​El encuentro​ de Medardo Ángel Silva

Nos volvemos a ver, amada de otros días,
casualmente: la vida tiene sus ironías
y nos une, un instante, para que recordemos
nuestras horas de abril que perdidas tenemos.

Tal vez ni me conoces: el tiempo ha transcurrido
tan veloz (la mujer es propensa al olvido)
y quizás ni recuerdes dónde estuvo alojado
tu corazón, por nuevos huéspedes ocupado.

¡Cuándo ibas a pensar que en este hombre sombrío
hallaras al que un tiempo llamaste amado mío:
que esta boca, reseca de beber amargura,
fuera la que probaron tus labios con hartura,
y que a ese que nombrabas mi dueño... vida mía...
diga Señor y Usted... ¿Verdad que es ironía?

Los dos somos distintos: tú llevas traje largo,
yo cambié mi sonrisa con un rictus amargo;
después de los dieciocho pienso de otra manera:
ya no creo en la Gloria, probable o venidera;
eso sí: sigo haciendo mis versos cada día.

Yo no puedo llorar, pero mi poesía
llora por mí; ¡son dulces y tienen tal encanto
las tristezas rimadas, los dolores en canto!
Yo creo que las penas algo valen si de ellas
conseguimos hacer unas páginas bellas...

¿Soy yo mismo, soy yo, el que te amaba antaño
quién te ve indiferente?... Fue deplorable engaño
el bautizar eterno al frágil amor nuestro,
cuando el Tiempo, en la sombra, sonreía siniestro.

¡Ay! Nuestro corazón es el mar. ¿Quién augura
el color de sus ondas en el alba futura?
¿Caprichos?... ¿Veleidades?... ¡Bah!... quizás el encanto
está en la alternativa de carcajada y llanto,
estar hoy en un sitio y mañana estar lejos,
y verse en nuevas almas como en nuevos espejos...,

¡Ah!, cabecita loca, alma pueril y vana
que eternizar pretendes la abrileña mañana
y detener el tiempo con tu manita leve:
¡ni con todos tus soles fundirás esta nieve!...

Y bien, ¡adiós! me vuelvo a mi sombra, a mi oscuro
cuchitril de poeta, donde vivo seguro
de que nadie me quite mi dolor, donde puedo
soñar, llorar un poco, sin que me asalte el miedo
de ser cursi... Tú, sigue haciendo la existencia
menos amarga, con tu adorable presencia,
al prendista tu esposo... Me voy antes que hiele
(tu marta cibellina reta a los fríos, huele
a Dame en noir tu cuerpo tibiecito...). ¡Ah! chiquilla
¿qué tiene si nos marcháramos los dos a mi boardilla?