El corazón de una hermosa
PRÓLOGO
Manuel, en una noche del estío,
en el sereno azul clavó los ojos;
encendió un aromático veguero,
y escribió esta novela. Fin del prólogo.
I - RETRATO
Era el capitán don Juan
joven bello y decidor;
apuesto, rico y galán,
y por su porte y valor
llamado El gran capitán.
Dorados vinos bebía,
con esplendidez jugaba
y lindos trajes vestía;
y, calavera, pasaba
el tiempo en perenne orgía.
Como el héroe conocido,
que Espronceda nos pintó,
Don Juan nunca recordó
dinero por él perdido
ni mujer que abandonó.
Era nuestro capitán
en la esgrima gran maestro;
en los salones galán,
y en hacer saltar, muy diestro,
los tapones del champán.
En fin, por su corazón,
por su riqueza, hermosura
y ardiente imaginación,
era Don Juan la figura
de la misma seducción.
II - EN LA REJA
-¿Te vas, mi corazón, mi amor primero?
-Me marcho ya, querida;
mas antes, que me des un beso quiero.
-Con él toma mi vida.
-Adiós, adiós, mi gloria, mi alegría.
-¡Ay, Juan! ¿Me olvidarás?
¿Serás infiel a mi cariño, un día?
-Jamás, Rosa, jamás.
III - ROSA
Rosa, joven divina y vaporosa,
formada del aroma de las flores;
dulce como canción de ruiseñores;
cual noche de esponsales, deliciosa.
Era de honor encantadora marca
su pecho; en su pupila penetrante
fulguraba una página del Dante;
en su faz, un soneto de Petrarca.
Su cuerpo era conjunto primoroso
de estrellas y jazmines. ¿Quién diría
que bajo forma tal palpitaría
un corazón tan grande y poderoso?
Rosa, joven divina y candorosa,
del bello capitán enamorada...
¡Cuán infeliz, vendida y desgraciada
fuiste por el amor...! ¡Ay pobre Rosa!
IV - EN EL BAILE
En el soberbio palacio
del marqués de la Pradera,
arde el placer, vibra el gozo,
hierve, esta noche, la fiesta.
Ved: es un baile de máscaras
con que los dueños celebran
el próximo casamiento
de su angelical Eugenia.
Nuestro alegre capitán
es el prometido de ésta;
Don Juan, que hoy es objetivo
de los hombres y las bellas.
El salón está poblado
de máscaras pintorescas,
de hermosísimas mujeres
con vestiduras espléndidas.
Torrentes de luz se escapan
de las grandiosas lucernas;
brillan los limpios cristales;
los diamantes centellean;
se iluminan los tapices;
resplandecen las diademas,
y en todo el salón se aspiran
embriagadoras esencias.
El capitán va vestido
a lo Luis Catorce; lleva
un elegante sombrero
con rizada pluma negra,
traje de raso y encaje,
todo bordado de perlas,
y una reluciente espada
a la cintura sujeta.
Eugenia, más seductora
que nunca, viste de Ofelia:
corona de blancas flores
su frente preciosa ostenta,
y su cuerpo la sublime
túnica de nieve, aérea.
Risas, suspiros y voces
despide la concurrencia
sólo una máscara grave
en un ángulo se observa.
Viste el traje de Pierrot;
gracioso antifaz de seda
cubre su rostro, y extraña
la multitud vocinglera,
que nuestro Pierrot sombrío
lleve una espada en la diestra.
Éste ve al capitán solo
y le dice con voz seca:
«Sois un bandido, Don Juan;
y por Dios, que la existencia
he de quitaros.» «Villano,
calla o te arranco la lengua.»
Así Don Juan le replica
y al mismo tiempo le muestra
del palacio suntuoso
la riquísima escalera.
V - LA MUERTE
Don Juan, como buen soldado,
es gran tirador de espada;
y de una fiera estocada
al Pierrot ha atravesado.
Éste exclama: «Feliz soy;
adiós, muero sin dolor;
me arrebataste el honor
ayer, y me matas hoy».
El capitán con incierta
mano el antifaz le quita,
y, al verle el semblante, grita:
«¡Rosa! ¡Infeliz! ¡Muerta, muerta!»