​El ferrocarril​ de Olegario Víctor Andrade


Lanzó a los vientos su pendón de fuego,
rasgó los aires su silbido agudo;
su aliento de humo es el fecundo riego
que anima el seno del desierto mudo


¡Miradlo!... Va tragando las distancias,
parece apenas que la tierra toca,
y devorado por febriles ansias,
nubes vomita por su ardiente boca.


¡Miradlo!... Es el guerrero del presente
el genio armado de la nueva idea
la ley del porvenir brilla en su frente
y su penacho de vapor ondea.


¡Miradlo!... Es el centauro del progreso,
es el audaz conquistador moderno.
¡Está de sangre su pendón ileso,
su gloria brilla con fulgor eterno!


¡La barbarie se esconde amedrentada
al divisar su enseña brilladora,
como las sombras de la noche alada
al centellear un rayo de la aurora!


Los tiempos del futuro, que dormitan
del desierto en las vírgenes entrañas,
a su acento despiertan y palpitan,
cual palpita el volcán en las montañas.


¡Es del progreso la primera aurora
que irradia en esta tierra bendecida,
en esta tierra, siempre vencedora,
en esta tierra, hidrópica de vida!


¡Es el acento de la audacia humana
que crece, se duplica, se agiganta;
que pone de la vida en la mañana
las alas del relámpago a su planta!