El desafío del diablo: 17

XV
Segunda parte de El desafío del diablo (leyenda tradicional, 1845)
de José Zorrilla
Conclusión


Conclusión

editar

A la mañana siguiente
y apenas despuntó el sol,
ya Don Cesar á la puerta
del convento se apostó:
y apenas abrió el portero
el claveteado porton,
en un rincon de la iglesia
cual siempre se colocó.
La hora de los oficios
vibró lenta en el reló,
y doblaron las campanas
con desusado clamor.
Fueron al coro las monjas
saliendo de dos en dos,
y colocándose fueron
de un féretro en derredor;
y en vez de salmos alegres
de los justos en loor
los salmos de los difuntos
cantaron en ronco son.
Sus solícitas miradas
por todo el coro tendió
Don Cesar, mas quedó al punto
petrificado de horror.
La sangre cesó en sus venas
de hervir, y en el corazon
como témpano de hielo
toda á un tiempo se agolpó.
Espesa niebla en los ojos
con rápida oscilacion
le confundió los objetos,
y al cabo le mareó.
—Es ella! dijo espantado,
y entendiendo con pavor
todo el horror del suceso
ante las verjas cayó!

La muerte de Beatriz,
con religioso temor,
un hombre al volver en sí
ya en la calle le contó.
Y aunque dió á toda la historia
profana interpretacion,
en ella entendió Don Cesar
el llamamiento de Dios.
Bañado en amargo llanto
á los pies de un confesor
el espantoso relato
depuso de su pasion.
El amor de Beatriz,
con el rapto que intentó,
y la muerte de Don Carlos
hecha en la noche anterior;
y traspasada su alma
de hondísima contracion,
á las montañas de Córdoba
desesperado volvió.
Mas no pensó en habitarlas
como oculto salteador,
sino como penitente
pidiendo al cielo perdon.