Elenco
El divino Orfeo
de Pedro Calderón de la Barca
Auto

Auto

Suenan cajas destempladas y sordinas y cae despeñado ARISTEO, vestido de demonio galán.
ARISTEO

Fiera soberbia mía,
de quien dice la gran sabiduría
del espíritu alado
de Dios que es el caballo desbocado,
que bien tu afecto enseña
pues hasta los abismos me despeña,
¿qué tierra es la que piso?
Ni aun las sombras diviso
siendo mi vista aquella
que al salir examina estrella a estrella.
¿Qué pálidas tinieblas
el universo ocupan? Tristes nieblas
confunden su armonía,
criado el cielo, la tierra está vacía,
la densa sombra que encendí yo mismo
sobre la superficie del abismo.

ORFEO

A aqueste y a aquel lado
de Dios el grande Espíritu ha llevado
sobre las aguas todo
hecho un globo, una masa está de modo
sin ley, sin forma, ni uso,
opaco, triste, lóbrego y confuso
y porque informe y ciego, los poetas
caos le dirán y nada los profetas.
¿Quién creerá de este modo
su fábrica mezclada
que siendo el todo nada y nada el todo,
por estar todo junto no sea nada?

(Canta dentro, ORFEO.)
ORFEO

Pues mi voz en el principio
el cielo y la tierra cría,
después del cielo y la tierra
hágase la luz del día.

ARISTEO

¿Pero qué voz es esta
que grandes maravillas manifiesta?

(Sale por lo alto, al otro lado de donde cayó ARISTEO, ORFEO de pastor galán con un instrumento cantando.)
ORFEO

(Canta.)
Pues mi voz en el principio
el cielo y la tierra cría,
después del cielo y la tierra
hágase la luz del día.

ARISTEO

¿Qué resplandores tan bellos
las estrellas iluminan?
¿De quién esa luz se causa,
de su voz o de mi vista?

ORFEO

('Canta'.)
El firmamento de estrellas
entre las aguas asista
resplandeciente y las aguas
de las aguas se dividan.

(Corren fuentes.)
ARISTEO

Todo se causa a su voz,
sólo con que ella lo diga.

ORFEO

(Canta.)
Encarcélense las sombras
y la tierra florecida
muestre su faz, tenga hierba,
flores, frutos y semillas.

(Descúbrese la tierra con árboles y plantas.)
ARISTEO

Ya la tierra reverdece
con alma vegetativa.

ORFEO

(Canta.)
Háganse dos luminarias
que eternamente encendidas,
una presida a la aurora
y otra a la noche presida.

(Sol y luna a los lados.)
ARISTEO

¡Qué dos lámparas tan bellas
se ven en el cielo fijas,
luna y sol! ¡Qué dos criaturas
tan raras y peregrinas!

ORFEO

(Canta.)
Las aguas produzcan peces
que siempre su centro vivan
(El mar con peces.)
y crucen el viento aves
con música y armonía.

(El viento con aves.)
ARISTEO

Pájaros y peces ya
las ondas y aire acuchillan.

ORFEO

(Canta.)
Los animales diversos
todos a mi voz asistan
y multiplíquense y crezcan
en especies exquisitas.

(Animales diversos.)
ARISTEO

La dulzura de este canto
tiene virtud atractiva.

ORFEO

(Canta.)
La naturaleza humana
se forme a mi imagen misma.
Ven, esposa, a mi cabaña
para que todos te sirvan.

ARISTEO

Sonó la voz soberana
et omne factum est ita.

(Sale EURÍDICE, vestida de labradora, y a los lados el AMOR y la GRACIA, también de pastores, y detrás el ALBEDRÍO de villano.)
AMOR

Gran imperio es el que tiene
la majestad de este fiat.

ARISTEO

¿Qué es esto, ay de mí, qué veo?
Esta es la mujer altiva
que vi en rasgos y bosquejos
de matices y de líneas,
cuando envidioso de ver
estupendas maravillas
en el barro ejecutadas,
en el lodo conseguidas,
la naturaleza humana
con amagos de divina
no quise adorar turbando
superiores jerarquías.
¡Oh, qué mujer tan bizarra!
Siendo yo la envidia misma,
¿qué mucho que tenga celos,
si los celos son envidia?
Huyendo de verla voy
en la dulce compañía
de la Gracia y del Amor,
que son los que la apadrinan.
Mas disfrazado, pues soy
el padre de la mentira,
turbaré su paz haciendo
que la esposa que ahora estima
este músico divino
venga a ser empresa mía.
 (Vase.)

ORFEO

¡Qué rigor, qué horror, qué rabia,
qué furia, qué pena, qué ira
por siete cuellos bostezan
las cabezas de la hidra!

EURÍDICE

La voz de mi esposo oí
de cuya dulce armonía
la luna rayos esparce,
el sol resplandores brilla,
la tierra produce flores,
pájaros el viento giran,
peces las espumas cortan,
los animales animan
y todos porque la escuchan
se mueven y vivifican.
Amor, Gracia y Albedrío,
pues que sois mi compañía,
responded también cantando;
dadle gracias infinitas
al más gallardo pastor
que estas montañas habita.

ALBEDRÍO

Si yo canto, yo aseguro
que a mi dulce melodía
se muevan aves y brutos,
peñascos y fuentes frías
como a la voz de tu esposo.

EURÍDICE

¿Es posible que eso digas?

ALBEDRÍO

Sí; mas moveránse huyendo,
que en moverse no se explica
que llegaran para oírme,
pues virtud tiene atractiva
quien se va como quien viene;
y a la primera voz mía
se moverán todos, puesto
que huirán todos por no oírla.

EURÍDICE

Enamorado pastor,
que tú, de tu boca misma,
así te llamas, pues dices
yo conozco ovejas mías.
El Verbo divino eres,
que quien dice Verbo explica
voz y si tu voz sonora
obra tantas maravillas,
y el Verbo y la voz se entienden
en una sentencia misma,
bien digo que ha sido el Verbo
quien todas las cosas cría.
Músico has sido excelente.
Canto es tu voz que publica
tu Amor y así en los cantares
lo entenderá, cuando diga
San Clemente Alejandrino,
viendo que entiendes la cifra
de la música del orbe,
que eres maestro de capilla.
Las letras que tú compones
de variedades distintas
son cielo y tierra; los dos
son soberana poesía.

EURÍDICE

Verso y poema es del cielo
con acordada armonía;
poema y verso es la tierra:
la eterna Sabiduría
lo entiende así, cuando dice
que con número y medida
todo fue criado, como
Crisóstomo nos lo explica.
El instrumento templado
eres tú y su melodía
te ha de aplicar Agustino,
cuando sobre un rey salmista,
con Ambrosio y Genebrardo,
te llaman salterio y cítara.
Oficio es del orador
atraer con la energía
y afectos de la oración
cuantos la escuchan y miran.
Llámante Divino Orfeo,
porque Orfeo significa
orador y tú lo eres
tanto que atraes y cautivas
a tu oración cuanto quieres
que te obedezca y se rinda.

EURÍDICE

Luego pastor y poeta,
músico, orador y lira
eres en grande misterio
de todos ellos la enigma.
Y para decirlo todo,
Orfeo es bien que te diga.
Pues mi amado y dulce Orfeo,
a tus pies estoy rendida,
tu esclava soy, no tu esposa;
temiendo vivo las iras
de tu poder y porque
veas si mi ser se humilla,
Eurídice he de llamarme,
que Eurídice significa
Justicia y pues fui criada
en original justicia,
teniendo siempre delante
la imagen de mis cenizas
y de tu justicia siempre
el poder que atemoriza,
Justicia ha de ser mi nombre,
y así si mi amor te obliga,
llámame Eurídice, puesto
que el nombre que busco explica
por qué Eurídice y Orfeo
tan enamorados vivan
que el amor de los dos pase
los términos de la vida.

ORFEO

Tanto, esposa, me enamoras
cuando tu hermosura humillas
que con mi Amor y mi Gracia
has de tener compañía.
Bien ves que Gracia y Amor
son los dos que te apadrinan;
tanto a los dos estimé
que a estas montañas altivas
selvas de Amor y de Gracia
con sus nombres se apellidan.
Sube a mi cabaña. En ella
con las sombras te convida
la siesta; pasa el rigor
del sol, dulce esposa mía,
en mis brazos.

AMOR

Y es razón
porque la tierra que pisa
de ponzoñosas serpientes
poblada está y ser podría
que alguna disimulada
entre hermosas clavellinas
su cándido pie mordiese.

ORFEO

¿Tú, como Amor, desconfías?

EURÍDICE

Ya sé, Señor, que hay serpientes
y que escondidos habitan
los áspides en las flores
y las pomas que iluminan
gualda, grana, oro y carmín,
tornasoladas a listas,
del veneno están tocadas.

ORFEO

Por eso, Eurídice mía,
llega sólo a la que yo
te señalare y permita;
sígueme esposa.

EURÍDICE

Mis voces
tus alabanzas repitan.

(Vanse los dos.)
ALBEDRÍO

Muy mal me estuviera a mí
y fuera cosa muy linda
que para haber de comer
cada vez licencia pida.

GRACIA

¿No ves que la más hermosa
manzana tiene podridas
las entrañas?

ALBEDRÍO

¿Pues hay más
de mondarla y de partirla
y en viéndola sana, zas?

GRACIA

No está el peligro en la vista,
que está en el gusto el peligro.

ALBEDRÍO

Siempre los gustos peligran.

GRACIA

¡Qué loco eres!

ALBEDRÍO

Claro está
que siendo yo libre había
de ser loco, que no es
la locura, si lo miras,
más que darse libertad
para que se haga y diga
todo cuanto yo quisiere
y en aquesto se averigua
libre el loco, el loco libre,
porque es una causa misma.
Y pues soy libre Albedrío,
ningunas leyes me obligan
por fuerza, porque a los locos
no les ponen ni les quitan.
Libre nací, loco soy
y toda la villa es mía
porque del desvergonzado
dicen que es toda la villa.

AMOR

¿Cuándo has de estar cuerdo?

ALBEDRÍO

Nunca,
que es tan dulce golosina
que el que la prueba una vez
o tarde o nunca la olvida.
Con cuidado y vigilancia
curó a cierto loco un día
un su amigo y él, sanando,
el cuidado agradecía
diciendo: ¡Dios te perdone,
que buenos ratos me quitas!

(Vanse y sale ARISTEO de labrador galán.)
ARISTEO

Altos montes que al cielo,
gigantes de esmeralda, alzáis con saña
esa arrugada frente,
ajando el azul velo
que en la nevada espalda
asegura su fábrica eminente
donde la transparente
selva, que en luces bellas
al sol causa desmayos
y equivocando rayos
de flores y de estrellas,
tanta noticia pierde
que al fin es monte azul o cielo verde,
así privilegiados,
siempre alegres y hermosos
duréis, siendo del sol verdes faetontes,
tanto que, aunque anegados
en abismos undosos,
en montes de agua o piélagos de montes,
hasta en los horizontes
vecinos os respeten
las injurias del hado
y al sitio coronado
de espumas se sujeten,
levantando con hielos
murallas de cristal hasta los cielos,
así libres del agua,
no pueda en triste abismo
profanaros tampoco tanto fuego
como mi pecho fragua
y volcán de mí mismo
los ojos llegan, cuando a veros llego
triste, confuso y ciego,
y el diluvio segundo
que abortará la esfera
no os abrase ni hiera
y sin ruina del mundo
os dejen sus desmayos
incendios de agua y tempestad de rayos,
que en vuestros campos bellos
un pastor disfrazado
admitáis, que también pastor he sido.
A vivir vengo en ellos
adonde mi ganado
ha de ser el rebaño más perdido.
Cobarde, aunque atrevido,
amo a Eurídice bella
que es la esposa de Orfeo.
Mi amor y mi deseo
así me trae a vella;
la esposa es mi cuidado
del músico de Gracia enamorado.

(Sale el ALBEDRÍO.)
ALBEDRÍO

No es mi trabajo pequeño,
que aquesto de no poder
a todas horas comer
me quita muchas el sueño.

ARISTEO

¡Qué bien del intento mío
la ocasión que pretendí
se dispone, pues allí
he visto al libre Albedrío!
Que no le conozco quiero
fingir: ¡Ah, pastor! ¡amigo!
¿Qué senda es esta que sigo;
qué clima, di, o qué hemisferio
es este que voy perdido?

ALBEDRÍO

En lo que el camino erráis
se ve que perdido vais,
pues por aquí habéis venido,
que no hay paso por aquí:
¿la luz del sol no os guió?

ARISTEO

No, que la luz me faltó
y por eso me perdí.

ALBEDRÍO

Aquestos campos que piso
son, ajenos de desgracia,
las mansiones de la Gracia,
que esto dice paraíso.
Ella vive aquí y aquí
sabed que vive con ella
una labradora bella
a quien de Albedrío serví.
Llámase Eurídice y es
mujer del divino Orfeo,
grande músico.

ARISTEO

Deseo
tengo de verle.

ALBEDRÍO

Este, pues,
hijo es de Apolo, aquel Dios
que con la luz de su lumbre
no hay esfera que no alumbre,
y aunque Hijo y Padre, los dos
son iguales y una bella
musa madre suya fue;
Calíope dicen que
se llamaba, porque ella
es de las ciencias abismo
y este Hijo que nació
en las ciencias la heredó
de su entendimiento mismo.
Muy larga cuenta os he dado
de tierra, esposo y esposa
y esta es la primera cosa
que en juicio en mi vida he hablado.
Dadme agora cuenta vos
de quién sois y adónde vais.

ARISTEO

Forzoso es que lo sepáis
porque hemos de ser los dos
de eterna amistad testigos.

ALBEDRÍO

Yo amigo vuestro no haré
porque tenéis, a la fe,
cara de pocos amigos.

ARISTEO

Yo soy, sutil Albedrío,
un extranjero pastor
que en otro campo mejor
conduje el ganado mío.
Por casos que sucedieron
la fortuna me ha obligado
hoy a vivir desterrado,
y pues aquí me trujeron
mis errados pasos, yo
servir en ellos deseo.

ALBEDRÍO

¿Cómo os llamáis?

ARISTEO

Aristeo.

ALBEDRÍO

Aristeo y pastor no
viene bien, si considero
que Aris es nombre de Marte
y que el teo dice aparte
óptimo, de quien infiero
que todo junto es decir
príncipe.

ARISTEO

Quizás lo soy,
aunque en este traje estoy.

ALBEDRÍO

Gana me dais de reír.
¿Quién escucha y no celebra
que a ser pastor se venía
un príncipe que podía
venir a ser la culebra
de estos jardines, mejor,
langaruta triste y fea?

ARISTEO

¿No podrá ser que lo sea?

ALBEDRÍO

Endemoniado pastor,
estoy por nombrar aquí
suegra o tía para ver
si también lo podéis ser,
que si a esto decís que sí,
que es más que culebra, a fe
que es vuestra locura extraña.

(Salen EURÍDICE y la GRACIA.)
EURÍDICE

En tanto que en mi cabaña
dormido al Amor dejé,
con el rubí y la esmeralda,
con el jazmín y el clavel
quiero tejer para él,
Gracia mía, una guirnalda.

ALBEDRÍO

Ya que habéis salido aquí,
si os queréis entretener,
pues dicen que suele hacer
un loco ciento, de mí
sabed que el pastor que veis
hoy a estos campos llegó
y es mayor loco que yo;
y si le escucháis, oiréis
locuras de muy buen gusto,
porque es príncipe, es pastor
y culebra. Es lindo humor.

EURÍDICE

Dile que llegue.

GRACIA

No gusto
de estos locos yo.

EURÍDICE

Tú eres,
Gracia mía, escrupulosa;
cánsate cualquiera cosa.

GRACIA

En efecto, ¿hablarle quieres?

EURÍDICE

Yo no ofendo al dueño mío.

GRACIA

No, pero a su amor desdice.

EURÍDICE

¿Pues qué he de hacer, si me dice
que le hable el Albedrío?

ALBEDRÍO

Llegad pues.

ARISTEO

Cobarde llego,
cuando su semblante miro.

GRACIA

Temerosa me retiro.

ARISTEO

Monstruo soy de hielo y fuego.

(ARISTEO y GRACIA hacen lo que dicen los versos.)
EURÍDICE

Mirando en los dos está
mi pecho varios efectos
de dos contrarios sujetos:
a cada paso que da
el pastor, Gracia se va
otro paso retirando;
esta huyendo, aquel llegando.
El tiempo se están midiendo
y lo que él tarda viniendo,
ella se tarda apartando.
Fuerza es que misterio haya,
aunque a mis ojos se niegue,
pues para que este se llegue,
conviene que ella se vaya
y en igual línea, igual raya,
en medio de los dos hoy
paralelo inmóvil soy
y debajo de un nivel,
cuanto estoy cerca de aquel
lejos de la Gracia estoy.

ARISTEO

Ya os habrá dicho pastora,
que entre la nieve y la grana
sois albor de la mañana,
sois lágrima de la aurora,
ese zagal, que no ignora
los pensamientos que tengo,
como a estas montañas vengo
a servir y merecer,
donde solamente ser
esclavo vuestro prevengo
por triunfo tan soberano
que, si sus aplausos llevo,
cuando a vuestros pies me atrevo,
a besar tan blanca mano
dichoso, alegre y ufano,
haréis que victoria igual
con la pluma de un puñal
en las cortezas escriba
de estos troncos, porque viva
quizá en alguno inmortal.
Lámina será tan rara
el papel del tronco herido
que el carácter esculpido
en la que hoy es tierna vara
con letra gótica y clara
crecer al paso se vea
del árbol, hasta que sea
él gigante, ella inmortal,
una letra original
que el género humano lea.

EURÍDICE

Albedrío, hasme engañado
que este no es loco.

ALBEDRÍO

Señora,
habla en culebras agora
y verás si he burlado.

EURÍDICE

Sin causa te has apartado,
Gracia, que el pastor que ves
discreto y gallardo es.

GRACIA

Con alabarle me harás...

EURÍDICE

¿Qué?

GRACIA

Que dé otro paso atrás
hasta ausentarme.

EURÍDICE

¿Que des
en eso? Di, cortesano
pastor, que en traje y pellico
pareces mayoral rico,
tu patria y tu nombre.

ARISTEO

En vano
cuando aquesta ocasión gano
lo callara.

ALBEDRÍO

Ahora verás
si es loco.

ARISTEO

Escucha y sabrás
una prodigiosa historia
que hará en los siglos memoria.

GRACIA

Yo doy otro paso atrás.

ARISTEO

Yo, bellísima pastora,
cuyo blanco pie produce
a su contacto de nieve
flores moradas y azules,
soy, aunque rústico traje
mi noble persona encubre,
por alta naturaleza
príncipe altivo e ilustre,
tan grande que el sol hermoso,
que entre celajes y nubes
por troneras de oro y vidrio
manda al alba que madrugue,
aprendió la luz de mí,
pues primero que el sol tuve
el tridente de los rayos
y el imperio de las luces;
antes que él resplandeciente
fui; su esplendor se presume
que se encendió en las pavesas
de mi desgraciada lumbre,
y así como a su hermosura
no hay tiniebla que la ocupe,
eclipse que la padezca,
ni oposición que la turbe
y victoriosa entre sombras
más resplandece y más luce
cuando más y más tinieblas
a su espalda se introducen,
así a mi persona no hay
disfraz que la disimule,
pellico que la desdore,
ni traje que la deslustre,
porque es un sol entre sombras
que a cualquier viento descubre
la majestad de sus rayos,
de su resplandor el lustre.

ARISTEO

Es Aristeo mi nombre,
nombre que el griego traduce
gran príncipe; yo lo soy
y para que no lo dudes,
la causa de mi destierro,
Eurídice, es bien que escuches.
Natural soy de un imperio
que todo el ámbito incluye
del cielo, cuyas provincias
altivas se distribuyen
en ramilletes de estrellas
que en el hemisferio influyen.
Sus muros son de diamante
donde se tallan y esculpen
crisólitos y topacios
y para que los inunde
un foso de cristal tiene,
firmamento que asegure
su fuego y en él se miran
almenas y balaustres.

ARISTEO

Sus torres y capiteles,
gigantes de piedra, suben
hasta perderse de vista,
pues no hay lince que no dude
en qué paran, porque es
el pabellón que los cubre
un espacio imaginario
que los ingenios confunde.
Cortesanos de este imperio
son potestades, virtudes,
tronos y dominaciones,
serafines y querubes.
De estos soy yo, bien mis ciencias
te lo dirán, si es que arguyes
querub plenitud de ciencias,
pues tanta en mí el cielo infunde
que están en mí los objetos
de todas las plenitudes.
Tan cerca de la persona
del Rey me crié que tuve
grande parte en sus secretos,
si bien del todo no estuve
en su gracia confirmado,
que a estarlo una vez no dudes
que no pudiera perderla;
mas de suerte me introduje
con él que me reveló,
una vez que verle pude
afable, tales secretos
que altos misterios incluyen.

ARISTEO

Quiso enseñarme a su esposa
entre rasgos y vislumbres
de un bosquejo, de un retrato
en cuyas sombras y luces
puso menos fuerza el arte
que yo admiraciones puse,
pues al instante sentí
mil celosas inquietudes
y como tan mal los celos
se finjan o disimulen,
porque, en efecto, no es noble
quien con celos calla y sufre,
empecé, celoso y triste,
con varias solicitudes
a mostrar cuánto sentía
que a los dos un lazo junte,
un amor los encadene
y una voluntad ajuste,
y como es del envidioso
naturaleza y costumbre
decir mal de lo que envidia,
defectos suyos propuse
a mi príncipe diciendo
que no era de sangre ilustre
por ser su naturaleza
inferior y que no dude
que siendo yo de mejor
esencia, adorarla excuse,
aunque el resto de su corte
por emperatriz la jure.

ARISTEO

Dije y siguieron mi voz
infinitas multitudes
de vasallos rebelados
que tras mí a mi bando truje.
Hiciéronse de la parte
del Rey otros que presumen
de leales; en fin, yo
en comunidades puse
el reino y no hay parte donde
ya trompetas no se escuchen,
repetidas en los ecos
o temerosas o dulces.
Las descogidas banderas
hacen que los aires sulquen
golfos de seda y que el viento
de tafetanes se enlute.
Comuneros del Impíreo
dimos al Rey pesadumbre,
cuando armados escuadrones
vio sobre campos azules.
Para coronar mis tiendas
jeroglíficos compuse
de serpientes coronadas
que humo exhalan, fuego escupen.

ARISTEO

Los de otro bando en las suyas,
como castigar presumen
delitos, señas de muerte
pusieron horcas y cruces.
Llegó de la lid el plazo
y con grandes prontitudes
los campos hicieron seña
mandando que se saluden
con pífanos y trompetas,
clarines y sacabuches.
Aquí el orden de los cielos
se pasma, aquí se confunde
de ver el reñido duelo
de vicios y de virtudes.
El sol, temiendo tragedias,
entre las sombras lugubres
se despeñó, haciendo airado
que su rosicler se oculte
en el manto de la noche
que vistió negros capuces,
y a los golpes y gemidos
no hay llama que no se enturbie,
luz que no se desvanezca,
atención que no se angustie,
globo que no se trastorne,
ej que no se descoyunte,
planeta que no delire,
estrella que no caduque,
astro que no se desmaye
y con la gran pesadumbre
los polos del mundo suenan,
los rumbos del cielo crujen.

ARISTEO

Sobre un valiente caballo
a todas partes discurre
el Rey y un rayo en su mano
hace que los vientos cruce,
cuya gran violencia vibra
relámpagos que deslumbren
sus enemigos, a quien
su grande poder destruye.
Cantóse al fin la victoria,
para Él sonora y dulce,
no es mucho que de acordarme
el corazón se me angustie,
la lengua se me entorpezca
y el cabello se espeluce.
Ya mis gentes rotas, ya
vencidas mis gentes huyen,
porque el Señor soberano
pise, huelle, arrastre y triunfe
sobre cervices que el yugo
de la obediencia sacuden.
Un desbocado caballo
para mi fuga dispuse
tan veloz que de un aliento
hallé por mi cuenta que hube
andado en él un millón
de leguas hasta que tuve,
arrojado de sus hombros,
en montes que me sepulten,
bóvedas sirviendo entonces
de tumbas y de ataúdes,
en cóncavos de tinieblas
que mi deslealtad oculten.

ARISTEO

Ausente en fin de mi patria
corrí con solicitudes
el orbe hasta que llegué
a estos campos, cuyas cumbres
coronadas de romeros,
de lirios y almoradujes
con pomos de plata y oro,
dan al sol que los produce
en braseros de esmeraldas
mil olorosos perfumes.
Aquí te vi y aquí hallé,
de escucharme no te turbes,
las causas de mis desdichas,
de mis penas e inquietudes,
pues te vi divina imagen
de un retrato a quien estuve
rendido, siendo tú sola
original, no lo dudes,
de esta copia, pues de ti
quiso Amor que se dibuje.

ARISTEO

Y pues sin verte me debes
finezas, no es bien que acuses
este Amor y este deseo
desagradecida culpes.
Págame el verme por ti
con el traje que me cubre,
hecho un Etna de las llamas
que abrasan y no consumen.
No correspondas ingrata
porque tan bella te juzgues;
considera que al fin son
necias las ingratitudes
y la que es necia no es justo
que perfecta se intitule;
que no importará que sea
una caja o un estuche
hermoso, si al fin la joya
o la cuchilla que cubre
por ser sin valor se pierde
siendo grosero su lustre.
Ese pastor, ese esposo
de quien quiere Amor que gustes,
cortesano es de estos montes
entre robles y acebuches,
¿qué te sirve que a su voz
estos peñascos se muden,
estos aires se embaracen,
estos pájaros le escuchen,
estos cristales se paren
y aquestos brutos se junten,
si al cabo no puede darte,
aunque agradarte procure,
sino los rústicos dones
que los tiempos le producen?

ARISTEO

Carámbanos el diciembre
te dará cuando desnuden
galas los troncos que vistan
mortajas sus senectudes;
flores te dará el abril
que no es posible que duren
más que un sol, tan juntas viven
vejeces y juventudes;
daráte el agosto espigas
que al viento que las sacuden
parecen oro y después
paja son con que te burle.
¿Qué importará que te traiga
los pámpanos del octubre
de racimos coronados,
ni el licor que se obra dulce
sin saber cómo, detrás
de baños y de betunes?
Leche te dará después
desatada de las ubres
de sus ovejas que al fin
todos son dones comunes.

ARISTEO

Yo sí que puedo servirte
como rey, a la costumbre
de las cortes: del oriente
traeré, como de ellos gustes,
los hijos del sol, que ausente
él sus resplandores suplen;
las lágrimas que el aurora
llore, porque las enjugue
en paños de oro revueltas
perlas, aquí las presume
en los nácares que el iris
su color le substituye.
Coral blanco, verde y rojo
que será tuyo no dudes.
Daréte el ámbar precioso
que de sus calientes buches
por descansar las ballenas
a estos peñascos escupen;
plata y oro, que enterrados
aún no es bien que se aseguren,
mas si hay quien los halle, no es
mucho que haya quien los busque.
Te daré también... Dirás
que cómo ofrecerte pude
tanto, si desposeído
vivo del cargo que tuve.

ARISTEO

Pues tú verás si lo acetas
como mis palabras cumplen
mis obras; imperios tengo
que la competencia sufren
de los cielos; mis palacios
he mandado que me funden
en el centro de la tierra.
Allí mi corte dispuse,
emulación del Impíreo:
montes tiene que le ocupen,
ríos tiene que le cerquen,
murallas que le aseguren,
estrellas que le iluminen,
sol y luna que le alumbren,
en que tú, bella zagala,
cuando reina te intitules
y ate a los dos una fe
con un lazo indisoluble,
en cortes, palacios, montes
gobiernes, mandes y juzgues,
en signos, astros, planetas
niegues, concedas y turbes,
en estrellas, luna y sol
presidas, quites y mudes
y en imperio, corte y reino
blasones, vivas y triunfes.

EURÍDICE

Disfrazado pastor
que a estos valles desciendes,
príncipe desterrado
de ese monte eminente
que dices que es tu patria,
pirámide tan fértil
que dórica columna
eleva al sol la frente,
hasta hablar en amores
te escuché cortésmente,
pero cuando soberbio
a mi deidad te atreves
es fuerza castigarte
con iras y desdenes.
Estos campos de Gracia,
que el apellido adquieren
de esa bella pastora
con quien yo vivo siempre,
no están acostumbrados
a disfraces que tienen
veneno en las razones
y en el semblante muerte.
Vete de mi presencia
y de mi vista vete,
que con horror te miro
porque una sombra eres
que con solo el aliento
fuego en mi pecho enciendes.

ARISTEO

Oye, Eurídice bella.

EURÍDICE

Que te escuche no esperes.

ARISTEO

(Aparte.)
Cuanto de mí va huyendo
hacia la Gracia vuelve.

EURÍDICE

¡Gracia, de este pastor
me libra y me defiende!

GRACIA

Sí haré, porque has de hallarme
siempre que a mí vinieres,
que en la ocasión estuve
retirada, no ausente.

ALBEDRÍO

Mi señor Aristeo,
vuesa merced despeje,
porque aquestas zagalas
de ningún modo tienen
sarna, ni han menester
el azufre a que huele.
Despeje.

ARISTEO

Yo me iré
pues tú, Albedrío, quieres,
que en ti no tengo imperio
y es fuerza obedecerte.
Pero escondido quiero
entre estos troncos verdes
quedarme, por no estar
sin ver ciego dos veces.

(Escóndese en el árbol en que está la sierpe enroscada.)
ALBEDRÍO

Ya se fue echando chispas
como decirse suele.

GRACIA

Pues que vuelves conmigo,
a la cabaña vuelve.

EURÍDICE

Vamos por el camino
de rosas y claveles
tejiendo una guirnalda
para la hermosa frente
de mi esposo; Albedrío,
tú de esos campos puedes
coger hojas y flores.

ARISTEO

Las dos hacia mí vienen.
Este ramo copado
de cuyas hojas pende
la fruta, de quien es
el corazón la muerte,
con sus ramas me esconda
sirviendo de canceles.

ALBEDRÍO

¡Eurídice, señora!

EURÍDICE

Albedrío, ¿qué quieres?

ALBEDRÍO

¿Has visto árbol más bello
en cuantos reverdecen
al beber de la aurora
cuando lágrimas vierte
en copas de esmeralda,
carámbanos de nieve?

EURÍDICE

Por cierto el árbol es
hermoso.

GRACIA

No te llegues
que a su tronco torcida
he visto una serpiente.

EURÍDICE

Engáñaste que sólo
en copa y tronco tiene
la ciencia con que el cielo
supo obrarle y hacerle.

ALBEDRÍO

Llega, pues, que su fruta
diciendo está comeme.

GRACIA

No llegues, que ya sabes
cuánto a tu esposo ofendes.

ALBEDRÍO

Llega, que es un penacho
de pluma y martinetes.

GRACIA

No llegues, pues que sabes
dónde el peligro tienes.

ALBEDRÍO

Llega, que es de hoja y fruto
gigante ramillete.

GRACIA

No llegues, que del cielo
quizá el castigo es ese.

ALBEDRÍO

Yerras, si te acobardas.

GRACIA

Errarás, si te atreves.

EURÍDICE

No haré, que del estudio
del cielo es rasgo breve
que me dice que en sí
altas ciencias contiene.

ALBEDRÍO

Huyendo va la Gracia
el miedo que le tiene.

EURÍDICE

Llégate tú, Albedrío;
mas, ¡cielo, el áspid viene!

GRACIA

¡Ay, Eurídice triste!
pues fuiste inobediente,
halla disimulada
en este árbol la muerte.

(Vase y sale ARISTEO delante del árbol.)
EURÍDICE

¡Ay de mí! ¿qué es aquesto?

ARISTEO

La escondida serpiente,
Eurídice, soy yo,
que entre las hojas verdes
soy el áspid que dice
Nacianceno que muerde;
yo soy el escorpión
que su ponzoña vierte,
Jerónimo lo enseña,
en cristales y fuentes;
yo soy el basilisco
que con la vista hiere
como lo significa
Crisóstomo elocuente,
y, en fin, soy la culebra
que abraza y que guarnece
el tronco a que se enrosca,
como Agustino siente.
Y pues soy escorpión,
basilisco, áspid, sierpe,
de mi aliento tocada
en ti la gracia muere.
 (Vase.)

EURÍDICE

¡Ay, infeliz Eurídice!;
de un veneno inclemente
que el pecho me traspasa,
el corazón me enciende;
sola he quedado, ¡ay triste!,
viendo en tantos vaivenes
que la Gracia me deja
y el Albedrío me pierde.
¿Adónde, Gracia, estás,
que ya no alcanzo a verte?
¿Dónde iré cuando el cielo
para mí se obscurece?
La tierra sepulturas
abre donde tropiece.
Los brutos, que solían
lisonjearme obedientes,
garras y uñas afilan
para darme la muerte.
De mí los vientos huyen,
de mí las aves temen
y enturbian sus cristales
las cristalinas fuentes.
Todo se me rebela.

EURÍDICE

¡Oh, quién rasgar pudiese
el corazón adonde
mil puñales me hieren,
áspides me desgarran
y víboras me muerden!
¿Dónde iré? Sin la Gracia
no hay camino que acierte
y pues que la he perdido
de vista en estos verdes
laberintos, iré
errada como siempre
tras mi loco Albedrío
donde sombras crüeles
escondan mi hermosura,
aunque para esconderme
caigan, caigan los montes,
dejen las cumbres, dejen
despeñar sobre mí
las cimas eminentes
y en bóvedas de riscos
me escondan y me entierren,
para que yo no vea
la luz que me aborrece.
Perdí, perdí la Gracia,
dióme el áspid la muerte,
que si es morir perderla,
mortal que peca, muere.

(Vase. Salen ORFEO, AMOR y GRACIA.)
ORFEO

Gracia, ¿dónde está mi esposa?
¿Cómo te vuelves sin ella?
Acaba, dime qué es de ella,
¿dónde está, dónde reposa?

GRACIA

En el reino del espanto
cautiva está con eterno
dolor; el dios del infierno
dueño es suyo.

ORFEO

Anegue el llanto
de los tristes ojos míos
todos los campos presentes,
siendo los ojos dos fuentes;
de fuentes haré los ríos,
los ríos profundos mares,
los mares montes de hielo,
porque en diluvios del cielo
aneguen tantos pesares.
¡Ay, Amor! pues siempre has sido
ingeniero, industria da.
¿Cómo mi bien se verá
otra vez restituido
a mis brazos, a mi lecho,
a mi regazo, a mi fe;
cómo otra vez la podré
dar hospedaje en mi pecho?

AMOR

Tan dulcemente enamoran
tus voces que al cielo encantan,
cuando tus amores cantan
como cuando dulces lloran,
y puesto que tu querella
moverá mezclando el tierno
llanto y dulzura al infierno,
baja al infierno por ella;
que no dudo, si veloz
lleva sus ecos el viento,
que la esfera del tormento
las puertas abra a tu voz,
suspendiendo el dolor todo
del Cocito triste y feo;
disponte a bajar tú, Orfeo,
que mi fe te dará el modo,
pues labraste un instrumento,
arpa con que lanzará
David demonios y ya
libre Saúl del tormento
que oprimido le tenía,
en su divina armonía
esta arpa acorde y pura
será una sombra y figura,
Orfeo, de la arpa mía.

ORFEO

Ya deseándola estoy.

AMOR

Labrarla a mi modo quiero
de aquel tronco, aquel madero
mismo que el áspid mordió.
Si la culpa introducida
hoy por un árbol se advierte
el mismo árbol de la muerte
será el árbol de la vida.

(Vase.)
ORFEO

Tráeme el instrumento aquí;
triste estoy, rendido y solo.
Hablaré a mi padre Apolo,
luz bella de quien nací
luz también, porque los dos,
Señor, pues que ya mi esencia
se engendró en tu misma ciencia,
luz de luz y Dios de Dios,
no me niegues hoy tus rayos
y en el camino que intento
dame vida, dame aliento
porque cesen mis desmayos,
que no siendo alivio en mí
acuérdate, alma, del cielo.

(Sale AMOR con el arpa y en el mástil hecha una cruz.)
AMOR

No tardó mucho el consuelo;
ya el instrumento está aquí.

ORFEO

Y en él mi vista repara:
contemplando sus despojos
sangre llorarán mis ojos,
sangre sudará mi cara.

AMOR

Esta arpa dulce y clara,
el instrumento es sonoro
con trastes y cuerdas de oro
que dé números y leyes:
hable el libro de los Reyes,
dígalo San Isidoro.
El instrumento que ves
que al abismo ha de dar luz
por aquesta parte es Cruz
y ataúd por esta es,
y el instrumento es después,
porque la Cruz y ataúd
tienen tan alta virtud
que su música amorosa
podrá librar a tu esposa
de prisión y esclavitud.
Cruz, ataúd e instrumento
juntos, Orfeo, he traído:
el jeroglífico han sido
de un inmenso sacramento.
La Cruz explica tormento,
el ataúd muerte advierte,
luego el instrumento fuerte
exalto, mostrando así
que muy dulce es para ti
instrumento, ataúd y muerte.

ORFEO

Dame ese instrumento exceso
de mi Amor y de mi fe.
A cuestas le llevaré
aunque caiga con el peso.
Que estoy temblando confieso.

AMOR

Sígueme que yo gobierno
tus pasos y el lago Averno
los dos hemos de pasar
del Leteo hasta tocar
en las puertas del infierno.

ORFEO

No puedo pasar de aquí,
que ya ese lago profundo
en lo postrero del mundo
me pone pavor.

(Arrodilla y detiénele AMOR.)
AMOR

Allí
está atado un barco. Di
al barquero tú que quiera
pasarte a esotra ribera
sobre sus ondas veloces,
enternézcanle tus voces,
que eso solamente espera.

(Canta ORFEO y sale AQUERONTE con guadaña.)
ORFEO

Hola, barquero importuno
de las olas del Leteo.

AQUERONTE

¿Quién llama? Porque no creo
que hasta hoy me llamó alguno.
Mas ¿qué es esto que miro?
¿Yo temo, me acobardo y me retiro?
¿Un hombre hay que me pida
pasaje a esotra parte de la vida
y atreverme no puedo?
¿Quién eres tú, que te he tenido miedo?
Ninguno aquí ha llegado
que no me haya temido y admirado
y hoy con igual extremo
confieso que te admiro y que te temo.

AQUERONTE

Y porque veas si es mucha
la causa de este horror, atiende, escucha.
Este piélago feo,
selva de negras ondas, es Leteo
que significa olvido
y es río de la muerte su apellido,
pues en ella se olvida
todo el aplauso de la humana vida.
Yo, que soy su barquero,
Aqueronte me llamo porque infiero
que triste significa
y el griego nombre a mi deidad aplica
esta naturaleza
porque yo soy la pálida tristeza.
Luego que soy se prueba de esta suerte
Aqueronte, Leteo, olvido y muerte,
y ya que todo he sido
podrán muerte y olvido
pasarse a ti, si tienes
tanto poder que vivo hasta aquí vienes;
dándote yo licencia
no has de vencerme en esta competencia.

ORFEO

Pues no puede mi llanto,
muévate la dulzura de mi canto.
(Canta.)
Atrévete, muerte, a mí,
que quien es con hechos tales
atrevida para todos,
no sea para mi cobarde.
Mortal soy, pues soy humano.
Llega, pues, por esta parte,
atrévete muerte a mí
para que tus ondas pase.

(Lleva AQUERONTE a la barca a ORFEO y entran los tres en ella.)
AQUERONTE

Vencido me ha tu canto,
tanto suspende y enamora tanto
al río de la muerte.
Ven, que quiero pasarte.

ORFEO

¡Trance fuerte!

AMOR

Ya la estéril orilla
tocas y a cielo y tierra maravilla
este grande portento,
pues hace el cielo y tierra sentimiento,
cuando tu pecho fuerte
quiere sulcar las olas de la muerte.

ORFEO

Amor, ¿en qué me has puesto?
Sólo el Amor pudo obligarme a esto.

AMOR

Puesto que el cisne eres
y él canta cuando muere,
imítele en el llanto
la voz enternecida de tu canto,
porque ablande la ira
de este eclipse mortal que al mundo admira.

ORFEO

Atrévete, muerte, a mí
que quien es con hechos tales
atrevida para todos,
no sea para mi cobarde.
Mortal soy, pues soy humano.
Llega pues por esta parte,
atrévete, muerte, a mí
para que tus ondas pase.

(Pasa la barca por el tablado cantando ORFEO y se van y salen ARISTEO y EURÍDICE del hueco de una serpiente.)
ARISTEO

Este, Eurídice, triste que en el centro
de la tierra se ve palacio obscuro
y a los rayos del sol sale al encuentro
porque aborrezca resplandor tan puro,
este Cocito lóbrego que dentro
de su vientre voraz, horrible y duro
las sombras guarda, las tinieblas cierra,
este, pues, formidable de la tierra
lugar de fuego, piélago profundo,
calabozo de horror, casa de muerte,
centro de la miseria es aunque inmundo,
bóveda tenebrosa, prisión fuerte,
Tártaro horrible, corazón del mundo,
Báratro triste, miserable suerte,
perpetua confusión, dolor eterno,
pena sin redención es el infierno.
Mira si dije bien que me llamaba
príncipe grande y de inmortal trofeo,
cuando en aquel disfraz pastor te amaba
con el nombre fingido de Aristeo;
hoy que la alegoría en mí se acaba
Plutón me nombro, en cuyo nombre leo
ser absoluto dueño del Leteo.
Hablen testigos ciertos
que construyen Plutón Dios de los muertos.

EURÍDICE

Plutón, yo quebranté el justo precepto
de mi esposo, pues necia y atrevida
al árbol me atreví, donde el efecto
vi de mi muerte con tu aliento herida.
Perdí la Gracia, deslustré el sujeto
e introduje la muerte por la vida.
Cautiva estoy, pero liberarme espero,
pues confieso que aquí forzada muero.

ARISTEO

Eurídice, has de ser esposa mía.
(Terremoto.)
¿Mas qué temblor me ha dado?
Parasismo de luz padece el día:
sin que las leyes y costumbres guarde,
sale de su prisión la noche fría
haciendo de su luz obscura alarde,
suelto el cabello, descogido el manto,
envuelta en sombras y bañada en llanto,
bandolera del sol ha parecido,
pues a darle la muerte sale al paso
y es verdad que en su púrpura teñido
le deja, ¡triste horror!, ¡funesto caso!,
la faz sangrienta, el corazón herido,
y antes que entre en los rayos del ocaso
derramando su luz, cenizas bellas,
cadáveres del sol son las estrellas.

ARISTEO

Pálido está el semblante de la luna
que como es esplendor participado
mengua y corre con él una fortuna,
esqueleto de luz yerto y helado.
Las estrellas también con la importuna
tragedia del eclipse se han mezclado.
Caos es el cielo y anda todo junto
como casa de príncipe difunto.
Ya enlutada se ve una y otra esfera,
ya un túmulo levantan en el cielo,
ya el orbe, que su ruina considera,
con suspiros abrasa el negro velo.
Efímera cruel, cuartana fiera
le ha dado al universo, pues de un hielo
se cubre y con presteza bostezando
dando piedra con piedra está temblando.
Morir el Sol, la luna obscurecerse,
las estrellas faltar, el cielo abrirse,
enlutarse la tierra, corromperse
el orden, su armonía confundirse,
temblar el orbe, el mar entristecerse,
nada guardar su ser, todo morirse,
o expira cielo y tierra o algún fuerte
Dios pasa por el río de la muerte.
Sobre la sierpe, monstruo coronado
que de un vientre engendró siete gargantas
que son las siete bocas del pecado,
 (Pónese sobre la sierpe.)
hidra feroz que respiró por tantas,
delfín del viento, hipogrifo alado,
mi soberbia crüel tengo a las plantas.
Ya estoy aquí para mirar qué es esto;
sólo en un árbol miro un hombre puesto.

(ORFEO en la cruz en lo alto y salen ALBEDRÍO y el AMOR.)
AMOR

Ya que sobre el negro río
las ondas, Señor, pasaste,
porque vencida la muerte
se quedó de esotra parte,
sobre ese árbol eminente,
parda columna de jaspe,
para ablandar a Plutón,
será forzoso que cantes
aquel tono que compuso
el rey que venció al gigante.

(Va bajando ORFEO cantando.)
ORFEO

Abrid las puertas, abrid
las aldabas de diamante
a vuestro Señor que viene
hoy a visitar la cárcel.

ARISTEO

¿Quién es este, quién es este
que tiene poder tan grande?
¿Donde todos lloran, cómo
es posible que uno cante?
¿Quién eres tú que a las puertas
de los infiernos llegaste
glorioso?

ORFEO

El Divino Orfeo
quiere el cielo que me llame.

ARISTEO

¿Cómo a bajar te atreviste
a este centro miserable?

ORFEO

Con divinidad unido.

ARISTEO

¿Y cómo allá te quedaste?

ORFEO

Unido a la humanidad.

ARISTEO

¿Cómo este río pasaste?

ORFEO

Venciendo con armonía
a la muerte, que es su alcaide.

ARISTEO

¿Pues cómo a mí no me vences
y obligas a que te mate?

ORFEO

Porque sólo en quien yo quiero
efectos mis voces hacen.

ARISTEO

¿Quieres, pues, hacerle en mí?

ORFEO

(Canta.)
Sí haré. Dame, Plutón, dame
a Eurídice, que es mi esposa,
que hoy en las tinieblas yace.

ARISTEO

Murió a la gracia y es mía
y no ha de poder librarse.

ORFEO

Restituirla a mi gracia
podrá mi canto süave.
(Canta.)
Abrid las puertas, abrid
las aldabas de diamante
a vuestro Señor que viene
hoy a visitar la cárcel.

(Ábrense las puertas y sale EURÍDICE.)
ARISTEO

¿Quién es este que en su canto
encierra virtud tan grande?
Tus voces me atemorizan
y si el canto vence al áspid,
áspid soy y de tu canto
vencido estoy, no me mates.
Esa es tu esposa, esa es
que ya de prisiones sale;
mas con una condición;
oíd, atended mortales,
que cada vez que perdiere
la gracia de que hoy se vale
y tú la vuelvas el rostro,
(porque el volverle y negarle
es fuerza a quien te ofendiere)
ha de volver a mi cárcel.

EURÍDICE

Estas finezas, Señor,
los serafines alaben,
los ángeles las refieran,
los querubes las ensalcen,
cuando en incesables voces
tres veces santo te llamen.

ORFEO

Del vestido de la culpa
ven esposa a desnudarte;
ya sabes la condición
con que de la culpa sales.
Pues para que no te pierdas
de vista y siempre delante
me traigas, mirando siempre
las señas de mi semblante,
debajo del pan y vino,
en la Hostia y en el Cáliz
han de quedarse contigo
juntos mi cuerpo y mi sangre.

ARISTEO

De aqueste dragón feroz
en sus entrañas voraces
me sepulto, donde tenga
desdichas siempre inmortales.

(Éntrase por la boca de la sierpe con fuego.)
ORFEO

(Canta.)
Todas las puertas del cielo
se eleven y se levanten,
pues vuelve el divino Orfeo
resplandeciente y triunfante.

EURÍDICE

Los mortales te bendigan
y tus misterios alaben
y hasta espíritus impuros
hoy tus alabanzas canten.

ALBEDRÍO

Y el moralizado Orfeo,
dulce lira a los mortales,
da fin y tenga principio
señores el perdonarle
al autor, pues tan rendido,
humilde a esas plantas yace,
si el deseo de serviros
no bastare a que lo alcance.