El hombre disfrazado de pájaro
Cerca ya de las puertas de Murcia, bello jardin del Occidente, dos segadores gallegos se enamoraron de la sabrosa fruta de un peral que en una deliciosa quinta habia plantado el dueño, cerca de la carretera, para causar la envidia de los transeúntes.
Subióse el uno á los hombros del otro para alcanzar la fruta con facilidad, y cuando mas entretenido se hallaba en esta operación, un magnífico loro, que en lo mas escondido del follaje del árbol estaba tomando el fresco, principió á decir: borracho, borracho.
El segador levanta la vista, mira al pájaro con asombro, deja caer las peras que tenia en la ma no, salta al suelo, y principia á correr como si lo persiguiese el diablo.
Juntos los dos, y repuestos algnn tanto de su asombro, le dijo el compañero:
— ¡Pero hombre! ¿qué has visto?
— Qué he de ver, majadero, que estaba el señorito de la casa cuidando las peras, pero vestido de pájaro para que no lo conociesen.
— Pues no nos hemos librado de mala.