El contrato social (1819): Libro III - Capítulo IV

C A P I T U L OI V.

De la Democracia.

El que hace la ley, sabe mejor que ninguno como debe ser executada é interpretada. Parece que no se podria tener una mejor constitucion que aquella en la que el poder executivo está unido al legislativo; pero esto mismo es lo que hace por otra parte insuficiente este Gobierno, por que las cosas que deben estar distinguidas, no lo estan; y el Príncipe y el Soberano no siendo mas que una misma persona, no forman por decirlo así sino un Gobierno sin Gobierno.

Ni es tampoco bueno que el que hace las leyes, las execute, ni que el cuerpo del Pueblo separe su atención de las miras generales para fijarla en objetos particulares. Nada es mas peligroso que la influencia de los intereses privados en los negocios públicos; y el abuso de las leyes de parte del gobierno es un mal menor que la corrupcion del legislador, consecuencia infalible de las miras particulares: entonces estando el estado alterado en su substancia, es imposible la reforma. Un pueblo que no abusara jamas del gobierno, no abusaria tampoco de la independencia; y un pueblo que se gobernara siempre bien, no tendria necesidad de ser gobernado.

Si hemos de hablar tomando los terminos rigurosamente, nunca ha ecsistido una verdadera democracia, ni ecsistiria jamas, porque es contra el orden natural que el gran número gobierne, y sea gobernado el pequeño; ni se puede imaginar que el pueblo esté incesantemente junto para vacar á los negocios públicos: y estableciendo para ellos comisiones, ya tenemos mudada la forma de la administracion.

En efecto yo creo poder asentar por principio que cuando las funciones del gobierno estan divididas en muchos tribunales, el menos numeroso adquiere tarde ó temprano la mas grande autoridad, aunque no hubiera otra cosa que la facilidad de despachar los negocios la que naturalmente los atrahe á dicho tribunal. Por otra parte: ¿cuantas cosas dificiles de unirse no supone este gobierno? Primeramente un estado muy pequeño donde el pueblo se pueda facilmente juntar, y donde cada ciudadano pueda con facilidad conocer todos los otros. En segundo lugar una gran sencillez en las costumbres que prevenga la multitud de negocios y las discusiones espinosas: despues mucha igualdad en las clases y en las fortunas, porque sin esto la igualdad no podria subsistir mucho tiempo ni en los derechos ni en la autoridad; en fin poco ó nada de lujo, porque donde el lujo es efecto de las riquezas y donde las hace necesarias, corrompe al rico y al pobre; al uno por la posesion y al otro por la codicia, vende la patria á la molicie y vanidad, y quita al estado todos sus ciudadanos para hacerles servir unos á otros, y todos á la opinion.

Ve aqui porque un autor célebre ha establecido la virtud por principio de las repúblicas, atendiendo á que todas estas condiciones no sabrian ecsistir sin ella; mas por no haber observado las distinciones necesarias, este bello genio ha faltado á la justicia y claridad, y no ha reflecsionado que siendo la autoridad soberana siempre la misma, aquel principio debe tener lugar en todo Estado bien constituido, mas ó ménos segun la forma de Gobierno. Añadamos á esto que no hay ningun Gobierno tan sujeto á las guerras civiles, y á las agitaciones intestinas como el Democrático ó popular, por que no hay ninguno tampoco que camine tan fuerte y continuamente como él á mudar de forma, ni que pida mas vigilancia y valor para mantenerse en la suya. Sobre todo en esta constitucion es donde el Ciudadano debe armarse de fuerza y de constancia, y decir cada dia de su vida en el fondo de su corazón lo que decia un virtuoso Palatino[1] en la Dieta de Polonia: Malo periculosam libertatem quam quietum servicium. Si hubiera un Pueblo de Dioses, el se gobernaría democráticamente, por que un Gobierno tan perfecto no conviene á los hombres.


  1. El Palatino de Posnania, padre del Rey de Polonia, Duque de Lorena.