El hamete de ToledoEl hamete de ToledoFélix Lope de Vega y CarpioActo III
Acto III
Salen BELTRÁN y CORCUERA.
CORCUERA:
¡Qué buen agradecimiento
de haberos acomodado!
BELTRÁN:
He andado muy ocupado
y solo al servicio atento
que vós sabéis que merece
Gaspar Suárez, mi señor,
cuya virtud y valor
hoy como el sol resplandece.
Fuera desto, habéis estado
en la aldea y yo en Madrid.
CORCUERA:
A qué fuistes me decid,
que ya os tengo disculpado.
BELTRÁN:
Fue por caballos mi amo
y volvió a traer de allá
aquel Hamete a quien ya
por todo estremo desamo,
que le quería vender
por gusto de mi señora.
CORCUERA:
Bien ha hecho, porque agora
pienso que le ha menester.
BELTRÁN:
Hallole ya puesto en venta
y el moro se enterneció
de verle. Al fin le obligó
a volverle.
CORCUERA:
¿Está contenta
vuestra señora con él?
BELTRÁN:
No mucho, porque el esclavo
es muy arrogante y bravo,
aunque seguro y fiel.
Pero debe de fundarse
en que es caballero.
CORCUERA:
Todos
los esclavos se hacen godos.
BELTRÁN:
Este bien puede estimarse,
que yo me hallé con don Juan
el día que le prendió
y sé el valor que mostró.
CORCUERA:
Luego, ¿aqueste fue, Beltrán,
el que en Valencia vendistes?
BELTRÁN:
Este fue aquel que jugué,
cuyo dinero se fue
de la manera que vistes.
CORCUERA:
¿Y está el moro bien con vós?
BELTRÁN:
Yo a lo menos estoy mal
con él.
CORCUERA:
Eso es natural:
sois elementos los dos.
BELTRÁN:
Es un perrazo arrogante
a quien dan algunos días
tan fieras melancolías
que no hay ponerse delante.
En lo demás, si por dicha
algún día está contento,
muestra buen entendimiento.
CORCUERA:
Dichosa fue su desdicha
si por aqueste camino
viene a conocer a Dios.
BELTRÁN:
¿Y cómo?
CORCUERA:
¿Reñís los dos?
BELTRÁN:
Sí, mas no sobre el tocino,
como los perros y gatos.
CORCUERA:
Ya es tarde y querrá cenar
mi señor. Dame lugar.
BELTRÁN:
Acá ya suenan los platos.
CORCUERA:
Pues entrad, y por mi vida
que os dejéis ver.
BELTRÁN:
Vós veréis
la enmienda.
CORCUERA:
Entre siete y seis,
Beltrán, mañana os convida
a lo del santo Corcuera
junto a la plaza Mayor.
BELTRÁN:
Allá voy como un azor;
mas sea la fiesta entera
y despertemos el vino.
CORCUERA:
Tocino lo habrá de hacer.
BELTRÁN:
‘Alcahuete del beber’
llamó un flamenco al tocino.
(Éntrense, y salen GASPAR SUÁREZ y DOÑA LEONOR.)
GASPAR:
Pienso que os habréis holgado.
DOÑA LEONOR:
Nunca me huelgo sin vós.
GASPAR:
Que os lo pago, sabe Dios,
prima, en el mismo cuidado.
¿Qué dijeron del vestido
esas señoras?
DOÑA LEONOR:
Que fue
de vuestro gusto.
GASPAR:
No sé,
prima, si del vuestro ha sido.
DOÑA LEONOR:
La cadena de diamantes
les agradó.
GASPAR:
Yo quisiera
que toda de estrellas fuera
al mismo sol semejantes.
Desea mi justo amor
serviros en cuanto puede,
y es fuerza que atrás se quede
por no igualar su valor,
que si con él se midieran
las fuerzas, no hay India agora
para serviros, señora:
pobres sus riquezas fueran.
Oro pisaran los pies
que pueden pisar mis ojos,
donde el amor sin despojos
confiesa que no lo es;
cuanto produce la aurora
de ricas piedras vistiera
de esa alma la rica esfera
que es vuestro cuerpo, señora.
Si naturaleza rara,
segundas perlas hiciera
de Cleopatra, y menos fuera
de sus milagros avara;
de cada sutil cabello
una colgara, por Dios.
Pero hizo solas dos
porque no pudiese hacello.
DOÑA LEONOR:
Tantas mercedes me hacéis,
tantos regalos me dais,
que pienso que conquistáis,
Gaspar, lo que ya tenéis.
Mirad que lo que es tan vuestro
no se ha de tratar ansí,
que sospecharán de mí
que menos amor os muestro.
Y creed que me ganáis
en mercedes que me hacéis
porque, como hombre, podéis,
y porque obligado estáis.
Pero en amor no es posible.
GASPAR:
¿Cómo no, si os quiero tanto?
DOÑA LEONOR:
¿Queréis que os diga yo cuánto?
GASPAR:
Sí.
DOÑA LEONOR:
Oíd este imposible:
Si el mundo todo en mi poder tuviera,
por rey del mundo, primo, os coronara;
y si pudiera hacer mundos, formara
otros mil mundos que a esos pies pusiera.
Si el cielo dilatarme concediera
las vidas de los hombres, dilatara
la vuestra tanto que hasta el fin llegara
del fin universal que el mundo espera.
Y si de Ovidio el artificio estraño
se estendiera a sucesos verdaderos
y su transformación no fuera engaño,
me convirtiera en vós para teneros
el amor que os tenéis. Si no me engaño,
yo os quiero más que vós podéis quereros.
GASPAR:
Agradezco la merced
que me habéis hecho, Leonor;
pero que igualéis mi amor
por imposible tened.
DOÑA LEONOR:
Yo lo tengo por posible.
GASPAR:
Eso no.
DOÑA LEONOR:
De vós me espanto.
GASPAR:
¿Queréis que os diga yo cuánto?
DOÑA LEONOR:
Sí.
GASPAR:
Oíd este imposible:
Si fuera yo la juventud florida,
en vuestra verde edad me aposentara,
y si fuera yo el tiempo, me parara
para que fuera eterna vuestra vida.
Si fuera el sol la luz esclarecida
de vuestros ojos, por mi luz tomara
para que el mundo, en viéndola, os llamara,
sola del sol de tanta luz vestida.
Si no hubiérades sido, para hacerme
un ser de vuestro ser a pensar vengo
que, a poder ser que lo que no es se vea,
no quisiera haber sido por no verme
con ser sin vós, porque este ser que tengo
es ser por vós hasta que ser no sea.
DOÑA LEONOR:
Venciome el entendimiento,
no el amor.
GASPAR:
Amor, señora,
es mi entendimiento agora
y alma de mi pensamiento.
No tenéis que porfiar;
siempre mi amor es mayor.
(Entra ANA.)
ANA:
Ya si quiere mi señor,
señora, puede cenar.
DOÑA LEONOR:
¿Está a punto?
ANA:
Sí, señora.
DOÑA LEONOR:
Entrad, mi bien.
GASPAR:
Voy con vós.
¿Qué es eso?
DOÑA LEONOR:
¡Válgame Dios!
GASPAR:
Buen galán he sido agora.
DOÑA LEONOR:
Descorchóseme el chapín.
GASPAR:
¿Hicístesos mal?
DOÑA LEONOR:
No es nada.
(Vanse.)
(Y entre HAMETE, y quede ANA.)
HAMETE:
Ana, ¿en qué estás ocupada?
ANA:
¿Por qué lo dice el mastín?
HAMETE:
Para como vengo yo,
¿es esa respuesta buena?
ANA:
Hamete, mi señor cena.
¿Quieres otra cosa?
HAMETE:
No.
Pero vive Dios que tienes
un desabrimiento en ti.
ANA:
Pues bien, ¿qué quieres de mí?
HAMETE:
¿Qué he de querer?
ANA:
Bueno vienes.
Como no tienes costumbre,
yo apostaré que algún trago
ha hecho en ti más estrago
que en Beltranillo una azumbre.
HAMETE:
¡Vive Dios!
ANA:
Perro, ¿tú a mí
la mano alzada? ¡Pues calla!
(Vase.)
HAMETE:
No sabe esta que me halla
como en mi vida me vi.
Anda desde anoche en mí
una batalla tan fiera
que parece que me altera
todos los cinco sentidos
de ver al alma ofendidos
donde libertad no espera.
Grande tristeza me ha dado
tu carta, hermosa Argelina,
pues ya tu amor imagina
que de ti vivo olvidado;
yo te escribiré el estado
en que está tu pobre Hamete:
piénsasme en Orán jinete,
piénsasme en la mar delfín.
¡Ay, que no sabes el fin
que esta prisión me promete!
¡Qué fiera melancolía!
¡Ay, mi patria! ¡Ay, cielo santo!
Ojos ha bañado el llanto
que el mismo fuego solía.
Eterna tristeza mía,
¿qué tienes hoy más que ayer?
De mi amo y su mujer
creo que nace esta rabia,
no porque nadie me agravia,
pero por verlos querer.
(Entra BELTRÁN.)
BELTRÁN:
Pues, Hamete, ¿cómo va?
HAMETE:
No estoy para burlas.
BELTRÁN:
¿No?
HAMETE:
No, digo.
BELTRÁN:
Pues quiero yo...
HAMETE:
¡Déjame! ¡Quítate allá!
BELTRÁN:
¿Hate mordido algún perro?
Entra, que te quiere dar
Figueroa de cenar.
HAMETE:
Déjame.
BELTRÁN:
No atarte es yerro. (Éntrese HAMETE.)
¿Qué diablos tiene este galgo
que hoy nos pone a todos miedo?
(Entra un PAJECILLO.)
PAJECILLO:
Beltrán...
BELTRÁN:
¿Qué hay, niño?
PAJECILLO:
Oye quedo.
BELTRÁN:
Ya entiendo. Que luego salgo,
en cenando mi señor.
PAJECILLO:
Mira que parece honrada.
BELTRÁN:
¿Viene tapada?
PAJECILLO:
Tapada.
BELTRÁN:
¿Buena ropa?
PAJECILLO:
Y buen olor.
BELTRÁN:
Alguna que habrá caído
en el talle de Beltrán,
destas pobretas que van
a la sopa de Cupido.
Si preguntaren por mí,
di que a la esquina llegué.
PAJECILLO:
Vete, que yo lo diré.
(Vase BELTRÁN.)
(Dentro.)
ANA:
Pues, ¿tú me tratas ansí?
¿La cena que está en la mesa
me arrebatas?
(Sale HAMETE con un plato comiendo.)
HAMETE:
Pues, ¿qué quieres?
El diablo son las mujeres.
De que no le di me pesa
con el plato, ¡vive Dios!
GASPAR:
Ana, ¿qué es eso?
ANA:
Este moro,
que anda bravo como un toro.
GASPAR:
¿Por qué le dejáis las dos
que suba arriba?
ANA:
La cena
me ha tomado.
GASPAR:
Espera un poco.
DOÑA LEONOR:
¿Adónde vais? ¿Estáis loco?
PAJECILLO:
Hamete...
HAMETE:
¿Qué?
PAJECILLO:
Tengo pena
que señor te quiere dar.
HAMETE:
Lleva este plato allá dentro.
PAJECILLO:
Muestra.
HAMETE:
Vete pues.
PAJECILLO:
Ya entro.
HAMETE:
¿Qué haré?
PAJECILLO:
Limpiarte y negar.
(Entra GASPAR SUÁREZ con una caña.)
GASPAR:
Perro, ¿de cuándo acá sois atrevido?
¿Para eso os truje de Madrid, bellaco?
¡Cuán mejor estuviérades vendido!
HAMETE:
Señor...
GASPAR:
Con humildades no me aplaco.
HAMETE:
¿Palos, cristiano, a un hombre bien nacido?
GASPAR:
Pues vive Dios que si la espada saco...
HAMETE:
Pluguiera a Dios que cuatro cuchilladas
dejaran esta cara y barba honradas.
GASPAR:
¿Palos siente un esclavo?
HAMETE:
¡Basta! ¡Tente!
(Sale DOÑA LEONOR.)
DOÑA LEONOR:
¡Jesús, y qué disgusto!
HAMETE:
¡Ay, cielo airado!
GASPAR:
¡Perro, bellaco, bárbaro insolente!
DOÑA LEONOR:
¡Dejalde! ¡Buena cena me habéis dado!
GASPAR:
En sufriendo a un esclavo impertinente,
por momentos será desvergonzado.
Yo os haré que sepáis que las criadas
han de ser en mi casa respetadas.
¡Vós, tomalles la cena de la mesa!
DOÑA LEONOR:
¡Basta, señor! ¡Entraos, por vida mía!
GASPAR:
¡La desvergüenza del perrazo...!
(Éntranse los dos.)
HAMETE:
Hoy cesa
la vida, la esperanza y la porfía.
Hoy me levanto a la mayor empresa,
ya que la rabia del furor me guía,
que ha cabido en esclavo eternamente,
pues he sufrido que Gaspar me afrente.
¿Palos a mí, que general he sido?
¿Palos a mí, galán de Meliona?
¿Palos a mí, que tantos he vencido
en los campos de Orán por mi persona?
¿Al bárbaro más noble y bien nacido
de cuantos hoy el África corona?
¿Palos con una caña, y en España,
donde es mayor la infamia con la caña?
¿Qué guardo yo la vida, si en Toledo,
tan lejos de mi patria, pobre esclavo,
la tengo de acabar? Afuera miedo,
pues la desdicha con la vida acabo:
con un cuchillo remediallo puedo;
vitupero el vivir, la muerte alabo,
blasfemo de Mahoma. ¿A mí de palos?
Los buenos con agravios se hacen malos.
(Vase.)
(Dentro.)
ANA:
¿Adónde vas de esa suerte?
¿Estás loco, moro infame?
¡Señor! ¡Señor!
GASPAR:
Figueroa,
¿qué es eso?
ANA:
Este perro alarbe,
que de aquí tomó un cuchillo.
GASPAR:
¡Beltrán! ¡Hola, Enrique! ¡Pajes!
ANA:
Ninguno está aquí, señor.
GASPAR:
¿Déjanme cenando y vanse?
¡Dadme unas esposas! ¡Presto!
DOÑA LEONOR:
Señor, importa que llames
algún hombre que te ayude.
GASPAR:
Corriendo salgo a la calle. (Sale.)
¡Señor Capitán Guevara!
CAPITÁN:
¿Quién es?
GASPAR:
Yo soy: Gaspar Suárez.
CAPITÁN:
¿Qué quiere vuesa merced?
GASPAR:
Mande que al instante bajen,
vuesa merced, dos criados
para que me tengan y aten
este moro.
CAPITÁN:
Iré yo mismo.
GASPAR:
Quiero entrar y amenazarle
que, si contra mí se vuelve,
vive el cielo que le pase.
¿Agora cerráis la puerta?
¡Mas si es él! ¡Hamete, abre!
¡Abre, Hamete! ¡Hola, Francisca,
Ana, Luis...! ¿No me oye nadie?
(Dentro.)
HAMETE:
Yo mat aré lo que adoras,
cristiano, para vengarme.
DOÑA LEONOR:
¡Ay, Hamete! ¿A mí por qué?
GASPAR:
¡Oh, perro traidor! ¿Qué haces?
DOÑA LEONOR:
¡Jesús! ¡Virgen del Sagrario!
GASPAR:
Leonor se queja.
ANA:
¡Que trates
desta suerte a mi señora...!
GASPAR:
¡Que no hay un hombre que pase
que me ayudara a romper
esta puerta...! ¿Eres diamante,
duro cerrojo?
ANA:
¡Ay de mí!
FRANCISCA:
¿A mi hija, perro infame?
HAMETE:
Muere tú también.
FRANCISCA:
¡Jesús!
GASPAR:
¡Oh, puertas inexorables!
¡Hijo Hamete! ¡Hamete, hijo!
Yo soy tu señor, tu padre,
tu amigo, tu hermano... ¡Tente!
(Sale[n] el CAPITÁN y gente.)
CAPITÁN:
¿Qué es esto?
GASPAR:
Desdicha grande.
Rempujad todos las puertas
y entre todos abriranse,
que no son yerba del pito
mis lágrimas miserables.
(Ábrense las puertas del teatro y, en abriéndola[s], entre todos se vea DOÑA LEONOR dada de puñaladas.)
CAPITÁN:
¡Jesús, qué triste tragedia!
GASPAR:
¡Mi Leonor llena de sangre!
¡Si la ha muerto! Entrad, señores,
a buscarle y a matarle.
Leonor mía, ¿tienes vida?
Esposa, ¿puedes hablarme?
¡Prima mía, amores míos...!
DOÑA LEONOR:
¡Gaspar de mis ojos!
GASPAR:
¡Ángel!
DOÑA LEONOR:
Dame el abrazo postrero.
¡Jesús!
GASPAR:
Espiró. ¡Que acabe
tan presto el cielo tu vida...!
Detente, espíritu amable,
o troquemos y entra en mí
para que mi vida falte
y entre mi alma en tu cuerpo,
o mejor es que me mates.
Vida mía, ¿no respondes,
prima mía?
(Sale el CAPITÁN.)
CAPITÁN:
Que saltase
por unas tapias tan altas...
GASPAR:
¿Fuese?
CAPITÁN:
O se ha muerto en la calle.
Mas, ¿qué hay de doña Leonor?
GASPAR:
Que es muerta.
CAPITÁN:
¡Caso notable!
También lo están dos criadas;
pienso que son hija y madre.
Los demás se han escondido.
GASPAR:
Todo el mundo ha de culparme
por no haber muerto este moro.
CAPITÁN:
Toda la ciudad se arde.
¡Cerrad las puertas!
GASPAR:
¡Ay, triste!
(Cierren las puertas y salga BELTRÁN.)
BELTRÁN:
En casa siento quejarse,
y parece que dan voces.
(Entra HAMETE con un cuchillo y un palo.)
HAMETE:
Al río quiero arrojarme
y esconderme entre los montes.
BELTRÁN:
¿Quién es?
HAMETE:
Apártese.
BELTRÁN:
Aguarde.
¿Es Hamete?
HAMETE:
El mismo soy,
y tome porque se aparte.
(Vase HAMETE. Sale[n] el CORREGIDOR y ALGUACILES y gente.)
BELTRÁN:
¡Ay, que me han muerto!
ALGUACIL:
Aquí hay gente.
TELLO:
Pasen las hachas delante.
¡Jesús! ¿Doña Leonor muerta?
ALGUACIL:
¡Tente al Rey!
BELTRÁN:
Ya llegan tarde.
TELLO:
¿Has encontrado, por dicha,
a Hamete, el de Gaspar Suárez?
BELTRÁN:
Él ha encontrado comigo.
TELLO:
¿Hiriote?
BELTRÁN:
¿No ven la sangre?
ALGUACIL:
Este es criado de casa.
TELLO:
¡Caminen! No dejen calle
en toda Toledo. Tú
entra comigo a curarte.
Y en aquesta información
dirás también lo que sabes,
si viste a Hamete matar
a doña Leonor.
BELTRÁN:
¡Oh, infame!
¿A doña Leonor ha muerto?
TELLO:
¡Oh, plega a Dios que le alcancen!
Dese un pregón por Toledo;
porque no le encubra nadie,
pena de muerte.
BELTRÁN:
Fiad
de bárbaros.
TELLO:
Dios me guarde.
(Vanse, y sale HAMETE todo mojado.)
HAMETE:
Aunque vestido, he pasado,
Tajo, tu veloz corriente
templando mi fuego ardiente
en tu cristal sosegado.
Ya de mis palos vengado
salgo honrado a tu ribera.
¡Ojalá que muerto hubiera
a quien los palos me dio!
Aunque presumo que yo
tomé venganza más fiera:
si puede un hombre matar
el alma de que le agravia,
yo vengué mejor mi rabia
de lo que pude pensar.
No maté el cuerpo a Gaspar,
pero el alma le maté.
Luego más venganza fue,
pues, matándole a Leonor,
puedo decir en rigor
que hasta el alma le saqué.
¿Adónde irá este camino?
Bueno será desviarme
y por las peñas entrarme;
lo más seguro imagino.
Gente hay en este molino;
también nadan más abajo.
Por aquí voy con trabajo,
¡quién se convirtiera en ave!
No fuera esta barca nave
y el mar de Valencia el Tajo...
(Dentro.)
NADADOR:
San Juan y la Madalena,
y ya va.
HAMETE:
Que sin congoja
aquel nadador se arroja
y el agua rompida suena.
¿Si pasaré desta arena...?
NADADOR:
(Dentro.)
¿Queréis que haga el barquete?
HAMETE:
¿Por adónde irás, Hamete? (Dentro.)
¡Que me ahogo!
HAMETE:
¡Ay! ¡Si yo fuera,
qué descansado estuviera
del mal que Alá me promete!
(Canten dentro.)
[MOLINERO] :
Molinico, ¿por qué no mueles?
Porque me beben el agua los bueyes.
HAMETE:
Cantando está el molinero.
Quiero ver si tiene espada.
(Sale el MOLINERO.)
MOLINERO:
¡Qué noche tan sosegada!
HAMETE:
Buenas noches, molinero.
MOLINERO:
¿Quién es?
HAMETE:
Soy un caballero.
MOLINERO:
¿En campo negro o en blanco?
Pues si aquella estaca arranco,
de la cabeza a los pies
le diré presto si es
el moro de Gaspar Franco.
HAMETE:
Conócesme.
MOLINERO:
Luego no.
¿Qué has hecho, perrazo, allá
que ansí te vienes acá?
HAMETE:
[Aparte.]
(Aqueste me conoció,
y si aquí le dejo yo,
dirá que me ha visto aquí.
Esto se ha de hacer ansí.)
¡Muere, perro!
MOLINERO:
¡Ay, que me ha muerto!
HAMETE:
Agora estaré más cierto
que no dirás «yo le vi».
Mal voy por este camino;
Madrid en su Corte encierra
seis esclavos de mi tierra:
que acierto en ir imagino.
Ya se alborota el molino.
Ellos podrán esconderme
y de allí en salvo ponerme.
Alá, socorre mi vida,
que, según de mí se olvida,
pienso que Mahoma duerme.
(Vase.)
(Entra[n] GIL y BARTOLO, villanos.)
BARTOLO:
Echa ese cañada abajo,
Gil, que comienza el albor.
Por acá el arroyo atajo.
GIL:
Este oficio de pastor
es temerario trabajo.
Agora está el cortesano
durmiendo en cama de seda,
y acá el mísero villano
sacando desta arboleda
las ovejuelas al llano.
BARTOLO:
Yo precio más ver reír
el alba por estas flores
y al claro viento bullir
entre sus varias colores,
perla, granate y safir,
que toda su seda y oro.
¿Dónde iba aquel correo
que os habló?
GIL:
Buscando un moro
por el delito más feo
que ha bañado en luto y lloro
pueblo, villa ni ciudad.
BARTOLO:
¿Fue en Toledo?
GIL:
Nunca arrasa
la súbita tempestad
el campo como él su casa.
Las piedras mueve a piedad.
Mató su ama y mató
las criadas; solamente
lo que no vio perdonó.
BARTOLO:
¿Cómo se huyó?
GIL:
La corriente
del Tajo a nado pasó
y en los montes escondido
piensan algunos que está,
y otros que a Madrid es ido.
BARTOLO:
Gran gente en su busca irá.
(Entra HAMETE.)
HAMETE:
Mejor acuerdo he tenido,
porque nadie ha de pensar
que en Madrid me atrevo a entrar.
Fuera de camino voy,
pero yo pienso que estoy
no lejos de algún lugar.
Dos villanos hay allí.
¡Ah, buena gente!
BARTOLO:
¿Quién es?
HAMETE:
¿Vase a Madrid por aquí?
GIL:
Errados lleváis los pies.
HAMETE:
'Errados' dijo, ¡ay, de mí!;
sin duda me conoció.
GIL:
Echad sobre man derecha,
por donde aquel perro echó.
HAMETE:
'Perro' dijo; mi sospecha
el labrador confirmó.
¿Cómo los podré matar?
¿Tenéis algo que me dar,
que camino desde ayer
sin parar y sin comer?
GIL:
¿Mandele yo caminar?
Váyase a espulgar un galgo.
HAMETE:
'Galgo' me llamó, ¿qué dudo?
De rabia de seso salgo.
¿Tratar un villano pudo
desta suerte un moro hidalgo?
Acercarme quiero más.
GIL:
Hombre, repara en que vas
fuera de camino.
HAMETE:
¿Y tú
dónde irás muerto?
GIL:
¡Jesús!
BARTOLO:
¡Oh, traidor! ¿Por qué le das?
HAMETE:
Aguárdame tú también.
BARTOLO:
¿Cómo aguardar?
HAMETE:
¡Oye, espera!
Por Alá que le di bien:
cayó a tres pasos. Quisiera
ver ansí cuantos me ven.
¡Espera, villano, un poco!
BARTOLO:
¡Ah de la villa! ¡Justicia,
que ha dado a Gil muerte un loco!
HAMETE:
Vengarse el alma codicia
cuando mis agravios toco.
Palos a mil, ¡vive Alá!,
que han de costar dos mil vidas.
Este a su lugar se va,
estotro con sus heridas
pidiendo venganza está.
Quiero atravesar la tierra
para que no den conmigo.
Hoy verás, canalla perra,
cómo la maldad castigo
que tu infame pecho encierra.
A las honras ofendidas
da la ocasión mil cabellos,
que primero que lo impidas
no ha de haber palo de aquellos
que no cueste treinta vidas;
pues, si me acierto a escapar
y una vez entro en el mar
como por la cava, España
se ha de perder por la caña
con que me afrentó Gaspar.
(Vase, y entre[n] una MESONERA, villana y LUCÍA.)
MESONERA:
¡Hola! ¿Muchacha?
LUCÍA:
¿Señora?
MESONERA:
¿Tiene ese huésped recado?
LUCÍA:
Juan a la mula le ha dado,
y él está cenando agora.
MESONERA:
¿Hiciste al padre Agustino
la cama?
LUCÍA:
También.
(Entren dos labradores, PASCUAL y LORENZO.)
PASCUAL:
Entremos,
que aquí, ¡voto al Sol!, podemos
echar a quien paga el vino.
LORENZO:
¿Traéis los naipes?
PASCUAL:
Aquí
los traigo, aunque no cabales.
LORENZO:
Sentaos en estos poyales.
Lucía, ¿hay buen vino?
LUCÍA:
Sí,
que en verdad que nos lo ha puesto
a veinte el Alcalde hoy.
PASCUAL:
¿A qué echamos?
LORENZO:
Al rentoy.
PASCUAL:
Con este envido mi resto.
LORENZO:
¿Es figura?
PASCUAL:
¿De qué sale?
LORENZO:
De bastos.
(Entre un CORREO.)
CORREO:
Muy tarde es ya,
un poco nublado está;
no hay alegría que iguale
al caminar con el día.
La noche es toda tristeza;
hambre, cansancio y pereza
me combaten a porfía.
Yo paro en este mesón.
PASCUAL:
Rentoy.
CORREO:
¿Habrá qué cenar?
LORENZO:
Quiérole.
LUCÍA:
No ha de faltar.
LORENZO:
Tres más.
PASCUAL:
Tres más; buenas son.
CORREO:
Venga presto lo que hubiere,
que he de pasar adelante.
LUCÍA:
Buen pan y vino bastante,
y un palomino si quiere.
CORREO:
Venga agora el pan y el vino,
y sáquele, pesia a mí,
que pienso que traigo aquí
cierto hueso de tocino.
LUCÍA:
Llegue y siéntese a la mesa,
que aquí hay pan.
CORREO:
Tráigame el vino.
PASCUAL:
Ocho piedras.
LORENZO:
Imagino
que pago.
PASCUAL:
A mí no me pesa.
LORENZO:
Pues rindibuy.
PASCUAL:
Miraré.
(Entre HAMETE.)
HAMETE:
Fiado en la oscuridad
del cielo y de su piedad,
en este lugar entré,
que la hambre me ha forzado.
Gente juega y cena aquí.
¡Ah, mancebo!
CORREO:
¿Dice a mí?
HAMETE:
¿Quiéreme dar un bocado
de eso que cenando está?
LUCÍA:
Ya el palomino se asa.
CORREO:
¿Dónde, gentil hombre, pasa?
¿Va a la Corte o dónde va?
HAMETE:
A la Corte voy. Y vós,
¿dónde vais?
CORREO:
Allá también.
Sentaos, que yo haré que os den
alguna cosa. ¡Por Dios
que parece al moro este hombre
que a doña Leonor mató!
LUCÍA:
¿Este?
HAMETE:
Si soy o si no,
agora sabrán mi nombre.
(Dale.)
CORREO:
¡Ay, que me ha muerto!
LUCÍA:
¡Oh, traidor,
que el moro debes de ser!
HAMETE:
Ansí lo podrás saber.
(Dala.)
LUCÍA:
¡Jesús! ¡Justicia, favor!
PASCUAL:
¡Oh, traidor! ¿Por qué das muerte
a un hombre y una mujer?
HAMETE:
Por poderos responder
que lo hice desta suerte.
(Dalos.)
PASCUAL:
¡Justicia!
LORENZO:
¡Aquí de la villa!
(Sale la MESONERA.)
MESONERA:
¿Qué destruición es aquesta?
HAMETE:
Pues si lo preguntas, esta,
si acaso te maravilla.
(Dale.)
MESONERA:
¡Muerta soy! ¡Confisión!
HAMETE:
¡Cielos,
si os he servido en mi ley!
¡Libradme!
(Dentro.)
[UNA VOZ] :
¡Favor al Rey!
HAMETE:
De mi fin me dan recelos. (El ALCALDE y labradores con chuzos y un MAESTRO DE ESGRIMA.)
Llegad, nadie tenga miedo.
HAMETE:
Muchos vienen.
ALCALDE:
¡Ah, traidor!
MAESTRO DE ESGRIMA:
Llegad con tiento, señor,
que es el moro de Toledo.
HAMETE:
¡Que no tuviera una espada...!
MAESTRO DE ESGRIMA:
¡Date, perro!
HAMETE:
Muerto sí.
ALCALDE:
¡Que este se defienda así...!
HAMETE:
La fortuna viene airada.
ALCALDE:
¡... con un cuchillo no más!
MAESTRO DE ESGRIMA:
¡Date o matarete, perro!
ALCALDE:
¡Mirad que matarle es yerro!
MAESTRO DE ESGRIMA:
Perro, ¿tan herido estás
y te quieres defender?
ALCALDE:
Cayó. ¡Asilde!
LABRADOR:
Aquí tenelde.
MAESTRO DE ESGRIMA:
Pues, perro, ¿aquí estás rebelde?
HAMETE:
¡Matadme!
MAESTRO DE ESGRIMA:
Pudiera ser
si tu vida no importara.
ALCALDE:
Atalde muy bien.
HAMETE:
Mahoma,
mi muerte a tu cargo toma,
pues ya mi fin se declara.
ALCALDE:
Más sogas podéis traer.
MAESTRO DE ESGRIMA:
¿Hay buena cadena?
LABRADOR:
Brava.
MAESTRO DE ESGRIMA:
¿Y esposas?
ALCALDE:
Pensando estaba
que fueran bien menester;
pero sogas y cordeles
harán oficio de esposas.
HAMETE:
Matadme, heridas dichosas;
será piedad ser crueles.
ALCALDE:
Vaya un aviso a Toledo.
Ve tú, Pascual, si codicias
ganar famosas albricias.
LABRADOR:
Ya sabéis que al viento excedo.
MAESTRO DE ESGRIMA:
¿Hay cepo?
ALCALDE:
Y puertas bien fuertes.
MAESTRO DE ESGRIMA:
La guarda esté apercebida.
HAMETE:
Perros, yo tengo una vida;
no vengaréis tantas muertes.
(Éntrense, y salga GASPAR SUÁREZ con luto.)
GASPAR:
Alma de mi muerta vida,
mártir inocente, santa
que pisa con pura planta
el sol de su luz vestida.
Como mi gloria, eres ida
para gozar tanta gloria;
tengo envidia a tu vitoria
como a mí lástima el suelo
de que te me diese el cielo
para tan llorosa historia.
Poco tiempo te gocé,
poco tiempo me gozaste.
Mas, en fin, tú me dejaste,
que yo a ti no te dejé.
Donde tu espíritu fue
todo es gloria, prima mía,
todo es luz y todo es día,
mas en esta soledad
todo es noche, escuridad,
tristeza y melancolía,
de suerte que yo he quedado
en desventura tan cierta
que, aunque tú has sido la muerta,
he sido yo el agraviado.
GASPAR:
Si en este mísero estado,
querida Leonor, reparas,
tus heridas verás claras;
mátanme memorias fieras.
¡Oh, qué piadosa que fueras
si contigo me llevaras!
Tal me tienes el deseo
que forma con mi pasión
mi fuerte imaginación
la imagen con que te veo,
y tan de veras lo creo
que voy, señora, a abrazarte.
No llego, Leonor, a parte
que no te imagine allí,
y apenas me acerco a ti
cuando tu imagen se parte.
¿Adónde, mi vida, estás,
pues te has llevado mi vida?
Prima, prima mía querida,
responde. Mas no querrás.
Si de mis ojos te vas,
¿adónde hallarán mis ojos
paz para tantos enojos?
Leonor, ya es mi voz perdida,
que en el cielo está su vida
y en la tierra sus despojos.
(Entra su HERMANO.)
HERMANO DE GASPAR:
¡Albricias, hermano!
GASPAR:
¡Ay, cielo!
Albricias en tal dolor...
¿Ha parecido Leonor?
HERMANO DE GASPAR:
No está Leonor en el suelo.
Pero si hay algún consuelo
en la muerte lastimosa
de tu prima y de tu esposa
es que ya el moro está preso.
GASPAR:
¿Qué le importa a mi suceso
ni al alma que en paz reposa?
HERMANO DE GASPAR:
Pues, ¿no importa la venganza?
GASPAR:
No, hermano.
HERMANO DE GASPAR:
¿Qué dices?
GASPAR:
Digo
que el ejemplo y el castigo
importan a la templanza
con que la justicia alcanza
el respeto que se debe;
este es bien que un hombre apruebe.
Pero, ¿vivirá Leonor
por ese fiero rigor?
HERMANO DE GASPAR:
Toda la ciudad se mueve
al espectáculo fiero,
porque el Alcalde Mayor
le trae; el Corregidor
sale a recebirle.
GASPAR:
Espero
en el juez verdadero
muy diferente venganza.
HERMANO DE GASPAR:
Siempre tuve confianza
que le habían de prender.
GASPAR:
¿Qué venganza ha de poner
en tanto dolor templanza?
(Vanse, y entra el CORREGIDOR y un SECRETARIO.)
TELLO:
Ventura ha sido, más que diligencia.
SECRETARIO:
Muchos han dicho que, a no hallarse entonces
el maestro de armas, que le dio en efeto
las heridas que tiene, se escapara
o que más gente que mató matara.
TELLO:
¿Que a tantos diese muerte? Estraño caso.
SECRETARIO:
Desconfiado de poder librarse,
cuantos le conociesen mataría.
Siete muertos se prueban y once heridos.
TELLO:
Si él lo está mucho, temo que se muera,
cosa de que en estremo me pesara.
SECRETARIO:
Dale alguna esperanza de la vida
cuando le veas, que este pensamiento
podrá ser que algún día la dilate.
TELLO:
Ni pienso hacerle cargo ni que tomen
su confesión. Las de las dos criadas
y aquesta información que han hecho en juncos
basta para el castigo que pretendo
hacer, tan ejemplar que a los esclavos
y a los que no lo son quede escarmiento.
SECRETARIO:
Ya llega el moro.
TELLO:
Sus heridas siento.
(Con cadenas y esposas y guarda de arcabuces delante, saquen a HAMETE el ALCALDE MAYOR y el ALCALDE DEL LUGAR y el DE TOLEDO.)
ALCALDE MAYOR:
Ya puede estar vuesa merced contento.
TELLO:
Agora sí, supuesto que fue dicha
más que cuidado y diligencia nuestra,
aunque se ha hecho lo que fue posible.
¿Qué hay, Hamete? ¿No hablas?
ALCALDE DEL LUGAR:
Viene enfermo.
TELLO:
Pues por vida del Rey, perro bellaco,
que, si vivís, que yo os eche a galeras,
y que habéis de remar más de seis años.
¡A vuestra ama, traidor, y a las criadas,
al molinero pobre y al correo,
sin otros mil en los caminos!
HAMETE:
¡Cielos!
¡Galeras dice! ¡Corazón turbado,
no te desmayes! ¡Ánimo! Vivamos,
pues este, con estar con tanto enojo,
con ellas me amenaza por castigo.
TELLO:
Ea, llévenle luego a ese bellaco,
que antes de un mes sabrá qué son galeras.
(Llévanle.)
SECRETARIO:
¿Dices las del infierno?
TELLO:
Por las mismas.
Oíd lo que se ha de hacer de aqueste moro:
primeramente, atado en un madero,
que vaya puesto en la mitad del carro,
le han de sacar pedazos de sus carnes
con tenazas ardiendo en todo el cuerpo
hasta que no descubra cosa sana;
luego, en Zocodover, entrambas manos
le han de cortar, y luego, de la horca
que ya he mandado hacer, han de colgarle
por los pies, la cabeza abajo, a efeto
de que muera rabiando deste modo.
SECRETARIO:
Grande castigo, pero poco es todo.
TELLO:
Escribid desta suerte la sentencia,
que no hay tiempo de hacer más diligencia
ni hay que aguardar con un villano moro
que mañana ha de estar en el infierno.
SECRETARIO:
Con todo eso, cuando salga es justo
que algún fraile le hable; ser podría
que le tocase Dios.
TELLO:
Dios puede hacerlo.
Aunque él es tal que al cielo desobliga,
más bien será llamar quien se lo diga.
(Váyase, y entren tres villanos [y] JUANA, INÉS [y] BENITA con sombreros y mantellinas.)
JUANA:
No le dejaré de ver,
¡por el siglo de mi padre!
Mató a mi hermana y mi madre.
INÉS:
Ofrézcole a Lucifer,
que tal me puso a mi tía.
BENITA:
Luego le quieren sacar,
que temen no ha de llegar
si le aguardan a otro día.
JUANA:
Como no hay que prevenir
ni aguardar a confisión,
y temerán con razón
que se les puede morir.
Yo apostaré que no está
en la cárcel seis horas.
INÉS:
Las calles cubren, señoras;
todo el mundo a verle va.
BENITA:
Pienso que si acaso un mes
su muerte se detuviera,
que de Sevilla viniera
gente para velle, Inés.
¿Murió ya el pobre Correo?
JUANA:
Tres horas solas vivió.
INÉS:
El perro no ejecutó
como quiso su deseo,
que si una espada tuviera,
como un cuchillo tenía,
no es de creer que aquel día
hombre de juncos viviera.
BENITA:
Dicen que en un olivar
mató también un pastor.
INÉS:
Quien mató a doña Leonor,
¿qué dejara de matar?
Tarjeta dice que ha sido
el cura.
JUANA:
¿Tarjeta?
INÉS:
Sí.
JUANA:
‘Tragenia’ pienso que oí,
por las muertes que ha tenido.
INÉS:
‘Tarjeta’ o ‘targenia’. En fin,
pagará el perro este día
el haber muerto a Lucía
y a Juana de San Martín.
Voto a mi sayuelo, amén,
que no me veré vengada
si a cualquiera tenazada,
como torrezno en sartén,
no chilla y salta el bellaco.
JUANA:
¿Dejáranle tirar?
BENITA:
No.
JUANA:
Pues, si no le tiro yo,
poco la cólera aplaco.
INÉS:
La cabeza han de poner
y allí la podréis tirar,
pues que se la ha de llevar
de aquí a un hora Lucifer.
BENITA:
Echa por aquesta calle,
que siento grande roído.
INÉS:
Si él se muere, habrán querido
despachar presto y matalle.
JUANA:
Todo el mundo se alborota.
INÉS:
Si esta noche se le entregan,
¿cuánto va que con él juegan
los diablos a la pelota?
(CORCUERA y BELTRÁN con un paño en la cabeza.)
BELTRÁN:
Salir a verle quise, aunque me muera.
CORCUERA:
Es cosa que a Toledo ha dado espanto,
como si el mismo fin del mundo fuera.
BELTRÁN:
Aún no me podré ver vengado tanto.
CORCUERA:
En un carro salió que, a no ser moro,
bañara la ciudad en tierno llanto;
mas, como falta el celestial decoro
de la cristiana crisma, aquello siente
que cuando ve en la plaza herido un toro.
Vienen delante en un brasero ardiente
las tenazas que sacan a bocados
desde los pies la carne hasta la frente;
pero el valiente moro los airados
ojos vuelve no más a quien le quema
sin resistir los miembros abrasados.
Predícanle, mas el ciego en su tema
solo a Mahoma entre los dientes nombra
y alguna vez de nuestra fe blasfema.
La mano le pidió, cosa que asombra,
el verdugo, y la puso en un madero
como si la pusiera en una alfombra;
cortó los huesos el cuchillo fiero
y, antes que la siniestra le pidiesen,
ya estaba puesto al riguroso acero.
Mas no que por aquesto le moviesen
a quejarse, a dolerse de sí mismo;
ni una palabra de su boca oyesen.
BELTRÁN:
¡Ay, si pidieras bárbaro el bautismo,
tan cerca estabas de gozar del cielo
como lo estás del temeroso abismo!
CORCUERA:
Volved los ojos, que me cubre un hielo
de solo verle en tantas desventuras.
BELTRÁN:
Aunque este es moro, la piedad recelo
que bastará a mover las piedras duras.
(Descúbranse aquellas puertas y véase dentro un teatro, y en el medio HAMETE atado a un palo, atenaceado; un brasero delante con las tenazas, dos frailes a los lados, el verdugo y alguna gente abajo.)
FRAILE:
Hamete, vuélvete a Dios,
que aún tienes agora tiempo.
Mírale en aquesta cruz
por nuestros pecados muerto.
Mírale abiertos los brazos
para que solo diciendo
«Pequé, señor» se desclave
para abrazarte con ellos.
Cuando Dios murió en cuanto hombre,
estaba a su lado diestro
un ladrón que acompañaba
al inocente Cordero,
y porque dijo: «Señor,
creyendo ser Dios eterno,
acuérdate de mí cuando
estuvieres en tu Reino»,
le dijo: «Hoy serás comigo
en los descansos del cielo»,
y le cumplió la palabra.
FRAILE:
Haz tú lo mismo, te ruego.
Di: «Señor, yo creo en Vós»,
que, con solo decir ‘creo’,
te bautizaré y irás
con este Señor inmenso.
¿No quieres? ¿No me respondes?
¡Virgen santa cuyos pechos
criaron este Señor
que Madre y Virgen nos dieron!
Rogad por él, Ángel santo
de la Guarda; Apóstol Pedro,
rogad a Dios que le mire;
Ladrón santo, llegad presto.
Y en señal de la ganzúa
con que robastes el cielo,
Bautista, pues que los moros
os llaman ‘profeta nuestro’
y hacen fiestas vuestro día,
dad a este moro remedio.
¿No respondes?
HAMETE:
Sí, mi padre.
FRAILE:
¿Y qué dices?
HAMETE:
Que en Dios creo,
y que Bautista me llamo.
Llámenme a mi amo presto.
FRAILE:
Si lo haces porque piensas
que has de vivir, hoy te advierto
que, aunque te vuelvas cristiano,
te han de dar dos mil tormentos.
No lo hagas por la vida
temporal, porque respeto
de la eterna es punto, es nada.
HAMETE:
Yo no lo digo por eso:
bien sé que no he de vivir
sin manos y roto el cuerpo.
Por gozar de Dios lo digo,
y porque en los aires veo
dos mil cruces de San Juan
donde un pronóstico entiendo
en que vi cadenas, horca,
cruces, mar, cuchillo y fuego,
que todo está aquí cumplido.
Solo el mar falta: ese espero;
porque el agua del bautismo
es mar de gracia en que puedo,
con aquesta contrición,
salvarme y llegar al puerto.
(Sale GASPAR SUÁREZ.)
FRAILE:
Ya tu señor está aquí.
HAMETE:
Señor mío...
GASPAR:
Hamete...
HAMETE:
Pienso
que ninguna cosa puede,
con ser tantos mis tormentos,
templar tu enojo y rigor
como ver este buen celo
con que me vuelvo cristiano.
GASPAR:
Bien dices. Por Dios te ruego
que tu salvación procures.
HAMETE:
Perdóname el haber muerto
aquel ángel de tu esposa.
GASPAR:
Bautízate, Hamete, y presto
la verás con otra vida.
HAMETE:
Pues, dadme el bautismo, y luego
iré a ver a mi señora.
GASPAR:
Por tu padrino me ofrezco.
HAMETE:
Padre, di que me perdonen.
FRAILE:
Ya todos lo están diciendo.
Mientras el agua le doy,
cubridle con ese velo.
(Pongan un velo delante.)
GASPAR:
Si alguna cosa podía
templar mi gran sentimiento
es ver a Hamete cristiano.
HERMANO DE GASPAR:
¡Cuán digna de vuestro pecho
es esa piedad cristiana!
GASPAR:
Mártir hermoso, ángel bello,
tus oraciones son estas;
sin duda que por tus ruegos
hizo Dios merced a este hombre
de que te viese en el cielo.
HERMANO DE GASPAR:
El velo quitan.
FRAILE:
Ya tienes
el bautismo, Hamete.
HAMETE:
El Credo
me ve diciendo, señor.
FRAILE:
Gran fe.
GASPAR:
Que se muere entiendo.
HAMETE:
Jesús, María, Bautista:
a todos tres me encomiendo.
GASPAR:
Murió porque quiso Dios
que fuese a gozarle presto.
Noten los que esclavos tienen
desta tragedia el ejemplo,
que con esto se da fin
al Hamete de Toledo.