El cisne y la gallareta
Lleno de orgullo, se dignaba aceptar el cisne los homenajes de la gallareta, humilde y pobre, dejándole desdeñosamente los restos de su opulenta mesa.
Sucedió que un día la gallareta, habiéndose comido por error una mojarrita de la reserva del cisne, entró éste en un furor desmedido. La insultó groseramente, ofendiéndola en lo más íntimo de su dignidad de pájaro, injuriándola a ella y a su familia, tratándola de tal modo que la gallareta, indignada, resolvió retirarse a otros pagos.
Pero la miseria al cabo de algún tiempo fue tal, que un pato comedido le ofreció interceder en su favor cerca del cisne, y la pobre aceptó.
Primero el cisne no quiso oír nada. «Se fue, dijo, ¡que se quede donde está!», hasta que, poco a poco, se apaciguó y acabó por consentir en recibir otra vez a la desgraciada, dignándose, generoso, perdonar las injurias... por él mismo inferidas.