El caballo y el buey

Fábulas argentinas
El caballo y el buey

de Godofredo Daireaux


Un buey y un caballo comían en el mismo potrero a su respectiva discreción. El buey comía ligero, buscando los sitios donde el pasto más alto le permitía alzar, en cada bocado, media carretillada; tragaba casi sin mascar y echaba cada panzada que daba miedo.

Después se dejaba caer pesadamente en el suelo, y durante las horas rumiaba tranquilo.

El caballo también comía a su gusto, pero sólo cuando no lo tenían ensillado; y aunque se hubiese apurado entonces, de día y de noche, no hubiera alcanzado a comer ni la mitad de lo que el buey en unas pocas horas alzaba; y comparando los servicios prestados por ambos, no podía menos de pensar que poca cuenta tenía que hacer al amo el mantener a aquel haragán comilón.

Pero el amo un día se llevó el buey, que, de gordo, apenas podía caminar; y preguntó el caballo a un chimango que desde un poste del alambrado seguía con interés la operación, a dónde llevaban a su compañero.

-Al matadero, pues -chilló alegremente el chimango-; ¿no ve que está de grasa? ¡qué almuerzo voy a hacer!

Y el caballo comprendió que hay en esta vida varios modos de pagar el gasto.