El despecho (Valdés)
Los ojos tristes de llorar cansados, alzando el cielo, su clemencia imploro; mas vuelven luego al encendido lloro, que el grave peso no los sufre alzados; mil dolorosos ayes desdeñados son, ¡ay!, trasunto de la luz que adoro; y ni me alivia el día, ni mejoro con la callada noche mis cuidados. Huyo a la soledad y va conmigo oculto el mal, y nada me recrea; en la ciudad en lágrimas me anego; aborrezco mi ser, y aunque maldigo la vida, temo que la muerte aún sea remedio débil para tanto fuego.