Nota: Se respeta la ortografía original de la época
El estudio fácil.

Se fué á confesar un prestamista, y le preguntó el confesor:

— ¿Sabe V. el Padre nuestro?

— No, padre, respondió, porque he comenzado á aprenderlo muchas veces y nunca he podido conseguirlo.

— Cuando presta V. dinero ó trigo, replicó el confesor, ¿puede acaso retener en la memoria los nombres de los sujetos á quienes lo dá?

— Sí, padre.

— Pues si eso es así, la penitencia que le doy se reduce á que aprenda V. los nombres de todos los que, enviados por mí, le pidan dinero ó trigo prestado, por el mismo orden en que lo pidan, y vuelva V. dentro de ocho dias.

Convino en ello el rico; y luego el padre confesor envió uno para que le pidiese prestado un duro.

— ¿Cómo se llama V? dijo el prestamista,

— Yo me llamo Padre nuestro.

Dióle lo que le pedia, y de allí á poco rato llegó otro pidiéndole trigo, y también le dijo:

— ¿Cómo te llamas?

— Que está en los cielos.

Llegó otro tercero.

— ¿Cómo se llama V.?

— Santificado sea el tu nombre.

De esta suerte envió tantos el confesor, cuantos requería el padre nuestro. Acabado que fué el término de los ocho dias, fuese el rico al confesor, y este le dijo:

— Diga V. por su orden los nombres de los sujetos á quienes ha prestado.

El prestamista dijo:

— Padre nuestro, que estás en los cielos, santificado sea el tu nombre, etc.

El confesor no pudo menos de sonreírse.

— ¿De qué se ríe V., padre? dijo el prestamista.

— De ver cuan á poca costa ha aprendido y. el Padre nuestro.


FIN DEL TOMO.