El caballero de IllescasEl caballero de IllescasFélix Lope de Vega y CarpioActo I
Acto I
Sale JUAN TOMÁS, labrador, con un capotillo de dos haldas, polainas y una vara en la mano y dice:
JUAN TOMÁS:
Malas adivas tostadas
que las revienten, amén,
que no es posible que estén
solo un momento paradas.
Mas, que una pierna te quiebres,
todo es prisa de comer,
juro a Dios que han de meter
el carro hasta los pesebres.
¿Quién está acá? Buenos días.
(Dentro TOMÁS viejo, su padre.)
PEDRO TOMÁS:
Buenos los tengas.
JUAN TOMÁS:
Quisiera
tenerlos buenos si hubiera
con que alegrar las encías.
PEDRO TOMÁS:
En eso vendrás pensando.
JUAN TOMÁS:
Mientras vos estáis durmiendo
con pedir esto os ofendo,
debo de venirme holgando.
PEDRO TOMÁS:
Para quien es haragán,
cualquiera trabajo bonda.
JUAN TOMÁS:
Par Dios, no sé qué os responda,
gentil almuerzo me dan.
Debo yo de haber estado
sornando a mi buen placer,
teniendo bien que pacer
la grama y yerba del prado.
PEDRO TOMÁS:
Vendrá muerto de las eras,
no habrá dormido en la parva.
JUAN TOMÁS:
Que a un hombre de tanta barba
esto le digan de veras.
Soy un bellaco.
PEDRO TOMÁS:
A lo menos
no me pareciés a mí.
JUAN TOMÁS:
¿Luego en las malvas nací?
PEDRO TOMÁS:
No son de padres tan buenos.
JUAN TOMÁS:
No lo digáis, que yo os juro
que os escuso de mentir.
PEDRO TOMÁS:
Tan bueno os puedo decir.
JUAN TOMÁS:
Que podéis os aseguro,
mas no sé yo si es verdad.
PEDRO TOMÁS:
¿Pues hay en Illescas gente
más honrada?
JUAN TOMÁS:
Llanamente,
yo vengo [a] almorzar bondad.
Padre, vengo yo a informarme
de que soy hombre de bien,
o a que de almorzar me den.
PEDRO TOMÁS:
Por Dios que puedo alabarme
que ha habido de mi linaje
más de seis clérigos.
JUAN TOMÁS:
Cierto,
padre, que aún no estáis despierto;
haced que Casilda baje.
PEDRO TOMÁS:
Hijo, aunque con pobres capas
tenemos gran clerecía.
JUAN TOMÁS:
¿Y cuántos, por vida mía,
desos, padre, fueron papas?
PEDRO TOMÁS:
¿Papas?
JUAN TOMÁS:
Pues que os alabáis.
PEDRO TOMÁS:
¿No es harto tener un cura
por pariente?
JUAN TOMÁS:
Gran ventura,
si de algún mal enfermáis.
PEDRO TOMÁS:
Pues, necio, los más honrados
linajes que pueda haber,
¿qué más bien pueden tener
que clérigos y soldados?
Triste dél, si desto escapa,
que del soldado, en rigor,
se hace el emperador,
del clérigo se hace el papa.
Y el que clérigo y soldado
tiene en su linaje, crea
que no es posible que sea
ni pobre, ni desdichado.
JUAN TOMÁS:
Los que escuchan a los viejos,
como yo ahora os escucho,
puesto que no almuerzan mucho
aprenden buenos consejos.
Si érades aficionado
a clérigos, ¿por qué a mí
labrador me hicistes?
PEDRO TOMÁS:
Fui
padre en tu crianza honrado.
Lo primero que ha de hacer
un padre es considerar
cuál hijo puede estudiar
y cuál ganar de comer.
Advertir su inclinación
y darle en ella y que siga
lo que su estrella le obliga,
que juntas muy fuertes son.
Dos tuve, tú, Juan Tomás,
y Pedro, que fue el mayor,
mas llevómele el Señor.
JUAN TOMÁS:
¿Lloráis?
PEDRO TOMÁS:
No puedo hacer más.
Vile ingenioso y prudente,
humilde y bien entendido,
púsele a estodiar, que ha sido
del bien la primera fuente,
y pienso que, si viviera,
pudiera ser gran letrado.
Tras desto, considerado
tu humor de dentro y de fuera,
y averiguado el proceso
de tu traviesa niñez,
vi que a mi mala vejez
prenotaba un mal suceso.
Dite el campo, el aguijada,
el azadón, carro y trillo,
la vendimia, el escardillo,
y en fin, la capa y la espada.
Que tal vez de un labrador
sale un soldado valiente,
que a sí y a toda su gente
cubre de hacienda y de honor.
Eres un Roberto el Diablo,
no me obedeces, ni quieres,
solo el juego y las mujeres
es tu ordinario vocablo.
Vendísteme allá en Toledo
tres lechones, ahora un año,
tomaste a tu hermana el paño,
que aún tengo a su llanto miedo.
Húrtasme el trigo y cebada,
juras, votas, no te acuestas,
esgrimes todas las fiestas,
traes broquel, ciñes espada.
Es más notable tu historia
que la puente de Mantible,
y tu enmienda es imposible.
JUAN TOMÁS:
Aquí gracia y después gloria.
Bien vi yo que había de haber
en pidiendo de almorzar,
sermón para no lo dar,
con tema de no querer.
Mas pues decís que soy bueno
para negocios de guerra,
yo vivo en esta tierra
de tantos enfados lleno.
Yo os juro a Dios, que algún día
me dé de almorzar el Rey.
PEDRO TOMÁS:
¿A ti?
JUAN TOMÁS:
A mí.
PEDRO TOMÁS:
¡Qué hermoso buey!
JUAN TOMÁS:
¿No puede ser?
PEDRO TOMÁS:
Bien podría,
que Dios que hizo hablar la burra
de Balán, bien puede hacer
que el Rey te dé comer.
JUAN TOMÁS:
¿Quién habrá que no se aburra
y se vaya noramala?
PEDRO TOMÁS:
¿Dónde vas?
JUAN TOMÁS:
Por la mohosa.
PEDRO TOMÁS:
Oye, almuerza.
JUAN TOMÁS:
Linda cosa,
¿cuál vida a mi vida iguala?
¿Qué trabajo tiene un hombre
en la guerra como el mío?
(Vase JUAN.)
PEDRO TOMÁS:
Al partir, gallardo el brío,
tiemble el suelo, el aire asombre,
porque al salir de la tierra,
todo es matar y romper
con furia; mas al volver,
vienen mansos de la guerra.
Sale el soldado galán,
lleno de plumas y viento,
y al primer alojamiento
soñó que era capitán.
Llega, pelea muy bien,
pasa el frío, el viento fresco,
vuelve con calzón flandesco,
por la Francia sin argén.
Trae la pierna por mil cabos,
con más plomo, y hecha harnero,
que una pierna de carnero,
se ve con ajos y clavos.
No tuvo en Corte favor,
ni de allá trujo papeles,
y envuelto en dos arambeles,
murió a manos de un doctor.
Ansí será mi buen Juan.
(Sale JUAN TOMÁS con una espadilla mohosa.)
JUAN TOMÁS:
¿Mandáis algo?
PEDRO TOMÁS:
¿Dónde bueno?
JUAN TOMÁS:
Por el lugar.
PEDRO TOMÁS:
No condeno
a los que a la guerra van.
Mas aquellos tornilleros,
como pollos mal trapillos,
humildes para dos grillos
y con los huéspedes fieros,
unos que suelen decir
que les asen una pierna
de un niño y, si no está tierna,
que la pongan a manir;
y habiéndole al Rey comido
cien socorros, y gozado
las franquezas del soldado
en las armas y el vestido,
siete leguas amanecen
de la compañía el día
que dejan la compañía
y, allá en su lugar, parecen.
Mira bien a dónde vas.
JUAN TOMÁS:
Yo en Illescas andar quiero,
no para ser tornillero.
¿Iré a la guerra? Jamás,
que solo me voy de casa
porque no os puedo sufrir.
PEDRO TOMÁS:
¿Mas que vienes a dormir?
JUAN TOMÁS:
Allá veréis lo que pasa.
(Vanse.)
(Salen CLENARDO y FELINO, DOROTEA y TEODORA con sombrerillos, como que se apean de un carro.)
CLENARDO:
¡Temprano habemos llegado!
FELINO:
Almorcemos.
CLENARDO:
Eso quiero.
DOROTEA:
Oigamos misa primero.
FELINO:
Está muy bien acordado.
Y tomaremos medidas
de la imagen.
TEODORA:
Y es razón,
y que, por mi devoción,
que digan seis misas pidas.
DOROTEA:
Pues vamos, que no estoy buena.
TEODORA:
El carro te ha mareado.
FELINO:
¿Si habrán la ropa guardado?
CLENARDO:
Nadie guarda ropa ajena;
cuidado me da, ya vuelvo.
FELINO:
Esperad, iré con vos.
CLENARDO:
Un poco esperad los dos.
(Vanse FELINO y CLENARDO.)
DOROTEA:
A no partir, me resuelvo,
a Toledo hasta que el sol
se aleje del mediodía.
(Sale JUAN TOMÁS con su espadilla muy rozagante.)
JUAN TOMÁS:
Sufrillo es gran cobardía
un hombre, y hombre español.
¡Vive Dios! De no volver...
Quedo, que hay damas aquí.
No hay naranja para mí
como ver una mujer.
La cólera me han quitado,
como claro espejo han sido
que tiempla al más ofendido
en habiéndose mirado.
¿Dónde van vuestras mercedes?
TEODORA:
A Toledo.
JUAN TOMÁS:
¿Y solas van?
DOROTEA:
No vamos solas.
JUAN TOMÁS:
¿No harán
a esta espada mil mercedes,
en que la nombren por suya,
y al dueño por su escudero?
TEODORA:
¿Sabe cómo es majadero?
JUAN TOMÁS:
Vuesa merced lo atribuya
a término y cortesía.
DOROTEA:
¿Hay tan gracioso villano?
JUAN TOMÁS:
Pues no he tomado la mano,
que por el nombre podía.
Antes a cortés lo aplique.
TEODORA:
Váyase amigo capote.
JUAN TOMÁS:
¿Capote?
TEODORA:
Sí, y pique y trote.
JUAN TOMÁS:
¿Pique [y] capote?
TEODORA:
Y repique.
Que bien puede repicar
un villano, pues lo es.
JUAN TOMÁS:
¿Cientos juegan?
DOROTEA:
Sí, y después
docientos le haremos dar.
JUAN TOMÁS:
Por mi fe que andan discretas,
que bien puedo en este llano
repicar ese villano
con tal par de castañetas.
Aunque las veo muy rotas
de mundanzas de pandero,
y en los cientos también quiero
contar catorce de sotas.
Y por vida de las tales,
que se tomen sin dar voces (Dalas.)
estos sopapos y coces.
DOROTEA:
¿Hay tal maldad?
JUAN TOMÁS:
Atabales,
no os espantéis que yo os toque.
TEODORA:
¡Clenardo, Felino!
JUAN TOMÁS:
Bien,
que a saber que tienen quién,
las hiciera un alcornoque.
(Salen FELINO y CLENARDO, a las voces.)
FELINO:
¿Qué es esto?
TEODORA:
Que este villano
nos ha muerto a coces.
CLENARDO:
¿Cómo?
JUAN TOMÁS:
¿Cuál dellos es mayordomo
destas ninfas de verano?
FELINO:
¡Infame!, ¿eres loco?
JUAN TOMÁS:
¡Afuera, (Meten mano.)
que son bellacos los dos
y mienten!
CLENARDO:
Bueno, ¡por Dios!
FELINO:
¡Dale, dale!
CLENARDO:
¡Muera!
FELINO:
¡Muera!
(Caiga CLENARDO muerto, dentro.)
CLENARDO:
¡Ay!, muerto soy.
JUAN TOMÁS:
Huir conviene.
A la torre me deslizo.
FELINO:
¡Matole!
JUAN TOMÁS:
El hierro lo hizo,
que sin zapatilla viene.
(Vase JUAN.)
DOROTEA:
¡Triste yo!
FELINO:
Huyes, traidor.
¡Tenelde, que ha muerto a un hombre!
(Va tras él FELINO.)
TEODORA:
¡Que tanta maldad no asombre
la tierra!
DOROTEA:
¡Amigo! ¡Señor!
TEODORA:
Mira si habla.
DOROTEA:
No puedo
hablarle, que estoy turbada.
TEODORA:
¡Ay, desdichada jornada!
Nunca yo fuera a Toledo.
(Vanse.)
(Salen el CORREGIDOR, dos Alguaciles y FELINO.)
FELINO:
Ya entró en la iglesia, señor.
CORREGIDOR:
¿Fue traición?
FELINO:
¿Pues no lo fue?
CORREGIDOR:
Si lo fue, lo sacaré.
ALGUACIL 1.º:
Mientras se prueba es mejor.
ALGUACIL 2.º:
A la torre se ha subido.
¿Y sabéis su condición?
CORREGIDOR:
No importa, si fue traición.
¡Favor al Rey, favor pido!
(En lo alto JUAN TOMÁS, con dos cantos.)
JUAN TOMÁS:
¡Ha, señor corregidor!
CORREGIDOR:
¡Oh, perro sin Dios, sin ley!
JUAN TOMÁS:
¿Favor pide para el Rey,
siendo el Rey quien da favor?
Cuando pretende en la Corte,
¿no busca quien se le dé
para el Rey?
CORREGIDOR:
Si traición fue,
no hay para qué me reporte
la inmunidad, pues no hago
fuerza. Traed fuego.
JUAN TOMÁS:
¿Qué es fuego?
CORREGIDOR:
¡Baja, infame, baja luego!
([JUAN TOMÁS] deja caer un canto de arriba.)
JUAN TOMÁS:
Tomá esa carta de pago.
CORREGIDOR:
¡Perro, yo te ahorcaré!
JUAN TOMÁS:
¿Luego ya es verdugo?
CORREGIDOR:
Digo
por sentencia.
JUAN TOMÁS:
Pues prosigo.
ALGUACIL 1.º:
No hayas miedo que se dé.
CORREGIDOR:
¡Date, incorregible!
JUAN TOMÁS:
¿Es ley
dar cada cual lo que tiene?
CORREGIDOR:
Venga gente.
JUAN TOMÁS:
Si más viene,
más piedras hay.
CORREGIDOR:
¡Favor al Rey!
(Sale un REGIDOR.)
REGIDOR:
Vuesa merced deje el preso,
que ha venido un capitán,
y ya sus soldados van
con tanta furia y exceso,
que presumen alojarse
por fuerza y sin las boletas.
CORREGIDOR:
Señor regidor, son tretas
para que pueda escaparse.
REGIDOR:
No las acostumbro hacer.
Ponga guardas a la torre.
CORREGIDOR:
Aunque el tiempo te socorre,
villano, yo he de volver.
Quedad los dos a la puerta.
Vos venid, porque juréis.
FELINO:
Que fue traición hallaréis.
CORREGIDOR:
¡Hola!
ALGUACIL 1.º:
Señor.
CORREGIDOR:
¡Ojo alerta!
(Vanse, quedan los dos alguaciles.)
ALGUACIL 2.º:
Par Dios que temo este mozo;
no le quisiera guardar.
ALGUACIL 1.º:
Él es rayo del lugar.
ALGUACIL 2.º:
Antes de apuntar el bozo,
sobre entrar en una viña,
descalabró dos o tres.
ALGUACIL 1.º:
¿Y no tuvo ahora un mes
una peligrosa riña
en que dejó medio muerto
a mi sobrino Polanco,
y a Francisco Esteban, manco,
y a Hernán Sánchez, patituerto?
¡Voto a tal, que no quisiera
guardarle!
ALGUACIL 2.º:
Si a tirar vuelve
y en no se dar se resuelve,
no hay sino sacar pie afuera.
¿No habéis oído decir
ladrillo de retraído?
ALGUACIL 1.º:
El ver el peligro ha sido,
que no importara el huir.
Que apedree en una viña
no es tanto, aunque da tristeza,
pero sobre la cabeza
más quisiera tener tiña.
(Sale JUAN TOMÁS con la espada desnuda, acuchilla las guardas.)
JUAN TOMÁS:
¡Fuera, perros!
ALGUACIL 1.º:
¡Ay de mí,
muerto soy!
JUAN TOMÁS:
¡Fuera, villanos!
ALGUACIL 2.º:
Detén, Juan Tomás, las manos
que nadie te ofende aquí.
Nadie te guarda, ni quita
que no te vayas.
JUAN TOMÁS:
No quiero
mataros, sin que primero
mate al que esto solicita.
(Vase JUAN.)
ALGUACIL 1.º:
Digo, señor Juan Tomás,
que se vaya donde quiera.
ALGUACIL 2.º:
Sin duda va a la bandera,
no le prenderán jamás.
¿Hízoos algo?
ALGUACIL 1.º:
Un coscorrón
del primero cintarazo.
ALGUACIL 2.º:
A mí me ha quebrado un brazo.
ALGUACIL 1.º:
Que quise dalle lanzón
y luego punta, y no supe.
ALGUACIL 2.º:
Vamos al Corregidor,
dando voces al traidor.
ALGUACIL 1.º:
Quiero que esta plaza ocupe.
¿Yo ser alguacil de Illescas?
¡Váyale el diablo a prender!
ALGUACIL 2.º:
¡Par Dios que habrá menester
cien alabardas tudescas!
(Vanse los villanos, sale el CAPITÁN y soldados.)
CAMPUZANO:
Pongan esa mesa aquí.
CAPITÁN:
Y tú cuelga esa bandera.
CAMPUZANO:
Gran gente acude de fuera.
(Sale JUAN TOMÁS con la espada desnuda.)
JUAN TOMÁS:
Hasta vuestros pies corrí,
por salvarme en vuestros pies.
CAPITÁN:
¿Qué has hecho?
JUAN TOMÁS:
Reñí y llegó
mi espada.
CAPITÁN:
¿No fue más?
JUAN TOMÁS:
No,
mas murió el hombre después.
CAPITÁN:
¿Querrás ser soldado?
JUAN TOMÁS:
Sí,
que antes lo había pensado.
CAPITÁN:
Escriban este soldado.
JUAN TOMÁS:
Escríbanme, ¡pesia mí!,
que pierde el Rey un Arquiles.
CAPITÁN:
¿Buen labrador?
JUAN TOMÁS:
Soy de acero.
Comereme un buey entero,
bebereme diez barriles.
CAPITÁN:
Bien ha dicho, que el caballo
que bien come, bien camina.
JUAN TOMÁS:
Si aprendo en vuestra doctrina,
no tendrá el Rey tal vasallo.
CAPITÁN:
Di tu nombre.
JUAN TOMÁS:
Tengo un nombre
bien fácil de adivinar.
CAPITÁN:
Creo que me ha de alegrar
el humorcillo del hombre.
JUAN TOMÁS:
Es mi nombre, escucha un poco...
CAPITÁN:
Digo, soldado, que escucho.
JUAN TOMÁS:
De un santo que creyó mucho
y de otro que creyó poco.
CAPITÁN:
Santo que creyese más
y que más viese no sé,
ni el santo de menos fe.
JUAN TOMÁS:
Yo me llamo Juan Tomás.
CAPITÁN:
Bien dice, que Juan creyó
mucho, vio mucho, y Tomás
creyó poco.
CAMPUZANO:
Escrito estás.
MENDOZA:
¿No se juega?
CAMPUZANO:
Aquí estoy yo.
MENDOZA:
¿Naipes?
CAPITÁN:
Por aquí es forzoso,
que es muy bisoña la gente.
Parémonos llanamente,
seor Mendoza, el valeroso.
(Juegan.)
MENDOZA:
Aquí aguarda mi dinero.
ROSALES:
Rosales viene a terciar.
CAMPUZANO:
Y yo empiezo a barajar.
MENDOZA:
Tomad el naipe primero.
ROSALES:
Alzo.
MENDOZA:
Sota.
CAMPUZANO:
¡Ha, bujarrona!
ROSALES:
Torno alzar.
MENDOZA:
Tenéis azar.
JUAN TOMÁS:
¿Y tengo yo de mirar,
pesia la cierta y la errona?
¿Qué venderé? ¿Mas no soy
crïado del Rey? ¿Qué digo?
¡Seo Capitán!
CAPITÁN:
¿Qué hay, amigo?
JUAN TOMÁS:
Oígame, a Cristo me doy.
¿El Rey no tiene a su cuenta
mi vida desde este punto?
CAPITÁN:
Sí.
JUAN TOMÁS:
Por eso lo pregunto,
que aunque poco a poco, es renta.
Yo he menester un real,
o cien ducados.
CAPITÁN:
¡Qué humor
de arrojado labrador!
¡Qué buen color de sayal!
El real es este prestado,
por el socorro de hoy,
que en los ducados no estoy
de nuestra cuenta enterado.
Buscad una camarada,
tomad posada con él,
para que no gastéis dél,
que está la gente alojada.
JUAN TOMÁS:
Jugarele, y trataremos
después de lo que es comer,
porque eso no puede ser
que en Illescas no lo hallemos.
Y si gano, ¡vive Dios!,
que le he de dar gran barato.
CAPITÁN:
¡Qué gracioso mentecato!
JUAN TOMÁS:
Calle, que hemos de ir los dos
a matar media Turquía.
Voy a parar el real.
CAPITÁN:
Para el medio.
JUAN TOMÁS:
¡Pesia a tal!,
¿el medio parar tenía?
Parara dos mil millares,
sin guardar por Dios ninguno,
cuando fuera cada uno
el Real de Manzanares.
CAPITÁN:
Dios te ayude.
JUAN TOMÁS:
¿Estornudé?
CAPITÁN:
No, pero en todo te ayude,
y ese realejo te mude
en seis.
JUAN TOMÁS:
Los tres le daré.
(Llegue a jugar JUAN TOMÁS y salen ALVARADO y LISENA, en vestido de hombre.)
ALVARADO:
¿Que juegue esta cadenilla
te pesa tanto, Lisena?
LISENA:
No me dio, Alvarado, pena,
ni de ti quise encubrilla
porque mis prendas te niegue,
mas porque juegas picado
y has de perder, Alvarado,
pues no hay cosa que más ciegue.
ALVARADO:
Lisena, cuando yo estoy
picado, quiero las prendas;
que te empeñes, que te vendas,
licencia entonces te doy.
Jugaré, cuando he perdido,
un bigote, ¡vive Dios!
JUAN TOMÁS:
Paro ese real a ese dos.
ROSALES:
Digo a todos.
CAMPUZANO:
Eso pido.
ROSALES:
Yo quiero el siete.
MENDOZA:
¡Ay, el as!
Perdió la suerte Rosales.
JUAN TOMÁS:
Ya tenemos dos reales,
por vida de Juan Tomás.
MENDOZA:
Barajo.
CAMPUZANO:
Alzad, Alvarado.
ALVARADO:
No sé qué mano me tengo.
Con esta cadena vengo;
pesa ciento y un ducado.
JUAN TOMÁS:
El uno es curiosidad.
ROSALES:
A ese seis.
JUAN TOMÁS:
Yo, [a] aquella sota,
los dos reales.
MENDOZA:
Ea, devota.
ROSALES:
Andad con el naipe, andad.
MENDOZA:
Dejadme mirar.
ROSALES:
No quiero.
ALVARADO:
El seis.
JUAN TOMÁS:
Cuatro son al justo.
MENDOZA:
Dejadme perder con gusto,
ya que pierdo mi dinero.
ALVARADO:
Tomo el naipe y esta juego.
ROSALES:
¿Momo?
ALVARADO:
No lo veis.
ROSALES:
Adiós.
JUAN TOMÁS:
Otra vez paró a ese dos
estos cuatro.
ALVARADO:
Al Rey me allego.
JUAN TOMÁS:
El dos, tener.
ROSALES:
Esto gano.
CAPITÁN:
¿Ha, soldado?
LISENA:
¡Oh, mi señor!
CAPITÁN:
¡Bravo tallazo!
LISENA:
Y valor
de soldado castellano.
CAPITÁN:
¿Habéis de ir vós a Zamora
contra el portugués?
LISENA:
He de ir,
porque he venido a servir
a la Reina, mi señora.
CAPITÁN:
¿Qué decían en la Corte
de casarse nuestra Reina?
LISENA:
Si pacífica no reina,
no ha de hacer cosa que importe.
Dícese que, de Aragón,
traen o van procurando
al Infante don Fernando,
para tan alta ocasión.
CAPITÁN:
Teniendo Isabel marido,
don Juan, rey de Portugal,
a su persona real
tendrá el respeto debido,
que injustamente pretende
que doña Juana posea
la corona que desea,
pues ya la verdad se entiende,
y nuestro Rey don Enrique,
que Dios tiene, declaró
no ser su hija.
ALVARADO:
¿Que yo
desta manera me pique?
CAPITÁN:
Pienso que pierde Alvarado.
LISENA:
¿Quien duda? Va en mi ventura.
CAPITÁN:
Nunca, con tanta hermosura,
hay ventura, seo soldado.
Y por mi vida que creo
que si os queréis esquitar,
podéis, sin perder, ganar
al juego de mi deseo.
Si queréis marchar conmigo,
hareos paje de jineta.
LISENA:
Estoy dese hombre sujeta,
sus pasos, como veis, sigo,
aunque no estoy muy contenta.
JUAN TOMÁS:
Todo esto se remató.
ALVARADO:
Que pierda con hombres yo,
que el perder parece afrenta,
por vida de...
JUAN TOMÁS:
Poco a poco.
CAMPUZANO:
¿Qué poco a poco? ¿Él se atreve
[a] hablar?
JUAN TOMÁS:
Hable como debe.
ALVARADO:
Estoy, de coraje, loco.
CAMPUZANO:
¿Que venga, con un real,
un hombre medio fullero
a quitarnos el dinero?
JUAN TOMÁS:
Hable bien, si entiende mal,
que ¡voto al hijo...! Y dejemos
esto, que si un real jugué,
de mi honrado sueldo fue,
que todos del Rey tenemos.
ROSALES:
¡Oh, qué gracia! Un pensamiento
no habrá que aquí se alistó
y ya el sueldo mereció.
JUAN TOMÁS:
Yo tengo merecimiento
para que el Rey me le dé,
por sola la voluntad
de servirle, y que es verdad
sustentaré a firme pie
y ténganse afuera todos.
CAMPUZANO:
Los villanos disfrazados
que se alistan por soldados
con estas flores y modos
de andar, hurtando el dinero...
JUAN TOMÁS:
¡Miente el infame que diga
que soy ladrón!
CAMPUZANO:
¿Esto obliga
de un desmentido primero?
ALVARADO:
Obliga.
CAMPUZANO:
¡Muera!
CAPITÁN:
¿Qué es esto?
(Pónese el CAPITÁN en medio.)
CAMPUZANO:
Agradeced, ganapán,
la vida al seo Capitán,
que de por medio se ha puesto.
Que si no fuera por él...,
pero aquí en campaña espero.
JUAN TOMÁS:
Agradeced vos primero
la vida, picaño a él,
que si no hubiera llegado
a socorreros a vos,
por vos y por otros dos
hubieran clamoreado.
CAPITÁN:
No se vayan.
ALVARADO:
No podemos
dejar de irnos por aquí.
(Vanse los soldados.)
CAPITÁN:
¿Distes ocasión?
JUAN TOMÁS:
Yo sí.
CAPITÁN:
¿Y cuál fue?
JUAN TOMÁS:
Que no perdemos.
Que como yo no ganara,
no hubiera dado ocasión
a que tanto fanfarrón
se me atreviera en la cara.
CAPITÁN:
¿Qué ganastes?
JUAN TOMÁS:
La cadena
que veis.
LISENA:
Esa prenda es mía.
JUAN TOMÁS:
Y yo vuestro.
CAPITÁN:
No querría
que os diesen alguna pena,
que es honrada aquesta gente,
y de mi escuadra, y el uno
es cabo de otra.
JUAN TOMÁS:
A ninguno
conozco.
CAPITÁN:
Vos sois valiente
y hombre de bien; yo os cobré
amor al punto que os vi.
Oíd: no salgáis de aquí
y por los demás iré
y haremos las amistades.
(Vase el CAPITÁN.)
JUAN TOMÁS:
Vaya vuerced en buenhora.
¿Prenda era vuestra, señora?
LISENA:
Fue, y si va a decir verdades,
huelgo que la hayáis ganado,
que sois honrado y brïoso.
JUAN TOMÁS:
No era menos valeroso,
reina, el señor Alvarado,
pero no tuvo razón,
que yo gané y otras veces
he perdido.
LISENA:
No pareces
hombre de mal corazón.
¡Vive Dios, que si tuviera
tu lado, más lo preciara,
que si un reino conquistara,
o el mundo parias me diera!
¿De dónde eres?
JUAN TOMÁS:
De aquí soy,
que entre Madrid y Toledo
no nacen hombres con miedo.
LISENA:
Yo con harto miedo estoy.
JUAN TOMÁS:
Sí tendréis, que sois mujer,
o me engañan mal los ojos.
LISENA:
Y mujer que tiene antojos,
de que te quiere querer.
Ya te vi venir y vi
que a la torre te subiste,
vi lo que aquí respondiste,
y que me pierdo por ti.
Eso de bravo y poder
dije, que me pierde toda.
JUAN TOMÁS:
Pues, hola, a mí te acomoda,
y vámonos a perder,
que soy hombre para todo.
LISENA:
¿Tu nombre?
JUAN TOMÁS:
Juan.
LISENA:
Pues, Juan mío,
yo me sujeto a ese brío
y a tu lado me acomodo.
Hay limpieza y no interés,
no soy vendible, ni boba,
sé de almohada y de escoba,
y soy cabeza y soy pies.
Enfrénome por mi gusto,
vivo sin tiros, ni ensayos,
ni celosa con desmayos,
ni con celos doy disgusto.
No soy mudable, que este hombre
me trata mal y desprecia,
y toda mujer es necia
que no respeta su nombre.
Esto basta para ser
estimada y no ofendida.
JUAN TOMÁS:
Yo no he querido en mi vida,
de asiento, alguna mujer,
pero por verte en el traje
que estás, pues valor promete,
quiero que a ti me sujete
ese tallazo y lenguaje.
De volver estos aquí
resultará no poder,
pero si tú eres mujer
para venirte tras mí,
marcha seis leguas de fama,
hasta la villa famosa
y serás mi reina y diosa,
mi prenda, mi dueño y dama.
LISENA:
¿Tendrás ánimo?
JUAN TOMÁS:
¡Oh, qué lindo!
LISENA:
Pues pica.
JUAN TOMÁS:
Sígueme y calla.
LISENA:
Ponte, mi bien, de batalla.
JUAN TOMÁS:
Solo a tus ojos me rindo.
Dime tu nombre.
LISENA:
Lisena.
JUAN TOMÁS:
Pues Lisena, de oro ven,
que quiero quererte bien.
LISENA:
Pon el calcorro a la arena,
cala bien el gavión,
revuelve el zarzo mi vida,
y avizora a la partida,
si corre viento soplón,
que te traeré como en palmas,
y de suerte que te asombres.
JUAN TOMÁS:
Pues yo mataré mil hombres,
solo por darte mil almas.
(Vanse.)
(Sale el CAPITÁN y ALVARADO, CAMPUZANO, MENDOZA y ROSALES.)
CAPITÁN:
Basta que yo tome en mí
la injuria cuando la hubiera.
CAMPUZANO:
¿Vuesa merced considera
lo que dijo y respondí?
CAPITÁN:
Muy bien lo tengo mirado;
de mi nombre firmaré
que no hay agravio.
ALVARADO:
Yo sé
que no agravia un agraviado.
Pero, señor Capitán,
advierta que es un picaño,
que se alistó con engaño,
y que todos lo dirán,
porque vive desa flor.
CAPITÁN:
Callen, que era un mentecato,
hombre de muy llano trato,
pacífico y labrador.
ALVARADO:
¿Pacífico y retraído
en una torre por muerte?
¿Labrador, y que a una suerte,
perdiendo, paró el vestido?
¿Labrador, que a la trocada
quinientos reales paró,
que con un real me ganó?
CAPITÁN:
Callen, que todo eso es nada,
que aquello es buen natural.
Los dos la mano me den,
que todo se ha de hacer bien,
y no llevarse por mal.
Yo haré que vuelva de todo
la más parte.
CAMPUZANO:
Esta es la mía.
CAPITÁN:
No es bien que mi compañía
se alborote dese modo.
ALVARADO:
Yo la doy también, que basta
que en ello vuesa merced...
CAPITÁN:
Que yo conozco, creed,
villanos de aquella casta.
Nacen con arriscamiento,
son duros y pertinaces;
mejor es tratar de paces,
y darme en esto contento,
que llevándole por bien,
dará más que le pidamos.
ALVARADO:
Aquí, señor, le dejamos,
y aquella mujer también.
CAMPUZANO:
¿Dónde fue?
CAPITÁN:
¿Qué digo? ¿Juan?
¿Juan Tomás?
MENDOZA:
De aquí salió
ese villano, a quien yo
dije que el seo Capitán
andaba en las amistades,
pero no quiso esperar.
CAMPUZANO:
¿Si se salió del lugar?
ALVARADO:
Mis sospechas son verdades.
Vuesa merced lo ha causado,
y ahora echará de ver,
pues se llevó la mujer,
si era ladrón disfrazado.
CAPITÁN:
Por Dios que era algún rufián
y que me he corrido.
ALVARADO:
Creo
que este Juan era correo
y espía de otro galán.
La vía de Madrid llevan.
Licencia me habéis de dar.
CAPITÁN:
Pues váyanle [a] acompañar
cuantos amistad me deban.
Que, ¡por vida de quien soy!,
que le he de echar en galeras.
ALVARADO:
¡Ah, Lisena, mujer eras,
bien desengañado estoy!
Ir [a] acompañaros quiero.
CAPITÁN:
Hareisme mucho placer.
CAMPUZANO:
Ya que llevó la mujer,
dejáranos el dinero.
(Vanse.)
(Salen JUAN TOMÁS y LISENA, solos.)
JUAN TOMÁS:
Ya estás, Lisena, en la tierra
más fértil y más famosa,
más saludable y hermosa,
que el sol mira, el mar encierra.
Aquí tiende el rumbo, y mira
cómo me trates verdad,
que tienes en mi amistad
un hombre que el mundo admira,
un ministro de la muerte,
un rayo, un trige, un león,
para cuyo corazón,
no hay cosa en el mundo fuerte.
Los muros y terraplenos,
son de alcorza en estos brazos,
que haré sus piedras pedazos,
voto a tus ojos serenos.
Dos hombres soy con dos nombres,
a quien dos mil tienen miedo,
y así por dos hombres puedo.
Lisena, porque te asombres
comereme un elefante,
desharé un rinoceronte,
que tengo carnes de monte
y pieles de cuero de ante.
Con solo que tú me nombres
verás el mundo temblar,
y así no te ha de espantar
que me mate con mil hombres.
Haré que malos y buenos,
en sabiendo que te trato,
te respeten el zapato
y esto será lo de menos.
LISENA:
Juan Tomás, cuanto más miro
tu brío, talle y valor,
más me enciendes en tu amor,
más te quiero y más suspiro.
De tus promesas me pago,
que decir quien sabe hacer,
puédelo hacer y creer,
que ese amor le satisfago.
Cuando Illescas no tuviera
cosas que la hacen famosa,
dejando la misteriosa
luna que al sol vio en su esfera,
bastaba haber tú tenido
la primera cuna en ella.
Digo que ese pie atropella
cuantos espada han ceñido
y que a solo un puntapié
estaré yo tan rendida,
que lleves el alma asida
por donde el golpe me dé.
Estos ojos ya no son
ojos más que para ti.
De Juan soy, Juan tiene en mí
legítima posesión.
Haz cuenta, Juan, que tú has sido
de quien he de estar vestida,
tomome amor la medida,
y de ti cortó el vestido.
Justo me vienes al pecho,
no te me podrás salir.
JUAN TOMÁS:
Ojalá sepas vestir
de amor el hábito estrecho.
Pero, ¿qué es esto que siento?,
¿ayer, no era yo un villano
con una azada en la mano,
armas de mi nacimiento?
¿Quién me ha dado este valor?
¿Ya sé hablar? ¿Ya digo amores?
Pero enseñan tus favores
y va aprendiendo mi amor.
En fin, ¿eres mía?
LISENA:
Soy.
JUAN TOMÁS:
¿Para siempre?
LISENA:
Eternamente.
JUAN TOMÁS:
¿Mientes?
LISENA:
Sí, si el tiempo miente.
JUAN TOMÁS:
¿Desde cuándo?
LISENA:
Desde hoy.
JUAN TOMÁS:
¿Eres mujer?
LISENA:
Soy constante.
JUAN TOMÁS:
¿Eres flaca?
LISENA:
Soy de acero.
JUAN TOMÁS:
¿Sabes querer?
LISENA:
Cuando quiero.
JUAN TOMÁS:
¿Sois de vidrio?
LISENA:
Soy diamante.
JUAN TOMÁS:
¿Qué te obliga?
LISENA:
Tú me animas
JUAN TOMÁS:
¿Pues quién soy?
LISENA:
Mi vida eres.
JUAN TOMÁS:
Dichoso yo, si me quieres.
LISENA:
Dichosa yo, si me estimas.
(Salen los soldados y un ALGUACIL.)
ALVARADO:
Yo daré la información
de que es ladrón y fullero.
ALGUACIL:
Por Dios que daré dinero
por hacer esta prisión.
CAMPUZANO:
Lo que es rufián, es sin duda.
En fin, todos jurarán.
ALVARADO:
Quedo, que juntos están.
ALGUACIL:
¡Favor al Rey, aquí ayuda!
(Sacude en ellos.)
JUAN TOMÁS:
¡Fuera, infames!
ALGUACIL:
¡Tente, perro!
JUAN TOMÁS:
¡Huye, Lisena!
LISENA:
Sí haré.
CAMPUZANO:
(Caiga dentro.)
¡Ay, que me ha muerto!
JUAN TOMÁS:
No fue
más de ofenderos por yerro.
¡Ah, perros, que no sabéis
que me llamo Juan Tomás,
y que mientras toméis más,
más me queda que llevéis!
ALVARADO:
Prendelde señor, que ha muerto
mi camarada.
ALGUACIL:
¡Aquí, ayuda!
JUAN TOMÁS:
Antes que más gente acuda,
me voy.
ALVARADO:
Este hombre es Roberto.
(Vanse.)
(Salen DON LOPE DE MENDOZA, DON JUAN DE TOLEDO, DON TELLO DE GUZMÁN, de camino, muy bien aderezados, y el INFANTE DON FERNANDO, con una capa gascona, con sombrero y plumas.)
DON LOPE DE MENDOZA:
Rebócese esa capa vuesa alteza,
que aquel que mira enfrente es el palacio.
Allí está de la Reina la belleza,
y cifra un ángel tan pequeño espacio.
Encubra esa persona y gentileza,
que, como en mina rústica, el topacio
arroja rayos por el tosco traje
de su grandeza, espléndido celaje.
La famosa Isabel, señora nuestra,
de Castilla legítima heredera,
en tan alta eleción ha dado muestra
del bien que España de tal junta espera.
Esta heredera transversal, siniestra,
que a Portugal violentamente altera,
la pone en el cuidado de marido,
entre tantos opuestos, elegido.
Quiere verle primero disfrazado,
por eso le traemos desta suerte.
DON TELLO DE GUZMÁN:
Espere, vuesa alteza, rebozado,
como don Lope de Mendoza advierte,
que aunque la Reina vive con cuidado,
el peligro es cruel, la invidia es fuerte,
que hay muchos de los grandes de Castilla
Luzbeles hoy de la primera silla.
Quede don Juan aquí mientras bajamos.
INFANTE DON FERNANDO:
Si yo fuere a propósito, señores,
y la reina Isabel y yo juntamos
las barras y castillos vencedores,
sospecho que a don Juan freno pongamos,
y a todos los injustos pretensores;
y que la posesión justa se aplique
a la heredera del Rey Cuarto Enrique.
Bien sé que soy indigno, y que pudiera
algún grande en Castilla preferirme,
pero como Isabel mi humildad quiera,
Dios nos bendiga, el Papa lo confirme,
ninguno habrá, supuesto que se altera,
que no nos sirva tan leal y firme,
como siempre lo han hecho sus pasados.
DON LOPE DE MENDOZA:
Castilla os vea en ese yugo atados,
que, aunque es verdad que está revuelta ahora,
y que con grueso ejército la aprieta
Portugal por la parte de Zamora,
esto es lo que en el alma la inquieta.
INFANTE DON FERNANDO:
Id y hablad a la Reina, mi señora,
que si una vez su voluntad me aceta,
Dios nos dará favor.
DON TELLO DE GUZMÁN:
Vamos, hablalla.
(Vanse TELLO y DON LOPE.)
INFANTE DON FERNANDO:
Don Juan, ¿es bella?
DON JUAN DE TOLEDO:
¿Quién sabrá pintalla?
Ha mandado que a vueltas embozado
de aquesos caballeros luego entrases
que dejases la posta.
INFANTE DON FERNANDO:
Estoy turbado.
DON JUAN DE TOLEDO:
Y que, al descuido, por la sala pases.
Está de tu persona confiado,
que verte falta para que te cases,
y así, al descuido, mírala en entrando;
verás un sol y cegarás mirando.
(Cuchilladas dentro.)
INFANTE DON FERNANDO:
Ruido siento y rebatir espadas;
si viene gente, pueden conocerme.
Parte y mira lo que es.
DON JUAN DE TOLEDO:
Mil cuchilladas.
Allá voy.
INFANTE DON FERNANDO:
Esto falta de ofenderme. (Vase DON JUAN.)
¡Oh, estrellas, que parece que inclinadas
a un alto bien queréis favorecerme,
no me dejéis, que es alta maravilla
hacer, desde Aragón, rey de Castilla!
Poned a vuestra cuenta que Fernando
goce desta corona y de Isabela.
(Sale JUAN TOMÁS solo, el Rey se aparta, digo el INFANTE DON FERNANDO.)
JUAN TOMÁS:
Ruido siento. ¿Si me van buscando?
¡Oh, cuánto el dilincuente se recela!
Que me buscan estoy imaginando;
ya no querrán prenderme con cautela,
sino de mano armada y sin espacio.
Quiérome entrar, que abierto está palacio.
INFANTE DON FERNANDO:
¿Quién va?
JUAN TOMÁS:
Un soldado que huye desa gente.
(Repare.)
INFANTE DON FERNANDO:
De aquí quiero quitarme, que si llegan
me podrán conocer.
PEDRO TOMÁS:
Con más de veinte
vinieron a matarle y después niegan.
(Salen tres soldados, las espadas desnudas. Miran al INFANTE y acuchíllanle. Defiéndese el INFANTE.)
SOLDADO 2.º:
¿Este es dellos?
SOLDADO 3.º:
¡Traidor!
INFANTE DON FERNANDO:
¡Villano, tente!
PEDRO TOMÁS:
¡Matalde!
INFANTE DON FERNANDO:
No soy yo. ¿Cómo se ciegan
vuestros ojos ansí?
JUAN TOMÁS:
Bien riñe el hombre;
no hay espada, entre tantas, que le asombre.
A su lado me pongo. ¡Ea, mancebo!
Daldos, que son bellacos.
INFANTE DON FERNANDO:
Dios te ayude,
que a tan buen tiempo llegas.
JUAN TOMÁS:
Como al cebo
baja el ave, mi espada al son acude. (Huyen los soldados.)
¿Huis, gallinas?
INFANTE DON FERNANDO:
Tente, que te debo
la vida
JUAN TOMÁS:
¿No queréis que a los tres mude
las caras de otra suerte que las tienen?
INFANTE DON FERNANDO:
No puedo hablarte, mis criados vienen.
Quisiera conocerte; no es posible.
Toma aqueste diamante y si se casa
Isabel con Fernando y el terrible
tiempo de aquesta guerra injusta pasa,
véndele al Rey, que es pieza convenible
al valor y grandeza de su casa.
Y no le des a otro, aunque te veas
en más necesidad que verte creas.
(Vase el INFANTE.)
JUAN TOMÁS:
En palacio se entró con otros hombres.
¡Qué buen olor y talle! ¡Caso estraño!
¿Qué habrá, fortuna, con que no me asombres?
¿Adónde huiré de tu mudanza y daño?
Ayer, en un arado, por sus nombres
llamaba al uno y otro buey, y el año
pasaba en la campaña al hielo frío,
o a los calores del furioso estío.
Hoy, sin saber por qué, mi pensamiento
me levanta, con humos de soldado,
a arar la arena y a sembrar el viento,
de un loco desatino acompañado.
Castilla es tierra corta, mar violento;
en ti recibe mi esperanza a nado.
A Italia voy, que de villano espero
volver a ser de Illescas caballero.