El holgazán
Había una vez un hombre que le huía mucho al trabajo. Pasose el verano holgado, no hizo su agosto, y cuando llegó el invierno se encontró sin polainas y sin tener con qué mercarlas. En este apuro se fue a un compadre suyo y le preguntó qué le parecía que hiciese. El compadre le respondió que se las fuese a pedir al «Cristo del Gran Poder», que era un señor muy milagroso. Así lo hizo el holgazán; fuese a la Iglesia, y le dijo a la efigie del Salvador:
- ¡Oh, Señor del Gran Poder!
- Que todo el mundo gobiernas;
- dame, dame unas polainas
- para cubrirme las piernas.
Pero la efigie respondió:
- Soy Señor del Gran Poder,
- que todo el mundo gobierno;
- compra polaina en verano,
- y la tendrás en invierno.