El final de Norma: Segunda parte: Capítulo VI


Aquel marinero gaditano equivocó nuestros billetes...

¿Debo alegrarme de la equivocación?

¡Veremos!

...

-Alberto se halla navegando hacia Italia contra su gusto...

¡Pobre Alberto!

-Yo voy al Polo...

¡Pobres veinte mil reales! ¡Pobre de mí! ¡Me helaré sin remedio humano! ¡Pero, en cambio, voy con la jarlesa!...

¿Qué querrá decir jarlesa?

...

-Rurico de Cálix es el joven del albornoz blanco; el que está desafiado con Alberto...

«¡Diablo!» exclamaría éste.

...

-Mas ¿cómo expendería Rurico un billete a mi favor para que viajase en este barco, si dice que conocía mi nombre, y debía de conocer también mi amor a la Hija del Cielo?

Ya me ha dicho que no se enteró de mi nombre al mandar que me admitiesen a bordo, y que un empleado suyo fue quien redactó el billete de pasaje... Es decir, que el Capitán no se enteró de que yo estaba en el Leviathan hasta que aquella mañana bajó a ver al pasajero enfermo y se encontró con mi aborrecida persona.

¡Esto es más claro que el agua!

...

-Pero volvamos a la Hija del Cielo...

¡La Hija del Cielo va a bordo conmigo!...

¡Oh ventura!

...

-¡Y ella lo sabe, diga lo que quiera el señor Gustavo!...

¡Oh placer!

...

-Digo que lo sabe, porque suyo era aquel billete que me anunciaba un peligro...

¡Luego me ama!

...

-El tal peligro vendrá de parte del Capitán...

¡Viviré como un Argos!

...

-El Capitán no ha atentado ya contra mi vida por... por...

Por no hacerse odioso para la Hija del Cielo.

¡Luego hace diez días que le debo la vida a ella!

...

-El enano viejo y calvo del palco de Sevilla va con nosotros, y es Conde, y se llama Gustavo... Pero ¿qué relación tiene con ella? ¿Es su padre? ¿Su tío? ¿Su ayo? ¿Su preceptor?

¡El tiempo dirá!

...

-Jacoba puede muy bien ser nombre de mal gusto...

Ella no se llama Jacoba.

...

-Y no se llama Jacoba en el mero hecho de haber asegurado el Capitán lo contrario; pues ya sabemos que el Capitán es un embustero de a folio.

...

Las inglesas tendrán los pies... como Dios se los haya dado...

Pero ni ella es inglesa, ni puede tener los pies grandes. ¡Ella es una perfección en todo!

...

-No sólo esta noche, sino otras varias, al decir del Capitán, ha cantado la Hija del Cielo el final de Norma.

¡Luego a todas horas se acuerda de mí!

...

-El Capitán se propuso embriagarme a fin de que yo no oyese el piano, ya que él no podía impedir que ella lo tocara.

¡Pícaro Capitán!

...

-Luego ese hombre no manda en ella...

¡Me alegro!

...

-Pero ella no manda tampoco en él...

¡Tanto mejor!

...

-Sin embargo, ¿por qué viajan juntos?

¡Esta es la clave de todo!

...

-¿Quién es él?

Lo ignoro.

...

-¿Quién es ella?

No lo sé.

...

-Él la ama...

¡Malo!

...

-Ella lo aborrece...

¡Magnífico!

...

-Pues que ella toca el final de Norma en sus barbas, él no es su marido...

¡Soberbio!

...

-Y no es su amado, puesto que su amado soy yo.

¡Sublime!

...

-Y no es su amante...

¡Oh!... ¡Ella es pura como el sol!

...

-Y no es su hermano...

¡Imposible! ¿Cuándo fueron hermanos la serpiente y el ruiseñor?

...

-Ni su amigo...

¿Cómo había de serlo?

...

-Ni su padre...

¡Eh!...

...

-Ni su hijo...

¡Qué disparate!

...

-Ni un extraño para ella...

Esto es evidente... ¡y sumamente grave!

...

-Ni su criado...

¡Ca!

...

-Ni su señor...

¡Esto menos que nada!

...

-¡Ah! ¡Me vuelvo loco! ¡La reflexión embriaga tanto como el vino!

Dijo, y bajó a su cámara y se acostó.

Y durmió... «como se duerme a los veinticuatro años», según suelen decir los novelistas que han pasado de esa edad, a que yo no he llegado todavía.