El hijo de Arias Gonzalo
el mancebito Pedro Arias,
para responder á un reto
velando estaba unas armas.
Era su padre el padrino,
la madrina doña Urraca,
y el Obispo de Zamora
es el que la misa canta.
El altar tiene compuesto,
y el sacristán perfumaba
á San Jorge y San Román,
y á Santiago el de España.
Estaban sobre la mesa
las nuevas y frescas armas;
dando espejos á los ojos,
y esfuerzo á quien las miraba.
Salió el Obispo vestido,
dijo la misa cantada,
y el arnés pieza por pieza
bendice, y arma á Pedro Arias;
enlázale el rico yelmo,
que como el sol relumbraba,
relevado de mil flores,
cubierto de plumas blancas.
Al armarle caballero
sacó el padrino la espada;
dándole con ella un golpe
le dice aquestas palabras:
—Caballero eres, mi hijo,
hidalgo y de noble casta,
criado en buenos respetos
desde los pechos del ama;
hágate Dios tal que seas
como yo deseo que salgas,
en los trabajos sufrido,
esforzado en las batallas,
espanto de tus contrarios,
venturoso con la espada,
de tus amigos y gentes
muro, esfuerzo y esperanza;
no te agrades de traidores
ni les mires á la cara;
de quien de ti se fiare
no le engañes, que te engañas;
perdona al vencido triste
que no puede tomar lanza,
no dés lugar que tu brazo
rompa las medrosas armas;
mas en tanto que durare
en tu contrario la saña,
no dudes el golpe fiero,
ni perdones la estocada.
Á Zamora te encomiendo
contra don Diego de Lara,
que nada siente de honra
quien no defiende su casa.—
En el libro de la misa
le toma jura y palabra.—
Pedrarias dice:—Sí otorgo
por aquestas letras santas.—
El padrino le dió paz,
y el fuerte escudo le embraza,
y doña Urraca le ciñe
al lado izquierdo la espada.