
“conmigo: mira tú, si puedes hacer, como nos vamos, y serás allá
“mi marido, si quisieres, y si no quisieres, no se me dará nada, que
“Lela Márien me dará con quien me case. Yo escribí esto, mira
“á quien lo das á leer, no te fies de ningun moro, porque son todos
“marfuces[6]. Desto tengo mucha pena, que quisiera que no te
“descubrieras á nadie, porque si mi padre lo sabe me echará luego
“en un pozo y me cubrirá de piedras. En la caña pondré un
“hilo, ata allí la respuesta, y si no tienes quien te escriba arábigo,
“dimelo por señas, que Lela[7] Márien hará que te entienda. Ella
“y Alá te guarde, y esa cruz que yo beso muchas veces, que así
“me lo mandó la cautiva."

Mirad, señores, si era razón, que las razones deste papel nos admirasen y alegrasen: y así lo uno y lo otro fué de manera, que el renegado entendió, que no acaso se habia hallado aquel papel, sino que realmente á alguno de nosotros se habia escrito: y así nos rogó, que si era verdad lo que sospechaba, que nos fiásemos dél y se lo dijésemos, que él aventuraria su vida por nuestra libertad: y diciendo esto, sacó del pecho un Crucifijo de metal, y con muchas lágrimas juró por el Dios que aquella imágen representaba, en quien él, aunque pecador y malo, bien y fielmente creia, de guardarnos lealtad y secreto en todo cuanto quisiesemos descubrirle, porque le parecia, y casi adivinaba, que por medio de aquella que aquel papel habia escrito, habia él y todos nosotros de tener libertad, y verse él en lo que tanto deseaba, que era reducirse al gremio de la Santa Iglesia su Madre, de quien como miembro podrido estaba dividido y apartado por su ignorancia y pecado. Con tantas lágrimas y con muestras de tanto arrepentimiento dijo esto el renegado, que todos de un mesmo parecer consentimos y venimos en declararle la verdad del caso, y así le dimos cuenta de todo sin encubrirle nada. Mostrámosle la ventanilla por donde parecia la caña, y él marcó desde allí la casa, y quedó de tener especial y gran cuidado de informarse quien en ella vivia. Acordamos ansimesmo que seria bien responder al billete de la mora, y como teniamos quien lo supiese hacer, luego al momento el renegado escribió las razones que yo le fuí notando, que puntualmente fueron las que diré, porque de todos los puntos sustanciales que en este suceso me acontecieron, ninguno se me ha ido de la memoria, ni aun se me irá en tanto que tuviere vida. En efeto, lo que á la mora se le respondió fué esto:

”El verdadero Alá te guarde, señora mia, y aquella bendita Márien,
“que es la verdadera Madre de Dios, y es la que te ha puesto
“en corazón, que te vayas á tierra de cristianos, porque te quiere
“bien. Ruégale tú, que se sirva de darte á entender, como podrás
“poner por obra lo que te manda, que ella es tan buena, que
“sí hará. De mi parte, y de la de todos estos cristianos que están
“conmigo, te ofrezco de hacer por tí todo lo que pudiéremos hasta
“morir. No dejes de escribirme y avisarme lo que pensares hacer,
“que yo te responderé siempre: que el grande Alá nos ha dado un
“cristiano cautivo que sabe hablar y escribir tu lengua tan bien como
“lo verás por este papel. Así que, sin tener miedo, nos puedes
“avisar de todo lo que quisieres. A lo que dices, que si fueres
“á tierra de cristianos, que has de ser mi muger, yo te lo prometo
“como buen cristiano, y sabe que los cristianos cumplen lo que
“prometen, mejor que los moros. Alá y Márien su Madre sean en
“tu guarda, señora mia."

Escrito y cerrado este papel, aguardé dos dias á que estuviese el baño solo como solia, y luego salí al paso acostumbrado del terradillo, por ver si la caña parecia, que no tardó mucho en asomar.

Así como la ví, aunque no podía ver quien la ponia, mostré el papel como dando á entender, que pusiesen el hilo; pero ya venia puesto en la caña, al cual até el papel, y de allí á poco tornó á parecer nuestra estrella con la blanca bandera de paz del atadillo. Dejáronla caer, y álcela yo, y hallé en el paño en toda suerte de moneda de plata y de oro mas de cincuenta escudos, los cuales cincuenta veces mas doblaron nuestro contento y confirmaron la esperanza de tener libertad. Aquella misma noche volvió nuestro renegado, y nos dijo, que habia sabido que en aquella casa vivia el mesmo moro que á nosotros nos habia dicho, que se llamaba Agimorato, riquísimo por todo estremo, el cual tenia una sola hija heredera de toda su hacienda, y que era comun opinion en toda la ciudad, ser la mas hermosa muger de la Berbería, y que muchos de los vireyes que allí venían la habian pedido por muger, y que ella nunca se habia querido casar, y que tambien supo que tuvo una cristiana cautiva, que ya se habia muerto. Todo lo cual concertaba con lo que venia en el papel. Entramos luego en consejo con el renegado, en qué órden se tendria para sacar á la mora y venirnos todos á tierra de cristianos, y en fin se acordó por entonces, que esperásemos al aviso segundo de Zorayda, que así se llamaba la que ahora quiere llamarse María; porque bien vimos que ella y no otra alguna era la que habia de dar medio á todas aquellas dificultades. Despues que quedamos en esto, dijo el renegado, que no tuviésemos pena, que él perdería la vida, ó nos pondria en libertad. Cuatro dias estuvo el baño con gente, que fué ocasion que cuatro dias tardase en parecer la caña, al cabo de los cuales en la acostumbrada soledad del baño pareció con el lienzo tan preñado, que un felicísimo parto prometia. Inclinóse á mí la caña y el lienzo, hallé en él otro papel y cien escudos de oro sin otra moneda alguna. Estaba allí el renegado, dímosle á leer el papel dentro de nuestro rancho, el cual dijo que así decia;

“Yo no sé, mi señor, como dar órden que nos vamos á España,
“ni Lela Márien me lo ha dicho, aunque yo se lo he preguntado:
“lo que se podrá hacer es, que yo os daré por esta ventana muchísimos
“dineros de oro, rescataos vos con ellos y vuestros amigos, y
“vaya uno en tierra de cristianos, y compre allá una barca, y vuelva
“por los demas, y á mí me hallará en el jardin de mi padre, que
“está á la puerta de Babazon junto á la marina, donde tengo de
“estar todo este verano con mi padre y con mis criados: de allí de
“noche me podreis sacar sin miedo y llevarme á la barca. Y mira
“que has de ser mi marido, porque si no, yo pediré á Márien
“que te castigue. Si no le fias de nadie que vaya por la barca,
“rescácate tú, y ve, que yo sé que volverás mejor que otro, pues eres
“caballero y cristiano. Procura saber el jardin, y cuando te pasées
“por ahí, sabré que está solo el baño, y te daré mucho dinero.
“Alá te guarde, señor mio."

Esto decia y contenia el segundo papel, lo cual visto por todos,

cada uno se ofreció á querer ser el rescatado, y prometió de ir y volver con toda puntualidad, y tambien yo me ofrecí á lo mismo: á todo lo cual se opuso el renegado, diciendo, que en ninguna manera consentiria, que ninguno saliese de libertad hasta que fuesen todos juntos, porque la esperiencia le habia mostrado, cuan mal cumplian los libres las palabras que daban en el cautiverio, porque muchas veces habian usado de aquel remedio algunos principales cautivos, rescatando á uno que fuese á Valencia ó Mallorca con dineros para poder armar una barca y volver por los que le habian rescatado, y nunca habian vuelto, porque la libertad alcanzada y el temor de no volver á perderla, les borraba de la memoria todas las obligaciones del mundo. Y en confirmacion de la verdad que nos decia, nos contó brevemente un caso que casi en aquella mesma sazson habia acaecido á unos caballeros cristianos, el mas estraño que jamas sucedió en aquellas partes, donde á cada paso suceden cosas de grande espanto y de admiracion. En efecto él vino á decir, que lo que se podia y debia hacer, era que el dinero que se habia de dar para rescatar al cristiano, que se le diese á él para comprar allí en Argel una barca con achaque de hacerse mercader y tratante en Tetuan y en aquella costa, y que siendo él señor de la barca, fácilmente se daría traza para sacarlos del baño y embarcarlos á todos. Cuanto mas, que si la mora, como ella decia, daba dineros para rescatarlos á todos, que estando libres era facilísima cosa aun embarcarse en la mitad del dia, y que la dificultad que se ofrecia mayor, era que los moros no consienten que renegado alguno compre, ni tenga barca, si no es bajel grande para ir en corso, porque se temen que el que compra barca, principalmente si es español, no la quiere sino para irse á tierra de cristianos; pero que él facilitaria este inconveniente, con hacer que un moro tagarino fuese á la parte con él en la compañía de la barca y en la ganancia de las mercancías, y con esta sombra él vendria á ser señor de la barca, con que daba por acabado todo lo demás. Y puesto que á mí y á mis camaradas nos habia parecido mejor lo de enviar por la barca á Mallorca, como la mora decia, no osamos contradecirle, temerosos que si no haciamos lo que él decia, nos habia de descubrir y aponer á peligro de perder las vidas, si descubriese el trato de Zorayda, por cuya vida diéramos todos las nuestras: y así determinamos de ponemos en las manos de Dios y en las del renegado: y en aquel mesmo punto se le respondió á Zorayda, diciéndole que hariamos todo cuanto nos aconsejaba, porque lo habia advertido tan bien, como si Lela Márien se lo hubiera dicho, y que en ella sola estaba dilatar aquel negocio, ó ponello luego por obra. Ofrecímele de nuevo de ser su esposo, y con esto, otro dia que acaeció á estar solo el baño, en diversas veces con la caña y el paño nos dió dos mil escudos de oro, y un papel donde decia, que el primer Juma, que es el viérnes, se iba al jardin de su padre, y que antes que se fuese, nos daria mas dinero, y que si aquello no bastase, que se lo avisásemos, que nos daria cuanto le pidiésemos, que su padre tenia tanto, que no lo echaria menos, cuanto mas, que ella tenia las llaves de todo. Dimos luego quinientos escudos al renegado para comprar la barca: con ochocientos me rescaté yo, dando el dinero á un mercader valenciano, que á la sazon se hallaba en Argel, el cual me rescató del rey, tomándome sobre su palabra, dándola de que con el primer bajel que viniese de Valencia pagaria mi rescate, porque si luego diera el dinero, fuera dar sospechas al rey, que habia muchos dias que mi rescate estaba en Argel, y que el mercader por sus grangerías lo habia callado. Finalmente, mi amo era tan caviloso, que en ninguna manera me atreví á que luego se desembolsase el dinero. El juéves antes del viernes que la hermosa Zorayda se habia de ir al jardin, nos dió otros mil escudos y nos avisó de su partida, rogándome, que si me rescatase supiese luego el jardin de su padre, y que en todo caso buscase ocasion de ir allá y verla. Respondíle en breves palabras que así lo haría, y que tuviese cuidado de encomendarnos á Lela Márien, con todas aquellas oraciones que la cautiva le habia enseñado. Hecho esto, dieron órden en que los tres compañeros nuestros se rescatasen, por facilitar la salida del baño, y porque viéndome á mí rescatado y á ellos no, pues habia dinero, no se alborotasen, y les persuadiese el diablo, que hiciesen alguna cosa en perjuicio de Zorayda: qué puesto que el ser ellos quien eran, me podia asegurar de este temor, con todo eso no quise poner el negocio en aventura, y así los hice rescatar por la misma órden que yo me rescaté, entregando todo el dinero al mercader, para que con certeza y seguridad pudiese hacer la fianza: al cual nunca descubrimos nuestro trato y secreto por el peligro que habia.

  1. Uchall, u Ochali, es corrupcion de Aluch Ali, que quiere decir, el nuevo moro, ó el renegado Ali. (Haedo: Historia de Argel: f. 89, v.)
  2. Los baños de los cautivos cristianos son unos como corrales grandes con algunos aposentillos y chozas al derredor, y en estos baños encierran de noche los moros á los cautivos que andan sueltos; que los presos están en las mazmorras, atormentados en diferentes géneros de prisiones. (Biblioteca Real: est. II, cod. 89 p. 375 v.)
  3. Este amo del cautivo era veneciano, y se llamaba Andreta: fué cautivado siendo tagarote ó pendolista del escribano de una nave Ragusca, y hecho turco se llamó Asan Agá, ó Asan Bajá. Haedo: (Historia de Argel: fol. 89 v.)
  4. El Saavedra, aquí mencionado, es el mismo Miguel de Cervantes, que solo en este lugar habla de sí espresamente, pues el héroe de esta novela del cautivo es el capitan Biedma, como se declara mas adelante, bien que los dos padecieron juntos el cautiverio bajo la tirania de Asan Agá. Y en confirmacion de las trazas y atentados que intentó Cervantes en Argel para conseguir su libertad, dice el P. Haedo: “De las cosas que en aquella cueva sucedieron en el discurso de los siete meses, que estos cristianos estuvieron en ella, y del cautiverio y hazañas de Miguel de Cervantes, se pudiera hacer una particular historia.” (Topografia de Argel: fol. 184) y á esta puede ser que aludiese aquí nuestro autor.
  5. Llamábase Juana de Rentería. Dícelo el mismo Cervantes en la comedia de Los Baños de Argel, en que se repite este mismo caso de la mora Zorayda.
  6. Astutos, arteros, engañadores.
  7. Fr. Pedro de Alcalá [Arte para saber la lengua arábiga: en los nombres que empiezan por de] dice que Lei-la es un pronombre, que en castellano equivale á Doña, Doña viene de domina: de domina se dice domna, y de aquí doña: con que Lei-la Márien, quiere decir: María señora, ó la señora María.