El hombre y las dos hermanas
(Premiada en el certamen del Centro de Lectura de Reus)
Un hombre rico, en un día,
perdió cuanto poseía,
y, maldiciendo su suerte,
llamó mil veces la muerte,
y la muerte no venía.
Pero acudió la «Esperanza»,
y en dulce acento de miel,
díjole: -«Ten confianza;
»con la fe mucho se alcanza;
»yo siempre te seré fiel.
»¿No te gusta trabajar?
»¿No te sobra juventud?
»¿Por qué te has de amilanar?
»Ánimo, y a recobrar
»oro, crédito y salud.»-
-«Déjame: vete de aquí:
»¡Si es engañosa ilusión!
»¡Si es todo mentira en ti!»-
-«Pues me acusas sin razón,
»¿tomaste consejo en mí?
»Si a desaciertos frecuentes
»si a empresas harto imprudentes
»tu genio audaz te lanzó,
»¿de las pérdidas que sientes
»puedo tener culpa yo?»-
-«No importa; déjame ya.»-
-«Si la muerte no vendrá.»-
-«Iré a buscarla. Me mato;
»no más sufrir.»-
-«¡Insensato!
»¡Un crimen! No; no será.
»¿Sumieras en la orfandad
»a esos retoños tan bellos,
»y en horrenda soledad
»a la tierna madre de ellos,
»que es un ángel de bondad?
»¡Pobres hijos! ¡pobre esposa!
»¿Sollozas?»-
-«¡Suerte inhumana!»-
-«Basta; yo tengo una hermana,
»que con virtud milagrosa
»las llagas del alma sana.
»Dulce, tranquila, serena,
»a todos consuelos da.
»Ella tu égida será;
»¿quiéresla ver? ¡Es tan buena!»-
-«Sí, por Dios.»-
-«Mira; ahí está.»-
La «Esperanza» se alejó;
y ante el hombre apareció
bella, célica visión,
que sus lagrimas secó...
Era la Resignación.