El estrecho de Magallanes

Nota: Se respeta la ortografía original de la época

EL ESTRECHO DE MAGALLANES


Sr. D. Mariano A. Pelliza.

Estimado amigo:

Quiero corresponder á la lisonjera y reiterada insinuacion de Vd. para conocer mi opinion sobre "Los cuadros históricos" que su pluma acaba de trazar. El viejo asunto se desenvuelve sin fatiga y sin trabas desde el siglo XVI en que Magallanes se enseñoreó del Estrecho que conserva su nombre hasta la última estipulacion sobre ese canal interoceánico. Empiezo felicitando á Vd. por la forma interesante y metódica de su exposicion. Hechos ajados como los pergaminos de que son extraidos se rejuvenecen con moderno atavío, y Vd. salpica su narracion con recuerdos vibrantes en el alma de los Argentinos.

La cuestion sobre el afamado Estrecho ha dejado de serlo desde que ha sido dirimida por el reciente tratado de límites. La duracion y acrimonia de la negociacion han provenido de haberla apartado del único y alto to de vista en que desde su orígen debió contemplarse. punLas naciones de este hemisferio no pueden, sin abdicar el buen sentido, hacerse la guerra por desiertos. Pero se prefirió enradarse en una disputa técnica sobre geografía. El ardor un tanto bélico de los mantenedores habria bajado junto con su termómetro algunos grados bajo cero, si sus conferencias se hubiesen realizado en una playa salvage de la Tierra del Fuego, ó en el Puerto del Hambre. Afortunadamente la tarea de calcular la latitud no muy lejos del círculo antártico queda ya librada á los peritos que procurarán darla por terminada lo mas pronto posible.

La aspiracion á distinguirse por la dialéctica ó por el raciocinio patrocinando vastos intereses ha tentado tambien á algunos de los diplomáticos llamados á esta exhibicion. El talento suele acrecentar este riesgo. Ahí tiene Vd. á Félix Frias á quien desde mi primera juventud he profesado un cariño mezclado de respeto. El cono Representante argentino asoció á sus reclamaciones oficiales la vehemencia inherente á su índole, y que se revela en sus apasionados escritos. No se han libertado de igual defecto sus opositores en Chile, aunque es conducente agregar que la cancillería de esa República nada tiene que envidiar á la nuestra. Esta observacion es obvia desde el ya lejano tiempo en que los mas transcendentes principios del derecho público fueron dilucidados allí de un modo vigoroso, penetrante y correcto.

Ahora, de los numerosos agentes empeñados en el debate ya concluido, el que mas se acercó en Buenos Aires á la meta deseada fué el Sr. Barros Arana, cuyo laudable esfuerzo merece simpatía, tanto mas cuanto que su gobierno colmó la paciencia de su Enviado, repudiando el fruto de las mismas instrucciones consultadas mil veces por él.

Resulta de la fatigosa correspondencia del Departamento de Relaciones Exteriores una curiosa diferencia de tono en la dirigida á los Ministros de primera clase, ó á los agentes públicos de inferior gerarquía. Esa disonancia habrá pasado desapercibida por la generalidad, pero establece una verdadera novedad. No hay que acentuar demasiado la escala, aunque en antiguas Cortes se reservase mayor galantería para los representantes de la persona misma del soberano. Me acuerdo que bajo la dictadura la cosa subió aqui de punto. No se escaseaban los cumplimientos á los Plenipotenciarios, mientras á los pobres Cónsules se les trataba al estricote. Entretanto lo sustancial se ha logrado para las partes que han sostenido con singular teson un litigio que planteado bajo la administracion del General Rosas en términos sencillos y perentorios, se tergiversó por culpa de todos hasta hacerse insondable bajo la masa de papeles, segun lo ha expresado el digno Ministro de Estados Unidos. Se olvidaba frecuentemente, Señor, que la amistad de dos pueblos hermanos valia algo mas para su civilizacion y su destino que rocas estériles perdidas en las nieblas de los mares australes. Me ha complacido ver expresada con noble franqueza esta conviccion en las palabras cambiadas entre el actual Presidente de la República Argentina, y el ex-Presidente de Chile.

Mas, permítame Vd. indicarle la probabilidad de que sus apreciaciones acerca del carácter de algunos miembros del gabiete de Santiago no pasarán allí sin ser rectificadas. ¡No cree Vd. que habrian podido omitirse en el momento mismo de las enhorabuenas? La consecuencia mas provechosa del restablecimiento de los vínculos al traves de los Andes será, en mi concepto, una combinacion militar para imposibilitar toda reaccion futura de las tribus indígenas, asegurando perfectamente la conquista de la Pampa, y sojuzgando á las leyes nacionales las reliquias de una raza destinada á inevitable asimilacion con el elemento cristiano.

Toca Vd. el episodio de la ocupacion de las Malvinas por la Gran Bretaña; y es Vd. justísimo al definir la actitud decidida que asumió el gobierno de la Confederacion ante esa repentina violacion de nuestro dominio eminente. Los documentos relativos á la agresion de esa potencia, son honrosos á nuestra diplomacia, resaltando entre todos, la protesta del Sr. Moreno en Lóndres, nutrida de sólida doctrina, y del espíritu patriótico del autor, que fué siempre una virtud de su familia.

El Honorable Vizconde Palmerston no esperó tan bien templada armadura en su republicano adversario, y si no dió la razon al Ministro de un Estado naciente, fué talvez con sacrificio de su propia conciencia. No es rara esa elasticidad en los hombres políticos; y la historia de Inglaterra ofrece al lado de los mas elevados designios de su gabinete ó de su Parlamento, ejemplos flagrantes de persistencia en la injusticia con los débiles.

Sea de esto lo que fuere, repetiré en esta ocasion su antigua tesis que mereció la genuina aprobacion de ilustres ciudadanos. Ella demostraba la revisora conveniencia de no desamparar la defensa de nuestros derechos.

La imposibilidad material de la devolucion de un archipiélago convertido hoy en un establecimiento colonial ó marítimo no impone al país el silencio, ni la sumision. Supongamos que corroborada la prueba de la soberanía mantenida en sus islas atlánticas despues de la revolucion, se propusiese la constitucion de un arbitraje.

Este recurso incorporado como regla en el código internacional, y especialmente aplicable á los Estados sud-americanos no seria resistido sin peligro y sin mengua.

El exámen imparcial de nuestros títulos traeria su reconocimiento decisivo, y sobre este fundamento se allanaria naturalmente el camino al reclamo de una indemnizacion equitativa.

Existen precedentes históricos en apoyo de está solucion; y cuando ya declina el siglo XIX, la teoría de la supremacia absoluta de los fuertes tiene que abaudonar definitivamente el campo á la justicia.

Ahora volviendo á la obra de Vd., persuádase de su importancia histórica sin ningun sentimiento de jactancia. En efecto se brinda en ella á los estudiosos de los fastos de América una fuente clara y abundante. Consérvese Vd. siempre para sus trabajos sucesivos en la region serena en que se juzga con independencia á los pasados y á los contemporáneos para merecer la confianza de la posteridad.

Octubre 27 1881.