El héroe del día

​El héroe del día​ de Ramiro de Maeztu
Nota: Ramiro de Maeztu «El héroe del día» (19 de enero de 1921) El Sol, año V, nº 1.075: p. 1.
VIDA Y ROMANCE


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EL HEROE DEL DIA


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 Si no fuera tan característica la vieja caricatura de las tres cucañas—los ingleses empujan al que sube, los franceses le aplauden cuando ya ha subido y los españoles le tiran de los pies para que baje—, si fuésemos un poco más devotos del culto de los héroes, no tardaría en pasar debajo.
 Los arcos triunfales en donde las famas erigen sus largas trompetas, precedido de los graves senadores y del toro blanco adornado de la dorsualia y de las ínfulas, de pie y rodeado de sus hijos, en el carro de cuatro caballos, la guirnalda en la frente, la corona de oro en las manos de un criado, y seguido de legados tribunos y caballeros montados, ¿quién dirán ustedes?, ¿y quién ha de ser sino el señor Martínez Anido, gobernador civil de Barcelona?
 De un bote de lanza ha puesto a raya el obrerismo desmandado; de otra embestida ha reducido al límite de la ganancia honesta la codicia sin fin de los vendedores de alimentos. ¿Para cuándo los triunfos sino para los héroes que triunfan porque aciertan a dar su golpe a tiempo? Porque figúrense ustedes que el señor Martínez Anido hubiera emprendido su campaña allá por 1918, cuando por cada día que pasaba subía un diez por ciento el precio de las cosas. El señor gobernador habría multado a los acaparadores, y el único resultado hubiera sido que las mercaderías habrían desaparecido del mercado. Habría perseguido a los cobradores de los Sindicatos, y los mismos patronos se hubieran apresurado a protegerles para conseguir tener obreros que les hicieran las cosas, aunque fuese escupiéndoles a la cara.
 Aquellos eran tiempos en que el mercado buscaba a los patronos y los patronos tenían que buscar a los obreros. Ahora son los patronos los que buscan mercados y los obreros los que han de buscar patronos. Como no tiene apenas interés en que la fábrica continúe abierta, el patrono se ríe de las huelgas. Son los obreros los que le necesitan, los que procuran ganarse su gratitud, los que cierran los oídos a toda clase de prédicas rebeldes, con las que puede correr peligro el pan de cada día, y los más deseosos de quitarse de encima a los agitadores. Y por lo que hace a los castigos de los vendedores empeñados en seguir sostenienoo los precios de guerra, sabido es que, en las grandes crisis industriales, el único comerciante que logra defenderse es el que se anticipa a la baja, liquida sus artículos, compra otros más baratos y los vuedve a vender, en tanto que su rival se queda sin negocios, en la vana espera de que vuelvan los precios de antaño, con lo que ya hemos indicado que la obra del señor gobernador de Barcelona no consiste sino en ayudar a la naturaleza. ¿Que van a disolverse las Asociaciones obreras? Pues las disuelvo. ¿Que van a bajar los precios? Pues los bajo.
 El que quiera ser ineficaz, intente las cosas a destiempo. Uno de los patriarcas del periodismo español, que era también grande hombre de negocios, solía tener por máxima la de no interesarse nunca en una empresa donde no se hubiesen ya arruinado dos o tres Compañías. Su razonamiento no era difícil de seguir. Primero, un precursor que se estrella; después, una o dos Empresas que estudian el negocio a conciencia; pero que no llegan a explotarlo por no haber pedido el auxilio de grandes capitales; y, al fin, adquirida por una fruslería la obra de las empresas fracasadas, la explotación y el triunfo.
 Mi amigo Grandmontagne solía decirme: "Usted se esfuerza en producir corrientes de opinión a fuerza de dedicar artículos a un tema. No sea tonto, espere a que las corrientes de opinión se produzcan y échese a la cabeza." Es la lección de la vida: agudeza y cordura; acechar la ocasión y no dejar que se vaya de la mano. Pero así no hay romance. El héroe del romance echa su pecho afuera y se lanza a buscar y provocar la ocasión. Y en este mundo del espíritu hay un placer que es sólo suyo. Corre una idea, cual si fuera una liebre, la sigue de escondrijo en escondrijo, la deja cuando se aburre de ella y se lanza con la misma pasión a ver lo que otra idea da de sí.
 Mi amigo contestará, o por lo menos tendría razón si lo dijera, que, al que no se desposa con alguna idea, le sucede lo que al hombre que sigue mujeres y no se casa con ninguna, y es que cada uno de sus "flirts" le va envenenando un poco el alma. "¿Por qué están envenenadas mis canciones?", se preguntaba Heine, y se respondía:

"Llevo en el corazón muchas serpientes,
 Y a ti, querida mía."

 Dejar que se le envenene a uno el corazón es consentir que se cieguen las fuentes del romance. ¡Si hubiera rezado Heine el Padre Nuestro! Porque el Padre Nuestro no se puede rezar en serio sin perdonar a nuestros deudores, y el perdón limpia el alma de culebras. No se trata sino de enganchar a nuestro carro el palafrén de la vida y el corcel del romance; los dos, y no uno solo, ¿Conocen ustedes el secreto?
 Señor cronista, dirá el lector, ¿y no se está usted olvidando nada menos que de Sancho y Don Quijote? A propósito de Don Quijote, sabrá el lector algo maravilloso que no sé dónde lo he leído, ni si lo he leído. Y es que Don Quijote se está burlando de nosotros todo el tiempo, porque mientras los demás no vemos sino a Aldonza Lorenzo, él se pasa las edades de la historia en la contemplación de Dulcinea del Toboso, y mientras nosotros nos reímos de las costaladas del hidalgo, el manchego está en pie, con la frente alta y a la vera de Dios.
 Sólo que la verdad verdadera es que Cervantes se dejó guiar por la vida cuando se le había agotado el romance de la juventud. Porque esto es lo normal: romance en la juventud y flores en primavera. Hay islas afortunadas, como las Baleares y las Canarias, donde todo el año es primavera. Para que toda la vida sea romance... Compadrito, esa flor no le sale a la vida sino cuando se sabe cultivar.

           Ramiro DE MAEZTU