Encanto es el suspiro de una hermosa  
 Que reprimido abulta el casto seno,  
 Mas si se exhala, el corazón reposa  
 Y deja de su aroma el aire lleno,  
           Cual cáliz de una rosa.  
   
 Es beso de una niña que no sabe,  
 Por tierna edad, la fuerza del deseo.  
 Que sólo busca por placer suave,  
 No conociendo amor ni devaneo,  
           La flor, la cinta, el ave.  
   
 Es caricia de un niño que, inocente,  
 Ríe y llora a la vez, juega en su lecho,   
 Se muestra con las fajas impaciente  
 Y descompone del materno pecho  
           La gasa transparente.  
   
 Es el sonido del laúd del Tasso,  
 Es una virgen del pintor de Urbino,  
 El día moribundo en el ocaso,  
 La voz de Osián, un verso peregrino  
           Del joven Garcilaso.  
   
 Es un grato recuerdo de fineza  
 Cedida al lloro, celestial agrado  
 Que le costó un suspiro a la belleza;  
 Un nombre dulce, con buril grabado  
           Del sauce en la corteza.  
   
 Es la vista del mar, que en las arenas  
 Estalla sordo y duerme el Océano;  
 Es la flexible lona en las antenas,  
 Mientras surca el cristal bajel lejano,  
           Sin advertirse apenas.  
   
 Es ruiseñor que en soledad se queja,  
 Insecto de alas de oro que se mece  
 En inclinado junco y que se aleja,  
 Rumor de arroyo que entre lirios crece,  
           Susurro de una abeja.  
   
 Mas no... buscad el delicioso encanto  
 En la tierna mirada de Celmira;   
 Nada en el Universo hechiza tanto...  
 Ora escuchad, que la beldad me inspira,  
           Mas puro será el canto.  
   
 Se retrata en sus mágicos luceros  
 El delirio de amor; miren errantes  
 O en su calma se fijen hechiceros  
 Son dulce perdición de mil amantes  
           Que lloran prisioneros.  
   
 Doncel que no resiste el grato empeño  
 De disfrutar de luz tan deliciosa,  
 Los verá retratados en su sueño,  
 Y de su libertad, que es tan preciosa,  
           Jamás será ya dueño.  
   
 Ellos serán su gloria de contino,  
 Su presente ilusión, su amado cielo,  
 Su esperanza, su mágico destino,  
 Su plegaria en las lágrimas del suelo,  
           Su canto matutino.  
   
 Hijo del genio, si al honor aspira,  
 Si fuere al entusiasmo destinado,  
 Para cantar las glorias de Celmira  
 Del verde ramo del laurel sagrado  
           Descolgará la lira.  
   
 Y sonará su voz: la virgen pura,  
 Escuchando el sonido melodioso,   
 Anhelará que cante su hermosura,  
 Esperando en silencio religioso  
           Tan plácida ventura.  
   
 Cantor, es tu destino: el genio guía  
 A celebrar la cándida belleza;  
 Álzate en medio de la patria mía  
 Escondiendo en las nubes tu cabeza,  
           Gigante en la armonía.  
   
 En medio de las sombras del espanto  
 Que rodean la vida, en sus abrojos,  
 Dos dichas nos concede el cielo santo:  
 La lira y la mirada de unos ojos  
           Que son todo mi encanto.