El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha (1608)/Capitulo I
PRIMERA PARTE
DEL INGENIOSO
Hidalgo don Quixote de
la Mancha.
la Mancha.
Capitulo primero. Que trata de la condicion, y exercicio del famoſo hidalgo don Quixote de la Mancha.
N Vn lugar de la Mãcha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que viuia vn hidalgo de los de lança en aſtillero, adarga antigua, rozin flaco, y galgo corredor. Vna olla de algo mas vaca que carnero, ſalpicon las mas noches, duelos, y quebrantos los Sabados, lantejas los Viernes, algun palomino de añadidura los Domingos, conſumian las tres partes de ſu hazienda. El reſto della concluîan, ſayo de velarte, calças de velludo para las fieſtas, con ſus pantuflos de lo miſmo, y los dias de entre ſemana ſe honraua con ſu vellori de lo mas fino. Tenia en ſu caſa vna ama que paſſaua de los quarenta: y vna ſobrina que no llegaua a los veynte, y vn moço de campo, y plaça, q̃ aſsi enſillaua el rozin, como tomaua la podadera. Friſaua la edad de nueſtro hidalgo con los cincuenta años. Era de complexion rezia, ſeco de carnes, enjuto de roſtro, gran madrugador, y amigo de la caça. Quieren dezir, que tenia el ſobre nombre de Quixada, ò Queſada (que en eſto ay alguna diferencia en los autores que deſte caſo eſcriuen) aunque por conjeturas veriſimiles ſe dexa entender, que ſe llamaua Quixana. Pero eſto importa poco a nueſtro cuento, baſta que en la narracion del no ſe ſalga vn punto de la verdad. Es pues de ſaber, que eſte ſobredicho hidalgo, los ratos que eſtaua ocioſo (que eran los mas del año) ſe daua a leer libros de cauallerias con tanta aficion, y guſto, que oluidò caſi de todo punto el exercicio de la caça, y aun la adminiſtracion de ſu hazienda: y llegò a tanto ſu curioſidad, y deſatino en eſto, que vẽdio muchas hanegas de tierra de ſembradura, para comprar libros de cauallerias que leer, y aſsi lleuò a ſu caſa todos quantos pudo auer dellos: y de todos, ningunos le parecian tã bien, como los que compuſo el famoſo Feliciano de Silua, porque la claridad de ſu proſa, y aquellas entricadas razones ſuas, le parecian de perlas: y mas quando llegaua à leer aquellos requiebros, y cartas de deſafios, donde en muchas partes hallaua eſcrito. La razon de la ſin razon que a mi razõ ſe haze, de tal manera mi razon enflaqueze, que con razon me quexo de la vueſtra fermoſura. Y tambien quando leîa. Los altos cielos que de vueſtra diuinidad, diuinamente con las eſtrellas os fortifican y os hazen merecedora del merecimiento que merece la vueſtra grandeza. Con eſtas razones perdia el pobre cauallero el juyzio, y deſuelauaſe por entẽderlas, y deſentrañarles el ſentido, que no ſe lo ſacara, ni las entendiera el miſmo Ariſtoteles, ſi reſucitara para ſolo ello. No eſtaua muy bien con las heridas que dõ Belianis daua, y recebia, porque ſe imaginaua, que por grandes maeſtros que le huuieſſen curado, no dexaria de tener el roſtro, y todo el cuerpo lleno de cicatrices, y ſeñales. Pero con todo alabaua en ſu autor, aquel acabar ſu libro con la promeſſa de aquella inacabable auentura, y muchas vezes le vino deſſeo de tomar la pluma, y dalle fin al pie de la letra, como alli ſe promete: y ſin duda alguna lo hiziera, y aun ſaliera con ello, ſi otros mayores, y continuos penſamientos no ſe lo eſtoruaran. Tuuo muchas vezes competencia cõ el Cura de ſu lugar (que era hombre docto, graduado en Ciguença) ſobre qual auia ſido mejor cauallero, Palmerin de Ingalaterra, ò Amadis de Gaula: mas Maeſe Nicolas, barbero del miſmo pueblo dezia, que ninguno llegaua al Cauallero del Febo, y que ſi alguno ſe le podia cõparar, era don Galaor, hermano de Amadis de Gaula, porque tenia muy acomodada condiciòn para todo, que no era cauallero melindroſo, ni tã lloron como ſu hermano, y que en lo de la valentia no le yua en çaga. En reſoluciõ, el ſe enfraſcò tanto en ſu letura, que ſe le paſſauan las noches leyendo de claro en claro, y los dias de turbio en turbio: y aſsi del poco dormir, y del mucho leer, ſe le ſecò el celebro de manera, que vino a perder el juyzio. Llenoſele la fantaſia de todo aquello q̃ leia en los libros, aſsi de encantamentos, como de pendencias, batallas, deſafios, heridas requiebros, amores, tormentas, y diſparates impoſsibles. Y aſſentoſele de tal modo en la imaginacion, que era verdad toda aquella maquina de aquellas ſoñadas inuenciones que leîa, que para el no auia otra hiſtoria mas cierta en el mundo. Dezia el, q̃ el Cid Ruy diaz auia ſido muy buen cauallero, pero q̃ no tenia q̃ ver con el cauallero de la Ardiẽte eſpada, q̃ de ſolo vn reues auia partido por medio dos fieros, y deſcomunales gigantes. Mejor eſtaua cõ Bernardo del Carpio, porq̃ en Rõceſualles auia muerto a Roldã el encãtado, valiẽdoſe de la induſtria de Hercules, quando ahogó â Anteon el hijo de la tierra entre los braços. Dezia mucho bien del gigante Morgante, porque con ſer de aquella generaciõ gigantea, que todos ſon ſoberuios, y deſcomedidos, el ſolo era afable, y bien criado. Pero ſobre todos eſtaua bien con Reynaldos de Montaluan, y mas quando le veîa ſalir de ſu caſtillo, y robar quãtos topaua: y quando en allende robò aquel idolo de Mahoma, que era todo de oro, ſegun dize ſu hiſtoria. Diera el por dar vna mano de coces al traydor de Galalõ, al ama que tenia, y aun a ſu ſobrina de añadidura. En efeto, rematado ya ſu juyzio, vino a dar en el mas eſtraño penſamiento que jamas dio loco en el mundo, y fue, que le parecio conuenible, y neceſſario, aſsi para el aumento de ſu honra, como para el ſeruicio de ſu republica, hazerſe cauallero andante, y yrſe por todo el mundo con ſus armas, y cauallo, a buſcar las auenturas, y a exercitarſe en todo aquello que el auia leydo, que los caualleros andantes ſe exercitauan, deshaziendo todo genero de agrauio, y poniendoſe en ocaſiones, y peligros, donde acabandolos, cobraſe eterno nõbre, y fama. Imaginauaſe el pobre, ya coronado por el valor de ſu braço, por lo menos del Imperio de Trapiſonda: y aſsi con eſtos tan agradables penſamientos, lleuado del eſtraño guſto q̃ en ellos ſentia, ſe dio prieſſa á poner en efeto lo que deſſeaua. Y lo primero que hizo, fue limpiar vnas armas que auian ſido de ſus viſaguelos, que tomadas de orin, llenas de moho, luengos ſiglos auia que eſtauan pueſtas, y oluidadas en vn rincon. Limpiolas, y adereçolas lo mejor que pudo, pero vio que tenian vna gran falta, y era que no tenian zelada de encaxe, ſino morrion ſimple: mas a eſto ſuplio ſu induſtria, porque de cartones hizo vn modo de media zelada, que encaxada con el morrion, hazia vna apariencia de zelada entera. Es verdad que para prouar ſi era fuerte, y podia eſtar al rieſgo de vna cuchillada, ſacò ſu eſpada, y le dio dos golpes, y con el primero, y en vn punto deshizo lo que auia hecho en vna ſemana: y no dexó de parecerle mal la facilidad con que la auia hecho pedaços, y por aſſegurarſe deſte peligro, la tornò a hazer de nueuo, poniendole vnas barras de hierro por de dentro, de tal manera, que el quedò ſatisfecho de ſu fortaleza, y ſin querer hazer nueua experiencia della, la diputò, y tuuo por zelada finiſsima de encaxe. Fue luego a ver a ſu rozin, y aunque tenia mas quartos que vn real, y mas tachas que el cauallo de Gonela, que tantum pellis, & oſſa fuit, le parecio q̃ ni el Buzefalo de Alexandro, ni Babieca el del Cid con el ſe ygualauan. Quatro dias ſe le paſſaron en imaginar que nombre le pondria, porque (ſegun ſe dezia el a ſi miſmo) no era razon que cauallo de cauallero tan famoſo, y tan bueno el por ſi, eſtuuieſſe ſin nombre conocido, y aſſi procuraua acomodarſele, de manera que declaraſſe quien auia ſido, antes que fueſſe de cauallero andante, y lo que era entonces: pues eſtaua muy pueſto en razon, que mudando ſu ſeñor eſtado, mudaſſe el tambien el nõbre, y le cobraſſe famoſo, y de eſtruẽdo, como conuenia à la nueua orden, y al nueuo exercicio que ya profeſſaua: y aſsi deſpues de muchos nombres que formò, borró, y quitò, añadio, deshizo, y tornò a hazer en ſu memoria, ê imaginacion: al fin le vino a llamar Rozinante, nombre a ſu parecer, alto, ſonoro, y ſinificatiuo de lo que auia ſido, quando fue rozin antes de lo que aora era, que era antes, y primero de todos los rozines del mundo. Pueſto nombre, y tan a ſu guſto a ſu cauallo, quiſo ponerſele a ſi miſmo, y en eſte penſamiento durò otros ocho dias, y al cabo ſe vino a llamar dõ Quixote: de donde (como queda dicho) tomaron ocaſiõ los autores deſta tan verdadera hiſtoria, que ſin duda ſe deuia de llamar Quixada, y no Queſada, como otros quiſieron dezir: pero acordandoſe que el valeroſo Amadis, no ſolo ſe auia contentado con llamarſe Amadis a ſecas, ſino que añadio el nombre de ſu Reyno y patria, por hazerla famoſa, y ſe llamò Amadis de Gaula: aſsi quiſo como buen cauallero, añadir al ſuyo el nombre de la ſuya, y llamarſe don Quixote de la Mancha, con que a ſu parecer declaraua muy al viuo ſu linage, y patria, y la honraua con tomar el ſobrenombre della. Limpias pues ſus armas, hecho del morrion zelada, pueſto nombre a ſu rozin, y confirmandoſe a ſi miſmo, ſe dio a entender, que no le faltaua otra coſa, ſino buſcar vna dama de quien enamorarſe, porque el cauallero andante ſin amores era arbol ſin hojas, y ſin fruto, y cuerpo ſin alma. Deziaſe el: Si yo por malos de mis pecados, ò por mi buena fuerte, me encuentro por ai con algun gigante (como de ordinario les acontece a los caualleros andantes, y le derribo de vn encuentro, ò le parto por mitad del cuerpo, ò finalmente le venço, y le rindo, no ſerá bien tener a quien embiarle preſentado; y que entre, y ſe hinque de rodillas ante mi dulce ſeñora, y diga con voz humilde, y rendeda: Yo ſoy el gigante Caraculiambro, ſeñor de la inſula Malindrania, a quien vencio en ſingular batalla, el jamas como ſe deue alabado cauallero don Quixote de la Mancha, el qual me mandô, que me preſentaſe ante la vueſtra merced, para que la vueſtra grandeza diſponga de mi a ſu talante. O como ſe holgô nueſtro buẽ cauallero, quando huuo hecho eſte diſcurſo, y mas quando hallò a quien dar nombre de ſu dama: y fue a lo que ſe cree, que en vn lugar cerca del ſuyo, auia vna moça labradora de muy buen parecer, de quien el vn tiempo anduuo enamorado, (aunque ſegun ſe entiende, ella jamas lo ſupo, ni ſe dio cata dello). Llamauaſe Aldonça Lorenço, y a eſta le parecio ſer bien darle titulo de ſeñora de ſus penſamientos: y buſcandole nombre que no deſdixeſſe mucho del ſuyo, y que tiraſſe, y ſe encaminaſſe al de Princeſa, y gran ſeñora, vino a llamarla Dulcinea del Toboſo porque era natural del Toboſo: nombre a ſu parecer muſico, y peregrino, y ſinificatiuo, como todos los demas q̃ a el, y a ſus coſas auia pueſto.