El cielo de Leopardi
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¡Genio infeliz! En su postrer momento
a su amiga la muerte le decía:
-Dame la nada, esa región vacía
en que no hay ni placer ni sufrimiento.
Donde se halla la vida está el tormento.
Dame la paz en la nada -repetía-
y mata con el cuerpo el alma mía,
esta amarga raíz del pensamiento.
Al oírle implorar de esta manera,
consolando al filósofo afligido,
la muerte le responde: -Espera, espera;
que, en pago de lo bien que me has querido,
mañana te daré la muerte entera
y volverás al ser del que no ha sido.