I
Él huye, mas se lleva su tesoro:
Sobre la hermosa crin de su peceño
Ondea un blanco velo orlado de oro,
Fugaz como el placer de un breve sueño.

Así sobre una losa funeraria
Desata alguna vez nevado broche
Azucena que nace solitaria,
Mecida con las auras de la noche.

Que la tumba de mármol donde llora
Párpado de mujer tiene sus flores
Y también el infiel tiene una mora
Por consuelo feliz de sus dolores.

Leila es bella si ríe y si suspira:
Es la flor de los Alpes que ama el frío,
Mariposa fugaz de Cachemira,
Gloria del sol, amada del rocío.

Leila dijo al infiel: -«Tú mirar quieres
»El rostro de tu amada descubierto...
»¿Sabes dónde son libres las mujeres?
»¿Conoces el camino del desierto?

»Mudo es el arenal; allí no suena
»El casco del corcel; dispón su freno;
»Acaricien mis manos su melena;
»Llévame donde quieras, nazareno.»

Con tierna voz le respondió su amante:
-«Tus pupilas de amor, hurí del cielo,
»Retratarán mañana mi semblante;
»Libre es la soledad, allí no hay velo.

»Dejemos por las hórridas arenas
»El fértil suelo y la ciudad del fuerte
»Que llamáis Setiniáh, la hermosa Atenas;
»Dura es la esclavitud como la muerte.»

Cede la luz al declinar el día;
Las apiñadas nubes el sol dora:
Del crepúsculo débil la agonía
¿Qué tiene de divino que enamora?

¿Por qué más puros son arroyo y fuente?
¿Por qué más libre se enajena el alma?
¿Qué singular placer el pecho siente...?
Es que hay horas de amor y el afán calma.

Él es... Huye con Leila cariñosa;
La mano del Infiel ciñe su seno:
Doble sufre la carga por preciosa
El fogoso corcel que tasca el freno.

Bruñido como el ébano, no ignora
Que cumple unos misterios de ternura;
Quiere poner en salvo a su señora:
Ama también la gloria y se apresura.

¿Quién los podrá seguir? Más torpe y lento
Es el vuelo que el águila levanta;
No igualará su curso el pensamiento
Del inspirado vate cuando canta.

¿Quién los podrá seguir en su carrera?
Su juramento es fiel, su amor es fuerte;
El árido desierto los espera
Y la noche es más negra que la muerte.


II
¿Qué tiene Hassan? Sombríos los pesares
Nublan su faz, que sobre el pecho inclina;
Su voz es el sonido de los mares
Que azotan tu peñasco, Salamina.

¿Acaso en su otomana recostado,
Turbadas las delicias de su sueño,
Al ángel Azrael miró a su lado
Con negras alas y con torvo ceño?

¿Acaso en el harén de sus mujeres
Apuraba su dicha en ocio inerte
Y en la dulce embriaguez de sus placeres
Recibió de Estambúl firmán de muerte?

¿Acaso de su velo descuidada
Su generosa hermana, Lobna bella,
Abandonó su torre retirada,
Mostró su faz y enamoró con ella?

¿Qué tiene el triste Hassan? Cien hermosuras
Embellecen su harén; una es la que ama,
Que en vez de ser sensible a sus ternuras
Huyó con un infiel: Leila se llama.