El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha (1608)/Capitulo V

Nota: Se respeta la ortografía original de la época
Cap. V. Donde ſe proſigue la narracion de la deſgracia de nueſtro cauallero.


V

iendo pues que en efeto no podia menearſe, acordó de acogerſe a ſu ordinario remedio, q̃ era penſar en algun paſſo de ſus libros, y truxole ſu locura â la memoria aq̃l de Baldouinos, y del Marques de Mãtua quãdo Carloto le dexò herido en la montiña, hiſtoria ſabida de los niños, no ignorada de los moços, celebrada, y aun creyda de los viejos: y con todo eſto, no mas verdadera que los milagros de Mahoma. Eſta pues le parecio a el que le venìa de molde, para el paſſo en q̃ ſe hallaua: y aſsi cõ mueſtras de grande ſentimiento, ſe començò a bolcar por la tierra, y a dezir con debilitado aliento, lo miſmo que dizen dezia el herido cauallero del boſque: Donde eſtàs ſeñora mia, que no te duele mi mal? ò no lo ſabes ſeñora, ò eres falſa, y deſleal. Y deſta manera fue proſiguiendo el romãce, haſta aquellos verſos que dizen: O noble Marques de Mantua, mi tio, y ſeñor carnal. Y quiſo la ſuerte, que quando llegò a eſte verſo, acertô a paſſar por alli vn labrador de ſu miſmo lugar, y vezino ſuyo, que venia de lleuar vna carga de trigo al molino: el qual viendo aquel hõbre alli tendido, ſe llegò a el, y le preguntò, que quien era, y que mal ſentia, q̃ tan triſtemente ſe quexaua? Dõ Quixote creyò ſin duda, que aquel era el Marques de Mantua ſu tio, y aſsi no le reſpondio otra coſa, ſino fue proſeguir en ſu romance, donde le daua cuenta de ſu deſgracia, y de los amores del hijo del Emperante con ſu eſpoſa, todo de la miſma manera que el romance lo canta. El labrador eſtaua admirado, oyendo quellos diſparates, y quitandole la viſera, que ya eſtaua hecha pedaços de los palos, le limpio el roſtro, q̃ lo tenia lleno de poluo. Y apenas le huuo limpiado quando le conocio, y le dixo: Señor Quixada (que aſsi ſe deuia de llamar quando el tenia juyzio, y no auia paſſado de hidalgo ſoſſegado, a cauallero andante) quien ha pueſto á vueſtra merced deſta ſuerte: pero el ſeguia cõ ſu romance â quanto le preguntaua. Viendo eſto el buen hombre, lo mejor que pudo le quitó el peto, y eſpaldar, para ver ſi tenia alguna herida, pero no vio ſangre, ni ſeñal alguna. Procurò leuantarle del ſuelo, y no con poco trabajo le ſubio ſobre ſu jumento, por parecerle caualleria mas ſoſſegada. Recogio las armas, haſta las aſtillas de la lança, y liolas ſobre Rozinante, al qual tomò de la riẽda, y del cabeſtro al aſno, y ſe encaminô hàzia ſu pueblo, bien penſatiuo de oyr los diſparates que don Quixote dezia: y no menos yua don Quixote, que de puro molido, y quebrantado no ſe podia tener ſobre el borrico, y de quãdo en quando daua vnos ſoſpiros que los ponia en el cielo, de modo, que de nueuo obligò â que el labrador le preguntaſſe, le dixeſſe que mal ſentia: y no parece ſino que el diablo le traîa â la memoria los cuentos acomodados à ſus ſuceſſos, porque en aquel punto, oluidandoſe de Baldouinos, ſe acordò del Moro Abindarraez, quando el Alcayde de Antequera, Rodrigo de Naruaez le prendio, y lleuò preſo â ſu Alcaydia. De ſuerte, que quando el labrador le boluio à preguntar que como eſtaua, y que ſentia, le reſpondio las meſmas palabras, y razones, que el cautiuo Abencerraje reſpondia â Rodrigo de Naruaez, del meſmo modo que el auia leydo la hiſtoria en la Diana de Iorge de Montemayor, donde ſe eſcriue: aprouechandoſe della tan de propoſito, que el labrador ſe yua dando al diablo de oyr tanta maquina de necedades, por donde conocio, que ſu vezino eſtaua loco, y dauale prieſſa à llegar al pueblo, por eſcuſar el enfado que don Quixote le cauſaua con ſu larga arenga. Al cabo de lo qual dixo: Sepa vueſtra merced, ſeñor don Rodrigo de Naruaez, que eſta hermoſa Xarifa que he dicho, es aora la linda Dulcinea del Toboſo, por quien yo he hecho, hago, y harê los mas famoſos hechos de cauallerias que ſe han viſto, vean, ni veran en el mundo. A eſto reſpondio el labrador: Mire vueſtra merced ſeñor, pecador de mi, que yo no ſoy don Rodrigo de Naruaez, ni el Marques de Mantua, ſino Pedro Alonſo ſu vezino: ni vueſtra merced es Baldouinos, ni Abindarraez, ſino el honrado hidalgo del ſeñor Quixada. Yo ſe quien ſoy, reſpondio don Quixote, y ſe que puedo ſer, no ſolo los que he dicho, ſino todos los doze Pares de Francia, y aun todos los nueue de la Fama, pues â todas las hazañas que ellos todos juntos, y cada vno por ſi hizieron, ſe auentajaràn las mias. En eſtas platicas, y en otras ſemejantes, llegaron al lugar, à la hora que anochecia: pero el labrador aguardò â que fueſſe algo mas noche, porque no vieſſen al molido hidalgo tan mal cauallero. Llegada pues la hora que le parecio, entrò en el pueblo, y en la caſa de don Quixote, la qual hallò toda alborotada, y eſtauan en ella el Cura, y el barbero del lugar, que eran grandes amigos de don Quixote, que eſtaua diziendoles ſua ama â vozes: Que le parece à vueſtra merced, ſeñor Licenciado Pero Perez (que aſsi ſe llamaua el Cura) de la deſgracia de mi ſeñor, ſeys dias ha que no parecen el ni el rozin, ni la adarga, ni la lança, ni las armas: deſuenturada de mi, que me doy à entender, y aſsi es ello la verdad: como naci para morir, que eſtos malditos libros de cauallerias que el tiene, y ſuele leer tan de ordinario, le han buelto el juyzio, que aora me acuerdo auerle oydo dezir muchas vezes, hablando entre ſi, que queria hazerſe cauallero andante, è yrſe â buſcar las auenturas por eſſos mundos. Encomendados ſean à Satanas, y â Barrabas tales libros, que aſsi han echado à perder el mas delicado entendimiento que auia en toda la Mancha. La ſobrina dezia lo meſmo, y aun dezia mas: Sepa ſeñor Maeſſe Nicolas, (que eſte era el nombre del barbero,) que muchas vezes le acontecio à mi ſeñor tio, eſtarſe leyendo en eſtos deſalmados libros de deſuenturas dos dias con ſus noches, al cabo de los quales, arrojaua el libro de las manos, y ponia mano à la eſpada, y andaua à cuchilladas con las paredes, y quando eſtaua muy canſado, dezia que auia muerto á quatro Gigantes como quatro torres, y el ſudor que ſudaua del canſacio, dezia que era ſangre de las feridas que auia recebido en la batalla, y beuiaſe luego vn gran jarro de agua fria, y quedaua ſano y ſoſſegado, diziendo que aquella agua era vna precioſiſsima beuida, que le auia traydo el ſabio Eſquife, vn grande encantador y amigo ſuyo: mas yo me tengo la culpa de todo, que no auiſê à vueſtras mercedes de los diſparates de mi ſeñor tio, para que lo remediaran, antes de llegar á lo que ha llegado, y quemaran todos eſtos deſcomulgados libros, que tiene muchos, que bien merecen ſer abraſados, como ſi fueſſen de hereges. Eſto digo yo tambien, dixo el Cura, y à fe que no ſe paſſe el dia de mañana, ſin que dellos no ſe haga acto publico, y ſean condenados al fuego, porque no den ocaſion à quien los leyere, de hazer lo que mi buen amigo deue de auer hecho. Todo eſto eſtauan oyendo el labrador, y don Quixote, con que acabò de entender el labrador, y don Quixote, con que acabò de entender el labrador la enfermedad de ſu vezino, y aſsi començó à dezir à vozes: Abran vueſtras mercedes al ſeñor Baldouinos, y al ſeñor Marques de Mantua que viene mal ferido, y al ſeñor Moro Abindarraez, que trae cautiuo el valeroſo Rodrigo de Naruaez Alcayde de Antequera. A eſtas vozes ſalieron todos, y como conocieron los vnos â ſu amigo, las otras â ſu amo, y tio, que aun no ſe auia apeado del jumento, porque no podia, corrieron à abraçarle. El dixo: Tenganſe todos, que vengo mal ferido por la culpa de mi cauallo: lleuenme á mi lecho, y llameſe, ſi fuere poſsible, à la ſabia Vrganda, que cure, y cate de mis feridas. Mirâ en hora maça, dixo à eſte punto el ama, ſi me dezia à mi bien mi coraçon, del pie que coxeaua mi ſeñor: Suba vueſtra merced en buen hora, que ſin que venga eſſa vrganda le ſabremos aqui curar. Malditos digo ſean otra vez, y otras ciento, eſtos libros de cauallerias, que tal han parado á vueſtra merced. Lleuaronle luego à la cama, y catandole las feridas, no le hallaron ninguna: y el dixo, que todo era molimîento, por auer dado vna gran cayda con Rozinante ſu cauallo, combatiendoſe cõ diez Iayanes, los mas deſaforados, y atreuidos, que ſe pudierã fallar en gran parte de la tierra. Ta, ta, dixo el Cura, Iayanes ay en la dança, para mi ſantiguada, que yo los queme mañana antes que llegue la noche. Hizieronle â dõ Quixote mil preguntas, y à ninguna quiſo reſponder otra coſa, ſino que le dieſſen de comer, y le dexaſſen dormir, que era lo q̃ mas le importaua. Hizoſe aſsi, y el Cura ſe informô muy á larga del labrador, del modo que auia hallado à don Quixote: el ſe lo contò todo, con los diſparates que al hallarle, y al traerle auia dicho, que fue poner mas deſſeo en el Licenciado, de hazer lo que otro dia hizo, que fue llamar á ſu amigo el Barbero Maeſſe Nicolas, con el qual ſe vino a caſa de don Quixote.