El ciudadano pastor
Cierto joven leía En versos excelentes Las dulces pastorelas Con el mayor deleite. Tenía la cabeza Llena de prados, fuentes, Pastores y zagalas, Zampoñas y rabeles. Al fin, cierta mañana Prorrumpe de esta suerte: «¡Yo he de estar prisionero, Cercado de paredes, Esclavo de los hombres Y sujeto a las leyes, Pudiendo entre pastores Grata y sencillamente Disfrutar desde ahora La libertad campestre! De la ciudad al bosque Me marcho para siempre. Allí naturaleza Me brinda con sus bienes, Los árboles y ríos Con frutas y con peces, Los ganados y abejas Con la miel y la leche; Hasta las duras rocas Habitación me ofrecen En grutas coronadas De pámpanos silvestres. Desde tan bella estancia, ¿Cuántas y cuántas veces, Al son de dulces flautas Y sonoros rabeles, Oiré a los pastores Que discretos contienden, Publicando en sus versos Amores inocentes? Como que ya diviso Entre el ramaje verde A la pastora Nise, Que al lado de una fuente, Sentada al pie de un olmo, Una guirnalda teje. ¿Si será para Mopso?..» Tanto el joven enciende Su loca fantasía, Que ya en fin se resuelve, Y en zagal disfrazado, En los bosques se mete. A un rabadán encuentra, Y le pregunta alegre: «Dime, ¿es de Melibeo Ese ganado?» «Miente, Que es mío; y sobre todo, Sea de quien se fuere.» No respondió el buen hombre Muy poéticamente. El joven, temeroso De que tal vez le diese Con el fiero garrote Que por cayado tiene, Sin chistar más palabra, Huyó bonitamente. Marchaba pensativo, Cuando quiso la suerte Que cogiendo bellotas A la pastora viese. «¡Oh Nise fementida! Exclama; ¡cuántas véces, Siendo niña, querías Que yo te recogiese La fruta con rocío De mis manzanos verdes!» Diciendo así, se acerca, La moza se revuelve, Y dándole un bufido, En las breñas se mete. Sorprendido el mancebo, Dice: «¿Qué me sucede? ¿Son éstos los pastores Discretos, inocentes, Que pintan los poetas Tan delicadamente? A nuevos desengaños Ya no quiero exponerme.» Rendido, caviloso, A la ciudad se vuelve. Yo siento a par del alma Que no se detuviese A disfrutar un poco De la vida campestre. Por mi fe, que las migas, El pastoril albergue, El rigor del verano, Los hielos y las nieves, Le hubieran persuadido Mucho más vivamente. Que es un solemne loco Todo aquel que creyere Hallar en la experiencia Cuanto el hombre nos pinta por deleite.