El cardenal Cisneros/XXXII
XXXII.
Durante el corto período en que Felipe gobernó á España, Cisneros no tuvo grande influencia, bien que el Rey Fernando pidiera á su yerno que atendiera á su consumada pericia, y bien que el mismo Arzobispo, cortesano finísimo por demás en esta ocasion, dejara sin proveer el importante gobierno de Cazorla para esperar la llegada del Príncipe y consultar su gusto, cuando en tiempos de los Reyes Católicos, y apénas llegado á Arzobispo, recibió con gran desabrimiento al Mendoza, hermano de su protector, ya medio en posesion del cargo y recomendado de la Reina. Por cierto que al fin fué nombrado Adelantado de Cazorla un deudo cercano de Cisneros, D. Garcia de Villaroel, de quien dice el bufon de Cárlos V, D. Francescillo de Zúñiga, que fuéle tan pesado en vida y muerte, que quisiera tener el dicho Cisneros más diez mil ducados de pension sobre su Arzobispado que no á él.
Pretenden algunos biógrafos de Cisneros que éste siguió con la misma influencia en el nuevo reinado, y áun añaden que hubo época en que los asuntos que se llevaban en viernes al despacho del Rey se consultaban préviamente en jueves al Arzobispo; pero aunque éste tratara de captarse el afecto del Archiduque con la prueba de deferencia que dejamos dicha, y trabajando para que Felipe consiguiera de las Córtes de Valladolid que le declarasen como único Rey de España, consignando la demencia de Doña Juana, contra lo cual se pronunciaron enérgicamente los Procuradores, movidos por el Almirante Enriquez; lo cierto es que todo lo llenaba en el reino, aun con ser tan chico, el favorito Juan Manuel. Esta creencia nuestra, que vemos consignada tambien en un historiador tan concienzudo y grave como Prescot, sobre ser más ajustada á la verdad, honra doblemente á Cisneros y levanta más su figura histórica; pues ciertamente si tenía tan gran influencia en el ánimo de Felipe, responsable debia de ser de los escándalos, de las arbitrariedades y de las rapiñas de los Flamencos, toleradas y protegidas por Juan Manuel, porque era su cómplice y las utilizaba en su pro, por lo cual bien pronto en toda Castilla, áun entre los nobles partidarios del Archiduque, se levantaron grandes clamores.
Nada respetaban los cortesanos de Felipe, que se habia alzado con la autoridad suprema, aunque su mujer era sólo la Soberana de Castilla. Lo mismo desposeian á los Marqueses de Moya, los fieles y constantes amigos de la Reina Católica, del castillo de Segovia para entregárselo á Juan Manuel, que echaban la siempre dispuesta garra á las rentas de Granada, de donde cobraba su pension el Rey Fernando. Gracias con que al saber este último caso el Arzobispo Cisneros, anduvo listo para apoderarse de la Real cédula y hacerla pedazos en un momento de indignacion, cosa que movió gran escándalo entre los cortesanos, pero que le sirvió de motivo para acercarse al Principe y darle cuenta de todo lo que pasaba en Castilla.
Por fortuna de todos, y es bien triste tenerlo así que consignar, la dominacion del primer Felipe pasó bien pronto, pues murió á los pocos dias el Archiduque de resultas de una fiebre maligna, adquirida casualmente en una fiesta que dió su favorito para celebrar el nuevo cargo que se le dió del gobierno de su castillo de Búrgos. Entonces se eclipsó la estrella de D. Juan Manuel en el horizonte, y volvió á aparecer la de Cisneros.