El cántico de Navidad: Biografía de Charles Dickens
DE
Al ocuparnos de este ilustre escritor inglés, no podemos menos de recordar una verdad ya muy sabida, que de cada día se va poniendo más en claro: la necesidad de difundir la instruccion en las clases que por falta de medios no pueden adquirirla, para que aparezcan hombres de grande inteligencia, que por no haber llegado á poseer los conocimientos científicos ó artísticos indispensables, mueren oscurecidos, privando de las obras que hubieran podido producir en beneficio de la humanidad.
Y no se diga que el hombre de verdadero talento se da á conocer á pesar de todo, porque aparte de que no podemos, de ninguna manera, formar la estadística de los que con tan buena aptitud, acaso, como lo que hoy dia admiramos, pero no contando con una fuerza de carácter acomodada á la de su inteligencia, ó con las favorables coyunturas—tambien se ha visto algo de esto—que á los otros les favorecieron para ponerse en evidencia, y aun cuando concedamos, lo que es mucho conceder, que efectivamente, todos los hombres de excepcionales disposiciones, se abren camino en la sociedad, cualquiera que sea la posicion que ocupen, la verdad es que hay muchos de valor positivo, aunque no sea tanto como el de los anteriores, que desaparecen sin revelar su mérito y sin hacer el bien que hubieran podido llevar á cabo con sus excelentes facultades
El conocimiento de la vida de Dickens nos ha sugerido las anteriores reflexiones, mas, por lo que á él se refiere, tuvo suficiente talento y la necesaria energía de carácter para sobreponerse á la desgraciada situacion de los primeros años de su existencia, y elevarse con aplauso unánime al puesto de primer novelista inglés, que conservó hasta su fallecimiento y que no ha perdido. Dickens tuvo que educarse á si mismo; fué un verdadero autodidacto, y si por educacion quiere entenderse aquel trabajo preparatorio y conveniente para la obra que se debe hacer en la vida, Dickens debió á circunstancias especiales los conocimientos que necesitaba para escribir sus libros, conocimientos que dada la direccion que el llevó no podian ser más oportunos.
Nació en 1812 en Landport. Su padre estaba empleado en la pagaduría de marina; persona muy escrupulosa y concienzuda en el cumplimiento de sus deberes, muy entendido, pero sin las suficiente actividad para arbitrar recursos con que atender á las necesidades de su numerosa familia. La madre era, por el contrario, señora de mucha energía y de grandes dotes y conocimientos: ella fué la que dió á su hijo las primeras nociones de la lengua latina. Con objeto de sostener las obligaciones de la familia, estableció un colegio, mas á pesar de todos sus esfuerzos no podian salir de sus ahogos y se vieron en la necesidad de ir á Lóndres, cuando Dickens contaba sólo nueve años, y fijarse en un pobre arrabal de aquella cuidad. No se remedió con esto la desgraciada situacion de aquella familia. Las dificultades aumentaban y hubo precision de enviar al niño Carlos á que ganase seis chelines por semana, como empleado en una fábrica de betun para el calzado. Durante dos años, el futuro y egregio novelista llevó una vida por extremo penosa y nada en consonancia con sus felicísimas disposiciones mentales; mal de que padecia mucho, á causa de la precocidad de su entendimiento, de lo mucho que habia leido y de la ambicion que le dominaba ya «por ser un hombre de grandes conocimientos y distinguido en la sociedad.» Por eso al hablar de este período de su vida, más adelante, no estaba completamente injusto con sus padres, al admirarse de que, viendo lo que prometia, lo dedicasen á una ocupacion tan humilde, y que le produjo padecimientos tales, que no podia acordarse despues sin que la memoria de aquellos tiempos no le arrancase muy sentidas lamentaciones. «¡Es verdaderamente de extrañar, decía, que en semejante edad se me descuidase de aquella manera! Que cuando nos trasladamos a Lóndres y me convirtieron en un pobre esclavo, no se presentara alguno de corazon bastante generoso, que teniendo en cuenta lo que se podia esperar de mi viveza, de mi ardor, de mi sensibilidad mental y física, no inspirase á nadie la idea de evitarme aquellos padecimientos, enviándome á una escuela gratuita. Nuestros amigos estaban fatigados: ninguno se tomó interés por nosotros.»
Hubo la desgracia de que los padres no adivinaran el porvenir que tenia reservado Dickens, porque si no algo más hubieron hecho, pero en medio de todo hubo una compensacion, porque en la fábrica de betun halló una escuela como no hubiera sabido excogerla el padre; una escuela mucho más trabajosa, desde luego, que los buenos colegios ingleses, mas para uno cuyo destino debia ser el de describir las casas y calles de los barrios pobres de Lóndres, los sucesos ó extraños ó tristes ó ridí ó lastimosos que allí tenian lugar, fué una escuela donde aprendió mucho, de que se aprovechó mucho, porque en lugar de corromperse con el espectáculo aquel, Dickens se levantó en alas de su genio sobre aquellos miserias, y describiéndolas se hizo un gran novelista.
No es posible determinar como empezaron á reverlarse sus brillantes disposiciones. Dickens, dice que desde niño manifestó un profundo espíritu de observacion, y grandes deseos de ilustrarse, pero que esto no le parecia hacedero más que por medio de una educacion literaria en colegios y unviersidades. Su padre poseia algunos libros, no muchos, pero de primer órden, entre los autores, ingleses; y de los extranjeros El Quijote, Gil Blas y Las Mil y una noches. Los caracteres delineados en dichas obras, no lo fueron inútilmente para Dickens: la semilla echó hondas raíces y produjo ópimos frutos.
Con tan excelentes modelos á la vista, nuestro autor se dispuso perfectamente para sacar provechoso partido de las amargas experiencias de su triste vida. El duro contraste que resultaba entre el mundo ideal que con la lectura de los mencionadas y levantadas aspiraciones se habia fraguado, y el mundo tan prosáico en que necesariamente estaba obligado á vivir; los escasos recursos de que disponia para sus subsistencia, durante los tres primeros años que el jóven residió en Lóndres, años de ningun beneficio para los padres; su vida errante, ó á lo más consagrada á llevar recados á los prestamistas, ó á visitar á sus padres que fueron desdichadamente á parar á una de las cárceles de Lóndres, ó á empaquetar frascos de betun, ó rodando en torno de los figones, fondas y cafés, miserablemente vestido, buscando la manera de encontrar con qué subsistir, le hizo allegar un gran número de interesantísimas observaciones sobre caracteres y escenas, que despues trasladó con vigorosa pluma á sus libros, con la misma viveza que si se hubieran presentado de nuevo ante él al tiempo de describirlos.
Por confesion suya se sabe, que en medio del sonrojo que vida tal le producia, supuesta la delicadeza de sus sentimientos, no dejaba con todo, arrastrado por sus actitudes especiales, de encontrar el lado humorístico de cuanto veia; hasta llegó á decir que en aquella época de su vida, se fijaba en todo con mucha mayor atencion que despues de remontarse á más elevada esfera.
Pronto sintió la necesidad de escribir cuanto observaba. Un amigo suyo le proporcionó una obra de caricaturas, don precioso en el que se inspiró para dibujar más adelante algunos de sus mejores tipos. Dichosamente para Dickens llegó el término de aquella existencia de esclavitud en la fábrica de betunes. Habiendo reñido su padre con uno de los socios del establecimiento, Dickens que ya tenía doce años, dejó de prestar la clase de servicios con que se ganaba un mezquino sustento y fué colocado en una escuela donde, como era natural, se encontró con otra clase de personas y con más facilidades para leer. A los quince años y á consecuencia de la precaria situacion de su padre, tuvo que entrar en casa de un procurador como escribiente, en cuyo trabajo ganaba quince chelines por semana. Como sus grandes dotes de observador iban desarrollándose de cada vez más, y la oficina se prestaba á hacer muy buenos estudios acerca de personas y cosas, Dickens aprovechó perfectamente los diez y ocho meses que permaneció en el despacho del procurador. Como el trabajo curialesco no le dejaba tiempo para entregarse, como él deseaba, á visitar las bibliotecas y á instruirse á fin de hacerse un hombre notable, aprendió la taquigrafía, y mediante este conocimiento pudo prestar muy útiles servicios en varios tribunales, en cuyas dependiencias, á la vez que sacaba con que subsistir, logró aumentar el caudal de sus observaciones. Más adelante, y en imitación de su padre que había entrado de noticiero parlamentario en un periódico, entró á formar parte de la redaccion de « El Antiguo Almacen mensual, » despues en El Sol veraz, en El Espejo del Parlamento y en El Morning Chronicle. Durante este período publicó diferentes escritos bajo el seudónimo de Bos, de los cuales se hicieron dos ediciones en muy poco tiempo, en los que manifestó su genio humorístico, una exactitud asombrosa en la pintura de caracteres, y un ingenio fecundo para inventar escenas chistosísimas é interesantes. El éxito de esta primera obra le animó á publicar bajo su nombre Los papeles póstumos de club Pickwick, libro que en poco tiempo se hizo popular y del que se vendieron muchos miles de ejemplares. A propósito de ella dice un crítico, que Dickens escribió despues otras novelas mucho mejores y de más alcance, pero ninguna que entusiasmara tanto al público inglés, por lo perfecta y graciosamente que presentó los defectos y ridiculeces de sus compatriotas. Con ella no solamente conquistó gloria, sino mucho dinero, porque los editores se la disputaban á porfía. Por entonces contrajo matrimonio con la hija de Mr. Jorge Hogarth, crítico muy estimado, sobre todo en música.
Quiso tambien escribir algo para el teatro, y compuso dos comedias, pero no continuó por este camino, pues si bien descrubrió felicísimas disposiciones para el género, no le acomodaba tener que reprimirse en las narraciones y en las descripciones, que era donde él brillaba más.
A los anteriores trabajos siguió la novela Nicolas Nickleby, en la que se dedicó a combatir los abusos y la opresion con extraordinaria energia.
En Olivier Twist pintó, con maravillosa verdad, las penalidades y desgracias de un jóven provinciano, que se encuentra en medio de los vicios y de las miserias de una gran capital.
En el desarrollo de los caracteres y del argumento de esta novela, tuvo ocasión de manifestar las profundísimas y generosas simpatías que le inspiraba lo que se llama: clases desheredadas, y con tal motivo adquirió una grande influencia en el espíritu, porque no se le consideró desde entonces á Dickens como un nuevo novelista, de mérito más ó menos relevante, sino como un verdadero reformador ardientemente consagrado á defender la causa del progreso y del bien humano.
En 1842 y despues de haber permanecido algunos meses en los Estados Unidos, publicó: Vida y aventuras de Martin Chusslewit obra llena de caracteres, escenas y cuadros de aquel país. En 1844 verificó su viaje á Italia, y á su regreso fundó El Daily News, hoy existente, donde dió á luz sus impresiones acerca de dicho país; mas no conviniéndole el periodismo, dejó el diario y se consagró nuevamente á sus tareas literarias. A esta época pertenecen sus mejores novelas: entre ellas David Copperfield consideraba como la auto-biografía de Dickens.
La pequeña Dorrit es una sátira tan justa como vehemente contra los abusos del gobierno, el espíritu oficinesco mezquino y rutinario, y el nepotismo y jactancia de la nobleza.
En el periódico Household word (dichos caseros) escribió la Historia de Inglaterra.
Desde 1843 compuso una serie de: Cuentos de Navidad, en los cuales ha sabido unir las realidades de la vida á lo fantástico de la leyenda, creando un género apropiado á las largas veladas de invierno de la familia inglesa. En estos cuentos, como en todas las obras del egregio novelista, se ve una tendencia sostenida á la exaltacion de los sentimientos generosos del corazon humano, á la censura de todo lo que sea egoísmo, y de cuanto tiende á mantener ese apartamiento, esa desconfianza, ese ódio que la lucha de los intereses y de las naciones engendran en el hombre. El cuento que tenemos el gusto de ofrecer á nuestros lectores es el más caracterizado en este séntido.
Además de las obras que hemos citado y de muchos artículos y trabajos sueltos en periódicos, escribió las siguientes novelas: Bernabe Rudge, La Casa desierta, Dombey é hijo, El Almacen de Antigüedades, Los tiempos difíciles, París y Lóndres en 1793, Las grandes esperanzas, El amigo comun, La difunta Miss Hollingford, y en colaboración con otro ilustre novelista inglés Wilkye Collins, El abismo.
Queriendo emanciparse del yugo de los editores de Revistas, en las cuales publicaba á trozos sus novelas, fundó un periódico titulado: El reloj de Maese Humphrey, con objeto de dar a luz muchos escritos suyos, pero que empezasen y terminasen en el mismo número.
Del primero que se dió á luz se vendieron más de 70.000 ejemplares; pero no bien se enteró el público del plan del autor, de que no habría novelas largas, la venta bajó extraordinariamente.
Esto nos lleva á hablar de uno de los defectos que con más injusticia se atribuyen á Dickens. Se dice de él que sus novelas no tienen argumento que sea verdaderamente digno de este nombre; es decir, un conjunto de hechos subordinados con el mayor rigor á una idea predominante, de modo que aquéllos no revistan tal caracter que distraigan á los lectores del pensamiento capital que en la novela debe presidir. Este defecto, si lo es en el caso de Dickens, provino de una necesidad á la que tuvo que suscribir, por la obligación que le imponían los editores. Dickens escribía para muchas Revistas ó semanales, ó quincenales ó mensuales, y por esto mismo á cada trozo de novela que publicaba, debia darle un interés muy grande, por medio de incidentes, para que el lector no abandonase la lectura del libro, y al mismo tiempo reservarse la necesaria libertad de accion para no quedar comprometido al escribir los demás trozos de la novela. Sucedia en muchas ocasiones que al aparecer á la luz pública la seccion de una obra, aun no estaba escrita la siguiente.
Lo que demostró Dickens, de un modo indudable, con este sistema, fué su maravillosa inventiva, su fecundidad de recursos, para mantener siempre despierta la curiosidad de los suscritores. Esto, dicho sea con perdon de los críticos á que nos referimos, revela, no un defecto, sino un ingenio positivo é indudable, y más teniendo en cuenta la originalidad de los medios de que se valia.
Las deplorables circunstancias de que se vió rodeado Dickens cuando fué á Lóndres con su familia, se dejaron sentir sobre él cuando más tarde, gracias á su talento y á su popularidad pudo ocupar la posicion de que era merecedor. Demasiado sabia que ni su prestigio, ni la dignidad con que se condujera siempre á pesar de todos los obstáculos y dificultades, le servirian para que cierta clase de gentes no lo zahirieren por su vida pasada, ya que ninguan otra cosa podrian decir de él. Era orgulloso, y por eso mismo cuando se ponia en contacto con personas de elevada posicion social, guardaba siempre cierta reserva, y si bien no se puso en pugna con las clases elevadas, tampoco hizo nada por hablar de ellas: su gran apoyo fueron las clases media y plebeya.
Y no se crea que sus manifestaciones democráticas fueron hijas tan sólo del interés, del prurito de levantar su personalidad sobre los que quisieran rebajarla, recordándole de un modo ó de otro y más ó menos delicadamente sus principios, sino que nacían de una profunda y arraigada conviccion, como lo declaran de sobra sus novelas y sus hechos.
Era lector muy sobresaliente y actor distinguidísimo. Bajo el primer concepto se distinguió mucho, porque acostumbraba á leer en público sus obras, y lo hacia de modo que sus personajes, cualquiera que fuera su carácter, quedaban representados al vivo. Por eso no se sentaba nunca, á fin de imitarlos en voz, en ademanes y en todo.
Como actor recorrió diferentes teatros de Inglaterrra en compañía de varios amigos, al efecto de recoger fondos con que fundar una sociedad literaria y socorrer á actores desgraciados.
Siempre fué encarnizado enemigo de la hipocresía y del egoísmo, defectos que consideraba como peculiares de la sociedad inglesa, á contar desde el Lord más encopetado hasta el mendigo más andrajoso.
Murió á consecuencia del exceso de trabajo mental, antes de concluir su novela Los misterios de Edwin Drood.
He aqui el breve juicio crítico que Villiam Spalding hace de las obras de Dickens:
«En la pintura de caracteres es inimitablemente vigoroso y natural. Sus historias son siempre interesantes, y lo serian mucho más si no estuvieran tan recargadas de detalles y minuciosidades. Tan poderosamente y con tanto éxito sabe producir horror en sus lectores (á veces demasiado) como los sentimientos más dulces, ó la hilaridad más grande, con las escenas que presenta, las cuales alguna vez degeneran en caricaturas. No hay en él condiciones para remontarse á las altas esferas de la imaginacion: su pluma es demasiado pesada para describir esos mundos reservados á los hombres de genio romántico, poéticos y meditabundo, pero cuando se trata del mundo real adquiere fuerza, fecundidad, sentimiento; nunca se manifiesta mejor observador, ni revela un espíritu más simpatico, que cuando pinta escenas, que por su ruindad hubieran podido disgustarnos, ó acaso espantarnos por la infamia que envuelven.»