El desafío del diablo: 04

II
Primera parte de El desafío del diablo (leyenda tradicional, 1845)
de José Zorrilla
III
IV


Don Lucas.Don Carlos, su hijo.— El Doctor y Beatriz cenando en el comedor de la alquería.

CARLOS AL DOCTOR. ¿Y qué tenemos con eso?

Porque ese hombre sea valiente
le ha de sacar su valor
del alcance de las leyes?

EL DOCTOR A CARLOS. Mancebo, á lo que imagino

poco de esto se os entiende;
los soldados que le siguen
le respetan ó le temen.

CARLOS. Si me contarais á mi

los milagros del hombre ese
cuando he vivido con él
mas de un año. Diez y siete
tenia cuando su casa
abandonó y sus parientes,
y sentó plaza.

EL DOCTOR. Es exacto.


CARLOS. A los veinte y tres y meses

dió á un capitan de estocadas
en un duelo.

EL DOCTOR. Ciertamente,

tambien es verdad.

CARLOS. Fué preso

y presentado á sus jueces,
y la sentencia era clara,
le condenaron á muerte.

EL DOCTOR. Mas os habeis olvidado,

señor cronista, que fue este
el motivo único y solo
para que al dia siguiente
se alzase su compañía,
y á ella otras cuatro se uniesen,
pidiendo á voces su vida
y jurando defenderle.

CARLOS. Todo obra de sus amigos.


EL DOCTOR. Lo que prueba que los tiene,

que los soldados le amaban,
y que positivamente,
pues saben hoy que es su mismo
compañero, le protegen.

CARLOS. Vaya, vaya, buen Doctor,

que si quisiera quien puede
antes de veinte y cuatro horas
habria quien le prendiese.
Y el valor no le escudára,
porque sabeis que es patente
que jugó su patrimonio,
y que dejó muchas veces
muertos en el campo á hombres
por quien llora aun mucha gente.
Y en fin, que tras muchos lances,
pobre y perseguido viéndose
por la justicia, á los montes
vino al cabo á guarecerse,
y uniéndose á los bandidos
ha venido á ser su jefe.

EL DOCTOR. Y eso prueba, amigo Carlos,

clara y terminantemente
que es un hombre de valor,
y que alma de sobra tiene
para habérselas con todos
por astucia ó frente á frente.

CARLOS. Y prueba que es un bandido

que su fortuna merece
y que quien asirle pueda
hace un servicio eminente
á su Patria: y si yo mismo…

EL DOCTOR. Señor guapo, no lo dije

por tan poco; en este instante
buena ocasion se le ofrece
para el caso; él no está lejos,
con que por el monte trepe
seguro en él de encontrarle,
y sies hombre, de cogerle.

CARLOS. Y ya se ve que lo fuera

seor galeno.

EL DOCTOR. Seor imberbe,

no hace cuatro horas aún
que estuvo cerca, y, ó mienten
las señas de los paisanos,
ó ese sendero de enfrente
tomó, pasando delante
de vuestra puerta.

DON LUCAS A BEATRIZ. ¿Qué tienes

Beatriz? te has descolorido,
trémula estás…

EL DOCTOR (levantándose y yendo hácia Beatriz y pulsándola.)

¿Qué sucede?
á ver, á ver, en efecto
es un vapor.

DON LUCAS. ¿Ven ustedes

lo que hacen con sus disputas
y sus historias imbéciles
de desafios y cárceles
y de bandidos y duendes?

EL DOCTOR. Don Lucas, teneis razon,

bah, Beatriz no te alteres
de oir que ha pasado cerca
ese bandido.

DON LUCAS. Y ya vuelve.


EL DOCTOR. ES un hombre como todos,

y aunque prendas no le duelen
cuando juega en contra de hombres,
no es asi con las mujeres,
que es muy gallardo y buen mozo.
Un vaso de agua traedme
con un poco de vinagre:
esto no es nada: ea bebe.
No tiene nada de extraño,
todavía está muy débil.

DON LUCAS. Juan, Ramon, luz al cuarto

de la niña y que se acueste.

EL DOCTOR. No es preciso.


DON LUCAS. ¡Pobrecita!

¿va mejor? ¿cómo te sientes?

BEATRIZ. Ya se me ha pasado, Padre;

fue un vahido solamente.